El Estado y las facciones en la Antigüedad

RC

Hablando de una obra debo hablar de su autor. ¡Al fin! Pauperizada come está la atmosfera de gente que piense, de aportacion en el sentido de cosa vital, o de interés, cuesta creer que por allí, tras un libro de riguroso título historiográfico asome una personalidad.

El defecto de la planta que estudia —o que aparece como estudiosa— en nuestro país está en su romanticismo del centenaria o en su modulacion cacofonica hecha de academismo reseco. O si no —eso es lo más lindo por ser lo más actual— en la improvisacion piratesca; el chantaje intelectual y el escamoteo apoyado en la pirotecnia más modernista.

Los libros suelen tener estos destinos:

Los anaqueles de los institutos de enseñanza oficial —si se marcha a paso contado y sincronizado, y, ¡atencion!: sin salirse de la linea;

Los escaparates con fondos de abedul y tubos de gas neon —sin olvidar de citar a Soren Kierkegaard—, o sino, otros mas humildes como la consagracion y la satisfaccion del grupo reducido de las amistades ——-.

José Luis Romero parece no temer las furias —la indiferencia— de ningún bando y tomando un tema de riesgo, trae en un cuadro general los elementos más vivos y a veces tan calumniados del mundo helenístico romano. Sabe que la hipocresía ha caído en desuso por falta de eficacia o practicismo en el éxito y desprecia estas poco caras satisfacciones:

Explicacion de hechos remotos en funcion de situaciones políticas actuales; demostracion demasiado notoria de un conocimiento abrumador para justificar la investigacion;

Presuntuosa simulacion de seriedad en la entonacion del estilo con miras a sentar cátedra sobre el terror de la autoridad;

Hermetismo premeditado y alevoso sobre ciertos topicos para hacer pensar que hay algo detrás;

Visajes y virajes esquemáticos superfluos para hacer despliegue de malabarismo intelectual;

Rutina en el planteo de la obra general.

Ha preferido, ¡ay! (y esto hay que buscarlo muy en la personalidad del autor): escribir en exposiciones vibrantes y varoniles —se puede ser varonil aun cuando se produzca se piense o se escriba lo mas alejado (aparentemente) del sexo;

Entablar por lo que se dice como por el matiz de contrastes e insistencias una serie de interrogaciones inteligentes al lector;

Citar no para demostrar sino para responder al, ¿donde podría hallar mas? del estudioso;

Apretar

Sacrificar

Sintetizar        

No oculta Romero que los períodos historicos se aprehenden tanto por las instituciones como por lo puramente especulativo; o si no, por las situaciones de hecho o de derecho. Como sabe su “metier”, describe acontecimientos políticos, sociales, economicos, filosoficos relacionándolas. Resultado: puede conocerse mucho más la realidad viva (insisto) en él volumen de menos de 100 páginas que constituyen “El estado y las facciones en la antigüedad”, que en el lento, desarticulado, puntilloso y muerto relato de los terríficos textos que se dan como resúmenes felices.