José Luis Romero en los “pasos previos” de la veta latinoamericanista de las “Cátedras nacionales”

DARÍO PULFER
(Cedinpe-Unsam / Unipe)

Introducción

La mera enunciación del título parece señalar una contradicción en los términos. ¿En qué punto se tocan, conviven, articulan el magisterio de José Luis Romero con las denominadas cátedras nacionales? ¿No constituye ese movimiento político-académico un intento de negación y rechazo de la herencia intelectual y universitaria de los años 1955-1966 en los que el historiador tuvo un protagonismo significativo? En la vulgata sobre las “cátedras” ¿no predomina la idea de una ruptura con la tradición académica tal como fue ejercida en el decenio abierto con el golpe de 1955?

A través de referencias testimoniales de algunos de los protagonistas de la experiencia de las “cátedras nacionales” podemos reconstruir otros vínculos entre la figura de José Luis Romero y los jóvenes profesionales que formaron parte de ese movimiento.

Recuperar esa relación implica diferenciar líneas al interior de esa experiencia, superando generalizaciones abusivas realizadas tanto por sus detractores como por sus más enfervorizados simpatizantes. Permitiría explorar de otra manera ese proceso que fue acotado en el tiempo, sectorizado en sus expresiones y cobijo de diferenciadas vivencias. Supone identificar derroteros y temáticas particulares desarrolladas al interior de ese movimiento. Significa tender puentes y diálogos, buscando establecer algunos hilos de continuidad entre dos momentos de la Universidad de Buenos Aires, o al menos, de experiencias desarrolladas en algunas de sus carreras.

Supone, también, dar cuenta de la vida de un mundo universitario relativamente pequeño, con diferentes cruces y relaciones, en el que se producían rápidos desplazamientos al calor de los acontecimientos, los reagrupamientos organizativos y la configuración del espacio político. Todo ello en el marco de una cultura urbana en transformación y fuertemente condicionada por los cambios que se operaban en el contexto regional y mundial. Esos elementos y tendencias tuvieron significativa incidencia en el trazado de itinerarios y experiencias diversas, tal como se desprende de innumerables testimonios.

En este caso, se trata de la reconstrucción de un proceso en el que José Luis Romero participó como animador de un grupo de estudios centrado en el análisis histórico de la problemática latinoamericana. Así, tras el golpe de 1966, se encontró con un grupo jóvenes egresados de la Facultad de Filosofía y Letras con el objetivo de desarrollar un espacio de análisis y reflexión bajo la forma de seminario, con periodicidad quincenal, desarrollado en casas particulares, en los que se combinaban presentaciones temáticas con la exposición de algunos resultados de los estudios. De alguna manera, ese espacio echó las bases de una preocupación, un conocimiento más profundo y una mirada sobre las sociedades de la región latinoamericana que, poco más tarde, se expandió reformulándose y radicalizándose en las denominadas “cátedras nacionales”.

Esta experiencia se desarrolló en el tiempo por cerca de un año y medio y fue recuperada por alguno de sus protagonistas, en el relato de los antecedentes de las “cátedras nacionales” como una de las vertientes de la constitución de la perspectiva histórica y latinoamericanista de las mismas. Esa mención supone, a la vez, un reconocimiento y una relativización. Reconocimiento por los disímiles orígenes de quienes participaron en ella, los diferenciados posicionamientos sobre el presente político y por los rumbos diversos tomados en esos acelerados tiempos. Relativización porque no fue la única fuente en la que abrevaron estos jóvenes profesionales para la construcción de sus programas de enseñanza, sus manifiestos y sus producciones intelectuales formalizadas en revistas y libros.

El trabajo busca afirmar, entonces, la existencia de una vertiente, un hilo fino, una conexión entre las perspectivas que venía sosteniendo Romero sobre América Latina, en un momento de inflexión de su trayectoria con la constitución de un núcleo de intelectuales que iban a confluir en la inesperada, para ellos, experiencia de las “cátedras nacionales”.

Esta recuperación se inscribe en la necesidad de analizar con mayor detenimiento las genealogías intelectuales, las trayectorias, los años formativos de quienes formaron parte de las CN, aspecto muchas veces soslayado en los estudios dedicados a la cuestión. La emergencia en el escenario universitario de las mismas parece presentarse como un hecho anómalo o como una irrupción súbita, sin considerar el hecho básico de que la mayoría de quienes las engrosaron constituían cuadros intelectuales formados en la etapa previa.

Antecedentes

Sabemos que el proceso conocido como “cátedras nacionales” no fue un fenómeno generalizado ni expandido a un significativo número de facultades de la Universidad de Buenos Aires o incluso a otros departamentos de la propia Facultad de Filosofía y Letras. Su epicentro estuvo en el ámbito de la carrera de sociología. En ese ámbito, la mayor parte de quienes protagonizaron la experiencia de esas cátedras habían sido estudiantes durante la primera mitad de la década del sesenta en la remozada carrera orientada por Gino Germani.[1]

Si bien en sus testimonios y recuerdos predomina una valoración crítica de la denominada “sociología científica” no dejaron de recuperar otros espacios de formación que se les ofrecían;

“Por suerte, en ese momento había muchas materias optativas y aquellos que entramos en el 59-60, ya casi creada la carrera, podíamos optar, y en muchos casos optamos, por las historias de José Luis Romero, de Halperin, la epistemología y la lógica de Klimovsky, etc. que nos permitían tener un cierto contexto que no fuera estas torpezas que no se pueden creer: los status, los roles…”[2]

“Quienes ingresamos a la Universidad de Buenos Aires a comienzos de la década del 60 –en mi caso, a la Facultad de Filosofía y Letras, para cursar Sociología, carrera que entonces estaba incorporada a esa institución-, pudimos presenciar el tramo final de la experiencia renovadora en la que habían sido primordiales protagonistas profesores como José Luis Romero…Recuerdo, no sin vaguedad y condescendencia, cómo se presentaban los hechos y las palabras en aquel momento. Pero si entre esos recuerdos aparece una exigencia especial y delicada, la de pensar en el modo clásico de una formación intelectual universitaria, de un estilo de lectura y de un trabajo emanado de una compleja y pródiga estructura pedagógica, no me es posible retener mucho más que los compromisos que originaba la cátedra de Historia Social, cuyo titular era José Luis Romero.”[3]

“Entré en sociología en 1964…tuve como profesores o auxiliares docentes a Jorge Graciarena, Inés Izaguirre, José Luis Romero, Tulio Halperin Donghi, Ernesto Laclau, Miguel Murmis, por citar los más conocidos.”[4]

Ese período universitario fue interrumpido abruptamente por el golpe militar de 1966 y por la noche de los “bastones largos” que provocó la intervención de la Universidad de Buenos Aires. Ello llevó a la renuncia de un grupo de profesores concentrados fundamentalmente en las Facultades de Ciencias Exactas y Filosofía y Letras donde se ubicaba sociología.[5] Hasta ese momento, la carrera tenía como docentes a cargo de las cátedras a Torcuato Di Tella, Manuel Mora y Araujo, Inés Izaguirre, Ruth Sautu, Eliseo Verón, Hugo Callello, Juan Carlos Marín, Silvia Sigal, Miguel Murmis, Gerardo Andújar, Silvio Frondizi (Sociología argentina contemporánea), entre otros. A partir del primer cuatrimestre de 1967, de los docentes que se habían quedado (Eliseo Verón, Miguel Murmis, Silvia Sigal y Manuel Mora y Araujo) fueron cesanteados la mayor parte, al no haber sido renovados sus contratos.

Para quienes renunciaban, ese proceso dejaba trunca la incorporación progresiva de jóvenes egresados en los espacios de cátedra, que venía produciéndose.[6] Esos ámbitos constituían una de las pocas opciones en el nivel superior para el desarrollo profesional, ya que la carrera de investigación en el ámbito del Conicet era muy restringida para estas formaciones.

Como sabemos, José Luis Romero se había jubilado tiempo antes, durante el año 1965, tras haber ejercido el decanato de la Facultad por un trienio y la docencia por cerca de diez. [7]

En ese contexto de ruptura y disponibilidad se produjo un fenómeno poco incorporado en el análisis de los antecedentes intelectuales de las “cátedras nacionales” que tuvo una relativa incidencia en el desarrollo de la temática latinoamericanista en esos espacios.

Se trata del encuentro entre el historiador, un periodista y un grupo de jóvenes egresados entre quienes estaban Laura Golbert, Rosalía Cortés, Leandro Gutiérrez, Alcira Argumedo, Susana Checa, Jorge Carpio, Gunnar Olson Riet, entre otros, en torno al estudio de los procesos latinoamericanos del siglo XX.[8]

En el recuerdo de Alcira Argumedo:

“un grupo de compañeros íbamos a tener un privilegio invalorable: el profesor José Luis Romero — brillante historiador y excepcional ser humano— convocó, junto con Gregorio Selser —periodista y también excepcional ser humano— a algunos antiguos alumnos para conformar un grupo de estudios sobre América Latina, por fuera de los ámbitos universitarios. Durante dos años, en reuniones realizadas en casas particulares cada quince días, se evaluaban los trabajos e investigaciones que cada uno debía realizar según un plan común, en un enriquecedor intercambio de ideas que combinaba la mirada integradora del historiador con la información periodística puntual y detallada”.[9]

Susana Checa comentó:

“Decidimos hacer un grupo de estudios… ahí entramos a conocer América Latina. Eran charlas sobre América Latina, un grupo de estudios. A la par que hacíamos el grupo de estudios con Romero comenzamos a militar…”[10]

Rosalía Cortés señaló que:

“La iniciativa la tomaron entre varios: Alcira, Susi Checa, y le pedimos a Romero que nos diera ‘clases’. Romero venía regularmente, y sobre todo él y Selser hablaban sobre la historia reciente de América Latina. Éramos un grupo de amigos, en el que Alcira y Gunnar tenían más protagonismo… Leandro se contactó con Romero. A Selser lo contactó Alcira, que lo conocía personalmente…”[11]

La procedencia ideológica de Romero y Selser en el socialismo, mediados por una actitud de respeto, no impidió la orientación de los trabajos de estudio e investigación realizados por los jóvenes graduados ya orientados en sus búsquedas hacia distintas experiencias desarrolladas en el seno del peronismo.[12] Esa convivencia, que no dejaba de ser experimentada como un hecho paradojal por parte de los jóvenes, se vio posibilitada por una serie de razones fundamentales. La primera se relacionaba con el conocimiento del período previo y en el reconocimiento hacia Romero, suerte de “Maestro de la Juventud”, quien constituía una referencia destacada para quienes militaban en las franjas cercanas al PSAV y hacia Selser, un periodista destacado en la investigación crítica y en las denuncias en la política nacional desde la época de Frondizi. La segunda refiere a la no participación de los jóvenes en los enfrentamientos de la etapa correspondiente al primer peronismo.[13] La tercera, a las notas de esa coyuntura cultural en la que se respiraban aires “ditellescos”, “preguevaristas” y en los que la polarización de las posiciones políticas no resultaba tan aguda. La cuarta a las posiciones políticas de Romero y Selser que si bien eran antiperonistas no tenían posiciones antipopulares.[14] La quinta, refería a la coincidencia en la caracterización de los procesos sociales y políticos del resto de América Latina.[15]

Para los guías del encuentro del grupo de estudio no se trataba de incursiones en temáticas absolutamente nuevas. Hacía tiempo que venían trabajando estas cuestiones en diversas intervenciones, aunque con perspectivas y enfoques diferenciados.

