Algunas imágenes de la Revolución Francesa en la historiografía argentina contemporánea

FERNANDO DEVOTO

Si más allá de enfoques o de líneas interpretativas, todos los autores que hemos analizado coinciden en otorgar un rol central en el proceso histórico occidental a la Revolución Francesa, no ocurre lo mismo en el historiador que ahora analizaremos: José Luis Romero. Cualquiera que se tome el trabajo de volver a hojear el programa de esa cátedra ejemplar que fue Historia Social General, en los años sesenta, observará inmediatamente la escasa relevancia que se le asigna a la revolución francesa. Agrupada temáticamente junto a las otras revoluciones europeas, carece de bibliografía específica y sólo el trabajo clásico de E. Labrousse se refiere a ella. Pero esa obra ha sido probablemente incluida por su valor metodológico y aunque así no fuera no se ocupa de la revolución sino de las causas lejanas y cercanas de la revolución de 1789. La aparente omisión tiene una explicación bastante sencilla si buscamos en los trabajos de José Luis Romero las imágenes que formuló sobre la Revolución. En un lejano trabajo de 1940, el gran historiador argentino sostenía la indisoluble unión entra el pensamiento historiográfico del iluminismo y el de la Revolución Francesa, afirmación que le servía en realidad para disolver a la segunda en el primero. Y esto era así, no sólo por la escasa relevancia que en toda la obra de Romero tiene el momento político, sino porque ese momento era parte de otros momentos con los cuales compartía la característica de eslabones nuevos de la vida histórica europea. Así, podía afirmar que Despotismo Ilustrado y Revolución Francesa eran dos caras de la misma moneda y que esta última podía ser en definitiva definida como una conciencia histórica en marcha. Más explícito aún es el libro El ciclo de la revolución contemporánea. En él Romero no sólo indicaba que a su juicio la tercera edad de la cultura occidental se abría en 1848, momento en el cual se encuentran las curvas ascendentes de la conciencia burguesa y de la conciencia revolucionaria, sino que la Revolución Francesa es percibida como un acontecimiento de menor importancia en comparación con la revolución industrial. “Por desgracia -acota Romero- no tiene una fecha precisa que permita evocar sus aniversarios, un 14 de julio capaz de adherirse a la memoria con los recursos escolares. Y sin embargo la revolución industrial derribó muchas Bastillas…”. Del mismo modo se manifestaba en un trabajo posterior, La cultura occidental, al negar que en 1789 comenzara la Edad Contemporánea. Esa afirmación era un error porque no podía imaginarse la Revolución Francesa sino como un proceso característico del siglo XVIII y agregaba, como “una expresión del iluminismo”. Ciertamente en otras partes de sus obras, Romero ha reconocido que la Revolución Francesa proporcionó a la burguesía un estado tipo y que la misma fue el más espectacular triunfo de la modernidad. Sin embargo, la impresión resultante es que las imágenes de la Revolución Francesa esbozadas por Romero devaluaban drásticamente la significación de ese momento en la historia occidental. Y ello es enteramente consecuente con la concepción historiográfica del destacado medievalista. Al fin y al cabo lo que hacía Romero era colocar a 1789 en la perspectiva de larga duración del desarrollo de la conciencia burguesa. En ese proceso plurisecular que comenzaba en la lejana edad media. ¿Qué podía ser más que un momento, significativo tal vez, pero fugaz, el episodio revolucionario? En la original concepción de Romero, debían tener necesariamente más importancia, el movimiento cultural e ideológico de racionalización y laicización que culminaba en el iluminismo y la conquista del mundo material que significaba la revolución industrial. Eran precisamente estos dos procesos los que rastreaba en su cátedra de Historia Social. Pero todo ello nos revela además, no sólo cuanto debía la concepción historiográfica de Romero a los grandes clásicos del siglo XIX, y yo agregaría a la gran tradición historiográfica iluminista, sino cuán distante estaba su interpretación del pasado de buena parte de la tradición marxiana, la que no sólo utilizaba otra conceptualización de la burguesía sino que creía ver en la Revolución Francesa un momento extraordinariamente relevante de afirmación de la misma.