En el reverso de la burguesía y la ciudad: campesinado y mundo rural medieval en José Luis Romero

ANALÍA GODOY
(Universidad de Buenos Aires – CONICET)

Como es sabido, la obra de José Luis Romero dedicada a la Edad Media gira esencialmente en torno al problema del surgimiento y el desarrollo de la burguesía y de su ámbito de experiencia económica, política, social y cultural, el espacio adonde se desarrolla la mentalidad burguesa: la ciudad. Ahora bien, no solamente la realidad de las ciudades medievales y de sus habitantes sino también su comprensión y conceptualización por parte del historiador se delinea en la diferencia y el contraste con el mundo rural y el campesinado. Así, en un trabajo dedicado a las tensiones entre campo y ciudad en Latinoamérica, en el que rastreaba los antecedentes medievales de esa oposición, Romero afirmaba refiriéndose a la realidad urbana y la realidad rural:

“Sin duda son dos realidades físicas distintas. Son, además, dos tipos de sociedad distintos y desarrollan dos tipos de procesos históricos también distintos. Pero hay más. Esas sociedades tienen dos distintas formas de vida. Costumbres, normas y fines inmediatos son distintos en las sociedades urbanas y en las sociedades rurales. Cada una de ellas ha elaborado una diferente forma de mentalidad, precisada y afinada con el tiempo, que se consustancia con su propia forma de vida.  El contraste es percibido desde fuera, pero es vivido desde dentro”.[1]

Distintas ordenaciones del espacio, estructuras sociales, formas de vida y mentalidades, todos aspectos de lo que constituye un abordaje comprensivo de la realidad social en la que Romero, desde su concepción de la Historia como historia de la cultura, funde fenómenos económicos, sociales y políticos pertenecientes al orden fáctico y espirituales (ideas, representaciones y conciencia) pertenecientes al orden potencial de la vida histórica.[2] En ese abordaje comprensivo en el que los hechos, fenómenos y personajes históricos particulares están situados en y subordinados a un análisis general de procesos de larga duración, el contraste entre el mundo urbano y el mundo rural ocupó un lugar como ordenador de las reflexiones del historiador. Por eso, en esta breve contribución intentaremos rastrear en las alusiones que hace Romero en su obra dedicada a la Edad Media qué conceptos y nociones sobre el campesinado y la vida rural le sirven para construir, en contraste, el espíritu burgués.

El surgimiento de la dicotomía entre el mundo rural y el mundo urbano que preocupa a Romero se encuentra en la Alta Edad Media. Ahora bien, tal como en la obra de Marc Bloch La Sociedad Feudal, también para José Luis Romero, el período central de la Edad Media en el que predominan las relaciones feudales podía dividirse en dos etapas. Si para el francés se trataba de una primera y una segunda edad feudal, Romero se refirió a estos dos momentos como un primer período feudal (o también cristiano-feudal) que luego fue seguido por un período feudoburgués, denominación que enfatizaba en el surgimiento y desarrollo de la burguesía. Si bien de acuerdo a ambos autores, la distancia entre un primer y segundo momento del desarrollo feudal estaba dada por una revolución económica de características comunes, diferían en torno a sus principales causas. En la obra de Marc Bloch los orígenes de esa revolución económica estaban ligados a un fenómeno que hundía sus raíces en el espacio rural: el crecimiento demográfico y la colonización de nuevas tierras que, vinculados al fin de las invasiones, daban lugar al desarrollo comercial y urbano en el que surgirían las burguesías mercantiles.[3] En la obra de Romero, en cambio, prima la influencia del historiador belga Henri Pirenne y por lo tanto se ligaba el fenómeno de crecimiento urbano y mercantil a condiciones exteriores al propio desarrollo económico y social feudal. De acuerdo a Pirenne, la expansión islámica había interrumpido las vías comerciales mediterráneas, dejando a Europa en una suerte de economía natural. En el siglo XI, entonces, la expansión cristiana sobre el Mediterráneo abriría nuevos caminos estimulando el desarrollo del comercio y de las ciudades.[4] Estas nociones fueron retomadas por Romero quien ligaba la declinación económica de los siglos VIII-XI a la decadencia de los intercambios mercantiles como consecuencia de la expansión islámica. De hecho, y tal como afirmara en La Revolución burguesa en el mundo feudal, la disminución de la producción agrícola –vinculada con la escasez del desarrollo técnico y cierta reversión de la división del trabajo- sería un efecto de “la desaparición de los estímulos económicos a causa de los obstáculos que los invasores oponían al comercio”.[5] En contrapartida, serían la mitigación del acoso sobre las fronteras europeas y la caída del Califato de Córdoba los fenómenos que, al abrir la navegación del Mediterráneo, supondrían importantes oportunidades que estimularían, a su turno, la economía europea.[6]

