Homenaje a José Luis Romero: … Y esta vez la historia convocó

LUCÍA GÁLVEZ DE TISCORNIA

Los diarios, que apenes habían mencionado las Jornadas en homenaje a José Luis Romero, a realizarse en el Teatro Municipal San Martín del 4 al 8 de abril, tuvieron que reconocer luego la inusitada cantidad de público que acudió a ellas. ¿A qué se debió este fenómeno? ¿a la personalidad del homenajeado?, ¿a la participación de conocidos autores extranjeros y argentinos en los paneles o simplemente al hecho, todavía sentido como nuevo a pesar de los cuatro años de democracia, de poder expresarse con libertad en un ámbito cultural? De todo esto hubo y algo más. Lo cierto es que parece apuntar entre nuestros compatriotas un mayor interés que hace una o dos décadas por la Historia y las Ciencias Sociales en general, y que, las Jornadas fueron un éxito. Predominó una sensación de apertura y comodidad: no había que anotarse, cada uno pudo asistir al panel que quiso, sin limitaciones de espacio: cuando se acababan las butacas se recurría al suelo. Se podía elegir entre tres Seminarios y cuatro Paneles.

Expositores y paneles

En el Seminario sobre “José Luis Romero y su época”, coordinado por el profesor José Chiaramonte, participaron José Aricó, Natalio Botana, Ricardo Campa (del Instituto Italiano de Cultura), Miguel Murmis, Adolfo Prieto y Oscar Terán. Como comentaristas actuaron Torcuato Di Tella, Tulio Halperin Donghi y Juan Oddone. El Seminario sobre “Historia de la Planificación urbana”, con coordinación del arquitecto Jorge Hardoy, agrupó a profesores uruguayos, chilenos, brasileños, españoles, italianos, norteamericanos, ingleses y argentinos. El tercer Seminario fue “José Luis Romero y la Universidad”, con la participación de Florencio Escardó, Hilario Fernández Long, Rolando García, Gregorio Klimovsky, Juan Oddone, Julio Olivera, Blanca Paris de Oddone, Leopoldo Portnoy y Manuel Sadosky, coordinados por el profesor Norberto Rodríguez Bustamante, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Los paneles también trataron temas diversos vinculados a los trabajos de José Luis Romero: el de “Historia Medieval”, coordinado por los profesores Nilda Guglielmi y Carlos Astarita, contó con la presencia de profesores invitados de Francia (Guy Bois y Alain Guerreau), España (José García Cortázar y Juan Valdeón Baruque), Italia (Franco Cardini) y de la Argentina Reyna Pastor. El panel sobre “Historia Económica” agrupó también especialistas extranjeros como Maurice Aymard, John H. Coatsworth, Enrique Florescano, Herbert S. Klein, Ruggiero Romano y Richard Stuch, y a los argentinos Aníbal Arcondo, de la Universidad Nacional de Córdoba y Roberto Cortés Conde, del Instituto Di Tella, coordinados por el doctor Enrique Tandeter de la Universidad de Buenos Aires. También participaron historiadores de México, España, Italia e Inglaterra en el Panel sobre “Sociedad y Política en América Latina en el siglo XIX”, coordinado por los profesores Alberto Pla y Juan Carlos Grosso. Fueron ellos David Brading (Cambridge), Marcello Carmagnani (Torino), Simón D. W. Collier (Essex), Malcolm Deas (Oxford), Hira de Gortari, Sergio de la Peña, Leonor Ludlow y Leopoldo Zea (Univ. Nac. De México), Miguel Izard (Barcelona), John Lynch (Londres) y los argentinos, Gregorio Weinberg (Conicet), José Panettieri (U.N. de la Plata) y Ricardo Rodríguez Molas (UBA). Finalmente, el panel sobre “Historia de la Cultura” estuvo a cargo de la doctora Hilda Sábato y participaron como expositores los profesores Jacques Guilhaumon (Ecole Nationale de Saint-Claude); Tulio Halperin Donghi  (Univ. De Berkeley), Richard Morse (Wilson Center, Washington) y Arturo Roig (Centro de Investigaciones Científicas, Mendoza).