La preocupación de Romero por la problemática latinoamericana no resultaba producto de la moda que inundaría la producción de la segunda mitad de los años sesenta en el ámbito de las ciencias sociales, en cualquiera de las vertientes dependentistas sea la cepalina, la neomarxista o la populista.[16] Tampoco se relacionaba al despliegue del “boom” de la literatura latinoamericana que recorría el mundo occidental por entonces. Tenía otras raíces y antecedentes.

Se remontaba a un pasado que lo entroncaba con la historia y los procesos sociales y políticos de las primeras décadas del siglo. Más allá de los ecos del latinoamericanismo y el antiimperialismo predicado por su admirado Alfredo Palacios, podemos conjeturar que las simientes de la cuestión pueden encontrarse en el conocimiento de los trabajos de Alfonso Reyes, Mariano Picón Salas[17] y Pedro Henriquez Ureña. Con este último compartió prolongados diálogos siendo quien había incursionado de manera sistemática en la materia desde los tiempos de su estancia mexicana en la que había bebido en las fuentes sociales e intelectuales de la revolución.[18] La publicación póstuma por parte del Fondo de Cultura Económica de los libros que constituyeron el canon cultural y literario regional, como Historia de la cultura en la América Hispánica y Las Corrientes literarias en la América Hispánica no pueden desvincularse de Romero y su círculo de afinidades electivas.[19] Hacía tiempo, en la organización de esos proyectos editoriales se encontraba su amigo Arnaldo Orfila Reynal, conocido de Pedro Henriquez Ureña desde el Congreso estudiantil de 1921 y partícipe de la revista platense Valoraciones en la que el dominicano vertió varios de sus ensayos.[20] En ese mismo ámbito Daniel Cosío Villegas diseñó y alentó la colección Tierra Firme, en la que José Luis Romero participó con su obra Las ideas políticas en Argentina[21] que “representó, especialmente en su primera década de existencia, uno de los proyectos más significativos en la construcción de una enciclopedia del continente, de una cultura americana”.[22]

Ya en la década de los años cincuenta, en la Revista Imago Mundi la temática latinoamericana no resultó ausente siendo abarcada por la crítica de libros y por la inclusión de autores, nacionales y extranjeros, orientados hacia ese objeto. En ese mismo momento, en la editorial Raigal, muy próxima al Colegio Libre de Estudios Superiores, se publicaron los libros de Henriquez Ureña Ensayos sobre nuestra expresión; de José Martí Ensayos americanos; de Francisco Romero Sobre la filosofía en América y de Luis Alberto Sánchez, ¿Tuvimos maestros en nuestra América? en una colección dirigida por Gabriel del Mazo puesta bajo los auspicios del cubano con el nombre “Nuestra América”.[23] Esa serie constituyó el antecedente y luego corrió de manera paralela a otra colección del mismo sello dirigida por un colaborador de Imago Mundi, Norberto Rodríguez Bustamante, llamada “Problemas de la cultura en América” en la que Romero participó con su Argentina, imágenes y perspectivas.[24] Por ese tiempo hay que inscribir el inicio de una relación sostenida en el tiempo de Romero con Leopoldo Zea mediada en sus comienzos por su hermano mayor Francisco. El mexicano desarrolló una prolífica producción orientada a la reconstrucción de las ideas en América Latina por esos años y que en nuestro país, tuvo un impacto muy particular sobre todo a partir de la década de los años sesenta; nos referimos, entre otras, a la obra de Arturo Andrés Roig, Enrique Dussel, Gregorio Weinberg, entre muchos otros.[25]

 Para 1954 Romero escribió un texto para una compilación desarrollada en Italia en la que recorría de manera sistemática las corrientes estéticas y literarias del continente hasta llegar a su presente.[26] En un momento de intensa militancia política y en un clima dado a considerar las situaciones prevalecientes en el resto de América prologó el libro de Abel Alexis Latendorf titulado Nuestra América difícil.[27] Para 1958 desarrolló clases sobre la temática en la Universidad de la República en Montevideo, ordenando un texto que no salió a la luz pública.[28] Estos trabajos requirieron de Romero la consulta sobre fuentes de diverso orden para la comprensión de los procesos culturales de la región.

En la década del sesenta se fueron jalonando experiencias e intervenciones que fueron perfilando argumentos y perspectivas. Así en 1960 publicó en Caracas el ensayo “Democracias y dictaduras”[29] y en una revista porteña de la juventud socialista presentó sus reflexiones tras visitar Cuba.[30] El año 1961 estuvo atravesado por el apoyo a la candidatura a Senador de Alfredo Palacios, quien hizo eje en la defensa de la revolución cubana y el rechazo a la invasión norteamericana. En el año 1962 expuso sobre “Situaciones e ideologías en Latinoamérica en el siglo XIX” en una reunión de la International Society of History of Ideas en México.[31] En 1963, tuvo dos intervenciones significativas. La primera en una “Mesa Redonda sobre historia e historiadores latinoamericanos en el siglo XX” que organizaron conjuntamente el Instituto Panamericano de Geografía e Historia de la OEA, el Colegio de México y la Universidad de Burdeos.[32] La segunda como invitado a un coloquio por el Consejo Internacional de Filosofía y Ciencias Humanas de la UNESCO en México, en la que disertó sobre “La situación básica: Latinoamérica frente a Europa”.[33] Allí decía:

“Quizá podría cuestionarse – y de hecho se ha cuestionado- si Latinoamérica existe como una unidad real. Pero, cualquiera sea la respuesta que se dé a ese interrogantes es innegable que existe al menos como unidad mirada desde Europa, en relación con la cual se ha desenvuelto siempre un diálogo de muy variados matices. No significa esto que no se hayan dado en Latinoamérica ciertos procesos autónomos. Por el contrario, significa, precisamente, que se han dado desde un comienzo; pero tales procesos han debido conjugarse con otros desencadenados fuera de su área, dirigidos y controlados desde Europa, y por eso Latinoamérica ha debido ajustar su desarrollo a ciertas constricciones impuestas por quienes conservaban el poder de decisión o ejercían influencias decisivas. Podría decirse que el desarrollo latinoamericano resulta de cierto juego entre una vigorosa originalidad y una necesidad de adecuarla luego a ciertos esquemas de origen extraño que la limitan y la constriñen. Esta circunstancia hace inexcusable el examen de las variables relaciones entre Latinoamérica y Europa, y más inexcusables si se trata de establecer las líneas autónomas del proceso de desarrollo histórico latinoamericano. Quizá ha sido Latinoamérica más original de lo que suele pensarse, y quizá sean más originales de lo que parecen a primera vista procesos que, con demasiada frecuencia, consideramos como simples reflejos europeos[34]

En 1965 ofreció una conferencia en la École Practique des Hautes Études, de París bajo el título “Los puntos de vista: historia política o historia social” que luego fue recogida con ubicación preferente en la prestigiosa publicación periódica Annales.[35] En la intervención señalaba que “la historia social no ha tenido en las últimas décadas el desarrollo que hubiera podido esperarse, y aún aparece agobiadas por la tradicional gravitación de la historia política”.[36] Luego subrayaba la íntima relación entre ambas, de mayor peso en Latinoamérica que en otras geografías, y la necesidad de una “total reconsideración” de la historia política, revisando sus criterios tradicionales y reemplazándolos por otros más ricos y complejos” para insertar “los problemas de la historia social latinoamericana” (conquista y colonización; emancipación política; transformaciones que produjo la revolución industrial) “tan diversa en su fisonomía y tan compacta si se considera su situación frente a las áreas de pleno desarrollo económico”.[37]

En su libro Desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX esbozaba un marco conceptual y metodológico que consideraba útil para un abordaje de conjunto de la historia latinoamericana articulando la historia social con la de las ideas. Señalaba que su

“objetivo ha sido esbozar un cuadro de conjunto en el que se muevan las corrientes de ideas y de opiniones a través de los grupos sociales que las han expresado, defendido o rechazado, para descubrir cómo han obra sobre las formas de vida colectiva, cómo operaron a través de grupos –mayoritarios o minoritarios- según el diverso grado de vigencia que alcanzaron, cómo inspiraron ciertas formas de comportamiento social o, en fin, como expresaron los contenidos de ciertas actitudes espontáneas. Este planteo supone una opinión acerca de cuál es el enfoque con el que la h historia de las ideas puede ayudar a la comprensión de la historia. Si ese enfoque abre una perspectiva nueva, es porque no se han explorado metódicamente las relaciones entre la realidad social y las corrientes de ideas y opiniones, fenómenos tan vigorosos que les es dado aglutinar individuos y grupos sociales de una manera singular, en ocasiones alterando las relaciones derivadas de la estratificación social.[38]

