Función social de la Universidad lationamericana. 1959

1. La Universidad es, fundamentalmente, un centro de enseñanza superior, y como tal mantiene, desde sus orígenes, ciertos caracteres exteriores inalterables. Pero fuera de éstos, tanto sus fines como sus formas de acción y el tipo de relación con su contorno se han modificado sustancialmente de acuerdo con las situaciones sociales predominantes y con la significación que el saber ha tenido en cada colectividad. La concepción de la Universidad y de su misión no es, pues, absoluta sino que está condicionada por circunstancias de tiempo y lugar.

2. Unas veces la Universidad ha sido solamente un instrumento de conservación y transmisión del saber tradicional. En esas ocasiones podían darse dos circunstancias diferentes: que el ambiente espiritual y social no requiriera la elaboración y difusión de otro tipo de saber, o que, por el contrario, existiera cierta inquietud en relación con nuevas formas de conocimiento ajenas a la atmósfera de los claustros. En el primer caso, la Universidad ha mantenido su condición de centro cultural eminente; en el segundo, la ha ido perdiendo, poco a poco, y de hecho ha sido reemplazada por otras instituciones que se mostraron más ágiles para responder a los nuevos requerimientos del ambiente intelectual.

Pero otras veces la Universidad ha percibido y aceptado las situaciones de cambio, tanto espiritual como social. En ese caso ha renunciado a limitar sus funciones a la simple conservación y transmisión del saber tradicional, encaminando sus esfuerzos, en cambio, a la tarea de renovarlo. Por esa vía la Universidad ha mantenido o recobrado su condición de centro cultural eminente.

3. Debe entenderse, pues, que —como ha ocurrido siempre— la Universidad latinoamericana de nuestro tiempo tiene que elegir su camino en relación con las opciones que le ofrecen las exigencias propias de la época y del lugar en que actúa. El mantenimiento de su rango depende de su elección.

4. De hecho y por imperio de las circunstancias, la Universidad latinoamericana de nuestro tiempo es una institución a la que se le exige mucho más— en diversos planos— que a la Universidad europea o norteamericana. Son éstas, exclusivamente, centros de enseñanza e investigación, y la colectividad no espera de ellas sino lo que prometen como tales, puesto que para otras necesidades colectivas hay, o surgen fácilmente, otros órganos destinados a satisfacerlas. Las universidades latinoamericanas, especialmente después de la Primera Guerra Mundial, han sido vivamente solicitadas por inquietudes de otro tipo. La colectividad ha esperado de ellas, fundadamente o no, la sistematización y formulación de nuevas corrientes de opiniones, sin duda difusas, heterodoxas y en ocasiones revolucionarias, de los nuevos sistemas de valores que comenzaban a adquirir espontánea vigencia y de las respuestas adecuadas a las nuevas situaciones espirituales y sociales. Este requerimiento constituye el hecho más sorprendente y significativo en la historia de la Universidad latinoamericana.

Una opinión apresurada o superficial ha condenado, en función de una idea preconcebida y abstracta de la Universidad, la actitud que en casi todos los países latinoamericanos ha adoptado la Universidad frente a estas vagas solicitaciones de la colectividad o de algunos de sus grupos más o menos disconformistas. Pero un análisis más detenido de la situación espiritual y social de Latinoamérica parece justificarla.

5. En general, puede decirse que la sociedad de los países latinoamericanos ha perdido coherencia en los últimos tiempos. Está integrada por grupos que no están suficientemente articulados, o cuya articulación es notoriamente inestable. Son elementos yuxtapuestos dentro de una estructura formal más que partes de un conjunto homogéneo. La consecuencia más importante de esta situación es que la comunicabilidad entre los grupos se torna difícil, sobre todo porque los supuestos de la mentalidad y del comportamiento de cada uno de ellos son distintos y tienden a acentuar su diversificación. En consecuencia, la formación de corrientes de opiniones es, en relación con la fluidez de las situaciones, sumamente lenta, y muy difícil de lograr el consentimiento.