Si bien es cierto que la participación activa del público fue escasa por varios motivos (falta de micrófono, concurrencia masiva de trescientas a seiscientas personas, natural inhibición ante presencias de alto nivel intelectual, etc.), esto no impidió a quien lo quiso acercarse a los expositores y coordinadores que en todo momento estuvieron dispuestos al diálogo en los halls de entrada, en las salas desocupadas y hasta en algún café. En alegre confusión se mezclaban estudiantes, profesores y conferencistas: mientras una joven reporteaba a Ruggiero Romano, John Lynch, democráticamente sentado en las escaleras, repasaba su “paper”; un grupo de cordobeses que había asistido al panel de Historia Medieval, comentaba las dotes histriónicas de que hiciera gala el joven medievalista francés Alain Guerreau, en forma muy poco académica, durante la exposición de su colega y compatriota Guy Bois, que pensaba en forma opuesta a la suya; otros ponderaban o criticaban la amenidad o la monotonía de algunos conferencistas y otros iban o volvían de tomar café. Los diversos idiomas y acentos oídos al pasar daban esa sensación de internacionalidad tan común para los europeos como excepcional en estas latitudes. Continuamente se producían encuentros entre antiguos condiscípulos, profesores o alumnos. La nota tierna e insólita en este tipo de encuentros la dio Malén, que con sus dos meses de edad asistió a la jornada en brazos de su madre, venida de Mar del Plata.

En esta atmósfera transcurrió el Homenaje, pero para tener un panorama variado de opiniones dejemos hablar a dos de los organizadores, a alguno de los invitados, a alguien del público y al propio hijo de Romero, el profesor Luis Alberto Romero.

Con Ruggiero Romano

-Profesor Romano, ¿podría concederme dos palabras para “Todo es Historia” antes de que empiece el próximo panel?

-Si me entiende a pesar del resfrío…

– Usted que ha sido amigo de José Luis Romero ¿qué cree que opinaría de este homenaje?

– Creo que le hubiera gustado por el hecho de que marca la continuidad de algo que había sido quebrado. Esto no surge de la nada. Es como un puente tendido entre uno y otro momento cultural separados por la honda brecha que todo conocemos. La respuesta ha sido buena: Ha venido mucha gente.

Es cierto, pero ¿no le parece que podría haber habido una mayor participación del público?, ¿o fue el respetuoso temor hacia los “personajes” lo que impidió preguntas y comentarios?

-No sé, en mis tiempos no éramos tan tímidos para preguntar. Lo que no entiendo es que nadie se anime, cuando una exposición ha sido poco clara, a decir “No entiendo”, o pedir una explicación…  

A veces es como en el cuento de Andersen: nadie se anima a decir que el rey está desnudo, es decir, que no entiende, hasta que otro lo diga. O quizás por ese respetuoso temor que inspiran los ya consagrados a los que recién empiezan. Y para terminar, porque ya está por empezar el panel ¿qué cree usted que podría hacerse para conseguir que algunos expositores abandonen el tono monótono o de “clase magistral” para adoptar el tono coloquial, fluido y ameno que caracteriza a otros?

Eso es algo muy personal, muy difícil de ser cambiado… ya están acostumbrados… Pero vamos a perder los asientos.

En efecto, la sala donde se realizaría el seminario sobre “Historia de la cultura” estaba repleta, como sucedió también con los otros durante toda la semana.

Con los organizadores

-Doctor Enrique Tandeter, usted que ha sido uno de los organizadores de este Encuentro ¿está contento de la forma en que se está desarrollando? Se ve mucha gente joven y del interior.

