‘Le Travail dans la Préhistoire’ de Georges Renard. 1928

En una ciencia de investigación desorganizada, cuyo campo es no sólo casi inexplorado, sino en buena parte desconocido, y en el que los resultados definitivos son aún poco numerosos, es necesario acudir con frecuencia a fuentes auxiliares en procura de informes para robustecer hipótesis respecto a las cuales es tarea difícil, si no irrealizable, encontrar pruebas suficientes. Por eso en la Prehistoria se ha recurrido, casi siempre con éxito, a las leyendas, patrimonio de una raza o de una civilización, y aún a las literaturas que les han dado forma. Y al lado de esos métodos aparecen los cálculos de probabilidades basados en la persistencia de los hábitos y de las costumbres.

Georges Renard ha publicado, en una colección que él mismo dirige, el volumen correspondiente al trabajo en la Prehistoria, donde fundamenta casi todas sus conclusiones en datos obtenidos de acuerdo con el precepto metódico últimamente citado. Renard consigue hacer un libro objetivo, de exposición, en el que ha dejado de lado las clasificaciones y las cronologías, para dedicarse de lleno a todos los problemas que afectan la vida primitiva.

Pero es, en particular, digna de notarse la amplitud del cuadro en que los presenta: los orígenes más probables, las evoluciones más verosímiles y, sobre todo, la justificación de cada costumbre, de cada uso por la supervivencia de hechos que indican, desde su punto de vista, una íntima relación entre nuestra civilización y aquella, bárbara y primitiva, de nuestros lejanos antepasados.

Todo esto, naturalmente, sin permitir que se pierda el aspecto de problema que presentan tales asuntos, pero tratando de demostrar que por vía especulativa pueden explicarse aquellas modalidades que estando en el fondo de todas las culturas, son patrimonio de la humanidad. Renard nos dice todo esto en una prosa sobria y expresiva, mostrando el amplio escenario en que se vivía, la magnitud de cada descubrimiento y la transformación profunda que introducía en el curso de esa vida primitiva.

En uno de los más hermosos capítulos describe la aparición del fuego, la inmensa distancia a que por él se coloca el hombre de los animales, con los que hasta entonces tuviera que luchar en condiciones poco favorables; el momento feliz en que la aparición del lenguaje une a los hombres en una hermandad indestructible ya para siempre, demostrando que había en ellos una capacidad de acción, conjunta y coordinada desconocida para todos los demás seres, y el ritmo de su vida, entrecortado y sacudido por la aparición de cada nuevo material que lentamente substituye al que antes tuviera la supremacía: la piedra, el bronce, el hierro por fin, trayendo con ellos la culminación de un arte y Una industria admirables por más de un concepto.

Toda esta lucha cruel por la tierra, por la mujer, por las fuentes de los materiales indispensables, todo ese cuadro lleno de emoción porque es una lucha sórdida y feroz, donde se templan los varones fuertes en los que el porvenir verá héroes legendarios, lo ha trazado Renard con entusiasmo a veces, siempre con exactitud, con recursos de artista y con amplia información de la materia prehistórica.

Por todas estas razones y por tratarse de un ensayo articulado y homogéneo, nos parece el de Renard un libro destinado a perdurar.