José Luis Romero: lecturas y usos de Martínez Estrada

DARÍO PULFER
(UNIPE-UNSAM)

Introducción

José Luis Romero realizó en varios tramos de su obra una recuperación crítica de la figura y la producción de Ezequiel Martínez Estrada. ¿Cuál fue la relación entre ambos? ¿Qué afinidades conectaban a dos escritores de generaciones, formaciones y disciplinas diversas? ¿Qué vínculos unían a dos personalidades de modos tan disímiles del ejercicio del pensamiento y la intervención pública? ¿Qué lectura hizo y qué elementos recuperó Romero del legado de Martínez Estrada? ¿Qué referencias y puntos comunes guardaban sus sistemas de pensamiento? ¿Privilegió algunas obras sobre otras en su consideración y utilización? ¿Constituyó Romero a Martínez Estrada en su interlocutor imaginario por fuera del mundo de los historiadores?

Aunque la pertenencia a generaciones distintas, el cultivo de disciplinas diversas, el temperamento, el tono vital y el estilo de escritura los distanciaban, existieron puntos de toque, de contacto, de recepción y uso de la obra de Martínez Estrada en la producción intelectual de Romero que resulta interesante considerar.

Unía a ambos una relación de tipo personal, nacida en el contexto de la universidad platense, donde compartieron espacios en la Universidad Popular Alejandro Korn y en el Colegio Nacional dependiente de la universidad, siendo profesores colegas por espacio de varios años. Esta relación se prolongó a instancias de Arnaldo Orfila Reynal, configurando una red que perduró en el tiempo.

En el ámbito porteño, también compartieron espacios comunes. Además de su participación en el ámbito del Colegio Libre de Estudios Superiores animado por Luis Reissig, ambos desarrollaron actividades en la SADE, de la que Martínez Estrada llegó a ocupar la presidencia en reiteradas oportunidades (1933-34 y 1942-46), al igual que Romero (1956-57).

Otro espacio de encuentro se constituyó en torno a las revistas literarias, en las que coincidieron desde las tempranas publicaciones asociadas al grupo “Renovación” de La Plata, pasando por Vida Literaria en los años treinta y llegando a Correo Literario, CabalgataRealidad, en la década del cuarenta.

Otro cruce: en una oportunidad, José L. Romero fue editor de Martínez Estrada. Lo hizo en el año 1946, con la publicación de la obra Sarmiento a través del sello Argos.

Ambos recorrieron un trayecto político de características similares proyectado hasta los tiempos de la Revolución Libertadora, configurando las redes del denominado “antiperonismo intelectual”.

Más allá de todo ello, y en lo que vamos a detenernos más detalladamente, existió entre ambos una vinculación de neto corte intelectual.

No se trataba, como puede verse en otros casos que intervinieron en la formación de Romero, de la ascendencia intelectual de su hermano mayor Francisco, del lazo discipular con Clemente Ricci o del intercambio sostenido con quienes consideraba sus maestros, tal como sucedió con Gregorio Halperin o Pedro Henríquez Ureña. Tampoco puede asociarse al tipo de vínculo establecido con Sául Taborda, con quien se conectó intensamente durante un tiempo. En este caso, partiendo de una aproximación de tipo personal, pasando por la consideración del papel de referente cultural de Martínez Estrada, consistió en un meditado trabajo y rescate selectivo sobre la obra misma del autor.

Ese vínculo puede rastrearse en distintos planos. En primer término en relación al diálogo con cultores de otras disciplinas que ensayaban nuevas formas de comprensión, que Romero no encontraba entre los historiadores.[1] En segundo lugar, en la recuperación y uso del género ensayístico como parte de su proyecto historiográfico.[2] Un tercer motivo puede buscarse en el lugar de ciertos modos de exploración del pasado argentino, con intentos de totalización y visiones de mediano y largo plazo, como los que proponía Martínez Estrada a través de algunas de sus categorizaciones, tales como las “tradiciones” o como “los invariantes históricos”. Otro eje, muy significativo, estaba referido a la consideración compleja de la figura de Sarmiento, sus legados y resignificaciones para el siglo XX argentino.[3] Existieron otros elementos valorados por Romero, como la intuición y la audacia para la polémica, que se entretejieron con las cuestiones apuntadas con anterioridad.

El conocimiento temprano de Radiografía de la Pampa, del que Romero extrajo elementos para la caracterización del período que comenzaba a llamar aluvial, así como el trabajo de edición y comentarios del libro dedicado a Sarmiento, para él continuidad y consumación de la obra anterior, lo llevaron a recuperar algunas matrices de análisis que utilizaría en sus obras. Estos textos fueron los que privilegió Romero en su uso y a los que refirió, fundamentalmente, hasta sus últimos escritos. Esos usos y apropiaciones creativas no escondían disidencias y distancias en relación a su método de indagación, sus planteos y a su estilo expositivo.

