RUBÉN OMAR CECILLI
La designación del prof. Dr. D. José Luis Romero como Interventor de la Universidad de Buenos Aires en momentos tan difíciles para aquella Casa de Estudios ha merecido el aplauso unánime de cuantos, conociendo al hombre, saben que sabrá estar a la altura de esta misión excepcionalmente delicada.
Exonerado por la dictadura de sus cátedras en la misma Universidad que ahora preside, encontró en las aulas de nuestra Facultad de Humanidades y Ciencias un campo de acción propicio a sus desvelos de sabio y a sus convicciones de demócrata. Se impone pues, que la opinión pública nacional conozca, en forma escueta y por lo mismo más elocuente, la enorme labor historiográfica y la particular concepción de la historia de quien ha servido con parejo honor a la cultura y a la libertad.
LABOR HISTORIOGRÁFICA
José Luis Romero nació en Buenos Aires en 1909, donde realizó sus estudios secundarlos, para luego seguir los cursos de profesorado y doctorado en Historia de la Facultad de Humanidades de La Plata. En 1938 se doctoró con la tesis publicada posteriormente, en 1942, bajo el título de: “La Crisis de la República romana”. Francisco Ayala comenta así ese estudio: “Ciertamente, el propio autor había ofrecido, en anteriores escritos, testimonios anticipados de su capacidad y su vocación para trabajar la historia en forma comprensiva, que persigue y captura el sentido de los fenómenos más allá de los dispositivos instrumentales y que superando lo anecdótico establece el facto histórico en la complejidad de sus motivaciones y en el juego de sus condicionamientos, haciéndolo intelible y rico.”
Los ‘‘testimonios anticipados” de su capacidad como historiador, muy especialmente en el ámbito de la historia de la cultura que habrá de polarizar más tarde sus afanes, se manifestan en “La formación histórica”, publicada por el Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral, 1933; “Los elementos hebreos en la constitución del espíritu helenístico”, Ex-Insula, Año 1, N° 2; “Ideas para una historia de la Educación”. 1937; “El Estado y las facciones en la Antigüedad, Buenos Aires, Colegio Libre de Estudios Superiores, 1938; “La Previsión histórica”, 1939; “La Concepción griega de la naturaleza humana”, Universidad Nacional de La Plata, 1940, capítulo de un trabajo sobre “Los Ideales griegos” hasta ahora inédito; “El Concepto de la Clásico y la Cultura Heleno-Romana”, Universidad Nacional de La Plata, y “La Historia y su consejo”, 1941.
En 1943, publica en la Universidad de Buenos Aires: “Las Concepciones historiográficas y las crisis”. El problema de las crisis es uno de los que preocupa más a los historiadores contemporáneos. Son bien conocidos los “historiadores profetas” tales como Spengler y Toynbee, que han levantando inmensos edificios librescos de historia muerta, exponiendo concepciones que estaban ya refutados mucho antes de ser escritas. Romero por el contrario, examina el proceso de la crisis, su problema gnoseológico y las actitudes que se manifiestan frente a ella. Ante el problema de la objetividad del conocimiento histórico, expresa: “El comprender, en efecto, implica una intuición, primero, de las realidades históricas suscitadas, y una conceptuación después, y ambas operaciones, que no se realizan sino por el ejercicio de una conciencia y en el seno de ella, participan de cierto subjetivismo que les es constitutivo y que, en todo caso, sólo en una cierta —y escasa— medida admite constricciones que lo condicionen para reducirlo a esquemas trascendentales.” Afirmando la esencial complejidad de la realidad histórica ofrece la sola posibilidad de su cabal comprensión. Aclara previamente la relación entre los conceptos de decadencia y crisis. Niega categóricamente toda concepción de decadencia entendida como destrucción de las culturas: “Esta idea de decadencia y destrucción de las estructuras culturales no puede ser sostenida; supone un desarrollo lineal de la cultura y tiene uno de sus fundamentos principales en la analogía organicista, de cuyas concepciones, en cierto modo proviene”. No siempre las crisis son totales, muchas veces afectan solamente ciertos planos de la realidad histórica. En el ámbito de la cultura existen momentos de equilibrio, que se manifiestan a través de la plenitud de la convivencia y en ellos “la ortodoxia constituye el valor supremo y los disconformismos carecen de sentido y de vigencia social”. Pero los ideales y las formas pueden perder vigencia, el equilibrio entonces se rompe, y ya los esquemas no son suficientes para inteligir la nueva realidad. La crisis se manifiesta, en primer término, como un estado de revisión de las relaciones reciprocas y del juego de los ideales y tendencias surge aquella mutación operada o por un desarrollo de elementos endógenos que se fijan en el cuadro de los ideales comunicativos en una nueva ecuación, o por la aceptación y elaboración de elementos nuevos, o por ambas cosas, todo ello estructurado según un nuevo esquema valorativo”. Esta situación de espectativa por el futuro preocupa a todos de manera “vida y dramática”. Y como el desenlace está potenciando en la crisis, la postulación del futuro supone una actitud histórica, que esté basada en una conexión necesaria entre “el pasado, la crisis y el futuro”. Tal es la interpretación historicista del desarrollo de la comunidad que la crisis suscita. Las concepciones historiográficas resultan pues “una toma de posición frente a la crisis”. Alcanza Romero, en esta forma, a efectuar una análisis de la realidad histórica, sin que desaparezca su esencial dinamismo y sin que sufra ninguna de las frías especulaciones trascendentalistas.
