La conferencia que hoy se inicia en Manila cristaliza el proyecto de los Estados Unidos en relación con la política sudasiática, enunciado por el presidente Eisenhower el 7 de abril último. En aquella ocasión, en vísperas de la reunión de la conferencia de Ginebra y ante el avance de tropas comunistas en Vietnam, el primer mandatario norteamericano propuso una “acción conjunta” en el sudeste de Asia para contener la difusión del comunismo, por parte de las potencias interesadas en esa región y de los países que se consideraban amenazados.
El proyecto del gobierno de Washington fue acogido con algunas reticencias, no solo por la opinión pública europea, sino también por las cancillerías de Londres y París. Señálaronse entonces los peligros de una resolución precipitada y se expresó el temor de que cualquier decisión que se tomara en el sentido indicado por el gobierno norteamericano podía hacer fracasar la anunciada conferencia de Ginebra, cuyos objetivos eran el establecimiento de la paz en Corea e Indochina. Pero como lo que tenía el gobierno de Washington era, precisamente, un exceso de tolerancia con los comunistas por parte de Francia y Gran Bretaña, procuró forzar una decisión de sus aliados. Para lograrlo viajó a Londres y a París el Sr. Dulles, con el objetivo de sostener sendas conferencias con Sir Winston Churchill y el Sr. Bidault, entonces ministro de Relaciones Exteriores de Francia. Las entrevistas convencieron al secretario de Estado norteamericano de las fuertes reservas que suscitaba en Europa su plan; sus interlocutores lo interpretaron como un ultimátum a China y señalaron que, de formularse, quedarían cerradas todas las posibilidades de llegar a un acuerdo en la conferencia de Ginebra, perspectiva que, para Francia sobre todo, resultaba inadmisible.
Se convino así en postergar la consideración del proyecto norteamericano hasta después de realizada dicha conferencia; pero el Sr. Dulles retomó su iniciativa el 11 de mayo, pocos días después de la caída de la fortaleza de Dien Bien Phu y en circunstancias en que parecía fracasar la reunión de Ginebra, afirmando que todavía se estaba a tiempo para impedir el triunfo comunista en Asia. El gobierno francés acogió esta vez la idea con más calor y, urgido por la difícil situación militar de Indochina, aceptó la ayuda inmediata de Washington; pero Sir Winston Churchill declaró categóricamente que hasta que no finalizara la conferencia de Ginebra no manifestaría su opinión acerca del proyectado pacto de defensa del sudeste de Asia, a lo que respondió Washington afirmando su decisión de llevar a cabo su plan aun sin la colaboración de Gran Bretaña. Así las cosas, inicióse en Washington una reunión de técnicos militares para estudiar el problema de la defensa militar asiática; pero la crisis de la conferencia de Ginebra provocó la caída del gobierno francés del Sr. Laniel, que renunció el 12 de junio, modificándose sustancialmente la situación.
Consiguió su sucesor, el Sr. Mendès-France, llegar a la paz en Indochina, con el apoyo de Gran Bretaña y la marcada resistencia de los Estados Unidos a la solución del reparto territorial. Concluida la conferencia de Ginebra, en cuya última fase intervino de manera decidida el canciller de la China comunista, Sr. Chou En-lai, el secretario de Estado norteamericano intensificó los esfuerzos para lograr la reunión de la conferencia que debía tratar el problema de la defensa del sudeste de Asia, de acuerdo con la promesa anglo-francesa de abordar el asunto una vez concluida la reunión ginebrina. Fruto de tal esfuerzo es su celebración, que hoy comienza en Manila con la participación de los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Pakistán, Siam, Filipinas, Nueva Zelandia y Australia.
El anteproyecto preparado por el gobierno de Washington prevé un tratado menos vigoroso que el que dio origen a la NATO. Establece que cualquier agresión comunista a uno de los países signatarios será considerada por los demás como peligrosa y dará lugar a su intervención “de acuerdo con sus propios procesos constitucionales”, esto es, no de manera automática como se prevé en el tratado del Atlántico. Esta cláusula da al pacto en gestión una elasticidad que corresponde a circunstancias políticas singulares.
En efecto, puede considerarse lo que se designa ya con el nombre de SEATO (Organización del Tratado del Sudeste de Asia) como una ampliación del ANZUS, organización que agrupa a Australia, Nueva Zelandia, y los Estados Unidos; los dos primeros países no han tenido un momento de vacilación en la política de alianza frente al peligro comunista y consistieron en unirse a los Estados Unidos sin intervención de Gran Bretaña para acelerar la constitución de un frente anticomunista en el Pacífico. Las circunstancias posteriores han obligado al gobierno de Londres a participar en la consideración del nuevo pacto proyectado, pero sus reticencias impidieron que se previera un funcionamiento automático de la ayuda mutua. Esas reticencias, que sin duda restarán eficacia al nuevo instrumento diplomático, se explican por ciertas razones que, indudablemente, serán tenidas en cuenta durante las discusiones que comenzarán hoy.
En primer lugar, el gobierno de Londres no puede dejar de considerar la actitud neutral de la India y de otros países del grupo de Colombo, uno solo de los cuales -Pakistán- ha consentido en acudir a Manila. En los últimos días, el Sr. Nehru ha hecho notar al gobierno británico que su país no desea ser incluido en la zona de defensa de la SEATO y que rechaza el pacto proyectado por considerarlo peligroso para la paz de Asia, reiterando además su propósito de visitar la China comunista a breve plazo. Pero, en segundo lugar, deberá tener presente el gobierno de Londres las consecuencias que pueda acarrear en el futuro la visita que acaba de realizar a aquel país la delegación laborista encabezada por los señores Attlee y Bevan, jefes de las dos fracciones en que se divide la agrupación. En recientes declaraciones, el ex primer ministro británico ha puesto de manifiesto, con respecto a la política china, una actitud que autoriza la suposición de que el laborismo se opondrá a cualquier compromiso que obligue a Gran Bretaña a acompañar a los Estados Unidos en su resuelta acción contra el régimen de Pekín.
Los peritos de los países asistentes a la conferencia han aceptado ya el proyecto norteamericano como base para las deliberaciones; pero es previsible que su desarrollo pondrá de manifiesto las múltiples dificultades que se oponen todavía a la coordinación de una “acción conjunta” en el sudeste de Asia dados los diversos intereses de los distintos países y los diferentes puntos de vista que sustentan acerca de los métodos más seguros para consolidar la paz.