La historia de las ideas. c. 1965

El título de este curso tiene una pequeña historia. Figura en el programa como “Un siglo de pensamiento político en América Latina”. Esta fue la idea originaria: hacer un curso en el que se explicara exclusivamente el pensamiento político. Sin embargo, a medida que fui trabajando mi tema y distribuyéndolo, he llegado a la conclusión cada vez más firme de que plantear así el problema sería en cierto modo caer en una abstracción.

El pensamiento político en Latinoamérica no es una corriente doctrinaria tan sólida, tan firme, tan definida como para que pueda ser abstraída de la realidad, sino que constituye una expresión más compleja de una forma de vida. Lo verdaderamente peculiar en Latinoamérica es una forma de vida. Diríamos, en términos más estrictos, una situación.

El pensamiento político es, en lo doctrinario, generalmente un reflejo del pensamiento europeo. En la realidad, es un intento de aproximación entre las doctrinas de origen europeo y las situaciones reales, las cuales someten a una cierta refracción todo el orden teórico. En consecuencia, me parece más justo, y más útil sobre todo, generalizar el planteo y no referirme solamente al pensamiento político, sino hacer un intento de historia de las ideas en su sentido más vasto, discriminando en cierto modo las ideas políticas de las ideas sociales e historiográficas, relacionando luego esto con el pensamiento sistemático y particularmente con el pensamiento filosófico, y las grandes corrientes estéticas.

La clase de hoy será una clase introductoria en general. Las nueve clases siguientes se dividirán en tres grupos en las que tomo tres períodos: de 1860 a 1890 el primero, de 1890 a 1920 el segundo, de 1920 hasta hoy el tercero. En cada período se repetirá el esquema expositivo. Primero, un análisis de una situación político social; luego, un análisis de las corrientes políticas, tratando de comparar la teoría y la realidad política; después un análisis de las corrientes sociales y de las interpretaciones de la vida social, luego un análisis de las concepciones históricas, importante porque acusan una interpretación de las sociedades y de la política; y finalmente un panorama del pensamiento sistemático en lo filosófico y de las corrientes estéticas.

De más está decir que este curso no tiene más finalidad que la de ofrecer un panorama muy general. Por diversas razones no podría ser de otra manera. Procuraré que ese panorama tenga el mayor número posible de alusiones y referencias concretas como para que nadie se pierda.

Yo me atrevería a aconsejar también algunas lecturas previas. Ante todo, la lectura de los tres últimos capítulos del libro de Pedro Henríquez Ureña  Las corrientes literarias en la América Hispánica, que es el ensayo más luminoso que se ha hecho para tratar de captar la realidad latinoamericana y que, como Henríquez Ureña tenía un raro talento sintético, contiene un gran número de referencias que pueden servir de pauta para entender muchos problemas.

Voy a plantear en esta primera clase algunas cuestiones metodológicas y algunas cuestiones de principio. Puesto que el curso se define como un intento de ofrecer un panorama de la historia de las ideas en Latinoamérica, conviene que aclare qué es lo que entiendo por historia de las ideas. La historia de las ideas es, en cierto modo, un campo relativamente nuevo en el territorio de la ciencia histórica. En el territorio de la ciencia histórica se habla de historia económica, de historia social y de historia política; al lado de esto se habla de historia de la literatura, de historia de las artes plásticas, de historia de la filosofía, de historia de las ideas políticas, de historia de la ciencia, historia de la historiografía etc.

En los últimos tiempos ha surgido cierta delimitación en el campo del conocimiento, que conocemos habitualmente por el nombre de historia de las ideas. Es un tipo peculiar de investigación. Podríamos citar, además del libro ya citado de Henríquez Ureña, el de Groethuysen titulado La formación de la conciencia burguesa, y el libro de Parrington sobre historia de las ideas en Estados Unidos [Main Currents in American Thought, 1928]; quizá sean los más representativos dentro de este campo de investigaciones. En Latinoamérica ha comenzado a estudiarse este problema hace algún tiempo. Ya hay inclusive un proyecto de biblioteca de “Historia de las ideas en Latinoamérica”. Es una colección de obras, a razón de una por país, que ha empezado a publicarse por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, colección de la que han salido tres volúmenes: uno de Arturo Ardao sobre el pensamiento uruguayo, otro, a mi juicio el más completo panorama sobre la historia de las ideas del Brasil, de Joao Cruz Costa, el profesor brasileño que iba a concurrir a estos cursos y que no ha podido hacerlo.  Hay ya en la literatura hispano-americana algunas otras obras que vale la pena citar, especialmente las de Leopoldo Zea en México, y las de José Gaos.