Otra obra ve la luz en el 43: “Maquiavelo historiador”, Buenos Aires, Editorial Nova Este trabajo responde a las preocupaciones de su autor por la historia de la historiografía. Ha llegado como casi todas sus obras hasta el viejo continente. (Cfr. WAGNER, “Geschicht-swissenchaft” 1950). Ese año se publica también su curso del Colegio Libre bajo el título: “Mitre, un historiador frente al destino nacional. La Revista “Logos” incluyó en su No II, 1943, otra monografía de Romero: “Sobre los tipos historiográficos”. En ella nos dice: “La historia de la historiografía corresponde, pues a una etapa de madurez de la ciencia histórica, posterior a la definitiva organización de su método y a la naciente discriminación de sus caracteres gnoseológicos, y puesto que supone la historicidad de los puntos de vista de esta última, postulará como su misión específica el examen de las concepciones historiográficas que han nacido de ellos”.
En 1944 la Institución Cultural Española edita en Buenos Aires “Bases para una Morfología de los contactos de Cultura”. En este ensayo de teoría de la cultura examina Romero primeramente, en “cuestiones preliminares”, la estructuración de la novísima morfología de la cultura, para luego, en los capítulos siguientes, analizar una por una las formas en que se producen los contactos de culturas históricas. En la Revista “Humanidades” de ese año, inserta: “La Biografía como tipo historiográfico”, un nuevo aporte a la teoría de la historiografía.
En 1945 se edita en Yerba Buena: “La historia y la vida”. Libro compuesto por siete trabajos, ya conocidos, y precedido por un magnífico prólogo, lleno de fundamentales concepciones sobre la historia; Romero evidencia, a través de un análisis de la vida histórica, las relaciones intrínsicas que existen entre la historia y la vida: “Lo pretérito, lo presente y lo porvenir apenas son en el infinito del tiempo, segmentos arbitrariamente separados en una línea naturalmente ininterrumpida, la vida histórica, es en su esencial desarrollo continuo; y coherente, y la historia es como el hueso en el que se envuelve poco a poco el hilo tenue de la vida vivida, sin que lo amenace, a lo que sabemos una cruel Atropos como la que amenaza la existencia individual. Dardo Cúneo, al criticar esta obra ha dicho: “José Luis Romero aspira a ofrecer, desde su Argentina, al hombre de la crisis presente, en nombre de la historia, su incitación acerca de la continuidad de la conciencia histórica.” (José Luis Romero y la conciencia histórica.” Cuadernos Americanos, 1946). Muchos son los problemas históricos que se estudian; el de la historia como mero saber y la historia viva, el del historicismo y la conciencia histórica, etc. Inmediatamente aparece otro estudio: “Sobre la biografía y la historia”, Sudamericana, 1945. Su aporte fundamental radica, en que pone de manifiesto la significación de la biografía como género histórico. Comprende un estudio teórico general y varios estudios particulares sobre autores españoles que cultivaron este género en el siglo XV.