Junto con ello podemos apuntar el interés en Romero por los materiales que asumían la forma de ensayo y que también gustó practicar, en ciertas ocasiones, él mismo. El interés por el ensayo y en general por las obras de carácter literario asumió dos funciones en su producción: como inspiración o como fuente para los procesos de reconstrucción. Ese interés y esa inclinación, además, se fundían en una orientación que Romero había vislumbrado tempranamente por la dimensión literaria de la producción historiográfica.[4]

Para no considerarlo un caso anómalo, debemos consignar que no se trató del único caso de recepción creativa del legado de Martínez Estrada en el ámbito académico. Alcanzaría con nombrar a Eugenio Pucciarelli[5] y a Gregorio Weinberg[6] para dar cuenta de un uso más extendido de lo que a primera vista puede pensarse en el ámbito de la disciplina filosófica y en la historia cultural. En el ámbito de la sociología fue bien recibido por Francisco Ayala[7],  variando esa perspectiva bajo el predominio de la “sociología científica” en la que el género por el cultivado fue descalificado como modo probado de aproximación a la realidad, se le negaron aportes ciertos[8], siendo tachado de “ensayista” o “parasociólogo”.[9]

En lo que sigue buscamos reconstruir los planos de relación anunciados, el uso que de la obra de Martínez Estrada hizo Romero así como las distancias que tomó de sus intervenciones y los comentarios y recuperaciones que realizó de su producción.

Ensayos de interpretación nacional

La inserción de Martínez Estrada en el ámbito intelectual porteño fue trabajosa. Nacido en Santa Fe y venido del interior de la Provincia de Buenos Aires no contaba con un entorno familiar que le brindara un clima cultural estimulante, como sucedía con otros miembros de la elite letrada porteña. Para su posicionamiento en el espacio cultural de Buenos Aires contó con la protección de Leopoldo Lugones, de quien se consideraría discípulo y heredero, disputando ese lauro a otras figuras de la vanguardia literaria.[10] Su proclamado autodidactismo estaba cincelado por la obra y la mano del cordobés.

Sus inicios en la poesía lo marcaron fuertemente, ya que la misma, como para Lugones, no era meramente un buen decir, sino que buscaba tocar temas contemporáneos.

De la mano del cordobés fue parte de la revista Vida Literaria, publicada desde 1928 bajo la dirección de Samuel Glusberg y que albergó las plumas de la cofradía que orbitaba en derredor a Lugones.[11] En esa misma revista Romero hizo sus primeros ensayos de escritura y publicación.[12]

También, a instancias de Lugones formó parte de los fundadores de la SADE, llegando a ejercer la presidencia en uno de los primeros períodos de la institución (1934-1936). Por esa época se destacó en la colaboración de las Revistas Vida Literaria y Trapalanda, en la que anticipó notas de su producción posterior.[13] Para sortear las necesidades económicas se desempeñó como empleado de Correos, tal como hizo en sus inicios porteños su admirado Lugones.[14]

Existe consenso en reconocer que Martínez Estrada abandonó las formas expresivas de la poesía y comenzó a dedicarse al ensayo en prosa ante las nuevas condiciones sociales y culturales producidas por la crisis de 1929 y sus consecuencias en la vida argentina, con la interrupción del orden constitucional.[15]

Hasta ese momento se había destacado como poeta, siendo incluido en una de las más importantes antologías de ese tiempo.[16] De entonces datan sus  obras Oro y piedra, Nefelibal, Motivos del cielo, Argentina, la premiada Humoresca y Títeres de pies ligeros.[17]

Para Martínez Estrada la Argentina forjada por Sarmiento se derrumbaba y ello lo conducía a cierta melancolía y pesimismo. Esa realidad inesperada suponía para él, el desciframiento de un enigma, el encontrar la clave de ese dislocamiento, la comprensión profunda de la naturaleza histórica del entramado cultural e institucional de la Argentina. Se autoimpuso revelar el “secreto” del problema argentino. Su cofrade Samuel Glusberg lo incitó a escribir, le sugirió el título y luego fue su editor.[18]

A partir de Radiografía de la pampa, Martínez Estrada buscó constituirse en el pensador e intérprete de la crisis.[19] Fue uno de los escritores más caracterizados del ensayismo de indagación o interpretación de la identidad nacional.[20] Más allá del pesimismo y el tono amargo que asumía su prosa, su horizonte estaba puesto en el futuro, en clave de esperanza. Una esperanza que debía fundarse en un sinceramiento, en la enunciación de una verdad cruda y dura. Martínez Estrada buscaba organizar un “pronóstico” a partir del conocimiento del funcionamiento del “mecanismo”, descifrando la enigmática y errática trayectoria de un país que había seguido un curso acelerado pero bastante lineal hasta 1930, para caer luego en una situación de degradación progresiva. Para el autor, Radiografía… era para su presente lo que el Facundo para la época de Rosas. El libro recibió el segundo premio nacional de literatura en el año 1937.[21]

Para esa época, el joven Romero leía con atención los ensayos producidos en torno a la realidad nacional y latinoamericana. El texto de Martínez Estrada hizo vivo impacto en su modo de pensar, seleccionándolo como guía de una empresa de análisis de la realidad argentina. Esa selección en un conjunto mayor de obras disponibles para ese tipo de comprensión[22], respondía a las coordenadas de su sensibilidad y búsquedas de ese momento. La opción no resultaba aleatoria ni caprichosa. Respondía, también, a los núcleos de afinidad y pertenencia de los que participaba para ese entonces.