Para dar una idea de cómo este campo de estudio ha adquirido cierto desarrollo en los últimos tiempos quiero agregar que ya ha habido a fines del año 1956, en San Juan de Puerto Rico, un Seminario Internacional de historia de las ideas en Latino América, al cual concurrieron especialistas de casi todos los países americanos, inclusive de Estados Unidos. Se trata pues de un territorio relativamente nuevo pero ya suficientemente frecuentado.

Conviene ahora que tratemos de definir en qué consiste este territorio de las ciencias históricas que conocemos con el nombre de Historia de las Ideas.  Hay quien supone a primera vista que la historia de las ideas es una historia de las ideas sistemáticas, preferentemente una historia del pensamiento filosófico. Hay quien supone que en cambio es, preferentemente, una exposición de las doctrinas políticas fundamentales, o de las corrientes sociales.

Pero estas definiciones tienen, a mi juicio, una limitación de la que conviene escapar rápidamente. Lo que llamamos historia de las ideas no puede ser solamente una historia de las ideas sistemáticas. Las ideas sistemáticas, especialmente en Latinoamérica, no siempre son ideas originales. Más aún, no son casi nunca ideas originales. Por lo demás, si tal fuera el contenido de la historia de las ideas, habría una superposición con la historia de cada una de las correspondientes disciplinas: con la historia de la filosofía, con la historia de las ideas políticas, etc.

La historia de las ideas es una disciplina que comienza a surgir de manera difusa en el momento en que, con el positivismo, se descubre o se pone de relieve la importancia que posee la relación entre la realidad y su interpretación. Y en forma muy genérica, y a falta de una palabra más precisa, comenzó a llamarse vagamente ideas a este conjunto de opiniones que entrañaba una interpretación de la realidad o, si se prefiere, una reacción — o una respuesta en la terminología de Toynbee. Una respuesta a las situaciones de la realidad, usando la palabra situación en el sentido sartreano.

Las ideas serían, pues, interpretaciones de la realidad, respuestas a una situación Y estas ideas –entendidas de aquí en adelante, durante todo el curso, con ese sentido técnico– no son solamente ideas sistemáticas sino que contienen un aporte de ideas sistemáticas, un aporte de nuevas opiniones, un aporte de reacciones vitales más o menos espontáneas, y todavía un fondo común de actitudes frente a la realidad que puede no referirse sólo a una situación sino a todas las situaciones; un fondo común que corresponde a lo que Ortega y Gasset llama “creencias”, en oposición a “ideas”, en ese precioso ensayo que ha titulado precisamente Ideas y creencias. En cierto modo, lo que se llama historia de las ideas es la historia de ese vago conjunto de lo que allí llamó Ortega y Gasset ideas y creencias.

Naturalmente se trata de historiar un ente bastante confuso. No es fácil aprehender este objeto de conocimiento. El desarrollo de las ciencias históricas ha padecido siempre de un cargo de inexactitud, que proviene en parte de que tiene, más que ninguna otra disciplina, un tema particularmente difícil, particularmente sutil pero sobre todo particularmente escurridizo. La historia sería la historia de los hechos. Pero no es porque se piense que la historia es o debe ser nada más que la historia de los hechos, sino porque es la única que permite un poder de precisión.

Pero es bien sabido que, en cuanto uno se sumerge en el mar de la historia, ese mundo de los hechos definidos, fácilmente identificados como objeto de conocimiento, se encuentra superado por una aura de cosas que es mucho más impreciso, mucho más difuso pero en la que uno descubre inmediatamente que está el verdadero secreto. La ciencia histórica tiene que resolver el problema de si se conforma con los hechos que son verdaderamente precisos pero que no es lo más importante, o si da el salto en el vacío y se lanza a lo que es menos preciso, más difuso, pero que es verdaderamente lo más importante.