En 1946 se publica, en la Colección Tierra Firme, su tan conocida y exitosa obra: “Las ideas políticas en Argentina”. Mediante una síntesis clara y precisa del desarrollo de las ideas políticas, desde sus orígenes hasta nuestros días, logra crear en el lector una conciencia histórica de la realidad político-social argentina. Eliminando la habitual periodización de la historia argentina y aplicando una concepción historiográfica completamente nueva, consigue: “descender desde el plano de las ideas claras y distintas hasta el fondo oscuro de los impulsos elementales y las ideas bastardas, seguro de llegar, de ese modo, a la fuente de donde surge la savia nu——- que presta a las convicciones firmeza tan peculiar de nuestra historia política, “con acertado juicio crítico ha dicho. Segundo. A. Tri: “Romero estudia en su obra, a la luz de los modernos métodos históricos, el curso de la historia argentina, intentando, y lográndolo cumplidamente, diseñar las líneas que, por su perduración, dibujan ciertas constantes a través de la intrínseca y compleja trama histórica de la realidad argentina, desde sus orígenes hasta nuestros días. (“Las ideas políticas argentinas”, Cuadernos Americanos, 1947).
Al cumplirse los cien años de la revolución del 48, Romero publica en Argos: “El Ciclo de la Revolución Contemporánea. Bajo el signo del 48.” Interesado como siempre en analizar los periodos históricos de más riqueza, dirige su trabajo a quienes sientan las problemáticas inquietudes que nos plantean el mundo contemporáneo: “Este libro entraña una inquietud profunda por el signo de nuestro tiempo y está dirigido a quienes la comparten”. Francisco Francisco Ayala afirma: “El sentido de la obra —si es lícito enunciarlo en términos demasiado breves— consiste en la voluntad de hallarle al decurso turbulento de los últimos cien años una dirección positiva que procure orientación a nuestras desconcertadas almas”.
En 1949 la Colección de Breviarios de Fondo de Cultura Económica da a publicidad: “La Edad Media”; en 1952 aparece obra de historia de la historiografía, esta vez sobre la Antigüedad: “De Herodoto a Polibio”, Espasa Calpe. En 1953, en la Colección Esquemas de Columba: “La Cultura Occidental”, visión panorámica de la historia de Occidente, preñada de nuevas ideas. En “Cuadernos de Historia Mundial”, 1954, aparece otro trabajo sobre la burguesía: “Burguesía y espíritu burgués.”
Son numerosas las revistas extranjeras en que colabora, es miembro de “Speculum. Journal of Medieval Studies”, y de la Medieval Academia of América”. En “Cuadernos Americanos”, ha publicado: “Un libro americano sobre la historia universal de las artes plásticas”, 1946; “La vida rioplatense en los primeros tiempos de la Colonia”, 1946; Martínes en la Argentina”, 1947 y “Un tratado de Sociología de Francisco Ayala”, 1948. Conocidas son sus colaboraciones en la “Revista” que pueden mencionarse: ‘El Drama de la Democracia Argentina”, 1946; “El Historiador y su tiempo”, 1948 y “Dante Alighieri y el análisis de la crisis medieval, 1950.
Su labor editorialista ha sido múltiple y nutrida; ha dirigido las “Bibliotecas Históricas”, de Nova, Losada y Argos, debiéndose a su pluma muchos estudios preliminares, traducciones y prólogos.
LABOR DOCENTE
La actividad docente de José Luis Romero comienza a edad muy temprana. Ya en 1938, es profesor del Colegio Libre de Estudios Superiores, en donde ha dictado más de 35 cursos, en la mayoría de los cuales organizó trabajos de seminarios e investigación. Miembro del Consejo Directivo del mencionado Instituto, ha colaborado constante y tenazmente en su sostenimiento. Varios son los trabajos publicados en la Revista del Colegio. El último de sus estudios: “El período de las guerras mundiales”, apareció precisamente en el número de marzo de este año de “Cursos y Conferencias”…
En 1943 fue nombrado profesor de Historia de la Historiografía, en la Universidad Nacional de La Plata; en 1944 adscripto al Instituto de la Cultura Medieval y Moderna, creado un año antes, y dirigido hasta hoy por el eminente medievalista español Claudio Sánchez Albornoz, del que fué exonerado. Su labor como medievalista se refleja en las monografías que publicaron los “Cuadernos de Historia de España”: “Sobre la Biografía española del siglo XV y los ideales de vida”; traducción anotada y prologada de “La historia de los vándalos y suevos de San Isidoro de Sevilla”. No I y II, 1944, “Fernán Pérez de Guzman y su actitud histórica”, No II, 1945, y “San Isidoro de Sevilla. Su pensamiento histórico-político y sus relaciones con la historia visigoda.” No VIII, 1947…
Durante el período en que actuó como profesor de la Universidad de Buenos Aires, dictó cursos en distintas Universidades de la República Argentina, tales como las del Litoral y Tucumán.