De aquí el problema que se suscita en los grupos más lúcidos de cada colectividad cada vez que se producen cambios en las situaciones reales: no se advierten simultáneamente las respuestas eficaces en el terreno de las ideas y de las opiniones, ni llegan a formularse oportunamente las correcciones de matiz en los sistemas de valores ni se logra un consentimiento suficientemente generalizado en relación con ninguna de las reacciones suscitadas por los cambios. Las corrientes de opinión circulan dificultosamente en una sociedad que es fluida para los cambios de situaciones sociales y que no está suficientemente articulada para permitir la comunicabilidad de las actitudes intelectuales y emocionales. A veces las mutaciones son muy lentas, y por lo mismo ocurre que en ciertos momentos se producen cambios bruscos caracterizados por la madurez de las nuevas formas. Los grupos lúcidos y sensibles se caracterizan en Latinoamérica por su constante insatisfacción frente a lo que consideran insensibilidad y conformismo, tanto de las mayorías como de ciertas minorías tradicionales. Esa insatisfacción tropieza con inmensas dificultades para llegar a una formulación precisa, y si llega a alcanzarla, aún quedan otras dificultades para obtener rápido y profundo arraigo en la conciencia colectiva. La consecuencia es manifiesta: aparece en el seno de la comunidad una necesidad nueva, que consiste en que alguien a quien se reconozca autoridad moral e intelectual se encargue de promover esas vastas corrientes de opiniones que la comunidad no engendra sola, como seguramente lo haría si fuera más homogénea y sus grupos estuvieran mejor articulados. Así parece explicarse el hecho de que los sectores disconformistas tiendan a reconocer que no hay en la sociedad de los países latinoamericanos otro órgano para esa función que la Universidad.

6. Si la peculiaridad espiritual y social del ambiente en que se desenvuelve la Universidad latinoamericana requiere que afronte estas exigencias, es obvio que no tiene sino dos posibilidades: aceptar esta misión sui generis, abandonando cierta concepción abstracta de la misión de la Universidad o, por el contrario, rechazarla y mantener su esquema tradicional. Cualquiera sea la opinión que suscite la gravedad de la decisión, debe convenirse en que, si la Universidad latinoamericana opta por la segunda de estas dos posibilidades, está destinada a perder la posición rectora que ha tenido, y puede preverse que se verá desplazada por otros órganos más ágiles y más sensibles a las inquietudes de la época.

7. Si, por el contrario, acepta esa misión sui generis, la Universidad latinoamericana tiene que modificar y diversificar su estructura. Esta perspectiva produce en algunos espíritus cierta alarma; pero tal actitud no es más valida que la de aquellos que en otras circunstancias y otras épocas resistieron la incorporación al ámbito universitario, por ejemplo, de la filosofía racionalista o de la física experimental. Puede convenirse, sin agravio para nadie, en que la actual estructura de la Universidad latinoamericana ha sido eficaz y adecuada a la realidad, pero que ya no lo es. Corresponde, pues, cambiarla, no excluyendo ciertamente nada de lo que haya de útil en ella, sino ampliándola y adecuándola a exigencias antes insospechadas. Puede convenirse en que una Universidad destinada eminentemente a formar profesionales, con estudiantes reclutados en altísima proporción en las clases medias, y en la que sólo ocasionalmente se han constituido algunos centros de investigación científica de alto nivel —generalmente promovidos por la tenacidad de algunas vocaciones individuales—, no constituyen el instrumento eficaz que la sociedad y la cultura de los países latinoamericanos requieren hoy para afrontar sus necesidades materiales y espirituales. Es, pues, necesario transformarla.

