José Luis Romero y la nueva concepción de la historia

LUIS MARÍA BAUDIZZONE

El hombre puede ir hacia el pasado como huida, tratando de desenterrar utópicas edades de oro, o, por el contrario, como afirmación del presente en busca de conocimientos ejemplificados Este último camino es el que eligió José Luis Romero. Entró resueltamente en el callejón, para tantos sin salida, del documento, pero supo hacer el esfuerzo necesario para quitarle el polvo de los museos y archivos y contemplarlo, haciendo la contorsión necesaria, con los ojos de sus contemporáneos que construían el presente allí documentado.

Naturalmente, no se puede tener esa actitud sin haber sentido todos los llamados de la cultura. Así, Romero comenzó sintiendo el de la literatura: y esta afirmación no es infidencia de una vieja amistad, pues allí está su prosa, aún la dedicada a exponer los problemas más técnicos de su ciencia, para demostrar su raza de escritor. Luego las exigencias de la investigación, la necesidad de apurar hasta el último segundo de los ocios disponibles, le hizo cerrar al menos para el público la creación artística, e iniciar de lleno su actividad científica.

¡Qué esfuerzos, en esta Argentina sin maestros que tocó a nuestra generación, qué esfuerzos debió realizar Romero para buscar a solas la orientación justa, sin la viviente enseñanza de quien siente pareja necesidad —ya madurada en años— de buscar la raíz de los hechos! Tuvo que conversar con los libros o —única variante posible— con quienes recorriendo otras vías se sentían urgidos por el común afán de incorporar el país a la cultura universal, cumpliendo la función arquitectónica que corresponde a cada generación. Así conocimos a José Luis Romero, en noches instantáneas e inacabables de discusión; así fuimos testigos y presenciamos cómo tomaba a su propio destino y lo moldeaba de acuerdo a su definitiva apetencia de saber.

La encrucijada de nuestro tiempo, tal vez fué la que le condujo a mirar las otras del pasado. De ese interés nació su preocupación por la Roma de los Gracos. Montada sobre férrea estructura erudita —que sin embargo sólo aflora en notas— plantea en su estudio el problema del Estado romano frente a la necesidad de organizar el mundo antiguo. Agotado el problema en sus proyecciones eruditas, continuó pesando en el plano del pensamiento. Así nació “El Estado y las facciones en la Antigüedad”. A través del panorama de la antigüedad, Romero expuso un hecho de invariable actualidad: cómo una facción lucha dentro del Estado, entendido como representación de toda la comunidad, para imponer sus particulares intereses de grupo; cómo lo asalta y subyuga utilizando su armazón para realizar esos fines, desvinculándolo así de la comunidad nacional. La misma actitud aparece en su “Maquiavelo”, publicado por NOVA, dedicado a exponer el pensamiento historiográfico del gran observador.

Y he aquí la aparente paradoja: en esa continua frecuentación de la antigüedad clásica, Romero pudo aguzar su inteligencia para los problemas de la actualidad. Había aprendido, además de Historia, la lección de la Historia.

Era, pues, previsible el paso siguiente: el interés por los problemas del mundo ibérico y finalmente por los de nuestros países hispanoamericanos. Se van marcando en su obra los hitos que llevan hasta el hoy, imprescindibles para trazar cualquier coordenada que oriente por los caminos en palma que pueden llevar al porvenir.

Entendido así el estudio histórico como una militancia, la cátedra y la colección editorial eran complementos necesarios para José Luis Romero. Llegó a la Universidad de La Plata; llegó a la Editorial Nova. A la Universidad, para formar camaradas de trabajo; a la colección, para poner al alcance de todos los grandes libros necesarios para poseer una conciencia histórica.

Aquí está entre nosotros Romero, apasionado incitador; en sus libros, en sus colecciones, en sus cursos está entre vosotros, lectores, enseñando a mirar con ojos abiertos el porvenir —porque sólo vive para mirar con los ojos, abiertos el pasado.