“Si España es mía, Europa es mía”: España y Europa en la obra de José Luis Romero

CLAUDIO CÉSAR RIZZUTO
(CONICET- Universidad de Buenos Aires)

La pregunta por España en Europa es un problema histórico y político de sorprendente actualidad. El embate de los últimos años en ciertos espacios hispanoamericanos contra Europa y por reconstruir una visión imperial española que habría tenido a Europa por enemiga ha renovado fuertemente un problema –teórico, histórico y político- que la entrada de España a la Unión Europea en 1985-1986 parecía haber dado por cerrado[1]. Sin embargo, bajo una nueva forma de reivindicación imperial, catolicismo exclusivista y rechazo de la modernidad, al menos en algunas de sus formas más dinámicas, los que se consideraban viejos fantasmas han regresado a la escena. Asimismo, desde otras perspectivas, a partir de una mirada excesivamente negativa –o excesivamente exótica- de la historia española, también se ha señalado la extrañeza de España respecto de Europa[2]. En este contexto, una reflexión sobre España y Europa desde América Latina puede resultar de interés. Y en este sentido, la obra de José Luis Romero –con su particular visión de la historia occidental- puede aportar algunas claves de lectura para abordar este extenso “malestar” de las relaciones de los reinos hispánicos con Europa a lo largo de la historia[3].

La referencia a España en José Luis Romero atraviesa toda su obra, aunque difícilmente pueda denominarse un historiador “hispanista”. Para un primer análisis aproximativo, se puede dividir la presencia de España y los reinos hispánicos en su obra en tres contextos, que tienen cierta coincidencia cronológica, pero no de modo exclusivo. Un primer contexto será el de sus textos directamente dedicados a cuestiones de historia de España en tanto medievalista y en tanto interesado en obras históricas dedicadas a España. Estos trabajos fueron producidos en los años ’40 y están compuestos por algunos artículos, estudios preliminares y reseñas de libros. Un segundo contexto es el de sus grandes libros como medievalista que incluirán La Edad Media de 1949, La revolución burguesa en el mundo feudal de 1967, Crisis y orden en el mundo feudoburgués publicado de manera póstuma en 1980 y Estudio de la mentalidad burguesa, publicado también póstumamente en 1987. Un tercer y último contexto, que no deja de coincidir cronológicamente con los anteriores es el de Romero historiador de Argentina y América Latina. En este último caso se pueden tener en cuenta tanto los trabajos referidos directamente a la Argentina, de aparición relativamente temprana en su obra, como el último libro que publicó en vida: Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Sin embargo, como señalara Ruggiero Romano, con su recuerdo de la idea de “entronque” sugerida por Romero en una conversación, los problemas y los temas se hallan sumamente interconectados en su obra, guiada por una fuerte noción de unidad que hace artificiales muchas de las divisiones y clasificaciones[4]. La unidad entre el historiador medievalista y el historiador de la Argentina ha sido recurrentemente señalada[5]. Por ello, la división que se desarrollará a continuación tiene un carácter ordenador y hasta cierto punto arbitrario: podría hacerse un trabajo similar respetando un esquema cronológico. Sin embargo, se ha optado por una vía “temática” ya que el modo cronológico de exposición, dada la variada producción de Romero en diversas áreas de la historia de manera simultánea, pudiera ser un tanto confuso a la hora de establecer los diferentes modos de aparición de España y los españoles en sus obras y la relación de ésta con la historia europea y occidental. Por ello, este esquema tripartito de España, la Edad Media y la historia argentina y latinoamericana.

José Luis Romero hispanista: entre la alta Edad Media, el siglo XV y la historiografía de su tiempo.

José Luis Romero elaboró un grupo de textos dedicados directamente a temáticas hispánicas sobre todo en la década de 1940, la mayoría de ellos publicados en los Cuadernos de Historia de España, revista perteneciente al Instituto de Historia de España de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires bajo la dirección Claudio Sánchez-Albornoz, eminente historiador español exiliado en Argentina a raíz del resultado de la Guerra Civil en su país. La colaboración de Romero en dicha revista estuvo restringida a los primeros números, entre 1944 y 1947. Dos de los artículos que publicó allí están dedicados al siglo XV (al problema de la biografía y a la actitud histórica de Fernán Pérez de Guzmán); y dos que se ocupan de la concepción histórica de Isidoro de Sevilla[6]. A los dos primeros, siguiendo en la temática de la biografía en el siglo XV, se les suma una introducción a los Claros Varones de Castilla de Hernando del Pulgar[7]. Éstos fueron incluidos en un volumen dedicado al problema de la biografía, publicado en 1945[8]. Estos tres, más el dedicado a Isidoro publicado en 1947, se hallan en la compilación que reúne los principales estudios de Romero como medievalista, publicada en 1984[9]. Queda por fuera de esta compilación el que fue el primer texto dedicado a Isidoro de Sevilla –publicado en 1944- que incluye una traducción de una de sus obras.

En los textos dedicados al problema de la biografía y la historia en el siglo XV puede hallarse con facilidad el problema de la relación entre España y Europa. Tanto Fernán Pérez de Guzmán como Hernando del Pulgar fueron dos autores que habrían hecho una recepción, el segundo con mayor claridad, de las ideas humanistas provenientes de Italia (siempre en la concepción de Romero) referidas al individuo y la profanidad de la vida. Para Romero el siglo XV se caracterizaría por un momento de “crisis espiritual”, entre valores medievales y valores renacentistas o modernos. La llegada a España, a través de Nápoles y Aragón, de ciertas concepciones renacentistas puede hallarse en autores como Pérez de Guzmán, aunque predominó en este autor cierto ideario medieval, al momento de escribir biografías, propio de las vidas de santos. Se hallaría no obstante “una incipiente deformación de los ideales medievales en contacto con el aura renovadora del Renacimiento italiano[10]. Hernando del Pulgar representaría de un modo más completo esta renovación, pero en menor medida que sus contemporáneos italianos. Las nuevas concepciones habrían comenzado a filtrarse en la vida española, pero de manera lenta y tímida[11]. Sin embargo, esta “lentitud” no sería una especificidad de la España del siglo XV, comentaba en otro texto: “Si algunas circunstancias prestan a los fenómenos políticos y sociales de España, en la primera mitad de ese siglo, cierta singularidad, su tono peculiar no alcanza a diferenciarlos profundamente de los que se producen en los países vecinos, y un cotejo superficial bastará para descubrir ciertas analogías reveladoras de la comunidad del proceso histórico[12]. Y continuaba: “En este cuadro, España cabe, como cualquiera de las naciones occidentales[13]. De esta manera, con ciertas particularidades, el siglo XV tiene una España inserta en el mundo europeo (“un Renacimiento como fue posible en España[14]), de la que no se puede afirmar que tuviese una historia diferente, en un sentido fuerte o hasta ontológico, como pudieron sugerir otras aproximaciones historiográficas sobre las que se hará alusión más adelante. Por ello, ya en referencia a Pulgar y a la época de los Reyes Católicos, insiste en relación a las transformaciones de nuevos ideales y formas de vida: “De este espíritu participaba España, cuando veía concluir su secular cruzada contra los musulmanes. Tocada por la brisa del nuevo espíritu renacentista, también España comenzó a soñar con nuevos infieles con quienes combatir y con nuevos reinos que agregar a su corona; era la España heroica y aventurera de siempre, ahora renovada con la renovación de Europa[15].

En el caso de los textos dedicados a San Isidoro, la red de influencias del mundo visigodo del siglo VII es claramente europeo –si una definición de Europa se permite en ese tiempo- e incluso mediterráneo, dado que el poder bizantino llegaba hasta la Península en ese tiempo. El artículo publicado en 1947, ya citado, es probablemente el artículo más extenso de Romero como medievalista, donde dedicaba extensos análisis a las concepciones de Isidoro sobre la historia, la política, y sus relaciones con el mundo visigodo de su tiempo[16]. En este contexto, Romero afirmaba que el triunfo del catolicismo frente al arrianismo en lo que hoy sería el territorio español, no solo colocó al reino visigodo como parte del “orbe espiritual y ecuménico” romanocristiano, sino que también habría resultado en un poderoso sostén para la independencia de dicho reino respecto de sus vecinos[17]. De esta manera, podría decirse, cierta constitución de una “España visigoda” se logró en conjunto con una comunión con otras fuerzas exteriores a la Península. En el propio Isidoro esto se habría percibido a partir de un pensamiento que contaba con una señalada contraposición entre una concepción universalista en el “plano espiritual” –fe y saber- y una concepción regional –o quizás nacional dice Romero- que se advierte a la hora de interpretar los hechos políticos[18]. Existiría ya en San Isidoro una España visigoda inequívocamente diferenciada y autónoma, se habría delimitado el ámbito hispánico dentro del Imperio ya desaparecido[19]. Llegaría a considerar Isidoro a España como la parte más esclarecida de la tierra, que hacía recibir luz tanto al Occidente como al Oriente[20].