Es en cierto modo el drama de la historia. En este caso particular, nos encontramos con que tratamos de historiar el desarrollo de un mundo difuso de ideas, luego la vaga reacción frente a la realidad, que contiene elementos de tipo sistemático claramente sometidos a críticas de tipo racional, elementos pasionales, elementos temperamentales, elementos vitales y elementos que provienen del campo de las creencias, que siempre se instalan en la interpretación de la realidad como un absoluto.

Conviene tratar de limitar cuanto se pueda el objeto de conocimiento, de ponerlo a la luz, de precisarlo, de transformarlo en algo tan concreto como sea posible. ¿De qué dependen las ideas? Ante todo, ¿dónde están las ideas? Las ideas son exactamente históricas; las ideas no viven sino en el tiempo y además no se entienden sino en relación con las situaciones. Nuestra primera preocupación pues, tiene que ser fijarlas en el tiempo. Con un margen de error, con un margen de elasticidad; pero fijarlas en el tiempo. Luego fijarlas en el espacio,  para establecer cuál ha sido la actitud que un grupo humano ha tenido frente a esa situación peculiar dentro de la cual se hallaba.

Estas ideas constituyen en cierto modo algo así como un torrente fluido que recorre la historia. Este torrente fluido tiene algunas características que conviene recordar. Hay en él algo así como su médula, como su espina dorsal, que constituye la zona en donde coincide el mayor número de una determinada opinión.

Hay una interpretación básica de la situación. Una interpretación de lo fundamental, una corriente de coincidencia que sirve para descubrir que hay un elemento coherente en la manera que tiene un grupo social de interpretar una situación. Y luego comenzamos a descubrir una zona cada vez más vaga, en donde se entrecruzan opiniones encontradas. Estas ideas inmediatamente se nos presentan como un torrente de distinta densidad en cada uno de los lugares. Hay lugares muy densos en ese torrente de las ideas, porque en ese lugar coinciden todas las interpretaciones, concurren todos los grupos sociales a una misma convicción, y luego hay lugares menos densos, en donde los grupos tienen opiniones contradictorias diversas, en relación con las mismas situaciones.

¿De qué depende esta variabilidad? Históricamente puede encontrarse una situación dada, temporal y espacialmente, con un fenómeno de galvanización -un fenómeno no muy frecuente en la historia; una corriente de opiniones absolutamente homogénea y coherente. 

Yo me imagino que la Atenas del siglo V, en el momento de las invasiones persas, en vísperas de las Termópilas; seguramente todos sus grupos –en todos los grupos que hoy percibimos cuando hacemos un análisis económico social de la sociedad–  tuvieron en ellos momentos trágicos y tuvieron todos una cierta coincidencia en la apreciación de la situación. “Nosotros somos los griegos, ellos son los bárbaros. Nosotros somos los griegos por esto y esto, ellos son los bárbaros por aquello de más allá. Éste es el cuerpo de nuestra convicción sobre la realidad. Aquel es el peso de las convicciones de ellos sobre la realidad”. Ese “nuestro” es un mundo compacto. Es un mundo en donde las corrientes de ideas es densa, donde la coincidencia de todos los grupos sociales es absolutamente coherente y eso se ha producido en cierto momento frente a esa situación dramática.

Se podría decir, como una regla general: a medida que las situaciones son más o menos dramáticas hay mayores posibilidades de coherencia o en todo caso de polarización. Cuando las situaciones son menos dramáticas o más difusas, las ideas se regocijan en mostrar toda la variedad de su gama, puesto que la acción no requiere el esfuerzo concentrado unánime, que tiende a la polarización.

La historia de las ideas tiene que contemplar no sólo este terreno de ideas, que responde a una situación real, en relación con esa situación, sino en relación con los elementos humanos. Porque las ideas no existen vagamente, sino que consisten fundamentalmente en cierta objetivación de ciertos estados subjetivos. Esto es lo que en historia llamamos idea.