La distancia entre estas dos formas de comprender y explicar los cambios que tuvieron lugar en Europa Occidental desde el siglo XI hunde sus raíces no solamente en una distinta comprensión de las causas de la revolución económica –que en Bloch, como más tarde en Georges Duby,[7] se liga a la expansión del excedente productivo agrario y en Romero se vincula a la expansión de la circulación comercial posibilitada por la expansión militar y política hacia la periferia y no necesariamente imbricada con la producción agraria[8].-, sino también en lo que podría observarse como dos formas de pensar y conceptualizar la relación entre el espacio urbano y el espacio rural. Para Bloch, como se pone de manifiesto en su obra Los Caracteres originales de la historia rural francesa,[9] el espacio rural, las transformaciones en la producción agropecuaria y el sujeto social a cargo de tales espacios, el campesinado, eran elementos centrales para comprender el devenir histórico medieval. En cambio, en Romero, estos fenómenos quedan en un segundo lugar respecto de lo que, como se dijo, constituye el principal centro de su atención, el surgimiento y desarrollo de la burguesía y de las ciudades en tanto que procesos que permiten comprender la peculiaridad occidental. En efecto, antes que una transformación que va desde el campo hacia la ciudad, en la obra de Romero, es la ciudad y su mercado la que avanzó, penetró y transformó significativamente el espacio rural. Vale decir que algunas de las preocupaciones económicas de Romero, tales como la influencia del mercado sobre la producción agraria, la relación entre producción para el consumo y para el intercambio o bien las consecuencias de la voracidad nobiliaria sobre la vida y la subsistencia campesina, han sido temas centrales en la historia económica medieval y en el debate sobre la transición del feudalismo al capitalismo. Y, si bien en las décadas finales del siglo XX, los problemas de historia económica perdieron parcialmente relevancia frente a otras aproximaciones políticas y culturales al mundo medieval, el peso y el lugar que ocupan en obras contemporáneas indican que se trata de problemas que no han sido totalmente saldados.[10]

La ciudad era, durante el período cristiano-feudal, una realidad marchita. Romero no adscribía a una concepción de la caída del Imperio Romano de Occidente como una catástrofe, pero tampoco se dejaba tentar por quienes menosprecian las transformaciones a las que la crisis del imperio y las invasiones o migraciones germánicas dieron lugar. Entre estas transformaciones debe encontrarse la pérdida de relevancia de la ciudad, fenómeno que implicó no solamente la desaparición de muchas ciudades sino centralmente la pérdida de sus funciones y de sus características en aquellas que subsistieron. Este fenómeno daría como resultado la expansión de la vida rural. El proceso de ruralización de la vida como consecuencia de la crisis del mundo romano implicó, en la visión de Romero, la constitución de una economía esencialmente cerrada, de autoconsumo, un aspecto que desde la década de 1990 ha sido discutido por aquellos historiadores que no solamente encontraban un primer crecimiento económico europeo en la Alta Edad Media sino que incluso valoraban la importancia de la gran propiedad, del gran dominio, en ese desarrollo.[11]