Tiempo después, Romero seguía repitiendo que “en el campo de la historia latinoamericana son todavía escasos los estudios de historia social y han alcanzado, en cambio, vasto desarrollo y considerable brillo los de historia política”.[39] En base a esa perspectiva aparecía en el horizonte una cuestión fundamental que debía ser abordada: el enfrentamiento entre los “grupos blancos dominantes” y los “grupos indígenas, negros, mestizos y mulatos”. Se trataba de “problemas vivos” que configuraban “el cuadro de la historia política y de la actualidad política”.[40]

A ese cuadro social Romero le sumaba una elaboración en proceso sobre las ideas producidas por movimientos sociales que, confrontados con realidades, elaboraban pensamientos y perspectivas, sistematizados y expresados por figuras salidas de las elites. Esas actitudes y maneras de pensar de carácter espontáneo, formalizadas en determinado momento, tendían a “polarizar a las multitudes” y enmarcar las confrontaciones entre “amigos y enemigos”.[41]

Para el historiador, que ya esbozaba el proyecto de su obra magna sobre las ciudades en América Latina, se trataba de comprender que

“la vida histórica supone innumerables y entrecruzadas relaciones. Hay un juego entre la realidad y las ideas; pero también hay un juego entre las ideas teóricas preexistentes y las ideas que nacen espontáneamente de cierta imprecisa interpretación de la realidad, vigorosas, empero estas últimas, a pesar de su endeblez conceptual, a causa de la vital experiencia que la nutre. Estos dos juegos —dos entre muchos— son los que he tratado de perseguir en estos ensayos, porque creo que son los que más importan para descubrir el gigantesco esfuerzo que hoy hace Latinoamérica para descubrir su auténtica personalidad, fruto de una experiencia singular.[42]

La búsqueda de originalidad, de “una experiencia singular” y de autenticidad formaba parte de la agenda intelectual de variados grupos latinoamericanos del momento y Romero no dejaba de participar, a su modo, en ese programa. Como vimos, para el autor significaba darle otra hondura y perspectiva a la historia política, vinculándola a procesos sociales más amplios y a una historia de las ideas superadora de los registros tradicionales. El hecho de no constituir hasta el momento su objeto exclusivo de estudio y al haberse producido su aproximación a la temática en los últimos años, lo invitaba a la prudencia en cuanto a las formulaciones y afirmaciones. Consideraba que los ensayos que había desarrollado en los últimos años y que reunió en un volumen para la difusión masiva señalaban “un camino para una investigación y un análisis” que consideraba debían ser más profundos.[43] De alguna manera se cerraban sus estudios sobre el continente europeo y comenzaba a fijar su atención predominante en la región latinoamericana, lo que suponía estrechar más fuertemente sus relaciones con las instituciones y redes de sociabilidad de los intelectuales orientados a la cuestión.[44] Quizá allí se encuentre la motivación para la configuración de un grupo de trabajo y estudio concitando la voluntad de núcleos más jóvenes.

Por su parte, Gregorio Selser hacía tiempo que había constituido como objeto de estudio algunos procesos latinoamericanos así como desarrollaba el seguimiento de los hechos de actualidad de la agenda diplomática regional.[45] En el año 1955 había publicado el libro que le dio más prestigio: Sandino, general de hombres libres.[46] El año siguiente se unió al semanario Marcha como corresponsal en Buenos Aires, lo que lo vinculaba a la mirada regionalista orientada por Carlos Quijano. En 1957 entregó un informe sobre la situación de América Latina para la Federación Universitaria Argentina.[47] En 1958 publicó El pequeño ejército loco. Operación México-Nicaragua.[48] Desde la dirección de la Colección “Historia viva” del emprendimiento de la Editorial Palestra impulsó la salida de un importante lote de libros referidos a la situación del continente, tanto de su autoría como de autores locales o extranjeros. En 1960 seleccionó, anotó y prologó la obra de Fidel Castro que llevó por título La revolución cubana.[49]El año siguiente publicó dos obras de Alfredo Palacios: Nuestra América y el imperialismo y Una revolución auténtica: la reforma agraria en Cuba.[50] Por ese tiempo escribió El guatemalazo.[51] En 1962 difundió su obra Diplomacia, garrote y dólares en América Latina. [52] En 1964 editó El rapto de Panamá[53] y Alianza para el progreso, la mal nacida.[54] Ese mismo año difundió Guatemala, la democracia y el imperio de Juan J. Arévalo. [55] En 1965, con motivo de la invasión norteamericana a Santo Domingo, publicó un nuevo libro.[56] En Espionaje en América Latina denunciaba el Plan Camelot.[57]

La tarea que venían realizando Romero y Selser no era desplegada en solitario. En el caso de Romero se trataba de una construcción colectiva que incluía las convocatorias y los desarrollos que desde México realizaba Leopoldo Zea o desde las proximidades afectivas e intelectuales locales desplegaba Gregorio Weinberg. En el caso de Selser sus preocupaciones se encadenaban a otros periodistas que por entonces seguían con interés las temáticas regionales, entre quienes pueden destacarse a Rogelio García Lupo y Eduardo Galeano (secretario de redacción de Marcha por esos años).

El desarrollo de estas agendas de estudio e investigación eran propuestas a la consideración de la nueva generación y, como hemos visto en sus testimonios, generó un impacto productivo en los estudios y en la orientación de varios de los jóvenes profesores que habían visto interrumpidas sus primeras armas en la docencia universitaria.

Hasta el momento no conocemos el plan de trabajo, lo que nos impide realizar consideraciones sobre los tópicos estudiados, aunque las presentaciones parecen haberse orientado al análisis de los procesos latinoamericanos recientes. [58] La presencia de Romero, aunque sostenida en la totalidad de los testimonios disponibles, puede haberse visto limitada por compromisos profesionales en el exterior.

Además del encuentro periódico del grupo, esa relación derivó en recomendaciones de Romero y Selser a algunos de los integrantes de la experiencia que estaban dispuestos a comenzar un viaje “iniciático” por América Latina a fines del año 1966 e inicios de 1967 para contactarse con intelectuales en Perú.[59]

En ese espacio comenzaron a “investigar América Latina en profundidad”, con la guía de “una cabeza como la de José Luis Romero”.[60] Ello significó la introducción a un mundo hasta el momento desconocido.[61] La valoración positiva de la experiencia los llevó, años más tarde, a llegar a considerarse “discípulos” de ambos guías.[62]

La participación en el grupo con la finalidad de aumentar un saber, orientados por un referente establecido en el ámbito cultural y universitario, puede explicarse porque nos encontramos, aún, en el período en el que el criterio de legitimidad intelectual se sigue fundamentando en razón de su propia práctica.[63]

Más allá del acercamiento a la temática y de la evaluación positiva de la experiencia, resulta importante detenerse en los elementos de los planteos que recuperaron para su elaboración. De Romero tomaban la mirada de la larga duración y la perspectiva social y culturalista de la comprensión historiadora y de Selser la atención a los acontecimientos y la dimensión política en la visión periodística.[64]

En cuanto a la mirada de larga duración los obligaba a considerar la dimensión histórica de los procesos y hundir el análisis en el período prehispánico, considerar el proceso de configuración originario y el desarrollo del mestizaje y llegar a los procesos de dominación recientes. Eso suponía enfrentarse con configuraciones étnico-sociales diferenciadas de la “homogeneidad” europea (tomada como referencia absoluta, para ellos, en los análisis predominantes) y a la necesidad de pensar categorizaciones que dieran cuenta de esos procesos de diferenciación. A ello cabe agregar la no confesada herencia de otra manera de hacer “historia de las ideas” en la nueva configuración que tomaba en los escritos de Romero como resultante de interacciones de estructuras sociales, mentalidades, actitudes y expresiones formalizadas. No lejos de esa perspectiva pueden ubicarse la categorización de “matrices ideológicas”, con la que buscaron dar cuenta de tradiciones intelectuales nacidas de procesos histórico-sociales concretos.

La pregnancia de la mirada histórica en el conjunto de las “cátedras” resulta innegable, aunque, como resulta evidente, no puede atribuirse a la sola influencia de Romero. Además de los legados de la “tradición sociológica”[65] tenemos que computar el peso adquirido por las diferentes versiones del revisionismo histórico entre los representantes de esa experiencia, tal como se desprende de numerosas fuentes. Sin embargo, para el interés en el ámbito latinoamericano la influencia de Romero parece haber sido significativa, si tenemos en cuenta la focalización en el Río de la Plata de la literatura revisionista y la escasa bibliografía existente para orientar esos pasos.[66] Por tal motivo, en el recuerdo de algunos de sus protagonistas el primer impulso en la búsqueda de América Latina, que luego se convertiría en un programa sistemático de indagación, tuvo ese origen.[67]

Rechazos

La convocatoria de la intervención de la Universidad de Buenos Aires a profesores de orientación católica, aunque de dispar bagaje, como lo eran Gonzalo Cárdenas y Justino O’Farrell, para dirigir los espacios institucionales de la Carrera de Sociología abrió una oportunidad inesperada para la inserción de varios de los jóvenes que habían pasado por el grupo de estudio de Romero-Selser.

Tras un primer momento de desconfianza hacia los recién llegados, los diálogos con los delegados estudiantiles y egresados recientes generó las condiciones para la incorporación de jóvenes profesionales en las múltiples cátedras que habían tomado los citados Cárdenas (Sociología especial: Problemas socio económicos argentinos I y II; Sociología especial: Problemas socio económicos latinoamericanos; Sociología especial: Sociología Latinoamericana; Sociología: Argentina contemporánea; entre otras) y O’Farrell (Sociología sistemática; Sociología especial: Poder, estratificación, alienación; Sociologías especiales: Problemas de sistemática). La convocatoria incluyó a graduados de diferentes disciplinas, que se acercaron a integrar las cátedras en diversas categorías.

El peso relativo de esas cátedras no las convertía en las predominantes ni las que ocupaban la totalidad del espacio en la carrera de sociología.[68] A esa situación inicial de marginalidad, debe sumarse la condición precaria de la mayoría de quienes se desempeñaban en la docencia por entonces.[69]

En ese marco y de ese modo confluyeron en el ámbito diversas disciplinas y diversas perspectivas. La que aquí rescatamos es la que se recostaba sobre ciertas prácticas y legado previo. En particular la que refiere a la incorporación de la temática latinoamericana en perspectiva histórica a la enseñanza.