¿Qué son las corrientes de opinión? Las corrientes de opiniones son cierta forma de contacto intelectual, ya sea en su nivel más bajo, entre opiniones que originariamente son opiniones individuales, que no existen sino en cada espíritu, y que en determinado momento se vuelcan hacia afuera y descubren  su coincidencia; yo coincido con éste y con aquel y con el de más allá y me basta media palabra para descubrir los que coinciden conmigo. Esto es una corriente de opinión y cuando la identifico, la diagnostico, le doy un nombre que indica una dirección partidaria o cosa parecida.

Los sujetos de las ideas

Una corriente de ideas depende en cierto modo de lo que llamaríamos la posibilidad colectiva de la comunidad. Pero depende luego, en mayor escala, de los distintos grupos que integran la comunidad. Llamamos grupos a algo que pueden ser clases sociales, pero que no tienen por qué ser solamente clases sociales. Las clases sociales son uno de los grupos, pero hay otras clases de grupos y cada uno de ellos reacciona de distinta manera.

Inclusive un mismo individuo parece pertenecer a varios grupos y reaccionar de distinta manera. Se puede ser miembro de una sociedad benéfica y manifestar un sentimiento caritativo y al mismo tiempo ser un capitalista explotador -en una empresa-, lo cual parece no constituir un obstáculo, parece no repercutir en el fondo de la conciencia individual.

Hay formas de comportamiento individual que aparecen independientemente de las relaciones de grupos. Y en la formación de ideas, que son formaciones supraindividuales, cuenta mucho el carácter de los grupos que integran esa comunidad, no como grupos yuxtapuestos, sino como grupos que forman verdaderos complejos, cada uno de los cuales puede contener miembros que también lo son de otros grupos. De ahí el factor puramente subjetivo de una interpretación de la realidad, que funciona de una cierta manera en un cierto espíritu. A veces, ese espíritu tiene un grado considerable de influencia sobre el desarrollo de las llamadas corrientes de ideas.

Todo esto es lo que hay que tener en cuenta para empezar a diagnosticar cuál es el objeto de nuestro curso. El objeto de nuestro estudio son las ideas, y las ideas que acabo de señalar son estas cosas difusas con estos caracteres, que radican además en este ente complejo que llamamos el sujeto de la historia. Las ideas radican o en el sujeto colectivo de la historia o en cada uno de los grupos que integran la comunidad. Todo esto es necesario precisarlo, porque de la ponderación que seamos capaces de atribuirle a cada uno de sus elementos y a cada uno de sus portadores resulta un examen más o menos exacto de lo que es el valor de esa corriente.

En esas corrientes de ideas distinguimos ciertos elementos que son típicamente intelectuales, que son simplemente vestigios, o bien esquemas completos de doctrinas elaboradas sistemáticamente por una corriente de pensadores; y por otra parte una corriente que es reflejo de la interpretación de la realidad.

Como decíamos, en la formación de este torrente de las ideas hay un componente que es el pensamiento sistemático. Tomemos un ejemplo: el positivismo. Yo digo: “El positivismo interpreta esto de esta manera”. Yo conozco algo del positivismo y entonces reaccionó frente a esta realidad diciendo: “esto es así y es así porque pasa tal o cual cosa de acuerdo con la doctrina que yo conozco mejor”. Si soy “pancista” [conformista, acomodaticio]entonces digo: “La situación es así, y esto ocurre por tal otra cosa”.

En toda corriente de opinión, hay un integrante sistemático, luego hay un integrante de opinión, es decir, un integrante que no tiene un valor objetivo, en dónde hay mucho de arbitrario, de reacción temperamental, de reacción vital.  “Esto no me gusta, ergo, es malo”. Hay ahí, finalmente, un elemento de consecuencia, que consiste en decir: yo estoy acostumbrado a esto; esto es así.