En contraposición, el espacio rural era el espacio dominado por la aristocracia a través del desarrollo de la gran propiedad y de la obtención de inmunidades de los reyes, proceso del cual participaron también las instituciones eclesiásticas.[12] Por una parte, la aristocracia poseedora de las tierras se organizaría como una clase con el poder político y económico a través de las relaciones de vasallaje, mientras que se debilitaba la posición del campesinado que perdería en consecuencia su tierra y su libertad y quedaría vinculado a su señor. Es interesante destacar que, si bien en ambos procesos priman las relaciones personales, los vínculos de hombre a hombre, Romero intuía con lucidez que su significado era radicalmente diferente en una y otra posición de la jerarquía social, intuición que se les escapa a algunos historiadores contemporáneos. Mientras que el vínculo de vasallaje aseguraba a quienes establecían el contrato feudal una condición social privilegiada, para los campesinos significaba la obligación de transferir de forma sistemática un excedente productivo.

La dependencia y la explotación son los elementos que definen la vida campesina en la visión de Romero. Lejos de la idealización propia del romanticismo del siglo XIX –pero que también se hizo presente en el siglo XX conforme desaparecía definitivamente el campesinado en Europa Occidental[13]-, José Luis Romero es consiente de que la experiencia del campesinado en la sociedad cristiana-feudal está atravesada por la subordinación. Una subordinación que es, en primer lugar, respecto de una naturaleza frente a la cual se encuentra desvalido y que implica, de forma periódica y como consecuencia del escaso desarrollo técnico del período, el hambre y la escasez.  En segundo lugar, la subordinación respecto de la aristocracia; el campesino está sujeto a la servidumbre feudal, a la codicia de los señores de la tierra. Desposeído de cualquier tipo de significación política, el colectivo campesino constituiría un “instrumento fundamental de la producción” que servía a los intereses económicos de los señores.[14] En tercer lugar, y conforme se expandía la influencia de la economía mercantil sobre los campos, tanto los campesinos siervos como los pequeños productores independientes quedarían sujetos a las oscilaciones de los precios, de la competencia y los recientemente descubiertos mecanismos de oferta y demanda.[15]

Como se observa, en el período cristiano-feudal, en tanto que habitante de un mundo rural cerrado y en el que el dominio señorial era el único y central elemento que estructuraba la economía y la sociedad del período, el campesinado no era un sujeto económico que mereciera la consideración del historiador. El período feudoburgués abriría, en cambio, nuevas perspectivas para el campesinado. En esta etapa, el desarrollo económico rural (consecuencia, como se dijo, de la expansión comercial) posibilitaría –al menos en aquellas regiones abiertas a procesos de colonización de nuevas tierras como Castilla y Aragón o el este del Elba- mejores condiciones, aunque no necesariamente supondría la emancipación de los campesinos.[16] Sujeto a las oscilaciones del mercado y al poder de los grandes propietarios de tierras, los campesinos pudieron verse perjudicados por el despliegue urbano y mercantil.[17] Con anterioridad a la crisis del siglo XIV, los campesinos adquirirían independencia económica a partir de su huida a la ciudad, convirtiéndose potencialmente en parte de la burguesía urbana.[18] Era en las ciudades donde el mercado y las actividades económicas no agrarias permitirían autonomía y “cierto bienestar material”, en las cuales podría desenvolverse como individuo racional. Posteriormente y como consecuencia de la crisis demográfica y de la contracción económica del siglo XIV, se alteró tanto el régimen de sujeción campesina y, aún más importante, el régimen de tenencia de la tierra, abriendo la posibilidad de que los campesinos se transformaran en propietarios de sus parcelas y mejorara su condición social y jurídica.[19]