-Justamente, una de las preocupaciones de la organización fue estimular el interior, mandar las invitaciones lo más temprano posible para que la gente pudiera arreglar sus asuntos y venir, y en Buenos Aires logramos que el Departamento de Historia [de la Universidad de Buenos Aires] suspendiera las clases con el mismo fin. Y ha habido una buena respuesta, desde Salta ha venido un ómnibus con 45 personas. En cuanto al desarrollo, lo que he visto en el panel que he coordinado y en otros a que he podido asistir, siempre ha habido discusiones entre los panelistas, lo cual es muy provechoso. Es bastante excepcional en la Argentina asistir a un debate profundo que no sea en forma caníbal, tratando de excluir al oponente y hasta queriendo imponérsele físicamente…

-Se lo puede derrotar si es necesario, pero con la elegancia de un Halperin…

Así es. Se han sembrado dudas, lo cual es muy positivo y se ha podido ubicar a algunos argentinos o residentes en la Argentina en un debate mundial. Hemos sido muy exigentes en cuanto a los invitados y esa exigencia se debe a que no hay ningún motivo para hacer las cosas en la Argentina peor que en cualquier otro lugar. Argentina debe estar al tanto de lo que se hace en el mundo. Para eso hay que estar informado y la información se logra a través de los contactos. Nuestro país tuvo momentos de gran intercambio académico internacional. Hemos querido, con este acto, retomar esa línea. Por otra parte, también hemos querido que estas Jornadas fueran una lección de cultura democrática: en todo momento se pudo abordar a los participantes. La mayoría de los oradores se comprometieron con esa intención. Nos interesaba que la gente aprovechara las presencias.

En cuanto a los temas tratados ¿fueron elegidos, sugeridos o libres?

-No todos los invitados habían estado vinculados a Romero ni se especializaban en temas latinoamericanos, por lo tanto se pensó que lo mejor para atraerlos era dejarle absoluta libertad respecto al tema elegido. Dio excelente resultado. Nadie habló de algo que no fuera interesante.

Muchas veces resultaron más interesantes los debates posteriores que las conferencias… más espontáneos…

-Como sucede siempre, hubo muchas sorpresas en las exposiciones. Hubo trabajos mejores que otros, algunos quizás no entendieron bien lo que se les pedía… Pero lo importante es que casi todos los miembros de los paneles opinaron sobre lo que habían hablado los otros miembros, lo que es una muestra de la originalidad de este encuentro, distinto de mesas redondas o congresos usados en nuestro medio que se convierte en “cursos paralelos” que no se cruzan nunca.

-Además, el debate siempre es esclarecedor. Es de desear que pueda reproducirse este tipo de encuentros.

-Eso es difícil porque su costo es muy grande pero esperemos que de aquí surjan conclusiones que confronten lo que se hace en la Argentina con lo que se hace en el resto del mundo. Es necesario brindar a los otros países más información sobre el nuestro para activar el interés por los intercambios, viajes y becas y facilitar las comunicaciones en general.

-Es un poco un desafío hacer algo tan concreto en el campo de la cultura en el momento económico que vivimos ¿no te parece?

– Este es un acontecimiento muy costoso en términos personales y monetarios pero interesa destacar la gran ayuda que se brindó, después de haberlo declarado de interés nacional y municipal, los costos fueron compartidos por varias instituciones. El Teatro San Martín ofreció, no solo los salones, sino también la traducción simultánea, que permitió a todo el mundo participar en los debates. Aerolíneas Argentinas proporcionó una importante cantidad de pasajes para los expositores y los que faltaban fueron cubiertos por las embajadas de Francia, Italia y Estados Unidos. El CONICET aportó cincuenta mil australes y la Universidad, su presupuesto máximo, que fue un equivalente de quince mil dólares. Se decidió que este evento valía la pena. Hay una gran diferencia entre esto y los Congresos comunes donde uno ya sabe lo que va a oír…

-Doctora Hilda Sábato. Usted participó de la Comisión Organizadora de estas jornadas. ¿Cómo fue que se gestó esta original forma de homenaje?

– Fue una apuesta que nos hicimos: que las Jornadas no tuvieran un ámbito cerrado, con un público limitado sino que fueran un verdadero evento cultural. Un homenaje a José Luis Romero tenía que ser un homenaje al historiador y, por lo tanto, desde el punto de vista académico y científico, de primer nivel, pero también tenía que ser un homenaje al hombre público, al intelectual comprometido, al constructor de instituciones… Por eso nos pareció que había que darle al evento una dimensión que fuera más allá de los límites de nuestra Facultad, que convocara a un público más amplio.