Con el tiempo, Romero prestó atención preferente a la producción de Martínez Estrada estableciendo con él una relación sustentada en un vínculo personal, de referencia cultural, de pertenencia grupal y fundamentalmente como fuente intelectual a través de la visita de su obra escrita. Como recordaría años más tarde:

Martínez Estrada atrajo la atención de los jóvenes y sus ensayos llegaron a ser punto de partida para el encauzamiento de las nuevas vocaciones intelectuales.[23]

Martínez Estrada, referente cultural

El 14 de noviembre de 1937, al cumplirse un año del fallecimiento y en homenaje a la memoria del filósofo Alejandro Korn, fue creada la Universidad Popular que llevaba su nombre. Entre sus fundadores se contaban: Arnaldo Orfila Reynal, Luis Aznar, Delia Etcheverry y Carlos Sánchez Viamonte. Contó con el pronto apoyo de figuras políticas del Partido Socialista como Mario Bravo, Alicia Moreau de Justo, Alfredo Palacios y Nicolás Repetto. Del ámbito intelectual fueron inmediatas las adhesiones de dos referentes culturales de la época: Pedro Henríquez Ureña y Ezequiel Martínez Estrada.[24]

Orfila Reynal había conocido a Martínez Estrada en una conferencia dada por el escritor en un Ateneo del Colegio Nacional de la UNLP, cultivó su amistad y de esa manera lo acercó a UPAK para brindar conferencias, cursos y seminarios.[25]

La relación de la UPAK y el Partido Socialista era muy estrecha, al punto que su sede se encontraba en la Casa del Pueblo de La Plata. Martínez Estrada actuó en alianza con ellos durante largo tiempo. El vínculo estaba cimentado en “una adhesión a una lectura de la realidad argentina en la cual los universitarios socialistas se identificaban plenamente”.[26]

Resulta importante recuperar ese ámbito de sociabilidad intelectual y el clima de ideas reinante en ese espacio. A través de conferencias, publicaciones, de la recreación de las herencias y legados del reformismo universitario con epicentro en La Plata, unido a a la idea militante provista por el socialismo se formaron varias personalidades. Eugenio Pucciarelli y José Luis Romero, más jóvenes que el núcleo promotor de esta empresa cultural, formaban parte de los grupos afines a las convocatorias de la UPAK. Ya Romero trabajaba como profesor auxiliar ad honorem en la Universidad.

Por esa época, aunque no había concluido sus estudios sistemáticos, Martínez Estrada se desempeñaba como profesor de literatura en el Colegio Nacional de la Universidad de La Plata.

José Luis Romero también expuso en la UPAK[27] y fue colega de Ezequiel Martínez Estrada en el Colegio Nacional entre los años 1940 y 1946, año en que ambos renunciaron a la cátedra.[28]  Sobre ello no han quedado registros en los testimonios de Romero, pero nos permite dar cuenta de una proximidad personal y de una actitud política compartida que resulta de interés para esta reconstrucción.

Es en ese marco que hay que situar la conferencia dada por el ascendente coronel Perón en el ámbito de la Universidad Nacional de La Plata, en la recientemente creada Cátedra de Defensa Nacional. La conferencia sobre el “Significado de la Defensa Nacional desde el punto de vista militar” del 10 de junio de 1944, dejó una huella indeleble en el espíritu de ambos. No fue sólo la intromisión militar en el ámbito universitario (que para Martínez Estrada significaba el reflorecimiento de la tradición colonial y para Romero la afirmación de la línea autoritaria) lo que los irritó. El contenido de la conferencia ejerció un vivo impacto, y fue utilizado, de manera diferencial por cada autor, como fuente para dar cuenta de la ideología del peronismo, como se dejó ver en sus obras dedicadas al tema con posterioridad a 1955.[29]

Entre los años 1942 y 1943, Martínez Estrada y Romero colaboraron con la revista Correo Literario, editada por los exiliados españoles Luis Seoane, Arturo Cuadrado y Lorenzo Varela.[30]

Peronismo clásico y después

En 1946, después de renunciar a su cátedra como profesor de Literatura, Martínez Estrada se jubiló en el Correo e integró el comité de redacción de la revista Sur. Poco después, a instancias de Orfila Reynal, quien se desempeñaba como responsable de la filial argentina del Fondo de Cultura Económica, publicó Panorama de las literaturas, cuyo origen eran las notas que utilizó para sus clases en el Colegio Nacional de La Plata[31].

Al mismo tiempo, en esos agitados momentos, Ezequiel Martínez Estrada se desempeñaba como presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, de la que Romero era socio. Esa Sociedad vivía los cimbronazos del momento político: hubo miembros que se autoexcluyeron, configurando la Asociación de Escritores Argentinos, y entre quienes se quedaron se produjeron diferencias en relación a la actitud a tomar con el gobierno. En 1946 se produjo el cambio de autoridades y asumió la presidencia Leónidas Barletta, actuando José L. Romero como secretario de la institución. En un primer momento la SADE mantuvo sus representantes ante la Comisión Nacional de Cultura. Frente a varias convocatorias del gobierno de Perón a los escritores, a fines de 1947, fue patente la división entre quienes se oponían a concurrir y quienes consideraban necesario hacerlo, primando la segunda posición, aunque no lograron acuerdos para integrar la Junta Nacional de Intelectuales y proponer alternativas a la naciente Subsecretaría de Cultura. Martínez Estrada y Romero no participaron de la posición concurrencista.