Avancemos otro paso. Yo sé qué es el que ha operado esta transformación de la realidad en el plano de lo humano. Pero de pronto digo: “esto no es obra de fulano, cuyo brazo he visto moverse, ni de mengano cuyo brazo no he visto moverse. No -yo digo-; esto es la Providencia, o es el azar”. Y aplico a un hecho, cuyos elementos concretos reales yo conozco, una explicación trascendental, porque estoy haciendo funcionar una creencia, una actitud frente a lo absoluto que yo aplico a cada una de las partes de la realidad histórica.

Estas son los tres integrantes que conviene tener en cuenta para saber, para descubrir, para identificar el objeto de nuestra indagación histórica que son las ideas.

La trampa de las ideas sistemáticas

Una última aclaración habría que hacer para concretar esta introducción metodológica a nuestro estudio. Hay cosas que se parecen a las ideas y que no son exactamente ideas, en el sentido en que las definimos, y en el que yo voy a usar esa palabra de hoy en adelante.

Unas son las ideas sistemáticas. Quiero recalcar este distingo porque me importa mucho. En el terreno de las ideas nos vamos a encontrar con muchas alusiones a las ideas sistemáticas, pero tenemos que tener mucho cuidado para escapar de la trampa que nos plantean las ideas sistemáticas, una trampa disimulada, como buena trampa, generalmente por un concepto invocado.

Un pequeño ejemplo creo que aclara lo que he querido decir. En la historia latinoamericana, una palabra que funciona mucho es la palabra “liberalismo”. No hay palabra más compleja que la palabra liberalismo. Hay una doctrina del liberalismo económico, del liberalismo político, del roussoniano, etc., y estas doctrinas funcionan de manera singular en cada uno de los países europeos.

La palabra liberalismo en Europa da lugar a varias interpretaciones, según las épocas y según los lugares. No es lo mismo el liberalismo en Francia, en Inglaterra o en España. No es lo mismo liberalismo para los hombres que siguen a la Enciclopedia que el liberalismo para los hombres de la Revolución Francesa, para los hombres del romanticismo, para los hombres del positivismo, para los hombres de la época cientificista.

Si esta palabra ha dado lugar a tantas y diversas interpretaciones en Europa, donde se produjo la situación social de la que emergió esta idea, y donde fue pulida intelectualmente en relación con esta situación, ¿qué confusiones no habrá originado esta palabra en la sociedad latinoamericana, que era completamente diferente?

Una historia de los avatares de la idea sistemática del liberalismo en Latinoamérica sería una de las historias mas seductoras que pudieran inventarse; pero esa historia sería límpida y diáfana, al lado de la historia, verdaderamente confusa y tormentosa, de los que en esas sociedades latinoamericanas se ha encubierto con el nombre de liberalismo. Cosa terriblemente confusa y diversa, porque cada uno aplicaba a su manera este esquema, que había leído unas veces en Spencer, otras veces en otros autores.

Atenernos a esa interpretación, al contenido de esa idea, aplicado a la sociedad latinoamericana, es uno de los métodos más seguros para no entender absolutamente nada. Esa es la trampa a que me refería; la trampa es que las ideas sistemáticas tienen un cierto halo de perfección doctrinaria. Esa perfección doctrinaria incita a aplicar esa idea como si fuera una idea perfecta en cualquier realidad.

Una historia de cómo funcionó la doctrina del liberalismo en la sociedad latinoamericana sería un tema específico de nuestra historia de la sociedad. Una indagación de qué es exactamente el liberalismo es un análisis de una tesis, el análisis de una idea sistemática en lo que respecta al plano de la historia de las ideas políticas o al plano de la historia de la economía.  Nosotros, en nuestro campo de la historia de las ideas, tenemos bien claro el distingo: el análisis de las ideas sistemáticas – liberalismo, conservadorismo- no constituye nuestro tema. El tema específico de nuestra indagación es cómo funcionó todo esto frente a estas situaciones. El primer conflicto es ese; el conflicto con la identificación entre las ideas en el sentido técnico que nosotros le damos y las ideas sistemáticas que son lo suficientemente perfectas como para darnos o para suscitar la ilusión de atenernos concretamente a ellas, sin atenernos a su funcionamiento.

