Recuerdos de José Luis Romero

RENÉ BALESTRA

Algunos libros marcan una generación. Entre otros, la nuestra fue poderosamente influenciada por “Radiografía de la Pampa”, de Ezequiel Martínez Estrada. Nos tocó vivir la adolescencia y la juventud bajo el primer peronismo y ese libro que describía la frustración argentina se volvía paradigmático para los que estábamos en la vereda de enfrente del oficialismo de entonces. Esa generación opositora buscó y encontró figuras y libros que la expresaran. Entre esos, José Luis Romero fue para muchos la encarnación de las ideas que teníamos sobre lo que debía ser el país, y su conducta pública y privada, un ejemplo de lo que deseábamos protagonizar con nuestros propios actos. “Imago Mundi”, la revista de cultura que José Luis Romero imaginó, editó y dirigió, fue una verdadera aventura del espíritu. Casi una branquia para que la inteligencia libre pudiera respirar en una época sofocante para la república. Pero el palo mayor de la navegación de altura, para los jóvenes de entonces, era su libro Las ideas políticas en Argentina, una especie de catecismo laico donde conocimos visceralmente la historia de nuestro propio país. Esa Argentina colonial, criolla y aluvional jugaba como un padre, un hijo y un espíritu santo en la supervivencia de las tres herencias y en la imperiosa necesidad de una síntesis superadora y abarcadora.

Romero tenía una inteligencia admirablemente lúcida y las cosas más arduas parecían sencillas explicadas por él. Fue un humanista, a la manera del Renacimiento: quiso, pudo, hizo. Nos embelleció la vida a todos los que tuvimos el privilegio de tratarlo y después de su partida nos dejó sus escritos donde continuó su tarea raigal. Fue polémico, porque enseñaba a pensar con la cabeza de cada uno de los que lo leían o lo escuchaban y no sólo con la suya. Nos hace falta, nos sigue haciendo falta. Como él dijo textualmente: “Porque los tiempos son duros y las tinieblas impenetrables para quien no ha templado sabiamente la espada del espíritu”.

A través del Colegio Libre de Estudios Superiores, filial Rosario, nuestra ciudad tuvo el privilegio de escuchar sus admirables conferencias. Olga y Leticia Cossettini, Hilarión Hernández Larguía, Guillermo Ortiz de Guinea y Angel Chávarri fueron algunos de los numerosos introductores de embajadores que José Luis Romero tuvo entre nosotros. La relación duró toda la vida y algunos de sus discípulos más distinguidos enriquecieron la nueva Facultad de Filosofía. Rosario le debe a Romero mucho más que sus libros y su presencia vivificante: le debe el ejemplo que dejó entre nosotros de un oficio riguroso en la tarea de pensar, de una probidad constante en su labor intelectual y una vida pública y privada coherente y elevada.

En épocas difíciles para la sociedad argentina sentimos una inmensa nostalgia por hombres como él.