Por ese tiempo, volvieron a coincidir en la revista Cabalgata, impulsada por los exiliados gallegos Luis Seoane y Arturo Cuadrado. Martínez Estrada apareció en tapa del primer número como escritor destacado junto a Mallea y Guillermo de Torre y Romero desarrolló notas sobre Henríquez Ureña y la obra histórica de Jean Jaurès.[32]

El paso del tiempo, irrupción del peronismo mediante, hizo que la obra ensayística de Martínez Estrada se desplegara con fuerza, tanto bajo el gobierno de Perón como tras su derrocamiento.

Martínez Estrada volvía sobre la figura de Sarmiento en esa coyuntura. En 1945 publicó “La inmortalidad de Facundo”.[33] Poco después, en una obra sobre Sarmiento buscaba dar cuenta de las “fallas” orgánicas del sistema institucional de la Argentina. En sus palabras, quería ser un ensayo del país como problema, un examen del país en función de Sarmiento. Fue publicada por el sello Argos, en la que Romero junto a Luis M. Baudizzone y Jorge Romero Brest, dirigían la Biblioteca. Poco después, el mismo Romero en la revista Cuadernos Americanos que se publicaba en México, se dedicó a realizar una recensión de la misma.[34]

El conocimiento previo del texto en su rol de asesor literario y la necesidad de comentarlo le permitieron a Romero una lectura y un uso selectivo de algunas de sus categorizaciones en Las ideas políticas en Argentina.[35]

En 1947, en otro gesto de rescate y reconocimiento a su obra primera, la misma editorial Argos publicó su poesía.[36]

Martínez Estrada y Romero participaron de la actividad de la UPAK, todavía animada por Orfila Reynal, sobre el análisis de la “crisis contemporánea”.[37]  Fue la relación con Orfila lo que permitió a Martínez Estrada vehiculizar la edición a través del sello Fondo de Cultura Económica de otra serie de ensayos, ahora dedicados al Martín Fierro.[38] Romero leyó el texto de manera inmediata, realizándole marcaciones.[39]

En el año 1948 Martínez Estrada recibió el Gran Premio de Honor de la SADE., “símbolo de la resistencia para los escritores de la SADE” y utilizado como reconocimiento a figuras con “claras credenciales ‘democráticas’”.[40] Por ese motivo, el 15 de noviembre dio una conferencia en la sede de la sociedad.

En 1949 la SADE lo propuso como candidato al Nobel de Literatura por sus contribuciones a la literatura nacional. Por entonces había concluido la obra sobre Guillermo Enrique Hudson y la confió, nuevamente, a la Editorial Argos.[41] Un conflicto sindical en primera instancia y cierta dilación por parte de Luis M. Baudizzone hicieron que la obra fuera publicada por Fondo de Cultura Económica.[42]

Ese mismo año pasó a residir en Bahía Blanca, donde preso de “una enfermedad psico-somática, una dermatitis que él mismo se encargó de diagnosticar como ‘peronitis’, enfermedad que hoy podemos llamar dermatosis melánica nerviosa con eritrodermia”.[43]    Tras el golpe de estado que derrocó a Perón, la Editorial Argos hizo el último esfuerzo de su existencia, publicando nuevamente el Sarmiento de Martínez Estrada en marzo de 1956.[44] Publicar la obra significaba un gesto de recuperación y reafirmación del intelectual público que había sido Ezequiel Martínez Estrada, ya que se trataba de un momento clave de la historia política argentina, en la que el “antiperonismo intelectual” comenzaba a desgajarse por las diferentes actitudes que tomaban frente al gobierno militar y al peronismo proscripto. Sábato iniciaba sus críticas por las torturas a militantes peronistas y Martínez Estrada escribía al general Aramburu proponiéndole mudar la Capital a Bahia Blanca[45], realizaba declaraciones a periódicos[46] y comenzaba la serie de “Catilinarias” con Cuadrante del Pampero, ¿Qué es esto?, Exhortaciones y Las 40.[47] Borges denunciaba a los “comentadores del peronismo” que hablaban de “necesidades históricas”, de “males necesarios”, de “procesos irreversibles”, sin hacer referencia al “evidente Perón”.[48]  Del mismo tenor fue la reacción de Roberto Giusti.[49] No conocemos las reacciones a esos textos por parte de Romero, aunque podemos conjeturar que por sus posicionamientos del momento en el ámbito político e intelectual no compartía las posturas de Martínez Estrada quien se había acercado a Leónidas Barletta y a Propósitos, periódico colateral del Partido Comunista, participado en el Congreso de Viena y visitado la Unión Soviética en el año 1957.[50]  Para esa misma época, por fallecimiento de Vicente Barbieri, Romero había asumido la presidencia de la SADE hasta la cual llegaban los ecos de las polémicas entre los escritores y pedidos de tratamiento de las denuncias realizadas por Sábato. En ese marco se suspendió el encuentro de escritores programado para fines de 1956. Estas tensiones llevaron a la renuncia de Romero y de otros escritores en mayo de 1957.