Podemos conjeturar, que en ese contexto de creciente peronización de las capas medias de extracción universitaria, la recuperación y resignificación del legado de Romero fue posible para ese pequeño núcleo ya que la contradicción fundamental del momento se producía con la dictadura militar. De manera subordinada, por otro lado, la valoración de la experiencia universitaria abierta en 1955 no resultaba homogénea para los actores emergentes en esa coyuntura.

En el ámbito de la sociología el antagonismo y la crítica a ese período estaban centrados en el ataque a ciertas prácticas y miradas encarnadas por Gino Germani. La crítica al esquema teleológico de sociología de la modernización, el apoyo a financiamientos externos con su condicionamiento sobre la agenda de investigación o el posicionamiento político del sociólogo italiano venían siendo puestos en cuestión hacía tiempo y en primer término por sus primeros discípulos locales.[70] Las “cátedras nacionales”, al calor de un cambio profundo en las orientaciones del estudiantado y en un clima de intensa politización, amplificaron la crítica al “ginogermanismo” y concentraron allí fuertemente sus objeciones.[71]

La figura de Romero, había sido más atacada por la generación de “pensadores nacionales” o por la vertiente ramista de la “izquierda nacional”.[72] Su trayectoria no podía ser inscripta en el “cientificismo”, criticado acerbamente por su pretendida neutralidad y asepsia[73]; ni vincularse a la introducción de teorías y modelos explicativos de cuño desarrollista[74]; ni ser asociada al condicionado financiamiento externo de origen norteamericano, alimentando las polémicas públicas e intrauniversitarias de la década de 1960.[75]

Para los jóvenes además del introductor de la temática latinoamericana, resultaba el promotor de vinculaciones personales y de cierto discipulado que les abría amplias perspectivas, tanto en el uso de materiales de diverso tipo como en el cultivo de una actitud abierta de búsqueda. De manera más general, resultaba inspirador en el modelo pedagógico que había forjado en el desarrollo de sus clases, en las que trasmitía compromiso en la transmisión y pasión en lo que enseñaba.

Sin embargo, no se trataba de un traslado mecánico de sus perspectivas y enseñanzas, sino de una reformulación interpretativa sobre los procesos en los que había introducido a los jóvenes egresados al calor de un proceso de politización acelerado.[76]

En ese momento no colocaron bajo su estela la práctica desarrollada ni reivindicaron su figura, corriendo esa tarea por parte de las autoridades de la Facultad con la que se enfrentaban.[77]

Las CN, entre otras cuestiones, introdujeron aproximaciones a la historia latinoamericana, constituyéndola en objeto sistemático de estudio, dándole espacios específicos de cátedra. En esos ámbitos fomentaron interpretaciones que buscaban subrayar la continuidad histórica de los denominados movimientos populares, exaltando “las luchas nacionales contra la dependencia” y reivindicando liderazgos políticos de carácter popular. Todo ello se hacía desde la incorporación de la variable histórica en el análisis sociológico que resultó central en estas aproximaciones. Es en ese punto que puede resultar importante el aporte de la posición sostenida largamente por Romero desde el Centro de Historia Social y la Cátedra de Historia Social General, aunque el uso de esa perspectiva sufrió torsiones al aplicársele una mirada revisionista y nacionalista.

En la estela de sus trabajos sobre América Latina, aunque acentuados hasta la exageración, se reivindicaba la perspectiva histórica que permitía reconocer la peculiaridad del desarrollo regional, tal como había sido esbozado por el mismo Romero, aunque su acento no fuera de carácter identitario.

La utilización del ensayo, reivindicada como forma legítima de producción académica, puede ser considerado otro de los ejes heredados de Romero, aunque ello era compartido con otras vertientes del pensamiento “nacionalista popular”.

Lo mismo podemos señalar en cuanto a algunos de los materiales utilizados para la aproximación a la realidad latinoamericana. En los programas, junto a la bibliografía de corte revisionista en sus diversas tonalidades, encontramos entremezclados a José Carlos Mariátegui, Leopoldo Zea, Pablo González Casanova, Tulio Halperin Donghi, Luiz de Aguiar Costa Pinto, Aníbal Quijano, Fernando Henrique Cardoso, Celso Furtado, Darcy Ribeiro, Helio Jaguaribe y Octavio Ianni, Gino Germani (para censurarlo) así como otras fuentes primarias originadas en la literatura.

La explicitación de las propias posiciones políticas, realizada tempranamente por Romero y sostenida a lo largo de toda su trayectoria, resultaba acorde con las argumentaciones utilizadas por las “cátedras” en su puja contra el “cientificismo”.

Este conjunto de elementos, transferidos bajo el hilo fino de una tradición intelectual cobijada por la universidad en esos años conflictivos, no fueron explicitados sino parcialmente en los testimonios que hemos citado, aunque pueden contribuir a comprender el acercamiento. Esas aproximaciones y similitudes, quizá ayuden a explicar la ausencia de críticas sistemáticas al magisterio de Romero en el ámbito de las “cátedras nacionales”.

Vertiente erudita y analogías

El fenómeno de “cátedras nacionales” en el ámbito de la sociología albergó inicialmente una vertiente erudita que buscó continuar con la tradición previa en el análisis de la sociedad argentina recorriendo períodos y problemáticas no visitadas. Fue la pretensión primera de O’Farrell en el espacio de sociología sistemática.[78] En otros ámbitos de la carrera podemos identificar algunas tendencias semejantes, con el cultivo de cierta erudición. Allí podemos mencionar los trabajos encarados por Eduardo Jorge.[79] Esta línea no fue la principal, ya que pueden comprobarse casos notorios de falta de preparación profesional para el desarrollo de las temáticas programadas junto con una desvalorización sobre los aspectos de orden metodológico de la disciplina.

En el ámbito de la filosofía podemos recorrer iguales trayectorias y vínculos entre la filosofía de base académica representada en figuras como la de Eugenio Pucciarelli y quienes fueron significativos protagonistas de las “cátedras nacionales” como fue el caso de Amelia Podetti.[80] En las cátedras en las que Conrado Eggers Lan tuvo continuidad entre los dos períodos, se integró José Pablo Feinnmann como profesor cuando no se había recibido aún.[81] En ese mismo ámbito, en el que en algunos casos hubo continuidades, pueden verse esos trasvasamientos de manera menos traumática, como sucedió en los casos de Andrés Mercado Vera o Rodolfo Agoglia en el ámbito porteño y platense respectivamente.

Es en este movimiento en el que conviene ubicar y entroncar el proceso que estamos intentando analizar recuperando esta vertiente dentro del grupo de profesores orientados al estudio del pensamiento y “matrices” latinoamericanas, más allá de los derroteros intelectuales diferenciados que ese proceso siguió.

Consideraciones finales

La repetición de la referencia a autores hasta ese momento marginados del espacio universitario como José María Rosa, Arturo Jauretche, Rodolfo Puiggrós, Juan José Hernández Arregui con sus análisis históricos; la pregnancia de la marca latinoamericanista, tercermundista y antiimperialista; la recuperación de ribetes cristianos revolucionarios; la inclusión de elementos de la sociología crítica junto a la competencia con la matriz marxista de análisis tanto en la ocupación de los espacios académicos como en la inspiración de las interpretaciones obturó la consideración de otras vertientes de esta experiencia.[82]

A partir de los testimonios de protagonistas centrales de este proceso, que habían sido estudiantes en el período anterior y que valoraban las prácticas y aperturas de los “viejos” profesores, resulta necesario revisitar esos vínculos.

Ese trabajo supone comenzar un análisis más exhaustivo sobre las relaciones entre los aprendizajes previos y la producción intelectual del período, así como los modelos pedagógicos y los usos de materiales en los procesos de enseñanza.

La apertura a considerar estas fuentes llevaría a tamizar algunos juicios. Por un lado la de las interpretaciones que tienden a presentar el proceso de las CN como un hecho inédito, novedoso y rupturista inscripto en las coordenadas de la radicalización ideológica y la peronización universitaria de fines de los años sesenta, sin considerar trayectorias ni bagajes intelectuales y culturales previos. Por otro lado, a matizar las afirmaciones lapidarias sobre esa experiencia o a dejar en suspenso juicios categóricos en torno a los modos de producción de conocimiento y sus resultados concretos, abandonando caracterizaciones sumarias asociadas al irracionalismo, la anticientificidad, la baja calidad académica o a la ausencia de toda erudición.[83] En la perspectiva que estamos proponiendo, se trata de considerar algunas continuidades e identificar ciertas prácticas consistidas.

Como hemos intentado señalar, luego de la experiencia del “seminario” los caminos se bifurcaron.

En su veta latinoamericanista las “cátedras nacionales” tomaron un camino diferente al de los trabajos y enfoques propiciados por Romero en el seminario, más centrado en los procesos sociales y culturales. Las fuentes de reconstrucción de los procesos históricos pasaron a ser, más que esos contenidos, las manifestaciones del pensamiento de los líderes populares y, a partir de allí, el interés se desplazó hacia la búsqueda de las matrices ideológicas de carácter autónomo.[84] De ese modo, la reivindicación de la originalidad latinoamericana hundía sus raíces en los procesos independentistas hasta llegar a los “movimientos nacional – populares” de ese presente, que se desarrollaban, aunque con diferentes signos, desde Perú a la Argentina pasando por Chile. Esa reivindicación permitía una diferenciación con las cátedras llamadas “marxistas” que en algunos casos suponía la exaltación de otros marxismos (como los encarnados en países periféricos) y en otras expresiones el rechazo liso y llano de ese modo de pensar.[85] La difusión de materiales producidos en el marco de las CN se realizaron a través de las Revistas Antropología Tercer Mundo y Envido.[86] Los mayores desarrollos, que llegaron al formato libro, se distribuyeron a través de la Colección “Problemas latinoamericanos” dirigida por Arturo Armada en la Editorial Galerna fundada por Guillermo Schavelzon en el año 1967[87] y en la Editorial Siglo XXI a partir de su desarrollo local a principios de la década del ‘70.[88]

Por su parte, Romero continuó con sus estudios sobre Latinoamérica, configurando materiales que jalonaron la llegada de su obra principalísima sobre las ciudades en Latinoamérica: las ciudades y las ideas, del año 1976.[89] Esas producciones siguieron un modelo conceptual que ya tenía consolidado y que combinaba el sujeto histórico, la estructura histórica y el proceso histórico, haciendo interactuar dimensiones y planos bajo el criterio rector de la complejidad.

