Este trabajo de Contenau se nos ocurre indispensable como complementó y contrapeso de los libros corrientes que el lector de cultura general tiene a su alcance para familiarizarse con la antigua historia del Oriente.
Puede que parezca excesivo, pero creemos que nuestra aserción se justifica plenamente; los libros de historia que al Oriente clásico se refieren, tienden a darnos del asunto una visión geográficamente fragmentada y a presentarnos como hechos exclusivos del territorio cuya vida estudian, hechos generales producidos por influencias comunes a una serie de regiones de esas que un falso criterio hizo aparecer en un momento como independizadas de un cuerpo evidentemente orgánico.
Esta tendencia, perjudicial en el sentido que dejamos expresado, contribuye a fundamentar un error frecuente aun en quienes se dedican con cierta asiduidad al asunto; es el que cometemos sin duda alguna en la adjudicación de categorías políticas. Partimos de un falso prejuicio; nos inclinamos a creer que hay marcos consagrados dentro de los cuales se agitan pueblos de diferentes aptitudes y desenvolvimiento; que estos pueblos, diferenciados y distintos entre sí, no han sufrido las fluctuaciones propias de las comunidades no consolidadas. ¿Qué pueblos del antiguo Oriente merecen en el sentido moderno la calificación de estados? La investigación moderna nos ha dado el alerta, pero en el balance de la historia no se ha notado la variación de los valores.
Hemos de convencernos de cómo tienen que ser artificiales todos los intentos que hagamos para organizar cuadros estructurados en donde los pueblos aparezcan enfrentados, desenvolviendo vidas paralelas y en ningún momento concurrentes; de que es necesario que las concepciones históricas sobrepasen los límites estrechos de las nacionalidades, palabra de cuyo sentido en tales pueblos nada sabemos, aunque debemos sospechar que no se subordina al factor geográfico.
Creemos que tal criterio es estrecho y que es una falsa manera de contemplar el panorama histórico del Oriente antiguo. La idea cabal y justa de las influencias recibidas y de la manera en que ante esas influencias reaccionaron los pueblos, el concepto de que el desarrollo de la cultura en una forma determinada no es propio de tal o cual región y de que guarda concomitancia con la evolución de otra cualquiera del Asia anterior, sólo puede darse, por ahora, con la contemplación del aspecto total.
Así ha logrado Contenau disipar esa falsa impresión de localismo, reconstruir en sus grandes líneas aquellas manifestaciones que nos hemos acostumbrado a ver fragmentadas y, lo que es más importante aún, llevar al espíritu del lector la verdadera dimensión del problema histórico.
Contenau va a abordar el tema en toda su amplitud; el título Manual de Arqueología, no sugiere cuál es el ancho campo en que desarrolla el historiador francés su exposición. Comprende el primer volumen dos partes, la primera de las cuales se refiere a las nociones generales. Tienen cabida allí problemas de tal magnitud como, el de los orígenes de la civilización del Asia anterior, el valor del fondo asiánico de tales culturas, su contenido como tales, todos aquellos, en fin, que afecten al estado actual de la ciencia sin olvidar aquellas tendencias, en auge alguna vez, sobre alguna cuestión fundamental.
Creemos que pocos han de ser los aspectos importantes que escapen al breve pero meditado trabajo de Contenau; sin duda alguna podemos afirmar que los puntos básicos de la investigación están todos expuestos y considerados: razas, lenguas, escrituras, cronologías, religiones, etc.
La segunda parte se dedica a estudiar el arte arcaico de Sumer y Elam; el estudio es completo, detallado y, sobre todo, comparativo, respondiendo a la tendencia general que anima el conjunto.
Como nos promete en el prólogo, tiene el libro un carácter netamente expositivo; expone y acepta todas aquellas teorías de alguna consideración al lado de las suyas y hace, en consecuencia, un libro impersonal.
Debemos recordar que Contenau no intenta concepción histórica alguna; lo aleja de tal propósito ese carácter a que antes aludíamos y que si impide atribuirle al trabajo un valor fundamental, hace de él un libro esencialmente útil.
Útil sobre todo para quien, acostumbrado a la lectura de exposiciones casi dogmáticas, encuentra en este manual la ayuda necesaria para explicarse muchas cosas. Al entregarnos un libro de tal índole, puede confiar el autor en que figurará como complemento indispensable en la biblioteca de todo estudioso de la historia antigua.