Más allá de las diferencias interpretativas sobre el significado del peronismo, la ausencia de referencias o citas a las obras de Martínez Estrada de este período en la producción posterior de Romero, nos hace pensar que no los consideraba el “apéndice” a sus obras anteriores como gustaba decir el mismo Martínez Estrada ni les asignaba el mismo valor que los ensayos producidos desde Radiografía de la Pampa a Muerte y transfiguración del Martín Fierro.

Martínez Estrada tuvo una estancia en Cuba, manifestando su identificación con la revolución en notas y escritos sobre esa experiencia.[51] 

Al final de su vida, vuelto a Bahía Blanca, Martínez Estrada cultivó la amistad y la cercanía de Carlos Adam y Gregorio Scheines, y estuvo rodeado de un núcleo intelectual local que lo seguía. Por esa época siguió manteniendo su correspondencia con Victoria Ocampo, quien a pesar de las diferencias de orígenes sociales y posicionamientos políticos, lo seguía apreciando.[52]

A la muerte de Martínez Estrada, el 3 de noviembre de 1964, se sucedieron las necrológicas y los homenajes.  En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires se produjeron dos. Por un lado, el Profesor Carlos Alberto Erro el 5 de noviembre hizo que sus alumnos de la Carrera de Sociología se pusieran de pie y guardaran un minuto de silencio en su memoria. Veinte días después el Centro de Estudiantes organizó un homenaje con una mesa redonda en la que participaron Oscar Landi en representación de los estudiantes y José Luis Romero en su condición de decano de la facultad.[53]

Tiempo después, el 11 de septiembre de 1968 con motivo del Día del Maestro, fue constituida la Fundación Ezequiel Martínez Estrada. Su misión fue el estudio y difusión de su pensamiento, el cuidado de su memoria, de sus objetos personales y de sus papeles inéditos. En la Comisión Directiva original figuraban: Samuel Glusberg, Gregorio Scheines y Pablo Lejarraga, bajo la presidencia de Agustina Morriconi, esposa del escritor. José Luis Romero integró la “comisión de honor” junto a Arnaldo Orfila Reynal, Carlos Sánchez Viamonte, Victoria Ocampo, Eduardo Mallea, Leónidas Barletta, entre otros.[54]

Romero, lector de Martínez Estrada

El inicio de la relación de Romero con los ensayos orientados a dar cuenta de los rasgos de la identidad argentina se originó con la presencia de visitantes extranjeros en el país, a fines de la década del veinte.

Entre los años 1928 y 1929 visitaron la Argentina José Ortega y Gasset, el conde Hermann Keyserling y Waldo Frank. La segunda visita de Ortega y Gasset a Buenos Aires fue en el año 1928. Sus conferencias en la Asociación Amigos del Arte, quedaron vivamente grabadas en la memoria de Romero.[55] Fueron cinco piezas, organizadas bajo el común título de La meditación de nuestro tiempo.[56] Tiempo después circularon dos de ellas La Pampa…promesas y El hombre a la defensiva.[57]

El conde de Keyserling estuvo en el país en junio de 1929, dando charlas, concitando la atención por su estilo comunicacional y pocos años después publicó Meditaciones sudamericanas.[58] Frank llegó para la primavera de 1929 y ese mismo año publicó Redescubrimiento de América.[59]

Las visitas generaron efectos en diferentes campos. Resulta conocida la influencia de los viajeros en el surgimiento de la empresa cultural de Sur.[60] Otro impacto fue el producido en el desarrollo del ensayismo denominado más tarde de “interpretación nacional”.[61]

Romero no se encontraba ajeno a esos movimientos. Huellas de esos textos podemos encontrar en la conferencia dada en la Universidad del Litoral en el año 1932 y que fuera publicada en enero de 1933.[62] En el rosario de citas de autores Romero mencionó a Ortega y Frank, aunque prefirió comenzar su conferencia sobre La formación histórica con una referencia textual de Keyserling.[63] Esa recuperación del ensayista se inscribía en el marco de la siguiente cita:

“La historia es sólo una labor científica —dice el mismo Ortega— en la medida en que sea posible la profecía. Pues bien, hoy, como antaño, yo llamaría con más justicia historiadores a muchos filósofos, novelistas, hombres de ciencia, políticos, que no a los que lo son de profesión…El historiador de             nuestra época se ha cerrado premeditamente al drama que ocurría en torno suyo; pero el mundo ha seguido girando mientras ellos escribían en sus gabinetes.”[64]

Crítico de la erudición en sí y de la desconexión con el mundo contemporáneo, las tareas del historiador para Romero eran otras. Para él no solo debían preocuparse y trabajar sobre la relación dinámica pasado-presente, que daba base a la conciencia histórica, sino que también debían avizorar el futuro. Debían realizar conjeturas en relación a esa dimensión de la experiencia. Romero veía que ese llamado del futuro campeaba en las intervenciones de los visitantes extranjeros, provenientes de diversas disciplinas. Esa “voluntad de prognosis”[65], esa tarea de prospección debía partir de