Esa bifurcación y el tiempo relativamente breve de la experiencia, quizá, sean las razones por las cuales la historiografía no se detuvo en esta relación.


[1] BLANCO, Alejandro. La sociología en disputa. En NEIBURG, Federico; PLOTKIN, Mariano (Comp). Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina. Buenos Aires, Paidós, 2004. Gino Germani. La renovación intelectual de la sociología. Buenos Aires, UnQui, 2006. Razón y modernidad. Gino Germani y la sociología de la Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI, 2006.

[2] ARGUMEDO, Alcira. Entrevista. En GONZALEZ, Horacio. Historia crítica de la sociología argentina. Los raros, los clásicos, los científicos, los discrepantes. Buenos Aires, Colihue, 2000. pág.482-483. En un testimonio anterior, luego de señalar que la calidad de la formación en sociología era buena, recordaba que “no era sólo de los docentes de sociología, sino que con las especiales que uno podía optar encontraba profesores de lujo, como eran José Luis Romero o Halperin o como Klimovsky”. Entrevista a Alcira Argumedo. Razón dialéctica y análisis multivariado. En Revista Ojo Mocho. Número 1. Verano de 1991.

[3] GONZALEZ, Horacio. Presentación a José Luis Romero. “Sobre la biografía y la historia”. Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2009. p.3. En un testimonio previo señalaba: “Fueron años donde efectivamente la universidad se puso al día en relación a los mundos bibliográficos europeos y norteamericanos, cosa que en la época del peronismo no ocurrió; eso no quiere decir que no hubiera grandes debates en la universidad del peronismo pero eran debates que sostenían apenas personas aisladas, como Carlos Astrada en su momento en el área de la Filosofía, y en realidad una fuerte referencia bibliográfica alemana en el área de ciencias sociales, con la influencia de Hans Freier. Bueno, a todo eso se viene a oponer José Luis Romero con su fuerte compromiso con la historia de las ideas francesas, lo que en ese momento se conocía por escuela de las mentalidades, es decir, la historiografía que partió de los grandes procesos colectivos y de las grandes unidades de tiempo. En el caso de Germani, se hacía una fuerte crítica al modelo peronista de llegar a la modernización, que era una llegada sin democracia ampliada, como decía él. Cuando cae esta universidad, que era una universidad compleja, que en la actualidad decirle ‘liberal’ no le hace enteramente justicia, ya que era una universidad de fuerte debate social y político donde el tema del peronismo se empezaba a debatir de muchas formas, incluso, el propio José Luis Romero que era socialista, tenía una idea de que el acceso de las masas a la escena pública era un hecho auspicioso.” GONZALEZ, Horacio. Testimonio del año 2004 citado por RECALDE, Iciar; RECALDE, Aritz. Universidad y liberación nacional. Disponible en:

chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/http://www.labaldrich.com.ar/wp-content/uploads/2013/03/Universidad-y-Liberacio%CC%81n-Nacional.-Aritz-e-Iciar-Recalde.pdf

[4] VILLANUEVA, Ernesto. Panel “El Cielo por Asalto. La sociología en los 60 y 70”. VII Jornadas de Sociología. UBA, 2007. Sobre el lugar institucional y la ubicación del Departamento de Historia Social y la cátedra de Historia Social General puede verse: HALPERIN DONGHI, Tulio. Un cuarto de siglo de historiografía argentina (1960-1985). En Revista Desarrollo Económico V.25.N° 100. DEVOTO, Fernando. Los estudios históricos en la Facultad de Filosofía y Letras entre dos crisis institucionales (1955-1966). En DEVOTO, Fernando (comp.).La historiografía argentina en el siglo XX. Buenos Aires, Editores de América Latina, 2006.p.253 destaca “…el impacto que sobre todo una materia como Historia Social General ejercía sobre su público, tanto por la fascinante personalidad de su titular como por la riquísima cantidad de materiales que esa cátedra puso a disposición de los alumnos”.

[5] Las renuncias ascendieron a más de 1300 profesores. UNZUÉ, Martín. Profesores, científicos e intelectuales. La universidad de Buenos Aires de 1955 al Bicentenario. Buenos Aires, Clacso-IIGG, 2020.p.52.

[6] En el caso de Alcira Argumedo (n.1940) había formado parte de la Cátedra de Sociología Sistemática orientada por Miguel Murmis y Eliseo Verón y había renunciado con anterioridad a junio de 1966 a la misma. En el momento del golpe militar estaba designada como ayudante de primera y renunció al cargo. Susana Checa (n.1941), recibió su título el día 29 de junio de 1966. Roberto Carri (n.1940) se desempeñaba como ayudante de Estadísticas y continuó. Jorge Carpio (n.1940) había ingresado tardíamente en la carrera después de estudiar medicina en la UNLP. Horacio González (n.1944) y Ernesto Villanueva (n.1945) no habían concluido sus estudios cuando se produjo el golpe militar. En el recuerdo de Argumedo: “Con la intervención, la ‘noche de los bastones largos’ parecía que para muchos de nosotros se acababa la carrera académica”. Panel “Las mujeres piensan las ciencias sociales”. Pioneras. Mujeres de la sociología. Disponible en: https://www.rumbosur.org/pioneras/

[7] Horacio González lo recordaba como “el último gran decano que tuvo esta universidad, es decir, el último gran profesor que se animó a cumplir tareas administrativas”. Anotaba González: “Recuerdo una noche terrible, en que hicimos un viaje arltiano a Adrogué…para pedirle a José Luis Romero que por favor no renunciara, que no íbamos a pegar más carteles hasta determinada altura, que íbamos a dejar veinte centímetros para la comunicación de Bedelía, en fin… La cuestión es que José Luis Romero dijo que no, ‘no vuelvo más a esa facultad’, y efectivamente no volvió más. Cuando volvíamos en el viejo tren, a las dos de la mañana, después que nos endilgó una filípica moralista-laica y una especie de historia social de la Argentina que terminaba en el peronismo, pero que comenzaba muy lejos (por eso salimos a las dos de la mañana), Daniel Hopen, que era el delegado estudiantil de la Facultad, y que había sucedido a Marcos Schlaster en esa entidad que se llamaba Delegación Estudiantil, comentó algo, con esa especie de desesperación que tenía él: ‘que le vamos a hacer, es un viejo socialista’”. GONZÁLEZ, Horacio. Saberes de pasillo y Universidad libre. Buenos Aires, Paradiso, 2018. En marzo de 1963, debido a las declaraciones del Ministerio del Interior y los cuestionamientos a la UBA por el despliegue del Ejército Guerrillero del Pueblo, Romero debió dar cuentas de la muerte de Marcos Schlaster ante el Consejo Superior de la UBA. Antes, los estudiantes de la Carrera de Sociología realizaron un acto en la Facultad con motivo de la noticia de la muerte. Fue una de las primeras opciones por la guerrilla en el ámbito universitario. A fines de ese año Romero presentó la renuncia al decanato en un clima ya conflictivo y sufriendo la presión de sectores estudiantiles vinculados al PCA. Luego, decidió jubilarse abandonando la docencia. Fue designado profesor honorario de la UBA.

[8] En el grupo había dos parejas, las formadas por Alcira Argumedo y Gunnar Olson y la de Susana Checa y Jorge Carpio. Alcira y Susana habían sido compañeras de estudios. Checa había militado en el PSAV y fue delegada estudiantil en sociología. Argumedo, tenía afinidades con el PSAV, se recibió antes y fue delegada por los profesores. Olson se crió cerca de la familia de R. Scalabrini Ortiz en Olivos, estudió abogacía y más tarde dio las materias complementarias de sociología, dedicándose a la reflexión filosófica. En la actividad se sumó Leandro Gutiérrez, de una generación anterior (n.1935), egresado de historia que trabajaba en Historia Social General, desplegando tareas de coordinación. En el recuerdo de una de las protagonistas: “Leandro era siempre proactivo, y era docente de Historia, y él interactuaba y hacía más preguntas que el resto”. CORTÉS, Rosalía. Respuesta en correo electrónico del 1-08-2022.

