Situaciones e ideologías. 1967

El problema que presta unidad a los trabajos que aquí se reúnen me ha preocupado desde hace largo tiempo, aun cuando diversas circunstancias hayan retardado su examen. En rigor, desde la aparición de Las ideas políticas en Argentina, hace ya más de veinte años, me propuse hacer un estudio comparativo del desarrollo de las ideas en Latinoamérica, o al menos un ensayo en busca de las categorías que pudieran permitir la comparación. Era un tema ambicioso que requería revisar muchos materiales no siempre fácilmente accesibles. Pero, de todos modos, una investigación de tal índole re-presentaba un experimento tentador para un historiador de la burguesía europea, puesto que suponía indagar de qué modo el sistema de ideas elaborado en Europa desde la Edad Media, al compás de un largo y complejo proceso socioeconómico, se proyectó hacia Améri-ca, donde la europeización se desarrolló de manera radical. Requería el experimento un largo esfuerzo dada la vastedad de las fuentes que deberían ser examinadas. Pero no solamente por eso. En tanto que no existen esquemas objetivos que permitan aproximarse con seguridad a los fenómenos latinoamericanos considerados en su conjunto, gravitan sobre ellos innumerables preconceptos tradicionales y no pocas fórmulas retóricas que oscurecen su fisonomía. Era claro que se necesitaba no sólo una larga frecuencia de las fuentes sino, además, una vigorosa crítica, por una parte, para descartar los esquemas insostenibles, y cierta imaginación, por otra, para proponer nuevas hipótesis. He emprendido esta tarea sin apremio y con creciente interés y curiosidad.

A lo largo de esta vasta experiencia que supone el examen de tantos y tan diversos materiales, he ensayado una sistematización que he ajustado a través de sucesivos intentos. Escribí en 1954 un breve capítulo sobre las corrientes políticas y sociales en América latina para el volumen que editó Marzorati con el título de Les grands courants de la pensée mondiale contemporaine (Milán, 1959); y desarrollé en los Cursos de Temporada que organizó en Montevideo la Universidad de la República en 1958, diez lecciones sobre Un siglo de la historia de las ideas en Latinoamérica, cuyo texto no llegó a publicarse. Sobre esos esquemas preparo ahora un libro titulado Latinoamérica: las ciudades, en el que, ajustándome a cierta hipótesis personal, me propongo analizar la formación de la sociedad latinoamericana, el proceso por el que se construye su singular burguesía, el hegemónico papel de las ciudades y, en relación con ello, los rasgos peculiares de las grandes corrientes de ideas y de opiniones que han surgido en el seno de aquella sociedad y han provisto de sentido tanto a las formas de la vida social como a las creaciones de la cultura.

Entre tanto, en diversas ocasiones he creído lícito adelantar algunas conclusiones, generalmente de modo muy sumario —por exigirlo así las circunstancias—, pero tratando de ajustar las pautas comparativas que constituyen mi preocupación fundamental. La historia del desarrollo latinoamericano no puede ser la mera yuxtaposición de historias nacionales, y no poseemos sino esquemas muy precarios para analizar los fenómenos de conjunto. Fruto de ese esfuerzo son los cinco ensayos que aquí se reúnen. Me ha bastado in-troducir muy ligeras modificaciones en los textos para sentirme satisfecho en mi propósito de establecer suficiente continuidad en la exposición de los problemas, y toca al lector juzgar si, como yo creo, no es este volumen una simple recopilación de estudios sueltos sino un libro coherente, nacido de un pensamiento orgánico.

De todos modos, me parece útil destacar en este prólogo qué es lo que creo que une los cinco ensayos, porque allí está, precisamente, lo que juzgo de mayor interés. En el campo de la historia latinoamericana son todavía escasos los estudios de historia social y han alcan-zado, en cambio, vasto desarrollo y considerable brillo los de historia política. Estos ensayos parten del punto de vista propio de la historia social, pero no para detenerse en el análisis de sus problemas específicos, puesto que son casi meros enunciados, sino para señalar la es-trecha relación que esos problemas tienen con los de la historia de las ideas. Más de una vez he expresado mi punto de vista acerca de cuál es el campo propio de la historia de las ideas, y me remito al prólogo —y al texto, naturalmente— de un libro escrito con una marcada intención metodológica y que he titulado adrede El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX, para dar a entender a través de ese largo enunciado, cuál es la relación que me parece importante perseguir para acercarse a los mecanismos profundos que operan luego en el plano de la historia política. No llamo ideas, solamente, a las expresiones sistemáticas de un pensamiento metódicamente ordenado sino también a aquellas que aún no han alcanzado una formulación rigurosa; y no sólo a las que emergen de una reflexión teórica sino también a las que se van constituyendo lentamente como una interpretación de la realidad y de sus posibles cambios. Estas otras ideas, las no rigurosas, suelen tener más influencia en la vida colectiva. En verdad, son expresiones de ciertas formas de mentalidad, y suponen una actividad frente a la realidad y un esquema de las formas que se quisiera que la realidad adoptara. Todo esto no suele ser engendrado en las mentes de las élites. Suele ser el fruto de un movimiento espontáneo de vastos grupos sociales que se enfrentan con una situación dada y piensan en ella como en su constrictiva circunstancia, sin perjuicio de que de las élites salga quien provea la forma rigurosa, la expresión conceptual y, acaso, la divisa rotunda capaz de polarizar a las multitudes y enfrentar a amigos y enemigos.

La vida histórica supone innumerables y entrecruzadas relaciones. Hay un juego entre la realidad y las ideas; pero también hay un juego entre las ideas teóricas preexistentes y las ideas que nacen espontáneamente de cierta imprecisa interpretación de la realidad, vigorosas, empero estas últimas, a pesar de su endeblez conceptual, a causa de la vital experiencia que la nutre. Estos dos juegos —dos entre muchos— son los que he tratado de perseguir en estos ensayos, porque creo que son los que más importan para descubrir el gigantesco esfuerzo que hoy hace Latinoamérica para descubrir su auténtica personalidad, fruto de una experiencia singular.

Nada más necesario que liberarse de cierto conformismo científico, en virtud del cual aceptamos como realidades lo que no son sino apariencias. Sin duda es cierto casi todo lo que sabemos de la historia política de Latinoamérica; pero no es nada más que una parte de la verdad, y acaso la más superficial. Ha sido mi propósito, no revelar hechos desconocidos, sino señalar un camino para una investigación y un análisis que juzgo más profundos. Estoy persuadido de que por él puede llegarse a una imagen más exacta del mundo al que pertenecemos.