“una conciencia histórica segura [que] proveerá al hombre del tino necesario para obrar; ante el mundo  sabrá descubrir los espectros que —creados por fuerzas anónimas—, pueden ser destruidos, evitando así su peligro; sabrá descubrir las empresas que las generaciones pasadas emprendieron y que es deber suyo proseguir; sabrá por último que cada época como cada hombre debe jugar su carta: hacer la historia y no dejarla hacer”.[66]

La aproximación a Keyserling prosiguió con el comentario de la edición de las Meditaciones sudamericanas, para la revista Sur[67]. El libro había causado mala impresión a la directora de la publicación. Victoria Ocampo no estaba dispuesta a refutarlo de manera directa, después de las situaciones enojosas por las que había atravesado con él y que elípticamente estaban tratadas en algunas páginas del texto.[68] A partir de ello, resulta probable que buscaran a figuras jóvenes que pudieran realizar una aproximación crítica al  libro. La tarea recayó en Homero Guglielmini y José Luis Romero.

Bajo esas condiciones de entera libertad, el texto de Romero trasunta elegancia para señalar distancias argumentativas, así como cierta disimulada ironía en las calificaciones de los hallazgos atribuidos a su autor, mezclando en dosis distintas cierta iconoclasia juvenil hacia el personaje comentado y el compromiso reflexivo. De entrada, Romero señalaba una relativización: el juicio de los pensadores extranjeros forjaba una imagen de los americanos que no debía privarlos, sin embargo, de desarrollar sus propias conclusiones sobre sí mismos. Ello implicaba una toma de la palabra sobre lo propio y establecía una distancia crítica sobre las intervenciones de pensadores extranjeros. En línea con lo propuesto, con arrestos autonómicos, proponía forjar una “imagen-matriz” en la huella optimista de José Enrique Rodó y Waldo Frank y de sus propios desarrollos vinculados a la prospección. Esa cualidad distintiva, decía, se encontraba proyectada en el futuro, en un proyecto, en el porvenir, en el “nuevo mundo”. [69] Hecho este encuadre, que actuaba como marco crítico y límite de la lectura a realizar, subrayaba en el autor rasgos propositivos, que le permitían superar el estereotipo o una mirada apriorística teñida de negativismo, que llamaba “sudamericanismo exterior”. Atribuía a Keyserling haber “adivinado el secreto” y creado “una imagen que podría llamarse esencial” de la región, vinculada al descubrimiento del factor telúrico.  El “sudamericano es absolutamente hombre telúrico”, citaba a Keyserling. Esa premisa le permitió, señalaba Romero, “descubrir una nueva perspectiva de la realidad: la perspectiva desde el punto de vista de la tierra”.[70] El Continente del Tercer día de la creación, escenario de la vida primordial, en la puna, la selva y la pampa, constituía la base de “los primeros elementos para una concepción del mundo autóctona y original”. Las raíces telúricas constituían una experiencia auténtica. “La vida original es para Keyserling el fenómeno central del sudamericanismo”, nos decía, consignando a continuación los tres caracteres esenciales de esa vida: Gana, Delicadeza y Orden Emocional. Con ello reunía, en palabras del mismo Romero, “los primeros elementos para una concepción del mundo auténtica y original”. El comentarista “acepta la validez de lo que denomina el ‘campo de meditación’ del fenómeno americano, y consiente afirmativamente la tesis de Keyserling de que ‘Sudamérica tiene una auténtica contextura esencial, y a ella se refieren inevitablemente su comprensión del mundo y de la vida.’”[71] Telurismo asociado a lo vital, búsqueda de autenticidad y proyección de futuro configuraban el horizonte de expectativas intelectuales del joven Romero en ese momento. Desde allí podía aceptar la cuestión identitaria como uno de los ejes significativos de reflexión así como los aportes a la misma realizados por el otrora visitante.[72] Cabe agregar, que al  tratar el tópico vinculado a la delicadeza y la cultura de la belleza, creando la capacidad americana de recibir el Espíritu superando lo viviente-material, Romero interrumpía el comentario y como al pasar realizaba una anotación que es a su vez una cita en el ámbito del ensayo: “No sé por qué, he recordado aquí el libro de Scalabrini Ortiz sobre el hombre de Corrientes y Esmeralda”. [73]

Al manejo de los textos de los visitantes ilustres y al ensayo de Scalabrini debemos sumar el conocimiento personal y de la obra de otro cultor del ensayismo culturalista, como fue Saúl Taborda. Junto a él firmó el manifiesto de F.A.N.O.E.[74] y compartió el ciclo en la Universidad del Litoral, por lo que pudo conocer de manera directa un texto clave de su producción.[75] Sin embargo, como hemos señalado, no fue el sendero de reflexión que profundizó.[76]