El proyecto tuvo distintas etapas. La Universidad de Buenos Aires y, en particular, la Facultad de Filosofía y Letras, tomaron la decisión de hacer un homenaje a José Luis Romero y encargaron a los profesores de Historia Argentina y Americana que se ocuparan de él. A partir de esto, dejamos volar nuestra imaginación para proponer lo que creíamos que debía ser. La idea era reunir a los mejores especialistas del mundo en las distintas áreas en que Romero, en su momento, había trabajado haciendo una contribución pionera en el país, pero a la vez, poner en contacto a estos especialistas del mundo en las distintas áreas en que Romero, en su momento, había trabajado haciendo una contribución pionera en el país, pero a la vez, pone en contacto a estos especialistas con un público más amplio interesado en esos problemas y que esto generara un intercambio intelectual entre quienes quieren conocer algo más de ellos. Un ingrediente más fue añadir el análisis de la obra y la época de Romero.

Apuntaron alto…

-Podría haber sido de primer nivel pero en un ámbito cerrado: cinco seminarios dirigidos por especialistas en las distintas áreas. Pero quisimos ir en contra de las tendencias limitativas y de esa cierta reticencia a ir más allá de la propia actividad personal. Hay reticencia a la participación activa y al compromiso y en ese sentido se impone la figura del constructor de instituciones que fue Romero, quien abrió caminos a los estudiantes y a la gente joven. Todo esto fue tenido en cuenta al planear este homenaje y llevamos la propuesta al señor Decano y a las demás autoridades. Ellos estuvieron de acuerdo y nos dejaron plena libertad. Después de designar a los especialistas de cada área les pedimos que organizaran sus respectivos paneles.

-¿Tenían ya hechos los contactos con los profesionales extranjeros?

-Unos si y otros no. A gran parte de los que invité yo para mi área, no los conocía. Algunos no pudieron venir por inconvenientes de tiempo etc. pero, en general hubo una favorable acogida entre gente que no había estado nunca en el país. Quiero destacar, al hablar de la organización, el efectivo apoyo de Sergio Lischinsky, secretario de la Comisión organizadora.

-¿Y que opinan los colegas extranjeros de todo esto?

-Están contentos porque ha sido para ellos una experiencia peculiar. Como todos los profesores, estaban acostumbrados a actuar en Congresos, pero siempre en reuniones de signo más estrictamente académica, algunas reuniones públicas, con tanta más concurrencia, les ha gustado. También les ha llamado la atención el interés mostrado y la importancia que se ha dado y la difusión de las conferencias con las grabaciones, videos, etc. Además realmente se los ha explotado: han sido invitados a hablar en radio, a dar conferencias; se los ha reporteado, han estado conectados con distintos medios locales, etc.

-Los debates producidos entre los panelistas fueron, a veces, más interesantes que las propias exposiciones…

-Si. Y ha sido muy bueno también para los alumnos ver y oír a tantos autores que habían leído. Verlos actuar como seres normales, poniéndose nerviosos porque tienen que hablar, discutiendo entre ellos, ver cómo razonan, cómo reaccionan…

-Sentirlos más cerca, no tan inalcanzables ¿no?

Exactamente. Me comentaba además un periodista que le había llamado la atención la amplitud del espectro ideológico de los invitados. Creo que esto y las diferencias entre tradiciones historiográficas, de métodos o de perspectiva, fue lo que contribuyó a las discusiones haciendo más atractivo el debate.

Con representantes del interior

-Perdonen que los interrumpa… pero les siento tonada del norte y quisiera, para “Todo es Historia” que me digan su opinión sobre estas jornadas.

Somos de Catamarca. Mi nombre es Luis Varela Dalla Lasca y somos asiduos lectores de esa revista.

-¿Es profesor de historia?-

Sí, y también Director del Instituto de Estudios Europeos de Catamarca que cuenta con muchos estudiantes.

-¿Y que le han parecido estas jornadas?

-Creo que representan un esfuerzo muy meritorio de la Universidad de Buenos Aires por lograr la comunicación e intercambio de los estudiosos de la Historia, ya sean de Buenos Aires, de las demás provincias o del extranjero. Es una oportunidad que no se da muy seguido…

-¿Han venido muchos provincianos?