8. Transformar la Universidad tradicional no es, ciertamente, una tarea fácil ni sobre la que haya ideas claras y maduras. La persistencia de lo que se considera la idea arquetípica de la Universidad es muy fuerte en muchos espíritus. Intereses de grupo —más o menos legítimos— suelen coadyuvar a la persistencia de esa noción. Pero las dificultades no residen solamente allí. Si las formas de acción para el cumplimiento de la misión tradicional de la Universidad están claramente establecidas, las formas de acción para el cumplimiento de esa misión sui generis propuesta ahora a la Universidad la-tinoamericana no sólo no están establecidas sino que, además, son difíciles de descubrir y formular. Hay que innovar, pero no podrá innovarse hasta que la formulación genérica de esa nueva misión no sea traducida a términos concretos y reales. Habrá, pues, que formular un nuevo sistema de fines de la Universidad e imaginar después las formas de acción.

9. Para afrontar las tareas que la situación espiritual y social de Latinoamérica exige hoy a la Universidad, parece imprescindible que se acepten dos postulados básicos.

El primero es que nos hallamos en una época de intenso cambio social y espiritual. Es una afirmación que exime de la prueba. Si es innegable que hay una intensificación notable de la movilidad social desde la Primera Guerra Mundial, no es menos notorio que hay una renovación radical en las concepciones teóricas fundamentales de todos los campos de la cultura.

El segundo es que, en casi todos los países latinoamericanos, esa intensificación de la movilidad social ha traído consigo alteraciones sustanciales en la realidad nacional de cada uno de ellos. La significación relativa de los diversos grupos sociales, y muy especialmente de las élites, se modifica notablemente y a veces con extraordinaria rapidez. Pero el hecho trasciende con no menos velocidad del campo de lo puramente demográfico y alcanza tanto al plano de las formas de convivencia como al de la cultura. Existe una cultura latinoamericana sin ninguna duda, pero es inestable, imprecisa y proteica, tanto como conjunto como desde el punto de vista de cada ámbito nacional.

10. Aceptados estos dos postulados básicos, aparecen dos corolarios inexcusables.

El primero es que la Universidad latinoamericana tiene que elegir entre oponerse al cambio tal como se da en el orden universal, o, por el contrario, resolverse deliberadamente a contribuir a su desarrollo. En última instancia puede decirse que no caben actitudes intermedias. No cabe sino la posición extrema de enfrentar polémicamente el cambio y transformar a la Universidad en un reducto académico en el que se defiendan las situaciones sociales tradicionales y las formas de saber ya constituidas y ahora cuestionadas, o, por el contrario, aceptar resueltamente el cambio, aun cuando se admita la posibilidad de actuar más o menos intensamente en el proceso de su desarrollo. Si es así, la Universidad latinoamericana tiene que tomar clara conciencia de su responsabilidad y optar entre ambas posiciones ponderando cuidadosamente las consecuencias que tal opción entraña.

El segundo es que la Universidad latinoamericana tiene que establecer la manera de combinar sabiamente sus finalidades de tipo universal y sus finalidades de tipo local. Tiene que decidir si se mantiene ajena al profundo y dramático proceso mediante el cual se renuevan, en cada país, los fundamentos económicos, las relaciones sociales y la vida de la cultura; o si, por el contrario, se dispone decididamente a colaborar en la obra de renovación fundamental que requiere cada región y cada país y en la definición de sus peculiaridades. Pero si adopta esta última actitud, tiene que establecer en qué medida esa tarea puede realizarse sin abandonar las exigencias derivadas de la intensa universalización de los problemas que caracteriza al mundo de hoy.

11. Si acepta las responsabilidades que supone contribuir al desarrollo del proceso universal de cambio y acepta también las que entraña sumarse a la renovación nacional y regional dentro del orden de la universalidad, habrá llegado el momento de que la Universidad latinoamericana revise a fondo el sistema de sus fines, el conjunto de sus formas de acción, su estructura funcional y, sobre todo, sus relaciones con el contorno social.