En línea con esta concepción de Isidoro, cabe destacar que sobre su obra en particular, como figura peninsular, habría proporcionado a la Europa medieval posterior una doctrina que tuvo años después múltiples desenvolvimientos, como se verá en La Revolución burguesa en el mundo feudal como se analizará en el siguiente apartado, en el cual el obispo de Sevilla es citado recurrentemente[21]. Cabe destacar, en este sentido, que la visión de Romero sobre Isidoro, si bien podría hablarse de cierta formación de “España” en este tiempo, no podría ubicarse con claridad en las visiones de “una eterna España”, que por ejemplo veía continuidad entre los visigodos y el siglo XVII, por no decir el XX. Si bien afirmaba, por ejemplo, que en el reino astur posterior a la invasión musulmana –bajo Alfonso II, c. 760-842- se habría intentado una “restauración” de la monarquía visigoda, su relativo éxito se debió a ciertas características particulares del territorio dominado por los reyes, por ejemplo, su menor tamaño en comparación con otras regiones vecinas, y cierto regreso a formas políticas “germánicas” se produjo también en otras zonas siguiendo este patrón, no de modo exclusivo en el reino de Asturias[22]. No sería, así, una especificidad de la Península Ibérica en ese momento cristiana.

Un último punto de exposición de este Romero “hispanista” –siguiendo el problema recientemente mencionado- son unos breves comentarios escritos en la década de 1940 y que lo colocan como testigo de la “prehistoria” del célebre debate ente Américo Castro y Claudio Sánchez-Albornoz. Brevemente, a pesar de múltiples diferencias, ambos autores compartían una visión de España que la consideraba diferente del resto de Europa, ya desde el período medieval[23]. Estas intervenciones de Romero comenzaron con una reseña, publicada en 1943, de Erasme et l’Espagne del importante hispanista francés Marcel Bataillon, cuya obra se había publicado en medio de la Guerra Civil española en 1937[24].  Dicha reseña, según puede reconstruirse por el epistolario de Américo Castro con el hispanista francés, habría sido pedida al propio Castro por parte de Amado Alonso, en ese entonces responsable en Buenos Aires del Instituto de Filología Hispánica de la Facultad de Filosofía y Letras, y por tanto responsable de la revista[25]. Sin embargo, Castro, en lugar de escribir esa reseña, escribió un extenso comentario en torno al libro que luego daría forma a Aspectos del vivir hispánico, iniciando una reflexión que culminó con España en su historia, obra mucho más extensa que será posteriormente contestado por Claudio Sánchez-Albornoz, dando lugar al clásico debate sobre la Edad Media española y por la España misma[26].

La mencionada reseña al libro de Bataillon –obra fundamental para el estudio de la España del siglo XVI-, fue una recepción a la edición francesa de dicho libro –publicada en 1937-, que tuvo mayor repercusión sobre todo a partir de su traducción española en México, en 1950. No obstante, la edición francesa fue reseñada por notables personajes como Lucien Febvre, Augustin Renaudet y Antonio Machado, entre otros[27]. Para Romero, el libro de Bataillon motorizaba en España toda una serie de nuevas ideas a través de la corte flamenca, siendo una nueva instancia, luego de la influencia italiana en el siglo XV a través del reino de Nápoles y Aragón, de incorporación de ideas europeas en los reinos españoles. Si bien Erasmo fue proscripto, sigue Romero, su influencia persistió hasta fines del siglo XVI, bajo formas sutiles, hasta en el mismo Cervantes. En la muy elogiosa la reseña, así, Romero aceptaba el desafío de Bataillon de incorporación de España en la historia del cristianismo occidental. Una confrontación con la reseña del mencionado Lucien Febvre puede ser interesante en este sentido[28]. La reseña de Febvre, también muy elogiosa, destacaba este aspecto del mérito del libro, de colocar a España en la historia general europea. Sin embargo, al detenerse en los conversos, muy presentes en el libro de Bataillon a partir de su participación en corrientes “iluministas”, Febvre advertía que ello recordaba que no se podía estudiar la historia religiosa de España como la de Francia o como la de los Países Bajos[29]. Este reparo del historiador francés, que de algún modo daría pie a la historiografía de Américo Castro que se analizará más adelante, ha tenido un considerable impacto historiográfico hasta nuestros días[30]. Romero, podría decirse, que lejos de ser más “permisivo” con el libro de Bataillon, vería el problema de España y Europa de un modo menos tajante y más conciliador, cuestión que tiene ecos en especial en su obra como medievalista, e incluso en sus comentarios sobre los siglos XVI y XVII.

Antes de analizar la reseña de Romero al libro de Américo Castro que fue de algún modo inspirado por el libro de Bataillon –para distanciarse fuertemente de él, sobre todo en términos metahistóricos, no tanto así en sus temas de estudio, por ocuparse sobre todo del período medieval- cabe detenerse en un pequeño texto escrito por Romero sobre la obra, hasta ese momento, de Sánchez-Albornoz en Argentina, publicado en 1947[31]. Romero elogiaba la tarea de Sánchez-Albornoz al abrir otros campos de estudio en el país, donde había predominado la historia nacional. A su vez, valoraba los estudios de Sánchez-Albornoz sobre los orígenes del feudalismo. Empero, a la hora de evaluar los aportes del historiador español sobre la presencia musulmana en la Península Ibérica puede hallarse una diferencia, que se expresó de modo más profundo en la obra de Romero como medievalista. Comentando la tesis de Sánchez-Albornoz sobre la españolidad de los musulmanes en España: “Esta visión del mundo islámico —ya lo hemos dicho— está animada por el propósito de que se destaque lo que hay en él de español, de perdurablemente español”, Romero agregaba: “Acaso muchos aspectos de la historia del Occidente medieval estén también esperando que se los ilumine con la luz que irradia el conocimiento del mundo musulmán[32]. De este modo, el gran trabajo del historiador español para mostrar la influencia mutua entre cristianos y musulmanes en España, debía completarse, en la opinión de Romero, con un estudio para toda la Europa Occidental medieval, como ha hecho, y continúa haciendo, con gran detalle la historiografía posterior[33]. Así, la particularidad hispánica de la influencia musulmana, sería según Romero también resultado del desconocimiento por parte de la historiografía de ese tiempo para el resto de Europa. Años después, en el homenaje hecho a Sánchez-Albornoz por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, siendo decano, Romero volvía a elogiar la labor del historiador español en Argentina y resaltaba, también, su importancia para el desarrollo de estudios europeos en Argentina, no solo dedicados a España[34]

En 1948 Romero escribía una reseña de la recientemente publicada obra de Américo Castro, España en su historia[35]. Esta reseña permite colocar a Romero en el en ese momento todavía no producido debate entre el filólogo y Sánchez-Albornoz[36]. Según Romero, el libro de Castro, por momentos dramático, con solo haberse preguntado por la peculiaridad nacional mostraba la pertinencia de dicha pregunta, ya que a nadie se le ocurriría, agregaba, hacerlo por la argentinidad o la peruanidad[37]. La sola pregunta, ya mostraría un problema hispánico. Resume Romero las posiciones de Castro: “El nudo de esa peculiaridad reside —ya se ha dicho— en la interacción de los elementos cristianos, musulmanes y judaicos. A ella se debe, según Castro, la situación de España con respecto a la cultura occidental de Europa durante la Edad Media y luego durante la Edad Moderna, caracterizada por cierto aislamiento —¿provocado por la acción de los judíos? — y cierta irreductibilidad de algunos módulos vitales con respecto a los esquemas racionales vigentes en Europa. España vive “desviviéndose”, dice Castro, agitada por una profunda zozobra[38]. Si bien realizaba algunos reparos a algunos postulados del libro –en ciertos casos llamando a la prudencia y en otros expresando una posición diferente- no emitía un juicio de valor de conjunto sobre esta tesis principal, sino más bien destacaba su carácter polémico y el efecto que tendría al provocar nuevos estudios[39]. Un punto de interés que pudiera destacarse, porque remitiría a su estudio sobre Isidoro de Sevilla, es su reparo ante la idea de Castro de que el proceso histórico de la cultura española hubiese comenzado con la invasión musulmana del 711: “pues no entiendo cuál es entonces el elemento cristiano que entra en juego con las influencias del Islam[40]. Este punto lo acercaría parcialmente a las tesis que expresó Sánchez-Albornoz, aunque en su obra como medievalista no comparta con éste, al menos no de modo tan claro se tratará de argumentar, la “peculiaridad española”, respecto de la cultura europea.

Romero medievalista: los textos hispánicos como fuentes para explicar el desarrollo occidental y la evolución histórica de España.

Como se ha señalado, José Luis Romero no fue un hispanista, sus aproximaciones a España remiten a algunos artículos puntuales, como se ha visto. Sus obras como medievalista que se ocupan de la historia occidental en su conjunto, contienen, no obstante, numerosas referencias a los reinos hispánicos[41]. En este punto, cabría una distinción de aparición de España, lo español, lo castellano, lo aragonés, lo catalán, etcétera, en sus textos. Si bien para simplificar se ha hablado de España o de reinos hispánicos, en ocasiones aparecerá de modo más especificado. Por una parte, deben considerarse las fuentes provenientes del espacio hispánico que eran citadas junto a otras fuentes de origen europeo para apoyar o construir determinados argumentos. Por otra parte, las alusiones, directa o indirectamente, a la evolución de los reinos hispánicos como parte de procesos históricos europeos. Se considerará fundamentalmente La Edad Media (1949), La revolución burguesa en el mundo feudal (1967), Crisis y orden en el mundo feudoburgués (publicado póstumamente en 1980) y Estudio de la mentalidad burguesa (publicado póstumamente en 1987). Ambos aspectos caben ser destacados, por la histórica exclusión -reducida considerablemente en las últimas décadas, pero importante en tiempos de Romero- de los espacios hispánicos en los textos de historia europea. De esta manera, se mostrará cómo los reinos hispánicos y sus fuentes fueron un insumo, por momentos fundamental, para la elaboración historiográfica de Romero.