El campesinado aparece, entonces, como el reverso de la incipiente burguesía medieval. Los burgueses habían arrancado su libertad a la aristocracia a través de las revueltas del siglo XII y las cartas o fueros que obtuvieron fundaron un estatus de libertad y una seguridad jurídica que los diferenciaba del campesinado. A la vez, y lejos de ser un instrumento de la producción rural al servicio de los señores, en las ciudades ve Romero “la posibilidad de aplicarse a una actividad que permitiera el ascenso económico”. También en el orden de la mentalidad y de las representaciones el campesino aparece como la antítesis del burgués. El campesinado no solamente está atado política y económicamente sino que también es incapaz de desarrollar una conciencia de sí mismo, por fuera del colectivo comunitario; se trataba, en definitiva, de “una masa inerte y sumisa[20]. El ámbito de la ciudad, en cambio, ofrecía “las posibilidades de individualización de cada uno, de desarrollar las propias capacidades, de dirigir racionalmente el destino individual y el del grupo social”.[21]

En consecuencia, sería principalmente la influencia de las ciudades, de la burguesía y de la economía de mercado la que sería capaz de transformar de forma sustantiva la vida y la mentalidad campesina. En las rebeliones campesinas de los siglos finales de la Edad Media, analizadas por Romero en Crisis y orden en el mundo feudoburgués, los fenómenos y procesos abiertos desde el siglo XI serían fundamentales. Por una parte, las burguesías y las clases populares urbanas brindaron su apoyo a los campesinos y a la vez fueron el ejemplo de politización y de libertad. Pero, más profundamente, estas rebeliones fueron el emergente de lo que Romero entendía como la “crisis general de la sociedad dual tradicional” la cual, si bien generada en cierta medida en el seno de esa sociedad tradicional, fue precipitada y definida en última instancia por el funcionamiento de la economía de mercado y los desajustes que esta originó en el seno de esa sociedad tradicional.[22]

Esta imagen del campesinado sujeto política, económica y espiritualmente a la naturaleza, a los señores, al mercado y a las ciudades sirve a José Luis Romero para delinear y caracterizar el perfil del burgués y de la vida en las ciudades, pero en este aspecto su obra se distancia de las investigaciones presentes. En efecto, en el último medio siglo los estudios de historia rural −tanto aquellos dedicados a los aspectos económicos y  productivos como más estrictamente sociales− han tendido a ofrecer una visión del mundo que rescata al campesinado de los siglos alto y plenomedievales como actor y sujeto de la historia a la vez que problematiza una visión radicalmente negativa sobre la vida rural.[23] Por una parte, se ha valorado la capacidad de supervivencia de la propiedad campesina así como también de la capacidad de auto organización del espacio y de los recursos productivos en los siglos del período cristiano-feudal.[24] A la vez, se ha problematizado la visión de un campesinado cuya sujeción al señorío impedía un accionar económico autónomo, valorando en cambio la capacidad de participar en el mercado de tierras, de enriquecerse y de elevarse dentro de sus comunidades, como “élites” de esos espacios rurales.[25] De esta forma, el campesino propietario y el fenómeno de la diferenciación social y económica campesina no serían solamente un efecto de la crisis y la contracción económica del siglo XIV sino fenómenos de larga duración en el Occidente medieval.

Al concentrase específicamente sobre el campesinado, incorporando también los aportes de la antropología y de la sociología rural, las investigaciones recientes han contribuido a complejizar nuestra mirada sobre el mundo rural y a reconocer la capacidad de agencia de individuos y colectivos campesinos a lo largo de la Edad Media, aportes que contribuyen a repensar la relación entre campo y ciudad en el mundo occidental, una oposición central en la obra de José Luis Romero. En este sentido, permiten, por una parte, desestimar la aplicación de una noción como “economía natural” al período cristiano-feudal dado que se estudia tanto el crecimiento económico como la diferenciación socioeconómica del campesinado en esos siglos.[26] Por otra parte, al rescatar el papel económico del campesinado y su participación en los intercambios locales y regionales, estos estudios permiten incorporar muevas dimensiones y protagonistas a un proceso de expansión del mercado que ya no es visto en términos de ruptura (“revolución mercantil”) sino de crecimiento y transformación (“mercantilización”) y que continua siendo nodal para comprender los cambios económicos y sociales desde los siglos centrales de la Edad Media.