A ese bagaje de lecturas, que trabajaban la cuestión identitaria bajo la forma del ensayo, se sumó el texto Radiografía de la pampa de Ezequiel Martínez Estrada. Desoyendo las voces de cierta crítica, leyó el libro con interés.[77] La sistematización de una reflexión que partía de otro escritor argentino, no dejó de llamar la atención de Romero. En ese texto encontró la confirmación a algunas de sus intuiciones y reflexiones. Por un lado, la presencia en la producción literaria de ideas y perspectivas que no encontraba entre sus colegas los historiadores. La coincidencia en la necesidad de contar con una prognosis, que en Martínez Estrada era enunciada en términos médicos como pronóstico, que seguía al diagnóstico develador del enigma, del secreto, de la cifra oculta. Tal como señaló Acha, allí pudo ver, también, la relación estrechísima que estableció Martínez Estrada entre geografía e historia, en esa fuertísima reivindicación de la historia natural, en la búsqueda de unos rasgos de raíz telúrica, así como sus críticas por la falta de articulación y coherencia del cuerpo nacional, que llevaba indefectiblemente hacia la inautenticidad.[78]

Más allá de estos elementos, quizá el primer punto de encuentro en esa lectura fuera la visita a la obra de Sarmiento, aunque el acuerdo podía llegar solamente hasta esa primera referencia. Luego, los caminos se bifurcaban en la recuperación y resignificación que realizaban de sus categorizaciones, como veremos más adelante.

Otra diferencia: Romero no confiaba en la existencia de una identidad nacional asociada a una esencia determinada y fija en el tiempo. Martínez Estrada podía inclinarse por el factor natural. Romero, tras la influencia del romanticismo alemán y de la morfología de la cultura, no estaba dispuesto a depositar los rasgos del alma nacional en un pasado muerto o estático. Para él, su rasgo distintivo era el devenir, el proceso dialéctico generador de la nueva sociedad. En el caso argentino, ese proceso estaba atravesado por la mezcla producida por la inmigración y la unificación buscada por el desarrollo de la educación amén de las luchas políticas y sociales. En ese momento de transición, como resultaba el ciclo abierto tras la crisis del ’30, no dejaba de usar las ideas y metáforas de Martínez Estrada que aludían a la incoherencia, a la superposición de estadios históricos, la coexistencia de mentalidades que llevaba a la falta de perfiles definidos o la constitución de una personalidad nacional vigorosa, colocándolas en su propio dispositivo discursivo.[79]

En los ejercicios de prospección diferían las miradas de Martínez Estrada y Romero. Para el primero, de las artificiosas construcciones realizadas sobre la pampa no podía esperarse la redención nacional. Para Romero, en cambio, la que llamó luego “Argentina aluvial” contenía en potencia la virtualidad de una república democrática. Así, en su texto “Inquisiciones sobre el continente. El nacionalismo americano y la historia”[80] convivían afirmaciones críticas del nacionalismo constitucionalista que subestimaba lo cultural y  la reivindicación de la unidad espiritual de Hispano-América. En ese texto, mediante la referencia a Rodó y Frank, enfatizaba la necesidad de contar con una perspectiva de futuro, canal de expresión del nacionalismo creador. Al rodear la cuestión de la identidad latinoamericana, se volcaba sobre una categorización que utilizaría en varias oportunidades en su trayectoria intelectual: la idea de peculiaridad americana. Por lo que sabemos, futuro y originalidad, además, podían remontarse a la producción de Henríquez Ureña visitada por Romero.[81] Situación, trayectoria, peculiaridad y proyección resultaban coordenadas más afines a su sensibilidad y su posicionamiento político – intelectual. De ese modo buscaba tomar distancia de un esencialismo que fijaba la identidad en el territorio, en un período o en un grupo étnico – racial, depositándolo en el proceso dinámico de la historia. 

Esas reflexiones maduraban en su pensamiento mientras se desplegaba un intenso conflicto político y social. La declaración de la Segunda Guerra Mundial incluía los llamados a un “americanismo” pro-norteamericano del que desconfiaba. Su americanismo estaba afincado de México al sur, junto con una natural desconfianza de la potencia del norte asociado al arielismo profesado en la juventud y denunciado por la prédica de la Unión Latinoamericana de su admirado Alfredo Palacios. De ese modo, tempranamente, participaba de esa “preocupación por la identidad colectiva [que] nunca ha hallado reposo en lo que suele llamarse ‘nuestra América’”.[82]

Años más tarde, seguía esa búsqueda con categorías tales como “acento peculiar” o un “tono original”.  Para Romero el “tono nuevo”, la “aventura histórica”, la extraña combinación de elementos heterogéneos constituía el “signo distintivo de una vida nueva”.[83] Sin embargo, anotaba rápidamente, no notaba voluntad de cavilar y adentrarse en los secretos de esa realidad. Cierto conformismo llevaba a definir al hombre americano por su mera localización. Descartaba el peso de lo natural para definir la americanidad, para pasar a centrarla en el hombre, en la vida que vive y aspira a vivir y en sus obras. Para Romero “la intuición de la americanidad descubre la esencia de un tipo humano y de un tipo de ideal de vida que configuran una nueva aventura para el hombre.”[84]