[9] ARGUMEDO, Alcira. La experiencia de las Cátedras Nacionales en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (1967-1974). En Colección Coneau. 100 años de la reforma universitaria. Principales apelaciones a la Universidad argentina. Buenos Aires, CONEAU, 2022. Vol. II. Ese texto debe haber sido redactado poco tiempo antes de su fallecimiento en el año 2021 y este párrafo está bajo el subtítulo “Los pasos previos”, de claras resonancias literarias, en el acápite de “Las Cátedras Nacionales”. Poco antes, en el año 2019, decía: “Con la universidad intervenida José Luis Romero decidió hacer un grupo de estudios sobre América Latina. Entonces nos eligió. Estábamos Gunnar, Susana Checa, Jorge Carpio, Lauri Golberg, Rosalía Cortés, estaba yo y dos o tres personas. Y entonces Romero y Gregorio Selser hicieron un seminario para estudiar América Latina”. ARGUMEDO, Alcira. Entrevista en el marco del ciclo “Pioneras. Mujeres de la sociología”. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=MPnuRo8lTYk. En un panel de ese mismo ciclo decía: “José Luis Romero hace este grupo de estudios junto con Gregorio Selser y eso fue un privilegio descomunal. Tener cada quince días reuniones con José Luis Romero que se venía al centro, porque estaba él en Adrogué, y se venía al centro, a la casa nuestra, a nuestros departamentos de uno o dos ambientes. Y él nos hizo empezar a tomar pasión por América Latina. Y la verdad que empezamos a estudiar América Latina y a conectarnos con algunos referentes de América Latina porque también a fines de ese primer año hicimos ese viaje iniciático, con mochilas, por Bolivia, Perú, Machu Pichu, etc. etc. y ahí nos conectamos con intelectuales peruanos que habían tenido contacto con Romero o con Selser“. Panel “Las mujeres piensan las ciencias sociales”. Pioneras. Mujeres de la sociología. Disponible en: https://www.rumbosur.org/pioneras/. En el año 1993 había hecho referencia escueta al tema en la Introducción a la que consideraba su más importante obra: “Estábamos inmersos en ese espíritu de época, que en la Argentina se ligaba con la resistencia peronista contra la proscripción. Conjugábamos nuestro trabajo en la Universidad con una militancia y un aprendizaje extra-universitarios, a partir de fluidas relaciones con grupos populares y con muchos de los hombres y mujeres más nobles que integraran ese complejo y dramático movimiento de masas, más tarde tan degradado. Fuimos discípulos directos o indirectos de intelectuales como Raúl Scalabrini Ortiz, Juan José Hernández Arregui, Arturo Jauretche, John William Cooke, Rodolfo Puiggrós, José María Rosa; aprendimos política con dirigentes de la talla moral de César Marcos, Julio Troxler y tantos más cuadros y activistas. La distancia generacional con ellos -que nos alejaba de los equívocos y conflictos más críticos vividos durante el primer gobierno peronista y su derrocamiento- nos permitió además ser discípulos de otros hombres nobles como José Luis Romero y Gregorio Selser, que provenían de tradiciones socialistas enfrentadas al peronismo y alimentaron también nuestra pasión por América Latina, junto a Darcy Ribeiro, Carlos Delgado, Augusto Salazar Bondi, entre otros intelectuales latinoamericanos. Reivindicábamos a los líderes del Tercer Mundo y de América Latina que anhelaban un destino diferente para sus pueblos largamente humillados”. ARGUMEDO, Alcira. Los silencios y las voces en América Latina. Buenos Aires, Pensamiento Nacional, 1993.

[10] CHECA, Susana. Entrevista en el marco del ciclo “Pioneras. Mujeres de la sociología argentina”. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=VJk16noK7NA. En otro testimonio señaló que tras el golpe de Onganía, en que los echan de la Universidad: “Ahí es cuando nos unimos, lo convocamos, generosamente Romero nos viene a introducir toda la temática del Tercer Mundo, América Latina, que nos desasnó absolutamente sobre que pasaba, que era nuestro mundo, un mundo que estaba muy centrado en Argentina, lo que nos pasaba a nosotros. Ese fue un importante muy importante, de mucho aporte”. CHECA, Susana. Diálogos urgentes. Homenaje a Alcira Argumedo. Disponible en: https://www.clacso.org/actividad/presentacion-del-ciclo-dialogos-urgentes-homenaje-a-alcira-argumedo/

[11] CORTÉS, Rosalía. Respuesta en correo electrónico del 1-08-2022.

[12] Según relatos de la misma Alcira Argumedo, para esa época, realizaban sus primeras experiencias de acercamiento a ámbitos barriales, militando en la JP de Quilmes, en la zona sur del GBA. ARGUMEDO, Alcira. Entrevista en el marco del ciclo “Pioneras. Mujeres de la sociología”. Susana Checa relata la “peronización” del grupo a través de la militancia de Jorge Carpio en ARP hacia 1965. Testimonio de S.Checa en el Ciclo “Pioneras. Mujeres de la sociología argentina”.ob.cit.

[13] A. Argumedo en GONZALEZ, Horacio.Historia crítica de la sociología argentina. Ob.cit.p.485.

[14]Id., A. Argumedo: “Ellos venían de un socialismo profundamente antiperonista pero no antipopular”. En otra entrevista ampliaba la explicación: “J.L.Romero decía: ‘tengo un problema personal, ese es mi drama: yo estoy a favor de la clase trabajadora y la clase trabajadora es peronista, pero yo con…no, no, no puedo con Perón, no lo quiero’, pero no era un reaccionario, ni mucho menos”. Testimonio de A.Argumedo. Entrevista Ciclo Sistema Universitario Argentino realizada por Juan C. Del Bello. Capítulo 7 (1968-1973). Disponible en: https://cpcaunrn.wordpress.com/series/hsua/entrevistas-completas-capitulo-07/.

[15]Id., A.Argumedo: “…si bien en la Argentina tenían fuertes dificultades, en el campo latinoamericano apoyaban y reivindicaban los mismos líderes y pensadores que reivindicábamos nosotros”.

[16] Para Terán la “teoría de la dependencia” creció “en el cruce de cepalismo, nacionalismo económico, antiimperialismo y marxismo que llegó a ser hegemónica en su campo, en el período 1965-1975…Más allá del terreno económico-social, la teoría surgía y enriquecía el espíritu creativo latinoamericanista, como en otros tiempos, en términos de espacio de esperanza y recomposición civilizatoria”. TERÁN, Oscar. Historia de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980. Buenos Aires, Siglo XXI, 2008. pág.286-287. Bien explica Acha que “Romero conservó después de 1955 las convicciones teóricas básicas que configuró en los años treinta. Su concepción historiográfica fue relativamente inmune a las tendencias intelectuales de corto plazo. De allí que su médula se desplegara en diversas manifestaciones aparecidas a lo largo de cuatro décadas la curvatura de creencias profundas antes que la revisión de intuiciones tempranas”. ACHA, Omar. La trama profunda. Historia y vida en José Luis Romero. Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2005.p.19.

[17] PICON SALAS, Mariano. De la conquista a la independencia. México, Fondo de Cultura Económica, 1944.

[18] Sobre la consideración de la figura y el legado de PHU interesa la necrológica de ROMERO, José L.Pedro Henriquez Ureña. Revista Realidad. Enero-Febrero 1948. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/pedro-henriquez-urena-1948. Lo llama “profeta de la cultura hispanoamericana”, empeñado en la búsqueda de la originalidad de lo que “representa en la cultura occidental esta variante hispanoamericana”..

[19] HENRIQUEZ UREÑA, Pedro. Historia de la cultura en la América Hispánica. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1947. Las corrientes literarias en la América Hispánica. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1949.

[20] SANCHOLUZ, Carolina. Desplazamientos y nuevos arraigos: Pedro Henriquez Ureña y la revista platense Valoraciones. Anales de Literatura Hispanoamericana. Vol. 42 91-105. 2013.

[21] ROMERO, José L. Las ideas políticas en Argentina. México, Fondo de Cultura Económica, 1946.

[22] SORÁ, Gustavo, Misión de la edición para una cultura en crisis. El Fondo de Cultura Económica y el americanismo en Tierra Firme. En ALTAMIRANO, Carlos. Historia de los intelectuales en América Latina. II. Los avatares de la “ciudad letrada” en el siglo XX. Buenos Aires, Katz, 2010. p. 538. En una perspectiva más amplia: SORÁ, Gustavo. Editar desde la izquierda en América Latina. La agitada historia del Fondo de Cultura y de Siglo XXI.Buenos Aires, Siglo XXI, 2017. Sobre Reyes, Henriquez Ureña y F. Romero y la reflexión sobre el continente puede verse ALTAMIRANO, Carlos. La invención de Nuestra América. Obsesiones, narrativas y debates sobre la identidad de América Latina. Buenos Aires, Siglo XXI, 2021.

[23] HENRIQUEZ UREÑA, Pedro. Ensayos en busca de nuestra expresión. Buenos Aires, Raigal, 1952. MARTI, José. Ensayos americanos. Buenos Aires, Raigal,1952. ROMERO, Francisco. Sobre la filosofía en América. Buenos Aires, Raigal, 1952. SÁNCHEZ, Luis A. ¿Tuvimos maestros en nuestra América? Buenos Aires, Raigal, 1956. En 1952, también, en la naciente editorial de Arturo Peña Lillo (Peña-Del Giudice) salió publicada Plenitud de América de Pedro Henrirquez Ureña.

[24] ROMERO, José L. Argentina: imágenes y perspectivas. Buenos Aires, Raigal, 1956. Sobre Raigal: PULFER, Darío. Raigal: una empresa editorial de la intransigencia radical entre el peronismo clásico y el ascenso de Frondizi (1950-1958). En ROMÁN, Viviana (Ed.). La industria editorial argentina en perspectiva histórica (1946-2018). Buenos Aires, Tren en Movimiento, 2021

[25] ZEA , Leopoldo. Dos etapas en el pensamiento hispanoamericano. México, Colegio de México, 1949. América como conciencia. México, Cuadernos Americanos,1953. América en la historia. México, Centro de Estudios Filosóficos-FCE,1957

[26] La obra se publicó años más tarde. ROMERO, José L. “Amerique Latine: Les courants esthétiques, politiques et sociaux”. En SCIACCA, Michele F. Les grandes courant de la pensé mondiale contemporaine. Milán, Marzoratti, 1959. Publicado en español el año siguiente por el mismo sello editorial. La obra acompañada en la sección América Latina un trabajo de su hermano mayor, Francisco sobre las ideas filosóficas. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/amerique-latine-les-courants-esthetiques-politiques-et-sociaux-1959/

[27] ROMERO, José L. Prólogo. A LATENDORF, Abel A. Nuestra América difícil. Buenos Aires, SAGA,. 1957. Allí señalaba que América Latina “es ya un problema” pero “sus datos no se conocen…todavía suficientemente”. Si “América Latina cobra conciencia de sí misma” el deber de la hora es “enterarse de los pormenores de lo que pasa en cada uno de sus rincones”. Escapando de la generalización abusiva y de las similitudes forzadas invitaba a reconocer diversidades y aumentar la comprensión acercánedose a la “típica peculiaridad”. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/prologo-a-nuestra-america-dificil-de-alexis-latendorff-1956/. Romero sostuvo estas posiciones durante largo tiempo. Opiniones de algunos colaboradores de Cuadernos Americanos al celebrar la revista 25 años de vida. Cuadernos Americanos. N° 6. Nov-dic 1966. p.249.