-He visto grupos de cordobeses, tucumanos, salteños y santafesinos pero me han dicho que hay representantes de casi todas las universidades del país.

-¿A qué cree que se debe esta respuesta tan positiva?

-La gente de provincias, como la de Buenos Aires, quiere estar al tanto de las últimas corrientes historiográficas y metodológicas. Imagínese lo difícil que le resulta a un estudiante de nuestro Instituto de Estudios Europeos poder hacer un viaje a Europa. Y en este tipo de encuentros, por lo menos se está en contacto con los investigadores de allá.

-Tiene toda la razón, pero le diré que también a quienes nos dedicamos a la Historia Argentina, sobre todo de los primeros siglos, nos es muy necesario viajar a las provincias, sobre todo a las del noreste, tan ricas en tradiciones e historia.

-Cuando gusten, ya saben… allá los esperamos.

Con Tulio Halperin

-Profesor Tulio Halperín, para la revista “Todo es Historia” quiero que me diga que opina de estas jornadas.

-Lo más admirable y sorprendente de ellas – aparte de algunas contribuciones muy importantes- es la presencia de un público que, sinceramente no esperaba. Un público que, simplemente, no sabía que existía en el país. Esto marca con el pasado una diferencia positiva que es necesario subrayar ya que con tanta insistencia se han subrayado las negativas. Repito que este público no existía antes de la crisis universitaria del 66; no existía ni de lejos en este volumen. De alguna manera podemos reconocer una cierta continuidad entre aquellos grupos reducidos y éstos, en algunos casos multitudinarios. Es notable ver hoy a estos grupos ofreciendo un contorno a un trabajo histórico que aunque, naturalmente, no rehúye temas de actualidad, está sometido a criterios metodológicos que no siempre lo hacen de goce fácil. Eso es lo más notable que he visto aquí.

-El público es muy heterogéneo, ¿no le parece?

Sí, pero creo que predomina una nueva camada de estudiantes y profesionales de Historia jóvenes, de todo el país, que son los que realmente dan la tónica. Existe además, desde luego, otro público que era el que se esperaba: el público tan característico del Centro Cultural San Martín, que, en este caso, aunque presente, era claramente no mayoritario.

Creo que uno de los logros de estas jornadas ha sido poder reunir y poner en contacto a los alumnos y jóvenes investigadores con tantos autores que por ellos leídos y algunos venerados como “monstruos sagrados”; poder hablar tranquilamente con ellos como lo estamos haciendo ahora…

-Bueno, a mi realmente cuando me dicen esas cosas me asustan. No había esperado todavía llegar a ese tipo de situación que da la edad… eso no lo puedo juzgar. Pero sí puedo juzgar lo que estas jornadas me han dado a mí: en primer lugar, algo hacia lo cual tengo sentimientos muy ambiguos: la posibilidad de reencontrar no a una ni a dos personas con las que participé en una experiencia hace ya un cuarto de siglo, sino a un número tan notable de ellas como para tener por un momento la ilusión de revivir esa situación muerta. Esto crea sentimientos muy intensos y debo decir que no todos agradables porque, en cierta manera, actualizan lo perdido… en cuanto a aspectos menos personales, diría que fue ésta una reunión útil porque presentó, fuera o no su propósito, un panorama de lo que la perspectiva histórica ha cambiado en los últimos 25 años. El temario fue muy distinto de lo que hubiera sido entonces… los contenidos han variado. Ha sido una aproximación a un panorama, no completo porque sería imposible, pero suficientemente explicativo de las orientaciones actuales hacia las que avanza la Historia. Quizás esa haya sido la contribución más valiosa de esta reunión.

-¿Qué piensa de los temas elegidos?

-Creo que un acierto de esta reunión fue que no rehuyó los temas puntuales. Fue preciso deducir el panorama a través de ejemplos concretos del trabajo histórico, tal como se hace, si no siempre, en un número suficiente de casos. Creo que este modo de abordar una problemática, en el caso de la Historia es el más pertinente.