Ideas e ideales

El segundo distingo, para terminar esta introducción, es el distingo entre las ideas y el sentido genérico de lo que llamamos los ideales.  En cierto modo, el dinamismo de la historia proviene de que el hombre y la sociedad están permanentemente postulando un tipo de desarrollo ideal hacia donde quiere marchar. Esto existe en la historia, y no en la realidad. El hombre le da a su devenir en el tiempo un sentido, que consiste en alcanzar un conjunto de postulados o de tendencias hacia las cuales él cree que se dirige la historia. La obra clásica de Hegel es característica de esta ideología contemporánea. En determinados momentos y lugares los ideales de la sociedad marchan hacia un determinado tipo de vida en el que todavía no vivimos.

Los ideales son creaciones que corresponden a ciertas corrientes de opinión, con un fuerte integrante racional. Son una especie de interpretación de esa realidad. “La realidad es de esta manera, pero yo creo que debe ser de otra, que es perfecta”.

Pongo un ejemplo: el ideal de la santidad. Ni el asceta ni el mártir son santos, porque ni el mártir, ni el asceta llegan a la perfecta santidad. Creen marchar por el camino del martirio hacia la santidad y orientan su vida hacia un ideal que es, en realidad, la idea platónica de la santidad, que supone un ideal de vida.

Estos son los ideales. Toda sociedad, a conciencia o no, a sabiendas o no, vive movida por un sistema de ideales. Pero es importante discriminar entre ideas e ideales, porque las ideas son cosas que tienen la marca indeleble de la realidad, son cosas inequívocamente reales, son torrentes de opiniones, caracterizados por su estricta adhesión a la realidad. Y esa es la tendencia de las actitudes que guían nuestra conducta. En el momento en que esas ideas tienden a perfeccionarse creando un sistema de aspiraciones, han salido de la realidad. Se trata de una aspiración, no de una norma implícita.

Con esto dejo terminada esta introducción metodológica y naturalmente queda una buena parte por desarrollar.

Las ideas en Latinoamérica

El problema de las ideas en Latinoamérica tiene quizá más importancia que en ninguna otra parte del mundo. Es un fenómeno peculiar. Constituye el más histórico y trascendental fenómeno de transculturación que conoce la historia. Pensemos en casos similares. El fenómeno de colonización de los griegos en algunas regiones del Mar Negro o del este del Mediterráneo; el fenómeno de colonización romana en algunas regiones fronterizas son experimentos de laboratorio al lado del inmenso experimento de transculturación que realiza Europa en el inmenso continente.

Piénsese que todo lo que constituye la realidad social y espiritual de Latinoamérica es el resultado de este inmenso esfuerzo de transculturación, de transporte de un sistema cultural, que se hace en unos casos sobre la base en parte del designio de la eliminación de los grupos autóctonos, y en otros sobre el principio de la eliminación de todos los contenidos culturales.

Esto proviene del carácter absoluto del catolicismo, que informa este fenómeno de transculturación. Léanse las cartas de Hernán Cortés, documento maravilloso, léanse las crónicas de Bernal Díaz del Castillo y se verá inmediatamente cuál es la actitud del conquistador español. Es como si el fenómeno de transculturación se hiciera en el Desierto de Sahara. Pero resulta que no se hizo en el Desierto de Sahara. Resulta que no era tierra abierta, y que todo aquello que se descontó que iba a desaparecer ni desapareció ni dejó de existir. Pero funcionó, dentro de los esquemas de esta inmensa creación que se impostó en el sistema americano.

Este es un inmenso fenómeno de transculturación. Observen que toda la cultura latinoamericana fue un fenómeno de ideas. Porque es un fenómeno de ideas esto de transportar una forma cultural a otro lugar donde no ha nacido, por la fuerza de las ideas, como pura creación intelectual.

Este es un fenómeno terrible, brutal, de transculturación, de transporte de una cultura a una realidad absolutamente heterogénea. De aquí la gran importancia que tiene esta indagación del desarrollo de las ideas, del desarrollo deliberado de una concepción de la vida en condiciones absolutamente ajenas.