[28] ROMERO, José L. Un siglo de la historia de las ideas en Latinoamérica. Inédito. La referencia en ROMERO, José L. América Latina, situaciones e ideologías. Buenos Aires, El Candil, 1967. Prólogo. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/situaciones-e-ideologias-1967/

[29] Publicado en Revista Política. Caracas, Junio de 1960. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/democracias-y-dictaduras-en-latinoamerica-1960/

[30] ROMERO, José L. Cuba, una experiencia. En Revista Situación N° 5. 1960. El texto está disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/cuba-una-experiencia-1960/. La revista digitalizada puede consultarse en: https://americalee.cedinci.org/portfolio-items/situacion-2/

[31] Publicado en Revista de la Universidad de México. México, Marzo de 1963. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/el-cambio-social-en-latinoamerica-1963/

[32] Publicado en Cahiers d’ HistoireMondiale. París, UNESCO, 1964. VIII-2.

[33] Publicado en Revista Diógénes. París, julio-septiembre, 1964. Incluido en Latinoamérica: situaciones e ideologías. Buenos Aires, Ed. Del Candil, 1967.

[34] Id.,p.10.            

[35]Publicado en Revista Annales. París, Mars-avril, 1965. Incluido en Latinoamérica: situaciones e ideologías.ob.cit.

[36] ROMERO, José L. Latinoamérica…ob.cit.p.14.

[37] Id.,pág.19-23.

[38] ROMERO, José L. El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1965. pág.9-10. Por ese tiempo Zea profundizaba sus planteos sobre las ideas en la región. El pensamiento latinoamericano. México, Editorial Pormaca, 1965.

[39] ROMERO, José L. Latinoamérica.p.10.

[40] Id.,

[41] Id.,p.11

[42] Id..pág.11-12.

[43] Id., Este recorrido debe ser profundizado para comprender a ciencia cabal las búsquedas de Romero en la materia antes de presentar América Latina: las ciudades y las ideas de 1976. Otras aproximaciones a este recorrido en: HALPERIN DONGHI, Tulio. El lugar de José L. Romero en la historiografía argentina. Buenos Aires, CEAL, 1983. p.227 y ss. ACHA, Omar. “Latinoamérica en la obra de José Luis Romero: entre la historia y el ensayo”. En José E. Burucúa, Fernando J.Devoto y Adrián Gorelik (Eds.) José Luis Romero. Vida histórica, sociedad y cultura. Buenos Aires, Unsam Edita, 2013, p.57 y ss. Disponibles en: https://jlromero.com.ar/textos_sobre_jlr/latinoamerica-en-la-obra-de-jose-luis-romero-entre-la-historia-y-el-ensayo/, https://jlromero.com.ar/textos_sobre_jlr/tulio-halperin-donghi-jose-luis-romero-y-su-lugar-en-la-historiografia-argentina-1978/

[44] Nos referimos, básicamente, a los espacios que anualmente convocaba Leopoldo Zea en México. Ello fue concomitante con el ocaso de la referencia francesa de Annales, que se había ido angostando a partir del retiro de su amigo Ruggiero Romano de la dirección del Centre de Recherches Historiques en el año 1965. Entrevista a Ruggiero Romano. Boletín de Historia social europea. N° 3, 1991. p.76.

[45] En su juventud había sido secretario privado de Alfredo Palacios y en el año 1956 había cursado un año de sociología en la Universidad de Buenos Aires.

[46] SELSER, Gregorio. Sandino, general de hombres libres. Buenos Aires, Pueblos Unidos de América, 1955.

[47] SELSER, Gregorio. Situación político-social de América Latina. Buenos Aires, Perrot, 1957.

[48] SELSER, Gregorio. El pequeño ejército loco. Operación México-Nicaragua. Buenos Aires, Triángulo, 1958.

[49] CASTRO, Fidel. La revolución cubana. Prólogo, selección y notas de Gregorio Selser. Buenos Aires, Palestra, 1960.

[50] PALACIOS, Alfredo. Nuestra América y el imperialismo. Buenos Aires, Palestra, 1961. Una revolución auténtica: la reforma agraria en Cuba. Buenos Aires, Palestra, 1961.

[51] SELSER, Gregorio. El guatemalazo. Buenos Aires, Iguazú, 1961.

[52] SELSER, Gregorio. Diplomacia, garrotes y dólares en América Latina. Buenos Aires, Palestra, 1962.

[53] SELSER, Gregorio. El rapto de Panamá. De cómo los Estados Unidos inventaron un país y se apropiaron de un canal. Buenos Aires, Alcántara, 1964.

[54] SELSER, Gregorio. Alianza para el progreso la mal nacida. Buenos Aires, Palestra, 1964.

[55] AREVALO, Juan J. Guatemala, la democracia y el imperio. Buenos Aires, Palestra, 1964.

[56] SELSER, Gregorio. ¡Aquí Santo Domingo! La tercera guerra sucia. Buenos Aires,

[57] SELSER, Gregorio. Espionaje en América Latina. El Pentágono y las técnicas sociológicas. Buenos Aires, Iguazú, 1965.

[58] CORTÉS, Rosalía. Respuesta en correo electrónico del 1-08-2022.

Es probable que Romero no fuera a todos los encuentros, ya que en el año 1967 dictó un curso en el Seminario de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Columbia, dirigido por Frank Tannenbaum y otro en la Universidad de Munster, Alemania.

[59] ARGUMEDO, Alcira. Entrevista. Pioneras de la sociología.ob.cit.  

[60] Testimonio de A.Argumedo. Entrevista Ciclo Sistema Universitario Argentino realizada por Juan C. Del Bello. Capítulo 7 (1968-1973). Disponible en: https://cpcaunrn.wordpress.com/series/hsua/entrevistas-completas-capitulo-07/.

[61] “…fue el momento en que la mayoría de nosotros nos empapamos de la historia latinoamericana, porque mucho no había, en la facultad no se estudiaba“. ARGUMEDO, Alcira. Entrevista. Pioneras de la sociología.ob.cit.  

[62] El “interés por América Latina fue muy especial y eso para nosotros, ese año y medio con José Luis Romero es fantástico…nos permitió ser discípulos de personajes muy nobles como José Luis Romero y Gregorio Selser, reitero un privilegio especial en ese movimiento intelectual de los años sesenta y seis, sesenta y siete”. Id.,  

[63] “Más allá de que sea un intelectual comprometido o que funcione orgánicamente dentro de algunos movimientos políticos de izquierda, no abandona el espacio de legitimación de su discurso a partir de su saber. Por el contrario, interviene porque ‘sabe’ y su palabra se legitima a partir de su conocimiento y de su práctica intelectual”. TERÁN, Oscar. Intelectuales, cultura y política. En Un camino intelectual. De utopías, catástrofes y esperanzas. Buenos Aires, Siglo XXI, 2006. p.91. Para el autor a partir del año 1969 la política se constituyó en elemento central de legitimación.

[64] Testimonio de A.Argumedo. Entrevista Ciclo Sistema Universitario Argentino realizada por Juan C. Del Bello. Capítulo 7 (1968-1973). Disponible en: https://cpcaunrn.wordpress.com/series/hsua/entrevistas-completas-capitulo-07/.

[65] DEVOTO, Fernando J.; PAGANO, Nora. Historia de la historiografía argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2009. p.402 y ss. en el que explican la perspectiva de Germani en este aspecto y la vinculan a Romero con el desarrollo del Proyecto sobre inmigración iniciado en 1959.

[66] El libro de Jorge Abelardo Ramos titulado Historia de la nación latinoamericana fue publicado recién en el año 1968 por Peña Lillo. Su antecedente, América Latina, un país hacía tiempo que no estaba en circulación debido a la exigua tirada, la confiscación de ejemplares realizada por la Comisión Visca-Decker y la ausencia de reedición. La polémica Frank-Puiggrós se había difundido a mediados de la década de los años sesenta y había encontrado inesperados agregados en textos introductorios o complementarios del mismo Ramos y de Ernesto Laclau, sin superar la condición de folletos partidarios. Los textos de Puiggrós sobre la situación de América Latina salieron a inicios de los años setenta.

[67] En palabras de A.Argumedo: “…todo eso fue alimentando lo que se llamaron Cátedras Nacionales, es decir, la búsqueda de un pensamiento autónomo, que no quiere decir ni autártico ni cerrado sobre sí mismo”. en GONZALEZ, Horacio. Historia crítica de la sociología argentina. Ob.cit.p.485

[68] Estaban quienes regresaron a la facultad luego de haber sido profesores antes de 1955 (como Fernando Cuevillas); quienes permanecieron (como Alberto Erro) y quienes se reinsertaron habiendo sido antes estudiantes, graduados recientes o viniendo de otras experiencias que a su vez se dividieron entre quienes profesaban el marxismo y quienes se enrolaron en las “cátedras nacionales”. DEVOTO, Fernando J. Reflexiones en torno de la izquierda nacional y la historiografía argentina. en DEVOTO, F.J.; PAGANO, Nora. La historiografía académica y la historiografía militante en Argentina y Uruguay. Buenos Aires, Biblos, 2004. p.122. En el orden académico la competencia principal de las CN era con los responsables de las cátedras “marxistas”. PORTANTIERO, Juan C. J.C.P.: un itinerario político-intelectual. Entrevista de Edgardo Mocca. Buenos Aires, BN, 2012.p.73. Sobre ambas “líneas”: ALTAMIRANO, Carlos. Trayecto de un gramsciano argentino. En Peronismo y cultura de izquierdas. Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.Segunda edición corregida y ampliada. p.212 y ss.

[69]Argumedo señalaba que “una de las tantas veces que debimos reclamar por las designaciones, numerosos alumnos acompañaron a sus profesores hasta el Decanato para exigir la renovación de sus contratos”. ARGUMEDO, Alcira, “Roberto Carri” en CARRI, Roberto. Obras Completas. Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2015. T.I. p. 27.

[70]BLANCO, Alejandro. Razón y modernidad…ob.cit.p.242.