Volviendo a lo que usted había dicho de poner énfasis en lo positivo ya que tanto se habla de lo negativo… ¿le parece que este fenómeno de concurrencia masiva, de sensación de libertad y apertura puede ser un poco el reflejo de lo que se está viviendo desde hace pocos años en el país?

Bueno… hace menos de siete días que estoy aquí. Falto desde hace dos años… No me atrevo a decir que es un reflejo pero me gustaría creerlo…

-Me refiero a la apertura, y fundamentalmente, a la libertad.

-Sí, desde luego que en ese sentido sí. Pero yo acentuaría no sólo la libertad, que es una conquista muy importante sino el uso de esa libertad para ventilar un poco la vida cultural argentina que ha estado muy encerrada, en parte por la misma represión y en parte también, como es lógico, por el interés puesto en una situación demasiado trágica como para permitir desplazar la atención hacia otros sectores. Es evidente que se está tratando ahora de ganar el tiempo perdido, en medio de grandes dificultades… no sólo económicas: hay un cierto desmantelamiento del aparato institucional argentino, no en el nivel político donde la organización ha avanzado mucho, sino en el administrativo. Esto es algo que se advierte constantemente y refleja algo más que penuria económica: es el resultado de un largo periodo en el cual la mínima lealtad institucional – requisito indispensable para que el trabajo sea eficaz – se había eclipsado…

-Así es. Pero volviendo a lo personal… ¿usted fue amigo de José Luis Romero?

-Yo trabajé con él en el Centro de Historia Social y, desde luego, mantuvimos una amistad cuando la relación de trabajo desapareció.

-Sus colegas, sobre todo los extranjeros, ¿están contentos con las Jornadas?

Yo creo que sí. Creo que el espectáculo de lo que, a un nivel modesto podemos calificar de multitudes, oyendo lo que uno dice, es tan extraño como para alegrar a cualquiera ¿verdad? Y me consta que es así.

-Profesor Luis Alberto Romero, ¿quiere decirnos algo sobre este homenaje a su padre, para “Todo es Historia”?

-Ante todo quiero destacar, y no porque sea para esa revista, mi agradecimiento al doctor Félix Luna por todo lo que hizo por la difusión y valoración de la figura de mi padre en momentos en que casi todos parecían haberlo olvidado. Gracias a sus “Conversaciones con José Luis Romero” se rescataron muchos de sus pensamientos que no habían sido escritos. El nos ofreció su apoyo en los momentos difíciles, tal como también lo hizo Gregorio Weinberg, amigo de siempre que debería estar aquí en estos momentos.

-¿Cómo planteó este homenaje?

-La primera comisión surgió enseguida de morir mi padre con el objetivo de difundir su obra. Se hicieron reediciones y se reunieron sus escritos no editados en varios volúmenes que se fueron publicando. Pero lo más importante de ese homenaje es que contiene un quehacer intelectual interrumpido por el gran hiato del periodo autoritario. Muchos de los participantes han sido discípulos o colaborades de mi padre. Este encuentro es como una continuación de su obra.

-Eso mismo dijeron Ruggero Romano y Tulio Halperin, y en verdad, en su espíritu abierto, en la importancia de los invitados y, en la elección de los temas entre jornadas reflejan las inquietudes y el rigor científico de José Luis Romero ¿Qué cree que hubiera pensado él de este tipo de homenaje?

Seguramente le hubiera gustado ver tanto publico y tan buen nivel académico.

Con un estudiante del público: Luces y sombras de las Jornadas.

Santiago Azcune – estudiante de historia-prefirió hablar de las luces y las sombras que, según su opinión, arrojaron estas Jornadas de Homenaje a José Luis Romero. Al concluir la sesión de clausura conversamos de este modo en él:

¿Puede hacer un sumario balance de las Jornadas?

Por delante de todo destacaría el valor de su sola realización. La superación de la chatura y la apatía debiera ser una empresa cotidiana de los argentinos. Creo que estas Jornadas restablecen la continuidad con una tradición no perdida pero si relegada de nuestra escena universitaria. No sólo eso: nos abre puertas para una proyección moderna necesaria como el pan para sacudir nuestra anquilosada historiografía local. Nos permite emerger del aislamiento en que aún estamos sumergidos como país y es una ayuda para superar el aislacionismo caro a autoritarismo de uno y otro signo. En síntesis, diría que han sido estimulantes. Nos sitúan delante de nuestro deber y nuestro haber, incitan el espíritu crítico y creativo.