La Edad Media (1949) podría denominarse como un libro de divulgación, sin notas al pie de página y que abarca un largo espacio temporal entre la caída del Imperio Romano de Occidente y fines del siglo XV. Cuenta con dos partes, la primera, que el autor denomina como una historia política de la Edad Media y la segunda, una historia de la cultura de dicho período[42]. Ambas partes están divididas en Temprana Edad media, Alta Edad Media y Baja Edad Media. A lo largo de la obra, los reinos del actual territorio español, tanto los cristianos como los musulmanes, son presentados en relación con resto de los territorios europeos. Si bien predomina la historia de Europa occidental, hay apartados enteros dedicados al mundo bizantino y al Islam. Sería una muestra de una larga preocupación en Romero por analizar, con las limitaciones de su tiempo y bajo la clara influencia de Henri Pirenne, los mundos diferentes con los que los que Europa occidental tuvo fuertes contactos a lo largo de los siglos. Al no contar con citas directas de fuentes, como sucede en los libros posteriores, cabe destacar que los reinos hispánicos, y sus personajes y autores, se mencionan recurrentemente, incluso con secciones que analizan aspectos, por ejemplo, de la historia política de Castilla o de Aragón[43]. Pueden contarse alrededor de setenta referencias en cerca de doscientas páginas, aunque en algunos pocos casos, por la característica que tiene el libro, hay páginas enteras dedicadas a los reinos hispánicos. Sin mayores aclaraciones, se trata de unos reinos hispánicos insertos en el mundo occidental medieval.

La revolución burguesa en el mundo feudal, por extensión, erudición y espacio temporal del que se ocupa, es probablemente la obra más ambiciosa que Romero llegó a concretar[44]. Se ocupa del período desde el final del Imperio Romano de Occidente hasta el siglo XIII. Lejos de poder realizar un resumen de dicha obra, objeto fundamental de análisis a la hora de ocuparse del Romero medievalista, se presentará de modo pormenorizado las formas de aparición de los reinos hispánicos y sus fuentes a lo largo de la misma[45]. En la mayoría de las ocasiones, los reinos hispánicos eran presentados a la par del resto de los territorios europeos en el marco del orden cristianofeudal primero, y del mundo feudoburgués después. Fenómenos políticos, sociales o culturales eran a menudo ejemplificados con documentación hispánica. En sus más de quinientas cincuenta y cinco páginas se hallan alrededor de ciento cincuenta alusiones a los reinos hispánicos y a sus fuentes.

Isidoro de Sevilla y sus escritos conforman una de las fuentes más citadas en el libro, tanto para reconstruir la historia de la España visigoda como para ejemplificar situaciones del mundo tardo antiguo y temprano medieval de manera general. Obviamente, se hallan en estas referencias ecos del artículo que había dedicado al santo en la década de 1940[46]. Ramon Llull es otro autor al que se recurre repetidamente para distintas temáticas como la caballería y otros[47]. Gonzalo de Berceo, a su vez, es citado en diversas ocasiones[48]. También es citado el Poema del Cid[49]. Asimismo, el Cantar de Fernán González[50], documentación de Alfonso X de Castilla y su hijo Sancho IV[51], los concilios de la época visigoda[52] y la célebre Historia Compostelana[53]. Todas estas fuentes, en general, contribuyen a la construcción de una argumentación que suele ser a nivel europeo y pretende sobre todo comparar y colocar en paralelo y de manera relacionada lo sucedido en diferentes geografías. Las menciones de los reinos, ciudades y reyes de Castilla y Aragón -simplificando las nomenclaturas, que han sido variadas a lo largo de la Edad Media- relacionadas con la historia del resto de las regiones europeas ocupa la mayor parte de las alusiones a dichos reinos a lo largo del libro[54]. La especificación de la situación de los reinos hispánicos es más acotada, por ejemplo, con el Reino visigodo[55], con Alfonso VII de Castilla y su idea imperial[56], los catalanes y sus acciones en el Mediterráneo[57] y el Maestro Mateo de Santiago de Compostela[58].

Otras alusiones que involucran a los reinos hispánicos merecen ser mencionadas puntualmente para mostrar el carácter interrelacionado en que Romero percibe la Europa medieval. La invasión musulmana en España y en otras partes de Europa como el sur de Italia son vistas de manera conjunta, considerando otros “agresores” en otras zonas del continente[59]. En este sentido, agregaba que la disolución del Imperio Carolingio, los inicios de la “Reconquista” en España y las eventualidades de la invasión de Inglaterra por los daneses habrían desdibujado toda suerte de límites[60]. Las monarquías hispánicas habrían tenido una evolución política similar a otras de Europa siglos XI y XII[61]. Del mismo modo, los reinos ibéricos fueron parte de la oleada de movimientos insurreccionales de los siglos XI, XII y XIII[62]. Por último, respecto de la cuestión del Islam, los musulmanes fueron un agente enemigo y tuvieron influencia en toda Europa, punto que es referido en muchas ocasiones a lo largo de la obra[63]. Si bien este último aspecto no necesariamente haría alusión a los reinos hispánicos, podría decirse que desarrolla las reservas presentadas a la hora de comentar la obra de Sánchez-Albornoz en 1947, y algo de lo dicho en el libro de 1949.

Crisis y orden en el mundo feudoburgués, como se ha dicho, es la segunda parte -que ha quedado incompleta- del plan de cuatro partes que había sugerido Romero sobre la evolución de Occidente. Brevemente, se trata de una obra póstuma que, en comparación con la obra publicada en 1967, cuenta con menos referencias bibliográficas, probablemente como resultado de su carácter inacabado. Aborda los siglos XIV y XV, y con algunas referencias al temprano siglo XVI. Como novedad, cobran mayor espacio temáticas económicas y referidas al mundo rural, menos presentes en La revolución burguesa en el mundo feudal. Se hallan desarrolladas cuestiones sociales, políticas y económicas, lo relativo al tema de las mentalidades, tan centrales en la obra de Romero, iban a ser parte del libro, pero no llegó a escribirlas[64]. Como en varias reflexiones de Romero, el conflicto entre formas sociales y formas de vida diferentes es el gran protagonista de los capítulos que llegó a escribir, como puede verse ya en el título de la obra. Como en el resto de sus obras de historia medieval, la perspectiva es europea, y los reinos hispánicos aparecen en el marco de problemas europeos.

En primer lugar, cabe destacar la variedad de fuentes de los reinos hispánicos que se consultan resulta más variadas que en la obra anterior, donde predominaba fuertemente Isidoro de Sevilla. Aquí, más allá de algunos nombres que ya había analizado en otros textos y a los que recurrió nuevamente, varias fuentes son citadas una o dos veces. Salvo una situación que se desarrollará con mayor detalle, el resto de las menciones a los reinos hispánicos era en concordancia con el resto de Europa, a la vez que la utilización de fuentes provenientes de dichos reinos eran también utilizadas para analizar problemas generales. Se puede comenzar por mencionar a los autores que había trabajado en los artículos de la década de 1940, como Hernando del Pulgar[65], Fernán Pérez de Guzmán[66], Pero López de Ayala[67] o Gutierre Díez de Games[68]. Romero recurre a crónicas anónimas de varios reyes, como Alfonso X[69], Alfonso XI[70], Fernando IV[71], Sancho IV[72], Juan II[73] y Pedro IV de Aragón[74]. Otros autores aludidos tres o más veces son: el Arcipreste de Hita[75], el Infante don Juan Manuel[76], Diego de Valera[77], Jorge Manrique[78], Diego Enríquez del Castillo[79], el Marqués de Santillana[80] y Diego de San Pedro[81]. Textos referidos a Galicia también son mencionados: Vasco de Aponte, el licenciado Molina y Felipe de la Gándara y Ulloa[82]. Por último, otros autores y fuentes son citadas una o dos veces: Antonio de Guevara[83], el catalán Pere March[84], Miguel de Cervantes[85], Enrique de Villena[86], Tirant lo Blanch[87], Pedro Rodríguez de Lena[88], el Ordenamiento de menestrales de 1351[89], Juan Alfonso de Baena[90], Ruy González de Clavijo[91], Alfonso de Valdés[92], Gonzalo Chacón[93], La danza de la muerte[94], los cancioneros de Stúñiga y Baena[95], Juan Rodríguez de Padrón[96], La celestina[97] y Pedro de Escavias[98].

En segundo lugar, las alusiones a Castilla, Aragón (incluidos los territorios catalanes), en paralelo a procesos y hechos del resto Europa son también numerosos[99]. En total, hay más de ciento veinte menciones a fuentes y situaciones de los reinos hispánicos en doscientas ochenta y tres páginas que contiene el libro. Como se ve, la proporción es superior a La revolución burguesa en el mundo feudal. Cabe destacar, frente a la evolución de Europa entre los siglos XVI y XVIII –normalmente caracterizados como la primera modernidad- si bien Romero no llegó a completar su obra, deja esbozada una teoría en este libro que coloca a España entre las regiones de Europa donde el desarrollo burgués habría sido menor, cuestión presente en otros textos que se analizarán. En su comentario, parecerían estar de fondo la división religiosa, la llegada de los metales preciosos americanos y quienes se beneficiaron de ello y cierto eco de las teorías que asociaban al protestantismo con el desarrollo burgués y mercantil[100]. De cualquier manera, si bien el fragmento presenta interés para analizar lo burgués y España –que excedería las posibilidades de este artículo- cabe destacar que estas “divergencias” no romperían la “unidad” europea. Como síntoma de esta divergencia, cabe destacar que en el capítulo de la obra dedicado a “La política de las ciudades de desarrollo autónomo”, no hay menciones al mundo hispánico salvo para Barcelona, ciudad que merecerá un análisis más detallado[101]. Respecto del protestantismo, ya el prólogo a La revolución burguesa en el mundo feudal establecía cierta contraposición entre las regiones que habían adoptado éste y las que se habían mantenido católicas, mucho más proclives al desarrollo burgués las primeras, reacias al mismo, pero cediendo poco a poco las segundas[102].

