La semana próxima se inaugurará en Bandung (Indonesia) la conferencia afro-asiática convocada para estudiar los problemas comunes y fijar los puntos de vista frente a las cuestiones fundamentales que atañen a los países asistentes. Como es sabido, la reunión fue proyectada por los primeros ministros de las “naciones del grupo de Colombo” cuando se reunieron en Jakarta, a fines de diciembre último, pero hay indicios para suponer que la idea de la convocatoria surgió de las entrevistas sostenidas poco antes por los señores Nehru y Chou En-lai, en las que se establecieron algunos criterios que parecen presidir la reunión que ahora va iniciarse.
Las 29 naciones que concurrirán a Bandung se agrupan en tres sectores claramente diferenciados. Por una parte están los países comunistas encabezados por China, por otra los países vinculados directa o indirectamente con las organizaciones o con las potencias occidentales, y en tercer lugar, por último, los países partidarios de la neutralidad, encabezados por la India. Esta distribución compromete, sin duda, el éxito de la conferencia; pero es innegable que, aun cuando ella fracasara, su mera reunión y los escasos resultados que pudieran lograrse han de adquirir una altísima significación en el cuadro de la política de nuestro tiempo.
Circunstancias históricas y hechos del pasado inmediato explican las dificultades con que tropezarán las naciones afroasiáticas para lograr algunos acuerdos. Sin remontarnos muy lejos, pueden encontrarse en los últimos acontecimientos las raíces de los obstáculos que surgirán sin duda al comenzar las deliberaciones. La organización de la SEATO ha unido a algunos países asiáticos en una alianza que responde a necesidades urgentes e impostergables; la crisis Indochina se ha agudizado con el estallido de los conflictos internos dentro del Vietnam no comunista; el programa económico del nuevo gobierno japonés acaba de ser inmediatamente observado por los Estados Unidos; la unidad de los Estados árabes se ha visto quebrada por la alianza entre Irak y Turquía, a la que se ha sumado Gran Bretaña, y, finalmente el Sr. Nehru ha definido su oposición con mayor precisión aún que antes, inclinándose en la política interna hacia soluciones socialistas y asignando desembozadamente las mayores responsabilidades de la situación internacional a las potencias occidentales. Si se suma a todo esto la amenaza concreta que se cierne sobre el estrecho de Formosa, se comprenderá fácilmente que, en las discusiones de Bandung, los interlocutores se sentirán apremiados por amenazas, temores e indecisiones que han de repercutir sobre su posición en los debates. Así, será inevitable que los problemas inmediatos graviten sobre el planteo de los más lejanos y de mayor permanencia, circunstancia que suele complicar cualquier intercambio de ideas. Es innegable que la política de los países más comprometidos en los actuales conflictos de Asia ha registrado una pausa, que se relaciona con la expectativa producida por la Conferencia de Bandung, cuyos resultados se aguardan con apasionado interés, pues revelarán el alcance que en el momento actual tiene el extraordinario fenómeno contemporáneo del ascenso de Asia.
Bastaría recordar la intensa actividad observada en los últimos tiempos en relación con los problemas asiáticos para comprender que se trata de una circunstancia trascendental. Ya la conferencia de Jakarta, en diciembre del año pasado, llamó la atención por lo que suponía como afirmación de una inequívoca postura política, ajena a la influencia de las grandes potencias. En Bangkok respondieron categóricamente los países adheridos a la SEATO con una reafirmación de su propósito de lucha contra el comunismo; pero entretanto se quebró la unidad árabe, debido a la resistencia suscitada en algunos miembros de la liga por la alianza de Irak. Por su parte, la UN reunió en Tokio su Comisión Económica para Asia. Y, fuera de la acción del gobierno, se han reunido en los últimos meses dos conferencias en la que es menester fijar la atención: una convocada por el “Congreso por la Libertad de la Cultura”, que se reunió en Rangún a mediados de febrero, y la otra, que acaba de celebrarse en Nueva Delhi entre el 6 y el 10 de abril, en la que discutieron escritores, sociólogo y economista de Asia, bajo la doble y encontrada de influencia de los gobiernos de la India y la China comunista.
Esta última conferencia puede servir de pauta para prever la situación que ha de crearse en Bandung en cuanto se inicien las deliberaciones. Si los intelectuales congregados en Nueva Delhi acusaron la presencia de los dos polos de atracción que obraban en su seno, los delegados reunidos en Bandung deberán discutir no solo bajo esa doble influencia, sino también bajo la de los Estados Unidos, que inspira a algunos países concurrentes. Ya en Nueva Delhi la discusión fue tormentosa y el Sr. Nehru parece haber expuesto su desagrado por el giro que tomó en cierto momento. Acaso en Bandung la tormenta no se trasluzca -puesto que se trata de representantes oficiales-, pero se suscitarán sin duda agrias discusiones y acaso no falten las acusaciones violentas, los reproches más o menos velados y las reacciones que desatarán unos y otros.
Empero, la discusión girará sobre tan candentes problemas, sobre cuestiones tan trabadas entre sí y tan ricas en implicaciones inmediatas y remotas, que no es difícil que dejen un saldo de importancia. Parece ser el propósito de algunas delegaciones tomar como punto de partida los “cinco principios de coexistencia” que enunciaron, tras una entrevista de junio último en Nueva Delhi, los señores Nehru y Chou En-lai, sobre los cuales se discutiría con vistas a llegar a lo que desde ahora se ha dado en llamar la “declaración de Bandung”. Esos principios son: respeto a la integridad territorial y la soberanía, no agresión, no injerencia en los asuntos internos de los otros países, igualdad y beneficio mutuo, coexistencia pacífica. Para tratarlos se han constituido varias comisiones y puede presumirse que, así concebidos, no hallarán fuerte oposición, pues es evidente que las dificultades provienen de la interpretación y alcance que se les ve en la práctica.
De cualquier manera, si tales principios quedaran sentados, la posición de los países asiáticos estaría fijada en lo fundamental. Se admitiría la posibilidad de que cada país siguiera la evolución política que deseara y se establecería un principio de condenación para todo intento de influir en un sentido u otro dentro de esa evolución. Pero salta a la vista cuáles son los problemas reales que se esconden tras esas declaraciones y se comprende que el interés que suscitan los debates de Bandung no reside tanto en la declaración final a que pudiera llegarse, sino en el clima en que se desarrollen y en el alcance de los supuestos que respalden cada una de las posiciones en conflicto.
Descontada la posición de los países vinculados a la SEATO, el interrogante de mayor importancia que suscita la reunión inminente es el de las relaciones entre la posición de la India y la posición de la China comunista. Tal vez pueda preverse cierto alejamiento de la Unión Soviética de los problemas de China y de Asia en general. Si así fuera, el régimen de Pekín deberá buscar -y desde ahora lo busca, de hecho- el apoyo de la India, cuyo precio ha sido fijado ya con claridad. Los cinco principios de la coexistencia significan, para el Sr. Nehru, normas morales que excluyen su uso oportunista, guiado por los principios de “realismo” político. Si la China quisiera ser “más asiática que comunista”, como se ha dicho, hallaría en la India un fuerte aliado. Entonces, la política de neutralidad alcanzaría un peso inmenso. Sin duda, a esto quiere llegar la India en la conferencia de Bandung. La actitud que asuma la China comunista revelará qué esperanzas pueden acariciarse con respecto al futuro. Pero cualquiera sea el resultado de la conferencia, el occidente debe comprender que, tarde o temprano, el antiguo mundo colonial cobrará importancia decisiva en los destinos de la humanidad.