-¿Qué le aportaron a un estudiante como usted?

-Esas incitaciones. La preocupación por disponer de un repertorio de interrogantes que responder y no tanto un recetario de soluciones cargadas de esquemas preconcebidos, de datos deshilvanados y mudos. He visto un modo de confrontar ideas que no están en nuestros hábitos, demasiado apegados a las unanimidades y a argumentos de autoridad. Pero así como creo que es peligroso vegetar en la “grandeza” que cultivaron liberales y revisionistas en nuestro medio, es riesgoso oponerle a ese enfoque tendencioso otro donde se luzca un miniaturismo preciosista que mire sólo la propia parcela y atienda sólo a resaltar el divismo del propio historiador y no de la historia que interroga. No estoy sugiriendo que el aporte de los especialistas extranjeros sea banal y frívolo. Lo que temo es que entre nosotros se da la moda de contestar a la historia “grandiosa” con visiones microscópicas que renieguen del relato sin saber que dentro de la nueva historia hay una revalorización del relato.

-¿Qué faltó en estas jornadas, que le hubiera interesado ver?

-Cuando uno está delante de estudiosos como muchos de los que vinieron piensa que, como estudiante, le gustaría ver además del estudioso al hombre. Creo que uno espera entender cabalmente la obra de los grandes investigadores no sólo en el conocimiento de sus textos sino además en un acercamiento a ellos como personas. Hacerlos más humanos, verlos descender por los escalones y mostrar un poco “la cocina” de su trabajo. Ver el trabajo interno que, seguramente, será menos brillante y más esforzado que aquello que se ve en una clase magistral de cuarenta minutos. Croce lanzó una vez la pregunta ¿por qué el historiador no hace consigo mismo lo que hizo con los demás? El historiador se sitúa al costado del texto o en otros casos elige disimuladamente ser centro. Pero pocas veces enseña su taller, muestra sus caminos que van unas veces al acierto y otras al error. No sé si será ingenuidad estudiantil pero quiero pensar que uno puede aprender no sólo de los textos del historiador sino de él mismo. A veces esa mirada si es atenta puede obtener mejores resultados que esos manuales con receta, estilo Doña Petrona, con los cuales se tienen las fórmulas pero no un buen plato para comer.

-¿Qué críticas haría de éstas jornadas?

-Es la parte a veces más fácil. Creo que lo masivo de la concurrencia – que habla bien de la apertura – no permitió organizar debidamente esta afluencia. Debería haberse previsto con más prolijidad el modo de participación del público. Claro que, hay que decirlo, aquí nos quedamos mudos delante de los “monstruos”: síntoma de nuestro achicamiento provinciano. Pero también ese mutismo se rompía con arengas encendidas. Ambas negaban el diálogo.

Otra cosa: algunas exposiciones estuvieron desenfocadas del sitio donde se daban y desconectadas del resto del panel donde se exponían. De la Edad Media a la crisis de Wall Street en 1987. La amplitud tiene esos riesgos. Faltó un sentido de colaboración disciplinaria. Hubo vedettes que se escuchaban a sí mismos y se iban del panel. Otros, como Ruggiero Romano, me impresionaron: los sabios son de una profunda llaneza y modestia. Faltó quizá un ámbito para hablar de nuestra historiografía, para debatir de modo pluralista. No se puede tener la pedantería de descalificar en bloque a viejos historiadores por sus tendencias políticas o sus debilidades metodológicas. Mario Bunge dijo algo que suscribo modestamente: no hay grandes o pequeñas historias sino buenos o malos historiadores. En medio de estas sombras predomina la luz. Nuestra entumecida historiografía tradicional sigue sin enterarse. El aire fresco debe ser algo más que agradable brisa; lo nuevo no debe caer en el pecado de lo novedoso, de lo frívolo. Ha sido útil, positivo, estimulador. Todo esto junto es demasiado para los tiempos que corren.