Estudio de la mentalidad burguesa es el otro texto póstumo de Romero, publicado en 1987, que corresponde a un curso dictado en 1970. Dadas sus recurrentes referencias a temáticas y autores de la Edad Moderna, como el Renacimiento y el Barroco o Descartes y Kant, resulta una de las pocas incursiones del autor en este período de la historia occidental. Es una condensación y sistematización de buena parte de sus investigaciones, abarcando desde el siglo XI hasta el presente, pero con un fuerte contenido teórico, con definiciones conceptuales y exposiciones de ideas filosóficas con cierto detalle[103]. Dado su carácter general, la presencia de los reinos hispánicos, en este caso representados sobre todo en determinados escritores y artistas, es un insumo para hablar de desarrollos y problemáticas a escala europea. Cierta puntualización sobre España contenida en este libro, sin embargo, resultará de interés. Cabe destacar, a su vez, que se remite a un pensador español del siglo XX, José Ortega y Gasset, muy importante en la formación de Romero, que es citado y expuestas sus ideas en algunas ocasiones a lo largo del libro[104].

Como se ha dicho, las alusiones a escritores, fuentes y artistas españoles, muchos de ellos ya citados para las obras ya analizadas como el Poema del Cid y el Arcipreste de Hita, aparecen como expresión de problemas relativos a la mentalidad burguesa, en su mayoría para ejemplificarla en alguno de sus aspectos, en algunos casos para contraponerlos a ella[105]. También se realizan varias alusiones a lo sucedido en los reinos hispánicos, incluso sobre su experiencia americana[106]. Quizá menos presente que en los otros libros, la presencia “española” de sucesos, procesos y fuentes sería de alrededor de veinticinco menciones en unas ciento cincuenta y cinco páginas que contiene la obra.

Asimismo, el Estudio de la mentalidad burguesa permite problematizar dos aspectos de las relaciones entre los reinos hispánicos y Europa. En primer lugar, al momento de analizar la representación de burgueses en la pintura, comentaba que Velázquez pintaba valores,  no pintaba ningún burgués, por tanto, la burguesía no era un “valor” en la España de la época, situación que habría continuado hasta comienzos del siglo XIX[107]. En otro texto póstumo, dedicado a la ciudad barroca y que corresponde a un curso dictado en 1971 desarrolla con mayor detenimiento el mismo argumento[108]. Velázquez no pintaba burgueses porque no les asignaba valor, no porque no hubiese o porque no los hubiese visto. Rembrandt, en cambio, que en contraposición no habría pintado más que burgueses, estaba en la ciudad –Ámsterdam- donde las burguesías y las clases medias tenían más poder en toda Europa[109]. Sin embargo, en este fragmento, en lugar de continuar con las artes plásticas y hablar de Goya, afirmaba: “Hay que esperar el transcurso del siglo XVIII para que Gaspar de Jovellanos o el padre Feijoo, es decir, los hombres de pensamiento ilustrado, descubran que estas clases medias, estas burguesías, tenían alguna significación[110]. Como podía sospecharse de la lectura Crisis y orden en el mundo feudoburgués, para el período posterior al siglo XVI pueden hallarse ciertos problemas para el desarrollo burgués –en este caso a nivel de su representación y su conceptualización- en España. En segundo lugar, y en línea con este razonamiento, la “valorización” de lo burgués fue desigual en las regiones de Europa, siendo en muchas regiones muy difícil para los burgueses competir con el prestigio de los aristócratas. España, junto con otras regiones, habría estado caracterizada por esta situación, incluso hasta el siglo XVIII[111]. De esta manera, la particularidad que pudiera tener España en la Edad Moderna no deja de ser común a otras regiones europeas, como la misma Francia. Un argumento similar aparece en el texto de la ciudad barroca, pero asociándolo con el catolicismo, y nuevamente colocando en paralelo a España y Francia[112]. Esta tesis, sumamente extendida en el pensamiento del sigo XX, no debe dejar de lado, no obstante, la enorme cantidad de matices que contiene el pensamiento de Romero, tanto para hallar “rasgos burgueses” en escritores españoles de esos siglos, como Cervantes o Quevedo, como para considerar –luego de un repaso histórico y conectado la Edad Media tardía con los siglos XIX y XX- cierta particularidad en Barcelona y su burguesía en un texto de 1970[113]. Los reinos hispánicos y Europa, en ambos casos, contienen su propia diversidad.

Romero historiador de Argentina y Latinoamérica

La obra de Romero dedicada a América Latina, incluida la propia Argentina, es casi tan extensa como la dedicada a la Edad Media, contiene poco más de un puñado de libros y numerosos artículos. Lejos de poder analizarlos aquí, se seleccionarán al menos tres libros que se ocupan del pasado colonial latinoamericano y argentino y que puedan recoger una imagen de las relaciones de España y Europa, como se ha trabajado en las secciones anteriores. Se considerarán Las ideas políticas en Argentina (primera edición de 1946 y quinta de 1973), Breve historia de la Argentina (publicado originalmente en 1965 y con varias ediciones posteriores, algunas de ellas póstumas y continuadas por Luis Alberto Romero) y Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976). Cabe destacar que el proyecto historiográfico de Romero estuvo atravesado por cierta interrelación entre sus intereses respecto de la historia europea y de la historia latinoamericana[114].

Antes de avanzar con estos libros, cabe detenerse en un pequeño libro de 1944 titulado Bases para una morfología de los contactos de cultura, el cual se cierra con un “Escolio sobre las relaciones de España con Hispanoamérica”[115]. El libro es una reflexión sobre las posibilidades de una historia de la cultura, en clave de una morfología de la cultura, para estudiar los contactos culturales, abordando para ello una serie de tópicos como la colonización, la catequesis, la inmigración, la recepción, entre otros. Resulta de interés, dado su carácter temprano, la ausencia completa del problema de la revolución burguesa, que marca la historia de Occidente acorde a lo que expresó Romero en los años subsiguientes. No hay, por ejemplo, alusiones ni al término burgués, ni al término burguesía[116]. De allí, cierto interés en la aparición de ciertos tópicos que de algún modo han sido hallados en las obras posteriores. El tratamiento a nivel general de los tópicos mencionados permite que el texto finalice con un escolio dedicado a las relaciones entre España e Hispanoamérica, y las posibilidades para que en su tiempo (1944), se establezcan relaciones amistosas entre las culturas. Sin embargo, el texto comienza con un comentario sobre la situación española en el siglo XV, momento de la llegada a América, que, además de considerarla integrada a la cultura occidental, la coloca como pionera respecto del resto de los reinos europeos en términos de una construcción estatal unificada, y la describe como partícipe de una vida ya “moderna”, en línea con lo mencionado sobre Pedro Henríquez Ureña[117]. De manera inicial, la llegada de los españoles a América inserta al continente, y a las culturas que habitaban allí, en la historia occidental y, en el vocabulario de Romero de 1944, en cierta “modernidad”. Esta idea se contrapone, sin demasiado desarrollo es cierto, con lo sostenido, por ejemplo, por Claudio Sánchez-Albornoz hasta ese momento, que vinculaba la conquista de América con valores propios del pasado medieval, su “medievalismo agrario, religioso y guerrero”[118]. Como se verá, para Romero no puede comprenderse la empresa española en América sin lo que posteriormente llamó revolución burguesa.

Las ideas políticas en Argentina, publicado originalmente en 1946, pero con varias ediciones sucesivas hasta 1975, aborda en sus primeros dos capítulos la época de dominación española del Rio de la Plata. Para Romero este período es fundamental porque se habrían formado en él las dos tendencias que se disputaban el país en su presente, una tendencia autoritaria, y otra liberal. Cada capítulo (uno dedicado a los Austrias y otro a los Borbones), contiene una primera parte dedicada al mundo español, para luego adentrarse en los problemas del actual territorio argentino. Al período de los Austria habría correspondido, no sin algunas contradicciones, la conformación del espíritu autoritario. Como parecía sugerirse en los textos tratados hasta aquí, habría sido la época de la Reforma y la Contrarreforma la que habría “exacerbado” las particularidades hispánicas: “En la segunda mitad del siglo XVI, la política hispánica se circunscribe recogiéndose en sí misma[119]. Se reproducen así ideas clásicas como la del cierre de España respecto de Europa y del desarrollo económico que se habría provocado allí, la exaltada intolerancia, entre otros. La política llevada adelante por Felipe II, más allá de algunos antecedentes con Carlos V, habría sido la fundante en este sentido. Estos valores, pasados a América, habrían generado las condiciones para el autoritarismo. Como puede percibirse, es una visión más o menos clásica del establecimiento del poder español en América. Sin embargo, no debe confundirse la llamada cerrazón a un aislamiento, o a una historia sin conexiones: Romero no deja de aludir como determinantes a las disputas por la hegemonía europea o a las luchas contra la invasión portuguesa en el Rio de la Plata[120].