[1] José Luis Romero, «Campo y ciudad: las tensiones entre dos ideologías», Culturas 3, n.o 5 (1978), https://jlromero.com.ar/textos/campo-y-ciudad-las-tensiones-entre-dos-ideologias-1978/.

[2] José Luis Romero, «Reflexiones sobre historia de la cultura», Imago Mundi 1, n.o 1 (1953); José Luis Romero, «Sociedad y cultura en la Temprana Edad Media», Revista Histórica de la Universidad, n.o 1 (1959), https://jlromero.com.ar/textos/sociedad-y-cultura-en-la-temprana-edad-media-1959/.

[3] Marc Bloch, La sociedad feudal (Buenos Aires: Claridad, 2016), 71-83, 1° edición francesa 1939-40. Bloch se preguntaba: “Si la población no hubiera sido más numerosa que antes y la superficie del suelo cultivado más extensa; si, mejor trabajados por más brazos, sometidos a labores más intensas, los campos no hubiera producido mayores y más frecuentes cosechas, ¿cómo se hubiesen podido reunir y alimentar en las poblaciones tantos tejedores, tintoreros y fundidores de paño?”.

[4] Henri Pirenne, Les villes du Moyen Age. Essai d´histoire économique et sociale (Bruxelles: Maurice Lamertin, 1927), http://digistore.bib.ulb.ac.be/2007/021477613_000_f.pdf.

[5] José Luis Romero, La revolución burguesa en el mundo feudal (México: Siglo XXI, 1979), 88.

[6] Romero, 102.

[7] Georges Duby, Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economía europea, 500-1200 (México: Siglo XXI, 1976).

[8] Romero, La revolución burguesa en el mundo feudal, 79.

[9] Marc Bloch, Les caractères originaux dé l´historie rurale française (Paris: Librairie Armand Colin, 1968).

[10] Paul Sweezy, «Crítica», en La transición del feudalismo al capitalismo, ed. Rodney Hilton (Barcelona: Crítica, 1977), 43-77; Maurice Dobb, Estudios sobre el desarollo del capitalismo (Buenos Aires: Siglo XXI, 1975), 49-105; Jairus Banaji, Theory as History: Essays on Modes of Production and Exploitation (Leiden, Boston: Brill, 2010), 45-102; Richard H. Britnell, The commercialisation of the English society, 1000-1500(Manchester, New York: Manchester University Press, 1996); Christopher Dyer y Phillipp Schofield, «Estudios recientes sobre la historia agraria y rural británica», Historia Agraria, n.o 31 (2003): 13-31; Benoît Cursente, «Tendencias recientes de la historia rural de la Francia medieval», en La historia rural de las sociedades medievales europeas: tendencias y perspectivas, ed. Isabel Alfonso (PUV, 2008), 65-96.

[11] Pierre Toubert, Europa en su primer crecimiento. De Carlomagno al año mil (València: PUV, 2006); Pierre Toubert, «La part du grand domaine dans le décollage économique de l’Occident (VIIIe-Xe siècles)», en La Croissance agricole du Haut Moyen Âge. Chronologie, modalités, géographie, Flaran 10 (Toulouse: Presses Universitaires du Midi, 1990), 53-86, https://doi.org/10.4000/books.pumi.22692.

[12] Romero, La revolución burguesa en el mundo feudal, 88-89.

[13] James Ambrose Raftis, «Court rolls and village social history», Journal of the Society of Archivists 3, n.o 8 (1965): 423-24; James Ambrose Raftis, «The Concentration of Responsibility in Five Villages», Mediaeval Studies 28, n.o 1 (1966): 92-118.

[14] Romero, La revolución burguesa en el mundo feudal, 101.

