Con las declaraciones del nuevo presidente del Consejo de ministros francés, Sr. Edgar Faure, y la votación del domingo en el Bundestag de Bonn, los proyectos de alianza occidental han logrado en los últimos días progresos considerables, que permiten vislumbrar una pronta consolidación. Aun cuando se esperara confiadamente un resultado positivo de las conversaciones que sobre el desarme se realizan actualmente en Londres y se descontara el desplazamiento del centro de gravedad del problema internacional hacia el Extremo Oriente, es indudable que la frontera europea constituye el asunto más urgente y grave de las potencias occidentales. Una tradición ya casi secular sitúa en la zona del Rin el foco de desencadenamiento de los grandes conflictos militares y políticos, que en las circunstancias actuales parecería haberse desplazado hacia el límite -harto arbitrario- que separa a las dos Alemanias, o acaso hacia la línea Oder-Neisse, que divide ahora los territorios alemanes que han sido transferidos a Polonia y los que han quedado sujetos al gobierno prosoviético de Berlín. Para el planteo hipotético de cualquier situación futura, la actitud de las dos Alemanias constituye un factor decisivo, de manera que no hubiera podido dejarse librado al azar el comportamiento de la parte occidental al menos, cuya predisposición se inclinaba hacia las potencias occidentales.
La situación jurídica y política de la República Federal Alemana fue vinculada por las potencias occidentales a la organización del sistema colectivo de defensa en Europa. Fracasada la llamada Comunidad Europea de Defensa a causa de una votación adversa en la Asamblea francesa en agosto último, Gran Bretaña y los Estados Unidos se decidieron a acelerar las tramitaciones para devolver la soberanía a Alemania Occidental y autorizar su rearme. En esas circunstancias, la empeñosa gestión de algunos estadistas europeos logró concretar otras bases para la negociación de una nueva alianza que, formuladas en el Acta de Londres, fueron convenidas poco después mediante los tratados de París suscriptos en octubre. En ellos se preveía la solución del problema de la República Federal Alemana, que debía alcanzarse tras la ratificación de los tratados por todos los países contratantes.
Iniciado el trámite de la ratificación en Gran Bretaña, Italia y Francia -con las mejores perspectivas para su perfeccionamiento definitivo-, el Bundestag, o Cámara baja del Parlamento de Bonn, comenzó el estudio de los tratados a través de las ocho comisiones que debían expedirse. Pero el análisis no quedó limitado a ese cuerpo, sino que fue emprendido también por la opinión pública con apasionado interés. Se dividió está entre los que apoyaban y lo que rechazaban los pactos, polarizándose el debate alrededor del problema del rearme y, sobre todo, la cuestión del Sarre, unida indisolublemente al régimen de las relaciones con Alemania Occidental por presión del gobierno francés. Como era de esperar, los comunistas se manifestaron categóricamente opuestos a la inclusión de la República Federal Alemana dentro del sistema defensivo de las potencias occidentales, acompañados esta vez en sus apreciaciones por los socialdemócratas, quienes afirmaron su convencimiento de que los pactos consagraban la definitiva partición de Alemania.
Frente a ellos, el gobierno del Sr. Adenauer defendió tenazmente su punto de vista, demostrando que la solución alcanzada era la más ventajosa que hubiera podido lograrse, teniendo cuenta las diversas presiones que sufre Alemania Occidental. Pero sus argumentos chocaron con ciertas reticencias, inclusive en el seno de los partidos que componen la coalición que le apoya, y el jefe de Gobierno debió afrontar una crisis gravísima, cuyas consecuencias internas aún no pueden determinarse.
Pese a eso, los cinco tratados en debate fueron aprobados por una mayoría considerable en las laboriosas sesiones del Bundestag que se sucedieron desde el jueves hasta el domingo último. Alrededor de 320 diputados se unieron para ratificar cuatro de ellos -relacionados con la soberanía alemana, el estacionamiento de tropas, el rearme y la adhesión a la NATO y a la Unión Europea Occidental-, pero solo llegaron a poco más de 260 los que apoyaron el tratado que entrega el Sarre al control internacional.
Desde el punto de vista de las relaciones internacionales y del destino del sistema defensivo del Occidente, la decisión alemana constituye un paso decisivo. Francia e Italia, cuyas Cámaras bajas habían aprobados ya los pactos, demoraron su aprobación por los respectivos Senados, seguramente a la espera del curso que siguiera la tramitación parlamentaria en Alemania. Ahora en ambos países seguramente se acelerará el proceso y, con la aprobación por el Bundesrat de Bonn, donde el Gobierno tiene franca mayoría, los pactos de París habrán superado todas las dificultades.
Restaría por considerar la secuela que la agria discusión suscitada en Alemania pueda dejar, capaces algunas de ellas de tener repercusión internacional. Fuera de los problemas planteados en la coalición gubernamental que preside el doctor Adenauer por el partido de los demócratas libres -que no prestaron su apoyo al pacto como partido-, es menester contemplar las concesiones que el presidente del Consejo y su partido han debido hacer para defender sus posiciones en el debate parlamentario.
Con respecto al problema del Sarre, sin duda el más difícil y discutido, el Partido Demócrata Cristiano, del doctor Adenauer, presentó una moción declarativa, según la cual “el acuerdo del Sarre no afecta a la vinculación del Sarre con Alemania, en virtud de la frontera de 1937”. De ese modo, el partido mayoritario dejó sentada su posición para cuando llegue el momento de discutir con Francia el destino final del codiciado territorio.
Pero si esta proposición puede incidir sobre el ánimo de los franceses, otra, que sostuvo el mismo partido, abre el camino a aclaraciones con las demás potencias aliadas. En efecto, según ella, “la ratificación de los tratados no significa un rearme inmediato. Habrá un período intermedio de muchos meses, en el que habrá ocasión de gestionar otra conferencia entre Oriente y Occidente, con participación de la Unión Soviética, para tratar la unificación alemana”. Si se agrega a esto la interpretación de la Comisión de Relaciones Exteriores del Bundestag, de acuerdo con la cual los tratados de París no obligan a la República Federal Alemana a armar 12 divisiones, sino que establecen esa cifra como límite del rearme, se advierte que el alcance de los compromisos ha sido restringido en alguna medida.
No consigna hasta ahora el cable sino muestras de satisfacción por parte de las cancillerías interesadas en la aprobación de los pactos de París. Es de esperar que, si las concesiones hechas ante la urgencia del debate parlamentario pueden crear nuevas dificultades, sea posible sortearlas mediante un lento ajuste de los convenios, cuyos puntos sustanciales han merecido resuelto apoyo de la mayoría del parlamento de Bonn.