El siguiente capítulo, sin embargo, dedicado a la época borbónica, habría sentado las bases para la posibilidad de un destino diferente en América. Los Borbones, con muchos matices, habrían vuelvo a vincular a España con Europa, a partir la introducción del pensamiento ilustrado y científico. Se habría pasado de un “absolutismo medieval” a un “absolutismo ilustrado”. El paso de estos principios “progresistas” a América habría permitido construir un espíritu liberal que acabo por volverse contra la propia metrópoli[121]. Como puede verse, alejado aún del vocabulario de lo feudal y lo burgués, la herencia española en América sería ambigua, habiendo provocado tanto tradiciones autoritarias como a tradiciones liberales[122].

Breve historia de la Argentina fue publicada originalmente en 1965, con algunas ediciones posteriores en vida de Romero y otras de manera póstuma por parte de Luis Alberto Romero, siendo la última de 2013[123]. El libro contiene énfasis diferentes al anterior, priorizando la historia política y social, pero a la vez comparte el esquema del “autoritarismo” de los Austrias trasladado a América por la conquista, y el “progresismo” de los Borbones en el siglo XVIII[124]. Como información adicional, en lugar de vincular la conquista al pasado medieval, afirmaba que esta tenía el signo del Renacimiento, a partir de la indagación de lo misterioso y la aventura por lo desconocido[125]. La llegada de los españoles a América se ubicaría así en los procesos de la historia europea.

Latinoamerica: las ciudades y las ideas, es la última gran obra que Romero publicó en vida. Está centrada en otro de los ejes de su obra: la historia urbana. Como las obras de historia argentina, se ocupa de la conquista hasta el siglo XX[126].  Brevemente, la expansión española a América es ubicada en la expansión medieval a partir de las ciudades y la vida urbana[127]. Si bien los señores y la actitud señorial habrían comandado la expansión militar, era finalmente el mundo urbano y burgués, y la economía mercantil, el que complementaba y consolidaba la expansión. Así, habría un origen medieval de la expansión, pero sería de una Edad Media ya feudoburguesa, no meramente feudal, en línea con sus tesis sobre la evolución de la historia occidental. Aunque el libro refiera a la experiencia americana, contiene alusiones que pueden resultar de interés para la problemática que se viene analizando. Si bien el final del siglo XV en España significó la derrota política definitiva de la aristocracia, conservaba de todos modos su prestigio social, que la colocaba como el estrato social superior. Dicho prestigio actuó de contención para el ascenso social burgués. Asimismo, la propia política europea de los Reyes Católicos habría marcado también límites para que las burguesías castellanas se desarrollasen[128]. En tiempos del Barroco, estas tendencias habrían continuado en España y Portugal, e incluso de manera más profunda en América[129]. Aquello que en España y Europa había costado fuertes luchas (la adquisición de espacios de poder por los burgueses y la señorialización de los altos sectores de los mismos posteriormente) en América se produjo de manera instantánea debido a la colonización y conquista. De una u otra manera, los problemas de desarrollo burgués en España –y en América-, habrían tenido tanto factores internos como externos, propios estos últimos de las relaciones con el mundo europeo en los siglos XVI y XVII.

Establecida la conquista, según Romero, rápidamente se consolidó un modelo según el cual las ciudades de América, en su carácter colonial, eran europeas, aunque habitadas por gentes con otras culturas[130]. Habrían sido, en su visión, formas jurídicas y físicas elaboradas en Europa que se implantaron en América[131]. La mentalidad fundadora de nuevas ciudades tenía como presupuesto una concepción del continente americano como un vacío, por lo que luego de una presencia inicial en las zonas poco pobladas del Caribe, cuando se llegó al centro urbano de México, este fue destruido, de modo de conservar esta imagen de vacío. Algo similar sucedió en el resto del continente. De cierta manera, se intentaba “crear sobre la nada una nueva Europa[132]. Sin embargo, la nueva Europa fue pronto una frontera y una periferia de la Europa vieja[133]. A pesar de un desarrollo mercantil innegable, las ciudades coloniales se convirtieron en ciudades hidalgas, dado el carácter de sus grupos dominantes y aunque hayan tenido que disimular que en realidad cedían “a la tentación de la burguesía[134].

Conclusiones

Como ha mostrado el recorrido realizado, aunque José Luis Romero no haya sido un hispanista, los reinos hispánicos aparecen de manera recurrente a lo largo de su obra, tanto para hablar de la propia España, como para referirse al mundo europeo, como para estudiar el mundo argentino y americano. Asimismo, podría decirse que no acaba por ser un hispanista por su necesidad de ubicar a España y al mundo Hispanoamericano en la historia de occidente. Una extensa tradición ha tratado –con mayores o menores fundamentos y por variadas razones- de quitar a España de Europa, de mostrar su excepcionalidad, su impertinencia para remitir al mundo europeo. Como se ha dicho, resulta una especie de drama intelectual, político y hasta vital la pregunta por la Europeidad de España. En Hispanoamérica, en especial en países de considerable llegada de población europea en los siglos XIX y XX, esta pregunta afecta también la propia pregunta por los países de la región. En Romero, como se ha querido mostrar, este problema, a pesar de conservar numerosas tensiones y particularidades, se hallaba de algún modo “resuelto”. En sus conversaciones con Félix Luna, realizadas en 1976, meses antes de su muerte, Romero dejaba claro su posicionamiento respecto de la pertenencia argentina a la cultura española y europea:

¿quién puede decir que la historia española no es nuestra historia?… Yo reivindico totalmente la historia y la cultura española para los argentinos. El Arcipreste, La Celestina, el Quijote, la picaresca, Calderón, y Quevedo son absolutamente míos, tan míos como de los españoles; no les reconozco a éstos ninguna exclusividad por el hecho de que estén del otro lado del mar. Pero si es mío el Arcipreste, La Celestina, el Quijote y la picaresca y Velázquez, ¿cómo no va a ser mía toda esa cultura dentro de la cual España es un enclave? España es Europa: si España es mía, Europa es mía…[135]

Romero enumeraba una extensa tradición de autores, muchos de ellos mencionados a lo largo del presente texto, que podían ubicarse en una tradición europea, de la cual España sería “un enclave”. Además, su argumento se basaba en las consideraciones sobre Argentina y su posibilidad de ubicarla en la historia de Occidente. La respuesta del entrevistador remitía al tópico de la no europeidad de España: “Pero, ¿España es Europa? José Ingenieros, cuando salía de Madrid y se iba a París, decía «me voy a Europa»[136]. Ante esta duda, Romero respondía: “Es un viejo chiste del siglo XIX, o muy siglo XVIII, porque para esa época Europa era París, ni siquiera era Burdeos, o Toulouse. Esto era un espejismo en el cual no hubiera insistido un hombre como Ingenieros, si se hubiera hablado en serio[137]. El chiste sobre París, más allá de su confirmación o no, permite preguntarse por la europeidad de la propia Europa: la construcción de un estereotipo (¿o espejismo?) de la Europa burguesa, libre, racional, democrática, rica e ilustrada no ha favorecido la pregunta por Europa en sí misma y en sus relaciones con los “no europeos”. Siguiendo –y extendiendo un poco- a Romero, si Europa era Paris, buena parte de Europa no lo era, no solo no lo era España. La inserción de los reinos hispánicos –y de Hispanoamérica- en la historia occidental habilita a destacar la dificultad de considerar de manera univoca dicha historia. La propia historia española y latinoamericana testimoniaría esta heterogeneidad, presente también en otras geografías, incluso en las que nadie dudaría en llamar europeas. En Romero, podría decirse, la ambivalencia y la ambigüedad han resultado “tramas secretas” de esta historia. España es Europa, pero Europa no es siempre –algún punto de vista podría decir que nunca es- lo que se espera que sea[138].


[1] Al respecto: Villacañas, José Luis. Imperiofilia y el populismo nacional-católico. Otra historia del imperio español, Madrid, Editorial Lengua de Trapo, 2019.

[2] La perspectiva fundamental en este punto es la llamada Leyenda Negra, que a la vez permite –a modo de espejo- la visión por demás laudatoria del pasado español, que se señalaba más arriba. Sobre la Leyenda Negra: García Cárcel, Ricardo. El demonio del sur. La Leyenda Negra de Felipe II, Madrid, Cátedra, 2017; Pérez, Joseph. La Leyenda Negra, Madrid, Gadir, 2012.

[3] José Luis Romero nació en Buenos Aires en 1909 y murió en Tokio en 1977. Es uno de los más importantes historiadores argentinos, con una amplia producción historiográfica que se ocupa de la historia antigua grecorromana, el medievalismo y la historia argentina y latinoamericana. Ha sido uno de los principales fomentadores de la historia de la cultura y de la historia social en el país. Para mayor información sobre su vida y su obra consultar la bibliografía que aparecerá a lo largo del texto.

[4] Romano, Ruggiero. “Prólogo” a Romero, José Luis. ¿Quién es el burgués? Y otros estudios de historia medieval, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, pp. 9-14. Este texto de Romano también se halla reproducido como apéndice a Romero, José Luis. La cultura occidental, edición de Jorge Lafforgue, Buenos Aires, Alianza, 1994, pp. 129-140. La cultura occidental se publicó originariamente en 1953, la edición citada reproduce esta obra más el agregado del texto de Ruggiero Romano y otro texto de Romero “La imagen de la Edad Media”, también de 1953.

