José Luis Romero editorialista: un recuerdo personal *

LUIS ALBERTO ROMERO

J. Nehru, K, Nkruma, G.A. Nasser, Sukarno, Tito, en las Naciones Unidas, 1970

Este volumen -una recopilación de artículos periodísticos de José Luis Romero- es la novena compilación de sus obras que edito. La primera fue La experiencia argentina, publicada en 1980. Luego, sucesivamente reuní los artículos sobre historia latinoamericana, medieval, contemporánea, la vida histórica y algún otro que se me pasa. Este noveno es más modesto. Reúne los editoriales sobre política internacional publicados en La Nación entre marzo de 1954 y setiembre de 1955. Sin firma, o mejor dicho, simbólicamente firmados por Bartolomé Mitre desde su Tribuna de Doctrina.

Romero había publicado regularmente ensayos históricos en el diario, así como una extensa monografía titulada “Mitre historiador”, en 1943. Se sentía “hombre de La Nación” y tenía buenos amigos en el diario, como Leónidas de Vedia o Adolfo Mitre, algo que constato al ordenar su correspondencia. Uno de ellos, Juan Valmaggia, profesor de historia, colega en el Colegio Libre de Estudios Superiores y por entonces subdirector de La Nación le ofreció, a principios de 1954, escribir los editoriales de política internacional.

Fue un favor a un amigo, que estaba en una situación económica entre difícil y penosa. Cesante desde 1946 en sus cargos docentes, como tantos, sobrevivió dos o tres años con trabajos editoriales y honorarios de algunas conferencias. En 1948 todo cambió, cuando fue contratado por la Universidad de la República, en Montevideo, a dónde viajaba por tres días, semana por medio.

Comenzó entonces un período familiar glorioso pues el sueldo, normal en Uruguay, resultaba muy alto en la Argentina, por la diferencia cambiaria. En Montevideo armó un buen grupo de jóvenes estudiantes, que luego fueron profesores como Blanca y Juan Antonio Oddone. Socializó con la colmena de argentinos exiliados. Siendo profesor en Montevideo, obtuvo la primera beca Guggenheim, y pasó seis meses en Harvard, leyendo por fin las fuentes medievales tan buscadas.

El SODRE le encargó los libretos de un radioteatro histórico, que interpretaban los jóvenes actores de la Comedia Nacional que estaban formando Oreste Caviglia y Margarita Xirgu. Hizo casi un centenar de libretos -también están publicados- acumulaba otro ingreso y se divertía mucho. En fin, un mundo feliz.

Winston Churchill

Todo eso se interrumpió abruptamente a comienzos de 1953. El gobierno argentino de entonces estableció que para viajar a Uruguay se necesitaba pasaporte. Los trámites necesarios para obtenerlo requerían, en algún punto, una acción pública de reconocimiento del gobierno. Creo que una foto con el ministro de Interior Ángel Borlenghi. Ningún opositor quiso prestarse a eso, salvo los que, como decía mi madre, aceptaron “peronizar”.

Durante un año la Universidad le pagó el sueldo, para que escribiera un libro, que publicó en 1956 con el título “Introducción al mundo actual” y se refería a los temas que trataba de su curso de historia contemporánea. Es decir que por entonces, además de la historia medieval, estaba bastante familiarizado con los temas del pasado reciente.

Cuando esta subvención de Montevideo cesó, comenzó para la familia -matrimonio con tres hijos- la “crisis de 1954”. Allí apareció providencialmente Juan Valmaggia con su ofrecimiento: escribir semanalmente una columna de política internacional para la página editorial de La Nación. Los honorarios solventaban lo básico del presupuesto familiar. Otros tiempos.

No era algo sencillo. En primer lugar, había que reunir la información, en ese mundo anterior a Internet. En este emprendimiento colaboró cada uno de los miembros de la familia, en la medida de sus posibilidades. Yo tenía 10 años. Buscaba en unos voluminosos almanaques norteamericanos los nombres precisos de los gobernantes de todos los países. Me han quedado grabados los soviéticos posteriores a Stalin: Malenkov, Molotov, Voroshilov, Bulganin y Beria, el malo.

El último editorial se publicó un par de días antes del 16 de setiembre de 1955. De ahí en más su vida cambió completamente.

Giorgy Malenkov

¿Qué interés pueden tener estos artículos, tan significativos desde el punto de vista familiar?  En el rol de albacea que he asumido, los reuní como parte del plan general de edición de sus obras, los organicé dentro del sitio web José Luis Romero y solo entonces pensé que podría tener algún interés publicarlos, quizá solo en versión on line.

Fracasé varias veces con distintos editores. Hace tres o cuatro años se interesó Fernando Fagnani, director de la editorial Edhasa. Preparamos la edición y cuando estaba todo listo se interrumpió el proceso por enfermedad de Fernando. Posteriormente, la idea fue retomada por Andrés Telesca, y esta vez llegamos a un final feliz.

Fagnani me dejó algo muy valioso: el título, que le daba al libro una perspectiva distinta y muy interesante, en la que no había pensado; La Guerra Fría vista desde Buenos Aires. Convierte a este libro en un testimonio, no solo de esos años decisivos en la historia de la guerra fría sino del punto de vista de un observador que no está en el centro de una posible guerra nuclear, sino en un borde menos riesgoso, donde las cosas pueden ser vista con cierto distanciamiento.

Como han señalado varios colegas extranjeros, esta es, precisamente, la singularidad de José Luis Romero como historiador: un medievalista acostumbrado a pensar en términos de Europa y del mundo occidental, cuando sus colegas europeos todavía pensaban en España, en Francia o en Inglaterra. Una ventaja, podría decirse, entre tantos inconvenientes que significaban, antes de la globalización, estar en el borde del mundo.

Por otro lado, el objeto mismo de estos editoriales -la política mundial- se expandió aceleradamente cuando el Tercer Mundo comenzó a entra en escena y a interesar tanto como el conflicto especifico entre las dos super potencias y sus aliados. La Conferencia de Bandung en 1955, su preparación y sus consecuencias, es uno de los temas importantes de esta serie de editoriales.

Encontré en un curso de historia contemporánea que José Luis Romero dictó poco después, en 1960, un párrafo en el que dice, más o menos: ‘hoy no se puede entender nada de lo que pasa si no se sabe donde está Yakarta, Kinsasha…’, siguiendo -con el entusiasmo del converso reciente- con una abrumadora lista de capitales de los nacientes estados africanos y sudasiáticos. Su entusiasmo -me parece- se debía a que estaba hablando del mundo occidental, que fue su gran tema como historiador, De su nueva expansión -ubicaba las anteriores en los siglos XI, XVI y XIX- y su nueva periferia. 

Jawahar Lal Nehru