De aquí el choque entre lo que llamaríamos las ideas y lo que ahora se suele llamar lo telúrico. Estas cosas que observó en los años 30 el conde Keyserling:  América es el continente del tercer día de la creación, cuando se separan las aguas de la tierra y surge la vegetación; una cosa a medio hacer sobre la cuál el hombre construirá una estructura perfecta, hermosa, con materiales magníficos. Esa era su opinión. No es exacta a mi juicio, pero lo cierto es que la presencia de una contradicción entre una cultura y una realidad subterránea es uno de los datos fundamentales para entender la cultura latinoamericana.

¿Qué más puedo decir para concluir dentro del plazo previsto? ¿Se ha pensado suficientemente en la confluencia de corrientes sociales demográficas y de corrientes de ideas que esos torrentes demográficos han traído? ¿Qué es el negro en Latinoamérica? ¿Qué viene con lo francés, con lo español? ¿Qué es lo que resulta de los distintos avatares de todas estas concepciones de la vida, que entran unas veces en contacto, otras veces en conflicto, y otras veces en relación fraternal? ¿Hay o no más de una ruptura profunda en la historia latinoamericana que proviene de este fenómeno terrestre? ¿Cuál es el impacto de la concepción de la vida del inmigrante italiano o español que llegan en segunda instancia? Ahí está el Martín Fierro para contrastar estas dos concepciones de la vida. Ahí está el gaucho y el pulpero.

¿Existe una idea original en Latinoamérica? ¿Existe un mundo de ideas que se han originado de fenómenos de transculturación? ¿Se ha sabido qué ha quedado? ¿Lo transportado? ¿Ha quedado el fenómeno del transporte? ¿Ha quedado la actitud de quien recibía lo exótico? ¿O ha quedado, por el contrario, la actitud de quien traía lo exótico? Dicho de otra manera: ¿de dónde venimos y a dónde vamos? ¿Existe una originalidad en el mundo de las ideas en Latinoamérica?

Sobre esta idea va a tratar mi curso y en las últimas clases, trataremos de reunirnos para ponernos de acuerdo y llegar a una conclusión sobre un problema que está flotando.

Esquema de la clase

PRIMERA CLASE

Introducción. Cuestiones metodológicas y de principios.

I- El tema: Un siglo de Hist. de las ideas en Latinoamérica: 1860-1958. La difusión de estos estudios. Papel de historiadores y filósofos; generalización de los planteos. Aportes fundamentales logrados. El aporte de la historia de las ideas para la historia general.

II- El Problema metodológico previo: ¿Qué es la historia de las ideas? No es un cuadro de las ideas sistemáticas exclusivamente. Es un cuadro de las ideas en sentido más general

III- ¿Qué son las ideas? Nociones forjadas por el hombre para responder a las situaciones reales que se le plantean, previa comprensión de la realidad.
Esas ideas dependen: a) de la forma mentis del individuo y de sus previos contenidos mentales; b) de la forma mentis colectiva; c) de la capacidad para analizar objetivamente la situación.

IV- Concurrencia entre las ideas y las creencias. O conflictos.

V- Concurrencia entre las ideas y los ideales. O conflictos.

VI- Concurrencia entre las ideas y las ideas sistemáticas. O conflicto.

VII- La historicidad de las ideas en un ámbito histórico cultural dado. Historia de las ideas e historia de la cultura.

VIII- El problema de las ideas en Latinoamérica.
A- Ideas y situaciones en LA.
B- Las situaciones demográficas y sociales.
C- El vasto fenómeno de transculturación.
1- Las ideas autóctonas como creencias. ¿Subconsciente colectivo?
2- Lo telúrico y lo autóctono.
3- Las ideas recibidas: lo español, lo portugués y lo africano.
4- Lo europeo en general y la influencia de USA.
D- El problema de la originalidad de las ideas en L.A. tesis contrarias. Dónde reside: a)en la actitud introspectiva de buscar tradición hispánica. b) en el hallazgo de formulas transitorias y transaccionales, erigidas en cada caso en fórmulas definitivas y salvadoras.

IX- La historia de las ideas como instrumento para conocer el estilo de la cultura latinoamericana. La originalidad de la situación social cultural de LA. La originalidad del uso de las ideas adquiridas. Las ideas absolutamente originales.