[5] Por ejemplo: Acha, Omar. La trama profunda. Historia y vida en José Luis Romero, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2005, p. 134. Sobre la obra de Romero, además de la bibliografía que aparece en las siguientes páginas: Halperin Donghi, Tulio. “José Luis Romero y su lugar en la historiografía argentina”, Desarrollo económico, vol. 20, nº 78, 1980, pp. 249-274; AAVV. De historia e historiadores: homenaje a José Luis Romero, México, Siglo XXI, 1982; Betancourt Mendieta, Alexander. Historia, ciudad, ideas. La obra de José Luis Romero. México, Universidad Autónoma de México, 2001. Además, los textos incluidos en: https://jlromero.com.ar/.

[6] Romero, José Luis. “Sobre la biografía española en el siglo XV y los ideales de la vida”, Cuadernos de Historia de España, tomos 1-2, 1944, pp. 115-138; “Fernán Pérez de Guzmán y su actitud histórica”, Cuadernos de Historia de España, tomo 3, 1945, pp. 117-151; “La historia de los vándalos y de los suevos de San Isidoro de Sevilla”, Cuadernos de Historia de España, tomos 1-2, 1944, pp. 289-297; “San Isidoro de Sevilla, su pensamiento historicopolítico y sus relaciones con la historia visigoda”, Cuadernos de Historia de España, tomo 7, 1947, pp. 5-71.

[7] Romero, José Luis. “Estudio preliminar” a Hernando del Pulgar. Libro de los Claros Varones de Castilla, Buenos Aires, Editorial Nota, 1944, pp. 7-20.

[8] Romero, José Luis. Sobre la biografía y la historia, Buenos Aires, Sudamericana, 1945.

[9] Romero, José Luis. ¿Quién es el burgués? y otros estudios de historia medieval, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984.

[10] Romero, José Luis. “Sobre la biografía española en el siglo XV y los ideales de la vida”, se cita siempre por la versión en Romero, José Luis, ¿Quién es el burgués?, pp. 172-188, aquí p. 184. Aquí debería remitirse a la concepción de Romero sobre el Renacimiento, al respecto: Sverlij, Mariana. “El renacimeinto en la obra de José Luis Romero”, en https://jlromero.com.ar/temas_y_conceptos/renacimiento-obra-romero/, acceso 7 de noviembre de 2022. También: Peña, Santiago Francisco. “Los orígenes del mundo moderno y el devenir del espíritu burgués”, en https://jlromero.com.ar/temas_y_conceptos/jose-luis-romero-los-origenes-del-mundo-moderno-y-el-devenir-del-espiritu-burgues/, acceso 7 de noviembre de 2022.

[11] Ibid., p. 188. Esta visión tiene ciertos matices respecto de la de un autor que tuvo una gran influencia en Romero: Pedro Henríquez de Ureña (1884-1946), que sostenía, según parafraseaba el propio Romero: “En todos los órdenes de la cultura, la España de fines de la Edad Media, la que desemboca en los albores de la Edad Moderna, adquiere singular personalidad, y Henríquez Ureña la dibuja, precisamente; si para cada una de las actividades del espíritu se señalan allí los nombres de quienes sobresalieron en su ejercicio, algo hay en el conjunto que advierte la formación de una conciencia española, cuyos elementos están preparando una estructura cultural que ha de configurar, al declinar el siglo XV, una España moderna, germen primero, acaso, de la modernidad europea”, Romero, José Luis. “Sobre la historia de la cultura española. Reseña de Plenitud de España, de Pedro Henríquez Ureña”, Argentina Libre, Buenos Aires, 25 de julio de 1940. Romero dedicó otros textos a este autor singular: Romero, José Luis. “En la muerte de un testigo del mundo” [Pedro Henríquez Ureña], Cabalgata, nº 1, Buenos Aires, 12 de septiembre de 1946; Romero, José Luis. “Pedro Henríquez Ureña”, Realidad, Buenos Aires, enero-febrero de 1948.

[12] Romero, José Luis. “Fernán Pérez de Guzmán y su actitud histórica”, se cita siempre por la versión en Romero, José Luis. ¿Quién es el burgués?, pp. 189-214, aquí p. 190.

[13] Ibid., p. 191.

[14] Ibid., p. 214.

[15] Romero, José Luis. “Estudio preliminar”, p. 9.

[16] Romero, José Luis. “San Isidoro de Sevilla, su pensamiento historicopolítico y sus relaciones con la historia visigoda”, se cita siempre por la versión en: en Romero, José Luis. ¿Quién es el burgués?, pp. 77-125.

[17] Ibid., p. 95.

[18] Ibid., p. 113.

[19] Ibid., p. 115.

[20] Ibid., p. 125.

[21] Ibid., p. 97.

[22] Romero, José Luis. La revolución burguesa en el mundo feudal, Buenos Aires, Sudamericana, 1967, pp. 130-131. Sobre la persistencia de esta visión de una “España eterna”, basada en los modelos visigodos, una visión crítica en: Hillgarth, J. N. “Spanish Historiography and Iberian Reality”, History and Theory, vol. 24, nª 1, 1985, pp. 23-43.

[23] Sobre este problema, una breve síntesis crítica en: García de Cortázar, José Ángel. “Introducción”, en García de Cortázar, José Ángel et al. Organización social del espacio en la España Medieval. La Corona de Castilla en los siglos VIII a XV, Barcelona, Ariel, 1985, pp. 11-42. 

[24] Romero, José Luis. “Reseña a Erasme et l’Espagne”, Revista de Filología Hispánica, año 5, n° 2, 1943, pp. 173-176. Recuérdese que años después, en uno de sus textos fundamentales, mencionó a Bataillon, junto a Jaeger y Huizinga, como uno de los más significativos historiadores de la cultura de su tiempo: Romero, José Luis. “Reflexiones sobre la historia de la cultura”, en La vida histórica, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, pp. 121-130, p. 130. Se trata de un artículo publicado originalmente en 1953.

[25] Castro a Bataillon, carta fecha en Austin a 8 de diciembre de 1939, en Epistolario Américo Castro y Marcel Bataillon (1923-1972), Madrid, Editorial Biblioteca Nueva- Fundación Xavier Zubiri, 2012, pp. 114-115.

[26] Castro, Américo. “Lo hispánico y el erasmismo”, Revista de Filología Hispánica, año 2, n° 1, 1940, pp. 1-34. Este texto tiene una continuación en: Revista de Filología Hispánica, año 4, n° 1, pp. 1-66. Ambas partes, con un tercer texto fueron republicados con modificaciones en: Castro, Américo. Aspectos del vivir hispánico. Espiritualismo, mesianismo, actitud personal en los siglos XIV al XVI, Santiago de Chile, Editorial Cruz del Sur, 1949. La obra donde Castro expuso su particular visión de la historia de España es: Castro, Américo. España en su historia. Cristianos, moros y judíos, Buenos Aires, Losada, 1948, con sucesivas ampliaciones. José Luis Romero hizo una reseña de esta última obra que se tratará más adelante.

[27] Sobre esta temprana recepción de la obra de Bataillon, ocupándose también de la reseña de Romero: Redondo, Augustin. “La recepción de Erasmo y España de Bataillon”, en Erasmo y España. 75 años de la obra de Marcel Bataillon (1937-2012), Eliseo Serrano (coord.), Zaragoza, Institución Fernando el Católico- Excma. Diputación de Zaragoza, 2015, pp. 17-51, para la reseña de Romero p. 44.

[28] La misma se publicó bajo el título “Une conquête de l’histoire, l’Espagne d’Érasme”, Annales d’histoire sociale, 1, 1939, pp. 28-42. Puede consultarse una edición castellana en: Febvre, Lucien. “El Erasmo de Marcel Bataillon”, en Erasmo, la Contrarreforma y el espíritu moderno, Buenos Aires, Hyspamérica, 1988, pp. 93-108. Se citará esta edición.

[29] Febvre, Lucien. “El Erasmo de Marcel Bataillon”, pp. 100-101.

[30] Por ejemplo: Pastore, Stefania. Un’eresia Spagnola. Spiritualita conversa, alumbradismo e Inquisizione (1449-1559), Firenze, Leo S. Olschki Editore, 2004, pp. V-VI

[31] Romero, José Luis. “La obra de Claudio Sánchez-Albornoz en la Argentina”, Cuadernos americanos, año VI, vol. XXXI, n° 1, 1947, pp. 211-217.

[32] Ibid., p. 216.

[33] Una síntesis al respecto en: Tolan, John V. Sarracenos. El Islam en la imaginación medieval europea, Valencia, Universitat de València, 2007. También de interés: Catlos, Brian A. Muslims of Medieval Latin Christendom, c. 1050-1614, Cambridge, Cambridge University Press, 2014.

[34] “Y al par que ahondaba la peculiaridad de los fenómenos españoles, delimitaba más anchas perspectivas e introducía a sus discípulos, desde lo español, en el vasto horizonte de la historia de Europa”, Romero, José Luis. “Presentación”. En AA. VV., Homenaje al profesor Claudio Sánchez-Albornoz, Universidad de Buenos Aires- Facultad de Filosofía y Letras, 1964, pp. 9-12, aquí p. 11.

[35] Romero, José Luis. “Reseña de España en su historia, de Américo Castro”, Realidad, año 2, volumen IV, nº 11, septiembre-octubre de 1948, pp. 233-238.

[36] La obra de Sánchez-Albornoz discutiendo con Castro fue: Sánchez-Albornoz, Claudio. España: un enigma histórico, Buenos Aires, Losada, 1956, 2 vols.

