El pensamiento político de la derecha hispanoamericana

R.O.A.

En este libro anota José Luis Romero que la derecha es “una conjunción de grupos que coinciden en una actitud política”; algunos de dichos grupos, los considerados fundamentales desde el punto de vista socioeconómico, tienen a su cargo la conservación y, llegado el caso, la defensa activa de un orden dentro del cual disfrutan de posiciones privilegiada. Por  lo general – dice  asimismo Romero – la derecha se caracteriza por su renuencia a los cambios (se entiende que el autor se refiere a aquellas sociedades donde no gobiernan las izquierdas),  aun cuando en los últimos tiempos, afirma, ella ha acertado a articular una política tendiente a absorberlos de alguna manera para seguir haciendo viable sus propósitos.

En los capítulos destinados a confrontar esta perspectiva suya con los hechos, el autor comienza remontándose a los últimos tiempos de la colonia y a los de la Independencia, y advierte en la derecha de aquellos días una composición homogénea: la clase señorial, apoyada en las instituciones coloniales, representan las ideas hispano lusitanas tradicionales, en tanto que la clase popular campesina se muestra dentro de idéntica tesitura, opuesta a la burguesía urbana, de cepa liberal. Posteriormente, triunfante la burguesía liberal, del seno de ésta surgen sectores que monopolizan el poder político y económico y se mezclan con las clases señoriales. Ya en la entreguerra, la derecha prohijó grupos que denunciaron la crisis del liberalismo y se inclinaron hacia doctrinas de corte totalitario, unas veces aristocratizantes y otras, a la inversa, de tinte proletarizante que, dice el autor, llegaron a aparecer como no derechista, ya que admitían y propugnaban el cambio, pero, eso sí, a reserva de “orientarlo de acuerdo con un sistema tradicional de fines, entre los cuales aparecían los que un catolicismo renovado… revestía de modernidad”. Este  sector, escribe Romero, es el denominado populista, que rechaza “tanto la tradición liberal como la tradición marxista”.

Ilustrativo acerca de algunas tendencias en que se ha diversificado la opinión política latinoamericana desde los albores de la vida independiente, este libro se resiente, sin embargo, de ese parcialismo propio de todos los libros pensados con una mente no despojada de ciertas preferencias y antipatías de índole ideológica. De tal manera, surge de sus páginas la convicción de que la derecha no ha aportado ni aporta nada positivo y, por contrario sensu, el lector recibe la vaga impresión de que todo progreso efectivo proviene de la izquierda. Por otra parte no se sabe bien por qué el autor, tras algunas vacilaciones, termina por rotular al populismo como derechista, cuando, conforme emana de los puntos esenciales de su doctrina y programa, habría que pensar más bien que ese movimiento – bastante antiliberal y tibiamente antimarxista – aporta un nuevo matiz a la izquierda, si es que por izquierda debe entenderse, al menos en nuestro tiempo, una conjunción de corrientes o partidos orientados hacia el socialismo.