En 1948 nuestra Universidad lo contrató como profesor de historia en la Facultad de Humanidades, en donde desarrolló una docencia ininterrumpida hasta 1953, año en el que las medidas dictatoriales le impidieron viajar. A comienzos de este año volvimos a tenerlo entre nosotros, pero muy pronto tuvo que sufrir nuevamente el castigo de sus convicciones democráticas.
Dictó los siguientes cursos en nuestra Facultad: “Introducción a los Estudios Históricos”, en el año 49; “Filosofía de la Historia,” durante los años 48 al 52, e “Historia Contemporánea”, entre los años 50 al 52. Sus lecciones impulsaron eficazmente la investigación histórica y supo volcar en todas ellas su capacidad de historiador y de maestro. La obra más importante que inició Romero en nuestra Facultad, fué la creación del “Seminario de Historia de la Cultura”, que no sólo desempeñó la función de centro de investigación, sino que comunicó a los estudiantes toda una nueva y fuerte corriente de ideas sobre la historia y muy en especial sobre la metodología histórica. Su creación fué decretada por el Consejo de la Facultad de marzo de 1952, mientras Romero estaba en Harvard, en uso de la Beca Guggenheim, que ganara ese año.
Dictó además varios ciclos de conferencias. Las ondas del SODRE irradiaron durante mucho tiempo su conocida audición: “Imagen de una época”. En el Salón del Museo Pedagógico, disertó continuadamente sobre “La crisis del Mundo Medieval y los orígenes de 1a Modernidad”. Asimismo el Paraninfo de la Universidad y los salones de adecuado marco a muchas de sus magistrales lecciones.
Publicó en Montevideo tres trabajos: “El Espíritu burgués y la crisis bajomedieval,” en No 6. de la Revista de’ la Facultad de Humanidades, 1950; “La Crisis Medieval”, en No 9 de Escritura y “La Imagen de la Edad Media”, en No 1 de la Revista Adaypa, 1951.
IMAGO MUNDI
Con la aparición, en 1953, de la revista Imago Mundi, que dirige Romero, se ha iniciado una etapa importante en su vida intelectual. Imago Mundi, no es una revista más de historia, es la fiel representante de una concepción de la historia que se ha dejado ver cada vez con líneas más definidas, a través de todas sus obras. El subtítulo es revelador: “Revista de Historia de la Cultura”. En ella cabe: “La historia política, la historia de ideas en general y la historia de las diversas formas del saber y de la Creación; filosofía, música, literatura, derecho, ciencia, educación, artes plásticas, etc. Pero la tendencia general será trascender cada uno de estos campos particulares para alcanzar a partir de ellos, ciertas instancias en las cuales la confluencia de los problemas permita obtener una imagen más rica de la realidad y una comprensión más profunda de los procesos” (1953, No 1).
Conocedor de la revolución copernicana que ha sufrido la historia, desde fines del siglo pasado, ha elaborado su concepción de la historia sobre las fuertes corrientes de ideas que iniciaron Windelband, Rickert, Dilthey, Croce, vale decir a la luz de los grandes filósofos de la cultura de nuestro tiempo.
Su “Historia de la cultura”, como el mismo lo manifiesta en “Reflexiones sobre la historia de la cultura”, no puede ser entendida como oposición a las otras formas historiográficas, sino como la forma historiográfica por excelencia Ya que sería ahistórico volver a plantear la vieja polémica entre historia política, e historia de la cultura, de la que Cassirer dijo: “Hoy casi nos parece, a primera vista, un extraño anacronismo aquella larga y violenta disputa reñida en las dos últimas décadas del siglo XIX entre los defensores de la historiografía política y los partidarios de una “historia general de la cultura”. La historia de la cultura y la historia de hechos no se oponen por una diversidad de objeto, pues éste no puede ser otro que la realidad, una e idéntica, “sino por la intención” con que lo analizan y por los métodos de que se valen. La historia de hechos termina su misión una vez determinado el objeto y sus antecedentes próximos y remotos. La historia de la cultura selecciona los hechos en cuanto encierran una significación para el complejo cultural del cual son efectos remotos”. He ahí por qué Romero nos dice que lo que llamamos historia de la cultura, es simplemente la historia. La historia viva, enteramente compleja e irreductible a elementos simples.