[37] Ibid., p. 233. Cabe destacar que en las últimas décadas la pregunta por la argentinidad ha resultado de muchas maneras evocada en el debate público del país. Probablemente pueda hallarse un problema similar en muchos otros países.

[38] Ibid., p. 237.

[39] No se puede resumir el impacto, enorme, que ha tenido Américo Castro en la historiografía y en los estudios literarios sobre España, tanto para ser alagado, rechazado, o prudentemente continuado en algunos postulados. Un breve resumen de su obra y su influencia, con bibliografía crítica: Gerli, E. Michael. “Américo Castro (1885 – 1972), en Rewriting the Middle Ages in the Twentieth Century. Vol. II: National Traditions, Jaume Aurell and Julia Pavón (eds.), Turnhout, Brepols, 2009, pp. 138-159. También de interés el dossier: “La obra de Américo Castro y la España de las tres culturas, sesenta años después”, Martin Baumeinster y Bernardo Tauber (coords.), Iberoamericana, vol. 10, n° 38, 2010.

[40] Romero, José Luis. “Reseña de España en su historia”, p. 235.

[41] Sobre Romero como medievalista, probablemente la faceta más importante de su obra: Guerreau, Alain. El feudalismo. Un horizonte teórico, Barcelona, Crítica, 1984, pp. 107-109; Guglielmi, Nilda. “José Luis Romero y la historia medieval”, en Historiografía argentina (1958-1988). Una evaluación crítica de la producción histórica argentina, Buenos Aires, 1990, pp. 264-273; Astarita, Carlos y Inchausti, Marcela. “José Luis Romero y la historia medieval”, Anales de historia antigua y medieval, nº 28, 1995, pp. 15-24; Guiance, Ariel. “José Luis Romero (1909-1977)” en Rewriting the Middle Ages in the Twentieth Century. Vol. II: National Traditions, Jaume Aurell and Julia Pavón (eds.), Turnhout, Brepols, 2009, pp. 253-280; Astarita, Carlos. “Tres cuestiones en el análisis de José Luis Romero sobre La revolución burguesa en el mundo feudal y el medievalismo actual”, en José Luis Romero. Vida histórica, ciudad y cultura, José Emilio Burucúa, Fernando Devoto y Adrián Gorelik (editores), San Martín, Universidad Nacional de General San Martín, 2013, pp. 145-163.

[42] Como es sabido, la historia de la cultura en Romero se confunde a menudo con la historia misma, o con lo que el llamó “la vida histórica”, con su particular concepción. Un panorama sobre Romero en la historia de la cultura en Argentina: Agüero, Ana Clarisa. “Sobre la historia de la cultura en Argentina”, Prohistoria, Año XXV, 37, 2022, pp. 1-28.

[43] Romero, José Luis. La Edad Media, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 9, 19, 20, 22, 24, 31, 36, 37, 38, 40, 42, 46, 52, 56, 63, 64, 66, 67, 68, 84, 88, 89, 90, 98, 99, 100, 101, 113, 118, 119, 120, 124, 125-126, 127, 129, 131, 132, 139, 146, 148, 149, 150, 154-155, 156, 157, 159, 163, 165, 168, 169, 171, 173, 174, 175, 178, 179, 185, 187, 189, 190, 191, 194, 195, 197, 198, 199, 200, 204, 205, 206, 208.

[44] Sobre detalles del plan de trabajo más extenso en que se ubicaba esta obra, además del propio prólogo: Romero, José Luis. La revolución burguesa, pp. 9-18; véase: Romero, Luis Alberto. “Advertencia”, en Romero, José Luis. Crisis y orden en el mundo feudoburgués, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, pp. V-VI.

[45] Sobre esta obra en el marco de los estudios de la “revolución burguesa” medieval: Astarita, Carlos. Revolución en el burgo. Movimientos comunales en la Edad Media. España y Europa, Madrid, Akal, 2019, pp. 51-55 y passim.

[46] Las referencias son numerosas, véase: Romero, José Luis. La revolución burguesa, pp. 27, 38, 41, 42, 44, 45, 46, 47, 54, 55, 59, 60, 63, 64, 66, 67, 69, 70, 71, 72, 76, 77, 78, 79, 82, 87, 89, 94, 95, 139.

[47] Ibid., pp. 123, 125, 126, 167, 174, 178, 183, 184, 198, 199, 206, 209, 214, 532, 533, 534, 539.

[48] Ibid., pp. 201, 210, 212, 217, 218, 223, 224, 397, 539.

[49] Ibid., pp. 112, 163, 177, 186, 316

[50] Ibid., pp. 109, 177, 180.

[51] Ibid., pp. 120, 155, 220, 529.

[52] Ibid., pp. 50, 51, 81.

[53] Ibid., pp. 292, 301, 312, 322, 333, 342, 355.

[54] Ibid., pp. 138,156, 159, 178, 245-246, 247, 249, 267, 268, 276-277, 279, 280, 292, 301, 312-313, 315, 316, 319, 320, 321, 322, 340, 341, 344, 345, 353, 359, 387, 391, 401, 402, 403, 404, 407, 409, 416, 417, 418, 419, 420, 421, 422, 425, 426, 428, 429, 430, 431, 432, 433, 435, 441, 442, 444, 450, 485, 519, 535.

[55] Ibid., pp. 46, 80, 86.

[56] Ibid., pp. 150-151.

[57] Ibid., pp.  271, 310, 317.

[58] Ibid., pp. 468, 480, 486.

[59] Ibid., pp. 98-100.

[60] Ibid., pp. 104.

[61] Ibid., pp. 118-119.

[62] Ibid., pp. 350, 357.

[63] Ibid., pp. 134-135, 169, 238, 247, 249, 267, 268, 376, 457, 459.

[64] Romero, Luis Alberto. “Advertencia”, en Romero, José Luis. Crisis y orden, pp. V-VI. 

[65] Romero, José Luis. Crisis y orden, pp. 19, 33, 87, 237, 257.

[66] Ibid., pp. 17, 29, 30, 32, 87, 147, 208.

[67] Ibid., pp. 58, 89, 125, 208, 257, 262.

[68] Ibid., pp. 20, 27, 29, 141, 147, 238.

[69] Ibid., p. 271.

[70] Ibid., pp. 25, 27, 61, 67, 196, 237, 249, 270, 271, 276.

[71] Ibid., pp. 237 y 271.

[72] Ibid., p. 271.

[73] Ibid., pp. 268, 270, 272, 277.

[74] Ibid., p. 272.

[75] Ibid., pp. 20, 48, 50, 140, 240, 243, 246.

[76] Ibid., pp. 20, 28, 29.

[77] Ibid., pp. 20, 192, 274.

[78] Ibid., pp. 228, 269, 270.

[79] Ibid., pp. 260, 264, 269.

[80] Ibid., pp. 25, 38, 205, 246, 265, 279.

[81] Ibid., pp. 28, 261, 263, 277.

[82] Ibid., p. 102.

[83] Ibid., p. 35.

[84] Ibid., p. 23.

[85] Ibid., p. 27.

[86] Ibid., p. 28.

[87] Ibid., p. 28.

[88] Ibid., pp. 29 y 277.

[89] Ibid., p. 62.

[90] Ibid., p. 87.

[91] Ibid., p. 141.

[92] Ibid., pp. 142 y 150.

[93] Ibid., p. 205.

[94] Ibid., pp. 243 y 244.

[95] Ibid., pp. 246 y 265.

[96] Ibid., p. 261.

[97] Ibid., p. 265.

[98] Ibid. p. 273.

[99] Ibid., pp. 24, 25, 27, 29, 30, 32, 55, 57, 65, 66, 67, 69, 73, 78, 79, 83, 97, 98, 106, 111, 113, 121, 138, 144, 152, 161, 194, 200, 201, 204-205, 213, 214, 215, 218, 222, 258, 259, 280.

[100] “Para ese entonces, Europa se había dividido y la lucha religiosa no sólo delineó dos áreas ideológicas. Se vio entones que la división correspondía a dos áreas que sostenían dos actitudes sociales y económicas diferentes. La emigración del oro y la plata desde España hacia los países de vigorosa tradición burguesa y mercantil constituyó una nueva experiencia que enriqueció sustancialmente el conocimiento de los principios básicos de la economía de mercado y el comportamiento del capital”, Ibid., p. 83.

[101] Ibid., pp. 151-187.

[102] “Quienes adoptaron las formas reformadas de moralidad y religiosidad desnudaron los contenidos últimos de la mentalidad burguesa y asumieron desembozadamente la misión de imponer su vigencia; quienes, en cambio, prefirieron la ortodoxia romana y promovieron la Contrarreforma intentaron rechazar esos contenidos en holocausto a los tradicionales principios cristianofeudales, pero cedieron poco a poco ante aquéllos por la fuerza de la realidad y se contentaron con enmascararlos y encubrirlos”, Romero, José Luis. La revolución burguesa, pp. 12-13. Una visión reciente sobre la asociación entre protestantismo y desarrollo mercantil: Gregory, Brad S. La reforma involuntaria. Cómo una revolución religiosa secularizó a la sociedad, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2019.

[103] La definición de la obra: “el mundo burgués es el área geográfica de Europa (y quizá el mundo europeizado) tal como se va configurando desde la revolución burguesa del siglo XI, no sólo modificamos la noción tradicional de Edad Media sino que suprimimos en hiato del Renacimiento y establecemos la continuidad de un proceso desde el siglo XI hasta la Revolución Industrial del siglo XVIII, con ciertos ajustes, hasta nuestros días”, Romero, José Luis. Estudio de la mentalidad burguesa, Buenos Aires, Alianza, 1987, p, 18.

