‘Del paganismo al cristianismo’ de J. Burckhardt. 1947

El título original de esta obra de Jacob Burckhardt (1818-1897) es La época de Constantino el Grande, y figura como subtítulo de la traducción editada por el Fondo de Cultura Económica, la primera que se hace en español, debida a Eugenio Imaz; excelente, sin duda alguna. No defraudará al lector el libro si se ha dejado tentar por aquel título, que corresponde exactamente a su contenido; porque, en efecto, el propósito de Burckhardt no fue tanto describir la totalidad de los rasgos de ese reinado como mostrar a lo largo de más de medio siglo —medio siglo dramático— la decrepitud de las formas más típicas de la romanidad y la irrupción de otras nuevas, inequívocamente señaladas por los ideales del cristianismo.

Aparecida por primera vez en 1853, cuando Burckhardt sólo contaba treinta y cinco años, el autor revisó su obra cuidadosamente al reeditarla, treinta años más tarde. Si los errores fueron rectificados y aumentados los datos, en cambio, el punto de vista original se mantuvo inalterable. Así ha llegado hasta nosotros, como primer ensayo de ese tipo de estudio histórico-cultural que haría luego famoso a su autor, al publicar, en 1860, la Cultura del Renacimiento en Italia.

Difusa en cierto aspecto, la estructura de este libro es, sin embargo, consistente. Se apoya en un esquema cronológico, y sin embargo sabe demorarse el autor allí donde cree que es necesario ahondar para comprender y ser comprendido. No deje el lector de estudiar atentamente el sumario antes de emprender la lectura, porque es preciso navegar en este vasto piélago con harto cuidado. Burckhardt estudia en la primera sección el panorama político y espiritual del Imperio durante la crisis del siglo III, y dedica la segunda a analizar la época de Diocleciano y las profundas transformaciones que entonces sufrió la vida romana; lo que es propio del proceso de evolución interna del Imperio y lo que es resultado de la acción deliberada del emperador orientalizante, está convenientemente señalado y el distingo es útil para entender cómo fue posible la incorporación del cristianismo en el ámbito romano. Las dos secciones siguientes reflejan las diferentes condiciones de la cultura en los dos vastos sectores —Oriente y Occidente— en que el Imperio se dividía cada vez con más profundidad. Luego, en las secciones quinta y sexta, se estudia la evolución de la religión romana, su creciente absorción de las creencias orientales y, sobre todo, la influencia de las religiones de salvación; este proceso no era sino el reflejo de un mutación profunda que se operaba en otros aspectos de la vida, a cuya descripción dedica Burckhardt la sección octava. Las tres últimas se refieren expresamente a Constantino: a su conquista del poder, a su orientación especialmente en materia religiosa, a su trascendente significado y a la fisonomía que adquirió el Imperio bajo su influencia. Tal es el itinerario de Burckhardt en esta búsqueda del secreto de una de las más graves crisis de cultura que nos sea dado conocer.

Sería largo enumerar las prolijas investigaciones que sobre el mismo tema de este libro se han hecho en los casi cien años que han transcurrido desde su aparición. Toda esta labor, naturalmente, ha invalidado más de una afirmación de Burckhardt y ha modificado el punto de vista recomendable para plantear ciertos problemas. Pero puede afirmarse, sin embargo, que este libro mantiene casi totalmente su interés. Para el análisis de los problemas de la cultura y de la vida espiritual tenía Burckhardt una agudísima sensibilidad, y sabía como pocos desplegar ante el lector la variada gama de resonancias que tales problemas suelen suscitar. No es de escasa consideración el aporte que esta traducción significa para los lectores de habla española, a quienes llegará con ella la viva sugestión de su espíritu superior dedicado a explorar los secretos de un problema que debe apasionar a todo hombre culto de este Occidente que comienza a nacer en los tiempos que descubre este libro.