[15] José Luis Romero, Crisis y orden en el mundo feudoburgués (México: Siglo XXI, 1980).

[16] Romero, La revolución burguesa en el mundo feudal, 257-70.

[17] Romero refería, por ejemplo, los privilegios que obtuvo la Mesta –corporación de grandes señores productores de ganado- que consistían en derechos de transito de su ganado, perjudicando entonces a los campesinos de cuyos campos estos se alimentaban Romero, Crisis y orden en el mundo feudoburgués.

[18] Romero, «Campo y ciudad: las tensiones entre dos ideologías».

[19] En el apartado “El impacto de la economía de mercado sobre la economía rural”, Romero desarrolla los efectos de la crisis sobre el ámbito rural: “La contracción del proceso expansivo de la nueva economía de mercado, la peste negra con sus efectos múltiples, especialmente la crisis demográfica que reconocía, entre otras causas, las guerras internacionales y civiles, los conflictos sociales, la presión fiscal, todos eran factores que incidían sobre la vida rural y sobre la economía de ese ámbito”.

 Romero, Crisis y orden en el mundo feudoburgués.

[20] Romero, Crisis y orden en el mundo feudoburgués.

[21] Romero, «Campo y ciudad: las tensiones entre dos ideologías».

[22] Romero, Crisis y orden en el mundo feudoburgués.

[23] Dyer y Schofield, «Estudios recientes sobre la historia agraria y rural británica»; Cursente, «Tendencias recientes de la historia rural de la Francia medieval»; José Ángel García de Cortázar y Pascual Martínez Sopena, «Los estudios sobre la historia rural en la sociedad hispanocristiana», Historia Agraria 31 (2003): 57-83; Christopher Dyer, «La historia de los niveles de vida en Inglaterra, 1200-1800: Problemas y enfoques», Historia agraria: Revista de agricultura e historia rural, n.o 16 (1998): 101-17.

[24] Léopold Genicot, Comunidades rurales en el Occidente medieval (Barcelona: Crítica, 1993); Werner Rosëner, Los campesinos en la Edad Media (Barcelona: Crítica, 1990).

[25] Frederic Aparisi Romero, «Las élites rurales en la Edad Media como objeto de estudio: de la marginalidad al centro del debate historiográfico», Historia. Instituciones. Documentos, n.o 40 (2013): 11-34, http://dx.doi.org/10.12795/hid.2013.i40.01; Antoni Furió, «Las elites rurales en la Europa medieval y moderna. Una aproximación de conjunto», en El lugar del campesino: en torno a la obra de Reyna Pastor, ed. Ana Rodríguez (CSIC, 2007), 391-421; Laurent Feller, «L´historiographie des élites rurales dans le haut Moyen Âge. Emergence d´un problème?», en L´historiographie des élites dans le Haut Moyen Âge (Marne-la-Vallée, France, 2003), https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-01280002/document; Monique Bourin, «Peasant Elites and Village Communities in the South of France, 1200 1350», Past & Present 195, n.o 2 (2007): 101-14, https://doi.org/10.1093/pastj/gtm024; Jean-Pierre Jessenne y François Menant, eds., «Les Élites rurales dans l’Europe médiévale et moderne», Flaran (Toulouse: Presses Universitaires du Mirail, 2007), 7-52; Dyer y Schofield, «Estudios recientes sobre la historia agraria y rural británica».

[26] Laurent Feller, «Les élites rurales du Haut Moyen Âge en Italie (IXe-Xe siècle)», Mélanges de l’École française de Rome – Moyen Âge [En ligne] 124, n.o 2 (2012), https://doi.org/10.4000/mefrm.801; Laurent Feller, «Enrichissement, accumulation et circulation des biens. Quelques problèmes liés au marché de la terre», en Le marché de la terre au Moyen Âge, ed. Laurent Feller y Chris Wickham (Roma: École Française de Rome, 2005), 3-28.