Hay que indagar por qué se lee poco a nuestros escritores (1941)
La actualidad que ha cobrado en estos últimos tiempos el problema del libro argentino proviene, a mi juicio, de la relación establecida entre dos procesos de curso muy diverso: el desarrollo de la labor intelectual de los argentinos y el desarrollo de la industria editorial en Buenos Aires; las conexiones que los unen no son sino el resultado de un espejismo.
Es sabido que el desarrollo editorial de estos últimos años ha producido como consecuencia de la crisis europea en general y, muy especialmente, de la guerra de España; si por estas razones ciertos editores han resuelto establecer en Buenos Aires la sede de su producción, no creo que pueda inferirse de ese hecho ningún indicio sobre la significación cultural de la Argentina ni sobre la trascendencia de nuestra obra; ese hecho prueba, solamente, la importancia comercial de Buenos Aires.
Frente a este hecho inesperado y feliz para difundir de alguna manera el nombre argentino, los escritores nos preguntamos si ahora será posible obtener editor de manera más amplia y eficaz que antes; la experiencia parece responder negativamente y el problema de la edición del libro de autor argentino parece como si se hubiera agravado; pero conviene que el hecho sea analizado de manera objetiva.
A nadie puede extrañar que una empresa industrial procure explotar aquellos filones cuyo rendimiento ofrece mayores garantías. Dentro de una economía liberal, es justo, y es además imprescindible para no terminar en un fracaso, vender aquello que el público pide; no hacen otra cosa las editoriales de Buenos Aires y se puede afirmar categóricamente que si no lanzan al mercado más libros de autores argentinos es, sencillamente, porque no es para ellas un negocio productivo; esto es, porque el público lee poco el libro de autor argentino.
No veo mayor ingenuidad que pedirle a una empresa industrial que proceda generosamente en contra de sus intereses; si lo hiciera, Buenos Aires tendría editoriales por poco tiempo y acaso hubiera que lamentar luego que empresas de tal trascendencia para el futuro de los escritores de todo el mundo y de todas las épocas hubieran estado mal financiadas y administradas. Porque no me cuesta trabajo creer que en el futuro, el desarrollo editorial argentino ha de tener capital importancia en el proceso cultural de América y de la Argentina muy especialmente. La edición del autor novel o del libro destinado a públicos esotéricos no puede hacerse comercialmente sino sobre la base de un fondo editorial vastísimo que las editoriales de reciente data no han logrado todavía: por eso creo que vale la pena esperar.
Pero el punto de vista del escritor de hoy merece ser considerado; en todos los órdenes, cuando se reconoce la necesidad de mantener una empresa o una institución que no se financia por sí sola, no hay más remedio que proveer los fondos necesarios; en esa situación está el libro argentino cuya producción hay que estimular hasta que el público comprenda su importancia y su significación; cosa semejante hace el Estado con ciertas líneas ferroviarias o con ciertas instituciones y las universidades e instituciones de cultura con las ediciones de obras muy especializadas. Está bien claro que, dentro de una economía liberal, es imposible pedir a las empresas editoriales que publiquen obras que no constituyen un negocio productivo y que exis-ten en cambio, otras vías para lograr su difusión.
Quedan, pues, dos cuestiones en pie. Una, la posibilidad de que el libro de autor argentino no consagrado o de público restringido se edite por intermedio de entidades solo parcialmente comercializadas, subvencionadas de alguna manera. Otra, muchísimo más importante para el destino del escritor, la necesidad de indagar seriamente por qué los argentinos leen poco a sus escritores.
¿Hemos reflexionado convenientemente para quién escribimos y qué necesidades satisfacen los que hoy escribimos en la Argentina? Yo me permitiría sugerirle a Argentina Libre que invitara a los escritores a dar su opinión sobre esta cuestión de fondo.