[71]Citamos ejemplos en los que el carácter polémico tiñe los escritos de los autores y la crítica se concentra en Germani sin referir a Romero. Feinmann en el capítulo titulado “el peronismo como objeto”. FEINMANN, José P. El peronismo o la primacía de la política. Buenos Aires, Cimarrón, 1974. pág.22-24. El texto había sido publicado previamente como El peronismo y sus intérpretes en la Revista Envido. N° 6 y 7. Julio y Octubre de 1972, respectivamente. FRANCO, Juan P. Notas para una historia del peronismo. en Revista Envido. Separata de la entrega N°3. Abril de 1971. CARRI, Roberto. Pensamiento nacional y sociología antinacional. En CORTÉS, Rosalía (Ed.). Ciencias Sociales: ideología y realidad nacional. Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1970. CARDENAS, Gonzalo. La sociología neocolonialista en la Argentina. En CORTÉS, Rosalía (Ed.). ob.cit. En ese clima de época y línea habría que ubicar el escrito de HERNANDEZ ARREGUI, Juan J. Nacionalismo y liberación. Buenos Aires, Hachea, 1969 en el que concentra una extensísima crítica en Germani como ejemplo de la Universidad “despolitizada”. pág. 199-222.

[72]JAURETCHE, Arturo. Los profetas del odio. Buenos Aires, Trafac, 1957. Para Ramos, Spilimbergo, Hernández Arregui puede verse con utilidad: GARCIA MORAL, María E. Tres dimensiones, un itinerario. J.L.Romero según la izquierda nacional. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos_sobre_jlr/tres-dimensiones-un-itinerario-jose-luis-romero-segun-la-izquierda-nacional/

[73] VARSAVSKY, Oscar. Ciencia, política y cientificismo. Buenos Aires, CEAL, 1969.

[74]ARMADA, Arturo (Ed.). Desarrollo y desarrollistas. Buenos Aires, Galerna, 1969. Incluye trabajos de Conrado Eggers Lan y Juan Pablo Franco.

[75] MOVIMIENTO NACIONAL REFORMISTA. Imperialismo y cultura. Análisis económico y financiero de las ayudas extranjeras a las universidades nacionales y su incidencia sobre la cultura nacional y El Banco Interamericano de Desarrollo y las Universidades argentinas. Buenos Aires, MNR, 1965.

[76] Esa experiencia se conectó con planteos como los que traía Gonzalo Cárdenas. Según Horacio González: “Lo cierto es que en el caso de Cárdenas, él comienza a exponer una teoría latinoamericanista, le interesaba Mariátegui, el pensamiento de la izquierda nacional no le era ajeno, citaba a Jauretche, en fin, tenía distintos intereses culturales que coincidían con una cierta izquierda latinoamericanista”. En RECALDE, I.; RECALDE, A.ob.cit.p.148.

[77]De la revisión de programas de la carrera de sociología vinculados a la temática la referencia a las obras de Romero se restringe a la cita, en dos oportunidades, de la obra El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del año 1965. Por su parte, el Decano Angel Castellán cuando buscaba recuperar a los profesores que habían actuado con anterioridad a 1966 y normalizar la situación mediante la convocatoria a concursos, realizó un homenaje a Romero en el año 1971 en la Facultad de Filosofía y Letras.

[78] MARMORA. Lelio. Entrevista. En GONZALEZ, Horacio. Ob.cit.p. 511-512,

[79] JORGE, Eduardo. Industria y concentración económica. Buenos Aires, Siglo XXI, 1973. En otra faz, de carácter más periodístico aunque sin dejar de exhibir fundamentos empíricos consistentes y firmando con el seudónimo DUEJO, Gerardo. El capital monopolista y las contradicciones secundarias en la sociedad argentina. Buenos Aires, Siglo XXI, 1973.

[80] DENADAY, Juan P. Amelia Podetti, una trayectoria olvidada de las Cátedras Nacionales. En Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, 2013.

[81] FEINMANN, José P.; GONZALEZ, Horacio. Historia y pasión. La voluntad de pensarlo todo. Buenos Aires, Planeta, 2013. pág.79-80.

[82] En la mayor parte de los relatos y reconstrucciones sobre la experiencia de las “cátedras nacionales” esta referencia resulta obviada. Esa ausencia se produjo desde los primeros movimientos de autorreflexión sobre el mismo proceso. Decía Argumedo a inicios de 1971: “La sistematización teórica de esta nueva vertiente de conocimientos tiene como fuentes principales los aportes realizados por pensadores nacionales como Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui, Puiggrós, John W. Cooke y, fundamentalmente, el desarrollo de las luchas populares argentinas y de la doctrina del movimiento nacional elaborada por su líder, el Gral. Perón”. ARGUMEDO, Alcira. La experiencia de las Cátedras Nacionales. en Revista Envido. N° 3. Abril de 1971. p.55. En los primeros ejercicios retrospectivos encarados por Horacio González y su grupo de discípulos estas referencias resultaron diluidas o difuminadas. GONZALEZ, Horacio. Historia crítica de la sociología argentina. Los raros, los clásicos, los científicos, los discrepantes. Buenos Aires, Colihue, 2000. Aunque ausente del primer estudio panorámico, existen referencias fragmentarias en los testimonios de Argumedo y Mármora que hemos citado. Con el correr del tiempo, tal como hemos citado, Alcira Argumedo comenzó a realizar referencias concretas a ese momento, quizá en la perspectiva de constituir una genealogía intelectual prestigiosa y de base académica indiscutida. El trabajo de Lucas Rubinich dedicado a los procesos de modernización y el desarrollo de la sociología refiere a las CN como una experiencia vanguardista en el seno universitario, destinada a escandalizar con el uso de autores extraacadémicos (los ensayistas culturalistas) y la reivindicación de la identidad peronista. RUBINICH, Lucas. La modernización cultural y la irrupción de la sociología. En JAMES, Daniel. Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976). Buenos Aires, Sudamericana, 2003. p.245 y ss. La aproximación de Walter Moscona parte de manera directa de la situación posterior al golpe de 1966, sin considerar los “pasos previos”. MOSCONA, Walter. La experiencia de las Cátedras Nacionales 1967-1974. En IV Jornadas de Sociología. Buenos Aires, UBA, 2004. Disponible: chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://cdsa.aacademica.org/000-045/260.pdf. La tesis de Anabella Ghilini sobre la experiencia de las “cátedras nacionales” si bien resulta exhaustiva no recupera este elemento como parte de los bagajes de los protagonistas. GHILINI, Anabella. Intelectuales, universidad y política en los años sesenta. Las Cátedras Nacionales de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. UNLP, 2019. Disponible en: www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.2286/te.2286.pdf

En otro trabajo de la misma autora, compartido con Nayla Pis Diez, específicamente orientado a reconstruir la trayectoria de Jorge Carpio no se menciona la cuestión. GHILINI, Anabella; PIS DIEZ, Nayla. Universidad, política y revolución entre la Argentina y el Perú: una reconstrucción histórica desde la trayectoria de Jorge Carpio, 1960-1974. En e-latina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos. Buenos Aires, 2017. Disponible en: https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/60639

[83] VERON, Eliseo.Ideología y producción de conocimientos sociológicos en América Latina. En CORTÉS, Rosalía. Ob.cit.p.167 y ss. Imperialismo, lucha de clases y conocimiento. 25 años de la carrera de sociología en la Argentina. Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1974. DELICH, Francisco. Sociopopulismo, sociología y dependencia. En CORTÉS, Rosalía. Ob.cit.p. 203. Crítica de la razón extraviada. Buenos Aires, El Cid Editor, 1977. DI TELLA, Torcuato. La sociología argentina en una perspectiva de veinte años. en Desarrollo Económico. Vol. 20. N° 79. Buenos Aires, 1980.p.12 y ss. Gino Germani. en GERMANI, Gino. Autoritarismo, fascismo y populismo nacional. Buenos Aires, ITDT-Tema, 2004. p.15.

[84] Expresión de ello es el trabajo de OLSON, Gunnar. Notas sobre el pensamiento nacional. en Antropología Tercer Mundo. N° 5.s/f. Este material fue la base de la que partió Argumedo para la construcción de la citada obra Los silencios y las voces en América Latina.

[85] En la primera posición ARGUMEDO, Alcira.”Cátedras Nacionales/Aportes para una Ciencia popular en la Argentina. 2° Parte. Notas sobre la polémica con el marxismo. En la segunda PODETTI, Amelia. Prólogo a WILNER, Norberto. Ser social y Tercer Mundo. Buenos Aires, Galerna, 1969. MARTIN, Lucio E. El marxismo en AntropologíaTercer Mundo(1968-1973). En X Jornadas de Sociología UNLP, 2018. Disponible en: chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.11618/ev.11618.pdf

[86] Sobre la Revista Antropología Tercer Mundo BARLETTA, Ana M.; LENCI, Laura. Politización de las ciencias sociales en la Argentina. Incidencia de la revista Antropología 3er. Mundo 1968-1973 en: Cuadernos del CISH, N°8, 2001. GUTIERREZ, Guillermo (2009), “Antropología 3er. Mundo. Cuatro décadas, algunas reflexiones sobre el contexto de origen” en: Antropología 3er. Mundo. Selección de artículos, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. RECALDE, Aritz. Intelectuales, peronismo y universidad, Buenos Aires, Punto de Encuentro, 2016. Sobre Envido: ARMADA, Arturo. El Movimiento Humanista Renovador, origen de la revista Envido. Entrevista realizada por Raffoul y Beltramini. En Envido. Revista de Política y ciencias sociales. Buenos Aires, 2010. GONZALEZ, Horacio. Presentación a Edición Facsimilar de la Revista Envido. Buenos Aires, BN, 2011.

[87] CARDENAS, Gonzalo. Las luchas nacionales contra la dependencia. Buenos Aires, Galerna, 1969. WILNER, Norberto.Ob.cit.

[88] Entre otros: JORGE, Industria y concentración económicas antes del peronismo. Buenos Aires, Siglo XXI, 1973. GARMENDIA, Guillermina; SCHNAITH, Nelly. Thomas Hobbes y los orígenes del estado burgués. Buenos Aires, Siglo XXI, 1973.

[89] ROMERO, José L. El pensamiento de la derecha latinoamericana. Buenos Aires, Paidós, 1973. ROMERO, José L.; ROMERO, Luís A. (directores):Gran historia de América Latina. Buenos Aires, Abril, 1973. 8 tomos. ROMERO, José L. Prólogos a El pensamiento político de la emancipación. Caracas, Ayacucho, 1977 y El pensamiento conservador. Caracas, Ayacucho, 1978.