[104] Ibid., pp. 13, 144 y 148-149.

[105] Ibid., pp. 35, 36, 38, 47-48, 54, 56, 74, 90, 93, 95, 106, 118, 125, 136, 137 y 164.

[106] Ibid., pp. 16, 20, 29, 40, 67, 75, 77, 94.

[107] “Cuando Rembrandt pintaba sólo burgueses, Velázquez pinta reyes y señores, o enanos, jorobados y locos, es decir el submundo de una sociedad dual. Pero ni un solo burgués, lo que indica una marcada deliberación, pues Velázquez pinta valores, y en España los burgueses no eran valores. Se llega a Goya, y sigue sin haber burgueses”, Ibid., p. 38.

[108] Incluido en: Romero, José Luis. La ciudad occidental. Culturas urbanas en Europa y América, Buenos Aires, Siglo XXI, pp. 151-178.

[109] Ibid., pp. 157-158.

[110] Ibid., p. 157.

[111] “Ciertamente, en algunas ciudades llegan a formarse patriciados ilustres, como en Venecia y Florencia, pero en otros países, como Francia, España, Portugal, Hungría, nunca llegaron, ni aún en el siglo XVIII, a competir en prestigio con la vieja aristocracia”, Romero, José Luis. Estudio de la mentalidad, p. 29.

[112] “Los países católicos tuvieron una preeminencia muy fuerte de la tradición señorial y se resistieron a esta formulación burguesa. Cedieron a medias, sobre todo en el siglo XVIII, pero la formulación de la moral burguesa tal como se dio en Holanda o en Inglaterra en el siglo XVI era impensable en España o en Francia en ese siglo y continuó siendo impensable en el siglo XVIII”, Romero, José Luis. La ciudad occidental, p. 177.

[113] “Las burguesías mediterráneas no se han extinguido: conservan su carácter, su fisonomía, sus formas de mentalidad. Un barcelonés, declaradamente separatista o políticamente indiferente, es, ante todo, un barcelonés, más emparentado en el fondo con las burguesías meridionales de Francia o Italia que con las de la adusta Castilla. Un ingenuo podría decir que es el sol del Mediterráneo y, sin embargo, el Mediterráneo es una realidad, y las formas de vida y de mentalidad que ha elaborado, en un largo proceso que empieza con los fenicios y los griegos, conservan ciertos rasgos inmutables que contrastan con el de otras burguesías urbanas”. Romero, José Luis. “Barcelona o las burguesías mediterráneas”, Hebraica, Buenos Aires, marzo-abril de 1970, recogido en: Romero, José Luis. La ciudad occidental, pp. 195-200, aquí p. 200.

[114] Comentaba por ejemplo Omar Acha, en relación a la problemática de la ciudad en Romero: “La obra medievalista adquiere entonces una unidad con los escritos “argentinos” y “latinoamericanos”, lo que indica el vigor con el cual el dilema político que se había instalado en las ciudades adquiría para su comprensión histórica”, Acha, Omar. La trama profunda, p. 134. Al respecto, también: Halperin Donghi, Tulio. “José Luis Romero: de la historia de Europa a la historia de América”, Anales de historia antigua y medieval, Nº 28, 1995, pp. 37-46; Almandoz, Arturo. “De las ciudades burguesas a las masificadas en Romero. Revisión conceptual e impacto historiográfico en América Latina”, en José Luis Romero. Vida histórica, ciudad y cultura, José Emilio Burucúa, Fernando Devoto y Adrián Gorelik (editores), San Martín, Universidad Nacional de General San Martín, 2013, pp. 199-220.

[115] Romero, José Luis. Bases para una morfología de los contactos de cultura, Buenos Aires, Institución Cultural Española, 1944, el escolio en pp. 82-85. El libro, dada su brevedad se halla reproducido, sin el escolio, en la colección de artículos de tipo más teórico: Romero, José Luis. La vida histórica, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008, pp. 145-182. Debido a la ausencia del escolio de interés, se recurre a la edición de 1944.

[116] Hasta donde ha podido hallarse, las primeras reflexiones de Romero sobre lo burgués, corresponderían a los años 1949-1950, véase, por ejemplo: Romero, José Luis. La edad media, pp. 75-79 y passim; Romero, José Luis. “El espíritu burgués y la crisis bajomedieval”, Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias, n° 6, 1950, reproducido en Romero, José Luis. ¿Quién es el burgués?, pp. 17-33.

[117] “España constituía, hacia el siglo XV, una unidad que integraba el conjunto de la cultura occidental: era, pues, una subcultura, pero de caracteres tan peculiares como definidos. En la segunda mitad del siglo, su estructura se afianza; el poder estatal adquiere una fuerza todavía desconocida en Europa y la conciencia nacional se afirma y se proyecta en múltiples empresas. A fin del siglo XV, España está viviendo ya una vida “moderna”, despierta a todas las preocupaciones que caracterizarán esa época de la cultura occidental. La conciencia “moderna” es lo que permite el hallazgo de América y, sobre todo, lo que torna el hallazgo en descubrimiento”, Romero, José Luis. Bases para una morfología, p. 82.

[118] Sánchez-Albornoz, Claudio. La Edad Media y la empresa de América, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 1933, p. 11. Se trata de una conferencia pronunciada durante una visita al país por el en ese entonces Rector de la Universidad Central de Madrid. Sin embargo, Sánchez-Albornoz dedicó diversos textos a la temática, siendo el último: Sánchez-Albornoz, Claudio. La Edad Media española y la empresa de América, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica del Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1983.

[119] Romero, José Luis. Las ideas políticas en Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 17.

[120] Ibid., pp. 20 y 26.

[121] Ibid., pp. 41-66. Cabe destacar que en general no hay en Romero una idea de un traspaso automático de Europa a América, desde la temprana colonización, el proceso americano tuvo su dinámica propia, véase: Romero, José Luis. Latinoamérica: las ciudades y las ideas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2001, pp. 21-22.

[122] Sobre la concepción de Argentina en Romero: Halperin Donghi, Tulio. “José Luis Romero: una cierta idea de la Argentina”, en José Luis Romero. Vida histórica, ciudad y cultura, José Emilio Burucúa, Fernando Devoto y Adrián Gorelik (editores), San Martín, Universidad Nacional de General San Martín, 2013, pp. 13-35.

[123] Sobre las distintas ediciones véase: Romero, Luis Alberto. “Prefacio”, en Romero, José Luis. Breve historia de la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 9-12.

[124] Romero, José Luis. Breve historia de la Argentina, p. 22.

[125] Ibid., p. 21.

[126] Sobre la obra, y los trabajos de Romero sobre América Latina, además de los ya citados: Romero, Luis Alberto. “Prólogo”, en Romero, José Luis. Latinoamérica, pp. I-XVI; Acha, Omar. “Latinoamérica en la obra de José Luis Romero: entre la historia y el ensayo”; Botana, Natalio R. “Una relectura de Latinoamérica: las ciudades y las ideas de José Luis Romero”; Gorelik, Adrián. “José Luis Romero y el pensamiento urbano latinoamericano”, todos incluidos en José Luis Romero. Vida histórica, ciudad y cultura, José Emilio Burucúa, Fernando Devoto y Adrián Gorelik (editores), San Martín, Universidad Nacional de General San Martín, 2013, pp. 57-73, 187-197 y 221-246 respectivamente. Los otros dos libros que publicó Romero sobre América Latina, no siempre destacados, que a su vez compilan algunos de los diversos artículos que escribió al respecto, son: Romero, José Luis. Latinoamérica: situaciones e ideologías, Buenos Aires, Ediciones del Candil, 1967; Romero, José Luis. El pensamiento político de la derecha latinoamericana, Buenos Aires, Paidós, 1970. Ambos textos se han publicado nuevamente en: Romero, José Luis. Situaciones e ideologías en América Latina, Medellín, Editorial Universidad de Antioquía, 2001. 

[127] “Porque esta aventura no era, en verdad, sino un paso más de esa ambiciosa aventura europea de su expansión, que habían comenzado cuatro siglos antes”, Romero, José Luis. Latinoamérica, p. 65.

[128] “Aún le quedaba a la burguesía castellana sufrir los embates de sus rivales de Flandes y Alemania, protegidas por la alianza de los Reyes Católicos con los Habsburgo”, Ibid., p. 43.

[129] “Así se habían constituido en España y Portugal –más en unas regiones que en otras- las ciudades barrocas, más polarizadas que en otras áreas europeas y con menos perspectivas de resolver los problemas creados por la presión del mundo mercantil”, Ibid., p. 84.

[130] “La ciudad fue europea en un mundo poblado por otras gentes y con otra cultura”, Ibid., p. 47.

[131] Ibid. pp. 47-48.

[132] Ibid., p. 67.

[133] Ibid. p. 68.

[134] Ibid., p. 72.

[135] Luna, Félix. Conversaciones con José Luis Romero. Sobre una Argentina con historia, política y democracia, Buenos Aires, Timerman Editores, 1976, p. 83.

[136] Ibid., p. 84.

[137] Ibid., p. 84.

[138] Una visión sobre los problemas de una historia europea: Schaub, Jean-Frédéric. ¿Tiene Europa una Historia?, Madrid, Akal, 2013.