Argentina después de Perón. 1957

Reportaje de Daniel M. Friedenberg

Tenía muchos deseos de conocer al Dr. Romero y, por intermedio de unos amigos comunes, se concretó una entrevista durante su corta estadía en Nueva York. Mi primera pregunta fue una que ha dejado perplejos a muchos americanos: ¿fue la derecha o la izquierda la que derrocó a Perón?

“El golpe directo fue administrado por el ejército y la marina —contestó el Dr. Romero—; estos, a su vez, fueron galvanizados por los conservadores no fascistas como Gainza Paz, el exiliado editor del diario La Prensa. Durante las últimas semanas, los católicos se volvieron contra Perón, lo que aceleró la victoria. La izquierda, en todos sus matices, estuvo siempre en contra de él. Hombres corno Cipriano Reyes, el jefe del Sindicato de los Trabajadores de la Carne, que habían apoyado a Perón en un principio y lo habían hecho aparecer como si fuera de izquierda, eran o bien incautos o aventureros”.

Comenté el hecho de que Perón, no obstante su cinismo personal, había efectuado, sin duda, cambios duraderos en el clima político de la Argentina. “Si esto es verdad —pregunté—, ¿la historia no habrá de juzgarlo incluyéndolo en una categoría diferente a la de la mayoría de los otros dictadores sudamericanos?”.

“Estoy completamente de acuerdo —dijo el Dr. Romero—. Al tomar el poder, Perón explotó la inquietud y la creciente conciencia social de la masa de trabajadores urbanos. Como resultado, el sentido político de los trabajadores argentinos se ha desarrollado a tal punto que ya no puede ser suprimido. Las masas se interesan ahora por los acontecimientos políticos; se sienten parte del cuerpo social, con derechos definidos. Ya que se identifican todavía con Perón (en efecto, han sufrido la pérdida de una imagen paternal) tienen en la actualidad pocas simpatías con los dirigentes de la revolución democrática y tienden a identificar a los dos partidos políticos populares (los radicales y los socialistas) con la revolución. Sin embargo, con el paso del tiempo, verán la diferencia entre el actual gobierno interino y los partidos populares”.

“En cuanto al general Aramburu, jefe del Gobierno Provisional, más que el representante de una clase en especial, es una opción de compromiso. Elementos de la clase media y de los trabajadores lo favorecen porque es antiperonista y democrático en sus puntos de vista. Elementos de las clases privilegiadas lo favorecen porque apoya a la libre empresa. Hablando en términos generales, los propietarios rurales lo apoyan, mientras que las masas urbanas se oponen a él debido a la inflación actual y a su continuo apego al dictador de-puesto”.

“Entonces, en sentido amplio, ¿cómo caracterizaría al actual régimen?”, pregunté.

“Es el resultado de la coalición que combatió a Perón —contestó el Dr. Romero—. De ahí que le falta un carácter preciso o una posición política claramente definida. Su política cambia de acuerdo con la presión que ejercen los diferentes grupos dentro del mismo; a veces se inclina hacia el centro-izquierda, a veces hacia la derecha. Sea en contra de la reacción peronista o de una insurrección de la derecha clásica, su preocupación primordial es su propia seguridad. En términos generales podría describirlo como ubicado en el centro, levemente inclinado hacia la derecha“.

Sabiendo que el Dr. Romero estaba muy cerca de las maniobras políticas actuales de la Argentina, le pregunté si podría predecir el resultado de las elecciones programadas para fines de ese año.

“En la situación actual, y suponiendo que no se produzca ningún cambio importante —dijo—, Arturo Frondizi, el candidato del partido Radical, debe ganar fácilmente las elecciones. Aunque los radicales, siguiendo su vieja costumbre, se han dividido, a raíz de las declaraciones izquierdistas de Frondizi, en los Intransigentes pro frondicistas y los Unionistas, más derechistas. Esto podría, de todos modos, ayudar a Frondizi. Por cada voto regular del Partido Radical, sustraído por el fragmentado grupo derechista, él podría obtener varios de los peronistas”.

“En un sentido general, Frondizi representa a las ideas de Franklin D. Roosevelt y las de los primeros tiempos del New Deal, con la salvedad de que existe menos animosidad en contra de la intervención estatal en la Argentina que en los Estados Unidos. Frondizi insiste, todavía, en que es posible desarrollar la industria con capital interno y detesta la idea de la inversión extranjera, aun cuando esta sea cuidadosamente reglamentada. Esta es una herencia natural de la anterior experiencia argentina. Si fuera necesario, preferiría capitales europeos antes que americanos, ya que representan una amenaza menor para la independencia del país. Cree firmemente que el petróleo argentino debe ser explorado y explotado por el Estado. Estos sentimientos son muy populares entre las masas“.

Le pregunté al Dr. Romero durante cuánto tiempo él pensaba que enfoques como los de Arturo Frondizi predominarían en el desarrollo político argentino.

“En mi opinión —dijo— durante la próxima década la Argentina experimentará una evolución burguesa o de clase media. Sin embargo, veo una tendencia, a largo plazo, hacia alguna forma de socialismo, tal vez similar al del Partido Laborista en Inglaterra”.

Se interrumpió, sonrió y continuó: “Esto no está dicho como un testimonio de fe porque soy socialista, sino porque todos los factores que operan en la Argentina de hoy tienden a ir en esa dirección. El Partido Radical ha hecho demasiados arreglos y es demasiado centrista en su estructura para ajustarse a este cambio. Si esto ha de ocurrir al amparo del Partido Socialista actual, cosa que espero, es una cuestión abierta, pero inevitable. En cuanto al Partido Comunista, no es una amenaza, ni actual ni futura, principalmente debido a que a los sectores populares les es muy fácil acceder a la clase media. Como en los Estados Unidos, la riqueza básica de la Argentina es grande, las oportunidades son muy manifiestas, de modo que la situación conspira contra el desarrollo de la fuerza comunista”.

Pregunté acerca del rol de los militares y de la vieja “oligarquía” en el nuevo estado de cosas.

El Dr. Romero pensó un minuto: “Después de veinticinco años de experiencia con gobiernos militares, no creo que el pueblo esté ansioso por repetir el experimento, e incluso el ejército mismo está algo castigado. El ejército estuvo muy influido por ideas prusianas y consideró que el pueblo debería ser su servidor antes que su amo. Ya abandonó esta idea. En el futuro los militares siempre tendrán su influencia pero ya no dominarán al Estado. Es evidente que está comenzando lo que podríamos llamar la Época Burguesa”.

“En cuanto a la oligarquía, que fue producto de la economía agraria anterior, ya está agonizando. Es previsible que la industria, cuya creciente importancia debería complementar y no destruir la riqueza agrícola del país, extienda aún más su influencia”.

Le manifesté al Dr. Romero que su cuadro era esencialmente optimista desde el punto de vista de un socialdemócrata, que cree que la libertad personal es un ingrediente tan importante para la sociedad como lo es un alto standard de vida.

“No puedo ser menos optimista —dijo serenamente cuando yo partía—, porque si hay una cosa que hemos mostrado en nuestra lucha exitosa para destruir al peronismo, es la voluntad de la juventud argentina de sacrificarse por los más altos ideales”.