‘El hombre del Renacimiento’ de Ralph Roeder. 1947

Cuatro biografías componen este libro, cuya lectura satisface igualmente al hombre curioso y al que busca materiales para la comprensión de una época tan incitadora como ésta en que se desenvuelven estas vidas. El vínculo de unión no es, sin embargo, sólo la época; es, más que el tiempo, más que la escena histórica, cierta secreta y profunda identidad que Roeder procura señalar con innegable agudeza. El libro parecerá de fácil lectura, pero no dejará por eso de impresionar al lector por su solidez. Esa secreta identidad no surgirá forzada por el artilugio del literato sino que descenderá por su sola fuerza, como evidencia apoyada en buenos cimientos.

Hay en Roeder una inequívoca capacidad evocativa. El aire que envuelve a sus personajes trasciende suavemente y llega al lector para condicionar su reacción, y lo que el autor quiere que se destaque brilla iluminado por cierto dominio de lo que suele llamarse métier literario. Hay finura y nitidez en los rasgos, una finura y nitidez que puede parecer forzada y que no lo es. Hay atrás de esa capacidad evocativa una buena documentación y un uso sabio de los materiales eruditos. Los personajes viven, y no es lícito tachar de novelística una reconstrucción histórica, sólo porque se enriquece con cierta vivacidad de buena ley.

Tras de sus personajes, Roeder esboza un mismo fondo. Quiere destacar cierta concepción de la vida que, a pesar de las diferencias individuales, se manifiesta en tan disímiles personajes. “El hombre del Renacimiento —advierte— encontraba en la amoralidad de la naturaleza la contrapartida de su libertad; estaba a la merced del hado, y la palabra que resuena a través de la época, el poder oscuro que dominaba y rondaba en torno a su vida, era la Fortuna.” Tras este rastro está tendida la pesquisa del autor. La vida y el destino son los interrogantes ante los cuales coinciden, a su modo, estos diversos tipos humanos que analiza Roeder: “La virtud ascética de Savonarola, la virtud oportunista de Maquiavelo, la virtud sociable de Castiglione y la virtud animal de Aretino, ¿qué vienen a ser sino las soluciones últimas de aquellos que temen a la vida, de los que la aceptan, de los que pactan con ella, y de los que a ella sucumben?” Análisis fino y hondura psicológica, todo ello envuelto en una evocación amable, caracterizan este libro lleno de sugestión.