Los interrogantes de la política japonesa. 1955

Las elecciones generales celebradas el 27 de febrero último en el Japón han obligado a meditar acerca de los interrogantes que la política japonesa plantea en relación con la situación mundial y muy especialmente con la del sudeste de Asia. Dos días después de clausurarse la conferencia de la SEATO en Bangkok, y en vísperas de la llegada del Sr. John Foster Dulles a Taipei para conferenciar con las autoridades de China nacionalista y los altos jefes militares y navales norteamericanos, el pueblo de Japón ha dado su veredicto indirectamente sobre problemas que afectan muy de cerca a la situación del sudeste de Asia. En efecto, la reciente consulta electoral giró alrededor de las perspectivas japonesas con respecto a China comunista y a Rusia y, en parte al menos, alrededor de las relaciones con los Estados Unidos. No es de extrañar, pues, que el resultado de las elecciones, así como los términos de la propaganda preelectoral, hayan causado honda inquietud en Washington.

Como se sabe, el triunfo correspondió al Partido Demócrata, encabezado por el primer ministro, Sr. Ichiro Hatoyama, que obtuvo 185 bancas de las 467 que componen la Dieta. El Sr. Hatoyama, que ejercía el poder desde la crisis política de diciembre último, había puesto sobre el tapete algunos problemas fundamentales relacionados con las perspectivas económicas del país. Con una población de más de 87 millones de habitantes y un crecimiento vegetativo altísimo, el Japón se encuentra urgido por necesidades inmediatas, que repercuten no solo en el porvenir económico del país, sino sobre su actual situación financiera y sobre las condiciones de vida de la población. Con bajos salarios, con crecido número de desocupados, con una cuantiosa deuda externa exigible a plazo relativamente breve, derivada en parte de los empréstitos contratados y en parte de las reparaciones que se ha obligado a pagar, el Japón contempla con creciente preocupación el horizonte de sus posibilidades. Llevada a sus últimos extremos, la opinión predominante acerca de las soluciones posibles puede resumirse diciendo que consiste en un anhelo de recuperar sus mercados y fuentes de materias primas en Asia. Este planteo coincide con el que el Japón enunció hace algunas décadas y lo condujo a la Guerra ruso-japonesa de 1904 y a las diversas intervenciones en China. Pero actualmente la posibilidad de que vuelva a formularse choca con la situación creada por su derrota de 1945 y con el nuevo sistema de influencias establecido en el sudeste de Asia. Se trata, pues, de un planteo difícil. Empero, es precisamente el que ha aceptado la opinión pública japonesa, y el que espera que presida la política inmediata del Sr. Hatoyama, triunfante en los recientes comicios.

La consulta electoral fue provocada por los socialistas, cuyo apoyo al Sr. Hatoyama en la crisis de diciembre estuvo condicionado por la promesa de una inmediata convocatoria a elecciones generales. La esperanza de los socialistas de acrecentar considerablemente su representación en la Dieta no se ha cumplido, aunque obtuvieron algunas bancas más de las que poseían. Los liberales del Sr. Yoshida -primer ministro hasta diciembre- perdieron un número considerable de representantes, en tanto que los pequeños partidos no modificaron mucho su situación. El vuelco de la opinión se ha producido, pues, en favor del partido del Sr. Hatoyama, escisión del Partido Liberal y, como este, de tendencia conservadora.

Pero esta última expresión no podría definir acabadamente la fisonomía política del partido triunfante, ni da idea de los interrogantes que abre la futura acción del Sr. Hatoyama. Tampoco expresa lo que parece ser el sentido de la decisión electoral en cuanto a reflejo de la opinión pública.

En principio, el rango más acusado de esta parece ser la predisposición a rechazar toda política que no se oriente hacia cierta emancipación de la tutela o dependencia de los Estados Unidos. El gobierno del Sr. Yoshida pudo ser considerado como excesivamente sumiso a la política norteamericana, aunque incapaz, al mismo tiempo, de hallar por medio de los Estados Unidos las soluciones imprescindibles para los urgentes problemas japoneses. Tal fue la impresión que dejó el viaje del entonces primer ministro a Washington, y, en consecuencia, quedó resuelta su eliminación del poder por la combinación parlamentaria de los socialistas y los demócratas.

La situación creada correspondía al designio predominante de la opinión pública, que, en general, espera de la reanudación de las relaciones comerciales con los países de Asia un mejoramiento del estado económico del país. Pero proviene también de la presión de los grupos financieros que respaldan tanto al Partido Liberal como al Demócrata, y que se agrupan ahora en la Sociedad Internacional para la Promoción del Comercio, presidida por el Sr. Shozo Murata. Los ingentes esfuerzos de tales grupos han permitido ya acrecentar considerablemente el intercambio con China comunista, y se anuncia que nuevos convenios están en trámite. Para facilitarlos, el nuevo gobierno debe rever su política internacional, medida que, según todos los indicios, procura adoptar con cautela y firmeza al mismo tiempo.

La actitud del Sr. Hatoyama parece resuelta, aunque se manifiesta de manera oscura y en ocasiones contradictoria. En sus declaraciones antes y después de las elecciones ha expresado firmemente que mantiene su vinculación con los Estados Unidos; mas, dada la tirantez de las relaciones entre las potencias de uno y otro bloque, no puede dejar de sorprender el decidido empeño que el gobierno japonés demuestra en favor de la reanudación de las relaciones con la Unión Soviética. Algo semejante ocurre con respecto a China comunista. En determinada oportunidad se manifestó la decisión de reconocer al gobierno de Pekín, actitud que, naturalmente, el gobierno japonés deberá adoptar solo después de cuidadoso examen. Entretanto, y a imitación de los hombres de empresa británicos, el presidente de la Sociedad Internacional para la Promoción del Comercio, Sr. Murata, ha visitado a China comunista y ha regresado a su país muy optimista con respecto al porvenir.

Se podrá decir que tal política es peligrosa. Si lo es, y si se ha decidido a adoptarla un gobierno de tendencia conservadora y resueltamente anticomunista, hay que pensar que está determinada por una necesidad imperiosa. Por eso la ha apoyado también la mayoría de la opinión pública. Con sus 87 millones de habitantes, el Japón necesita un área económica que antes buscó mediante la conquista y ahora procura obtener por negociaciones. La política de los Estados Unidos ha consistido en disuadir al Japón de su propósito de establecer relaciones económicas con los países comunistas, prometiéndole otros mercados en sustitución; pero los que pudiera ofrecerle no están libres del todo, y ya se han oído enérgicas protestas de entidades económicas británicas y alemanas por la incipiente competencia de la industria japonesa. El problema no es, pues, de fácil solución.

Sin embargo, hay que buscar alguna, y es misión que corresponde a los Estados Unidos. Solo mediante un razonamiento académico cabe ignorar la presencia del Japón en el sudeste de Asia. Y si sus problemas vitales no encuentran adecuada y regular solución, es posible que la opinión gire en un sentido inverso al que apetecen los Estados Unidos, con el riesgo de que acaso los grupos conservadores retornen a su vez a la ideología militarista que predominó antes de la guerra. Son dos peligros opuestos, que es menester conjurar a tiempo antes de que, por un azar nada inverosímil, se conjuguen y multipliquen su fuerza.