Para Romero, entonces, además de la cuestión territorial, de lo “esencial”, lo que caracterizaba al continente era el ideal de vida:

“Porque la americanidad surge, se elabora y se vivifica sobre un continente, preciso e inequívoco ámbito muchas veces más extenso que el mundo griego o el chino, el orbe romano o la India, el imperio alejandrino o la Europa occidental, un ámbito sin solución de continuidad espiritual, con             escasos atributos diferenciadores y con uno radical —el sentimiento de una americanidad esencial— que une activamente más de lo que separa la selva amazónica, los Andes o la llanura semidesértica. Pero no es, con todo y con ser mucho, lo más importante; la americanidad como ideal de vida trasciende ya de América y su proyección acrecienta la significación del ámbito cultural en el que ha surgido y donde se explaya de manera espontánea.”[85] 

Romero, reafirmaba el argumento del conformismo y señalaba que el “deber” de la hora era “analizar sus contenidos y reconocer sus raíces, precisar los fundamentos valiosos que ella señala y aclarar los esquemas que nos propone y propone al destino del mundo para el trascurso de su historia inmediata”.[86] Desgranaba a partir de allí, argumentos sobre la unidad territorial y espiritual, la forja de la misma en el proceso de colonización de inicios de la modernidad, reafirmando la idea de peculiaridad, de una esencia compleja,  de una americanidad que definía por territorio, por historia, por ideal de vida.

La irrupción súbita en el escenario político argentino del militarismo, de tendencias neutralistas pro-eje, de corrientes nacionalistas populares que se confundían en el entramado de hechos que desembocarían en el surgimiento del peronismo no dejaban de sorprender a los sectores letrados.

La SADE., presidida por Martínez Estrada vio con alborozo los primeros pasos del gobierno militar.[87]  Tiempo después tomó distancia ante las medidas autoritarias del gobierno militar en diferentes ámbitos y del ascenso del coronel Perón,  convertido en líder popular merced a una serie de medidas sociales y laborales.  Su triunfo en las elecciones de febrero de 1946 marcó a fuego la división del espacio político, así como del mundo intelectual.

En este último ámbito el peronismo fue rodeado en sucesivas oleadas, por nacionalistas elitistas y forjistas en un primer momento, para ampliar sus relaciones con grupos provenientes de la cultura de izquierda, que progresivamente descubrieron en sus medidas un núcleo de las demandas largamente insatisfechas así como en sus dispositivos de comunicación oportunidades inmejorables para su producción.[88]

Un numeroso grupo de escritores firmaron un Manifiesto que fue publicado en el diario La Prensa el 1 de febrero de 1946, camino a las elecciones nacionales. Aunque Martínez Estrada y Romero podían hacer suyos los cargos realizados al gobierno militar y compartir las amenazas que se cernían sobre el país si triunfaba Perón no fueron de la partida.[89]

Tras la derrota, Romero leyó los borradores del libro sobre Sarmiento de Martínez Estrada.[90] Descubrió en él un material próximo a su pensamiento: para comprender el proceso en curso no había que repetir mecánicamente a los referentes de la tradición liberal argentina, sino que había que recrearlos, retomarlos, discutirlos, tomando nota de los nuevos datos de la realidad. Por otra parte, en el libro notaba un hilo de continuidad con las reflexiones finales de Radiografía de la Pampa. En su trabajo de editor para la Biblioteca Argos consideró fundamental incluirlo en la serie de “Los pensadores”, siendo el primer autor local en la misma.[91] Esa decisión editorial no resultaba inocua, si tenemos en cuenta que el sanjuanino había recibido de manera reciente sendos libros salidos de la pluma de dos figuras significativas y antagónicas del campo literario, como fueron Manuel Gálvez y Ricardo Rojas.[92]

Por tanto, Romero consideraba que el libro de Martínez Estrada debía circular y provocar reacciones. A ello apuntaba el texto incluido en la solapa del libro y que oficiaba como única presentación. Es muy probable que de su pluma surgieran esas elogiosas palabras.[93] Allí se anticipaban algunos de los argumentos que utilizó Romero para comentarios posteriores de la obra. Conviene detenernos en su examen.

En primer término lo ubicaba entre las primeras plumas americanas y del país:

“Ezequiel Martínez Estrada es ya, en plena madurez, uno de los más altos valores de las letras americanas y acaso el más representativo de esta Argentina oculta que piensa y que siente.”[94]

La referencia a la “Argentina oculta” implicaba la filiación con la “Argentina invisible” de Mallea, en el que el elemento pensante tenía destinado un rol privilegiado en la dirección de las cuestiones nacionales. En trabajos posteriores, Romero subrayaría ese papel para las minorías ilustradas aunque en relación de conocimiento y orientación de las masas aluviales expresadas en la otra Argentina, la “visible” y manifiesta bajo el peronismo clásico.

En el tramo siguiente recuperaba un antecedente que gustaba rememorar en cuanto a los orígenes en la poesía de Martínez Estrada, para elogiar luego su prosa colocándolo en la cima de los escritores de habla castellana:

“Si su poesía revela una acendrada sensibilidad nutrida de vigoroso pensamiento, su prosa reflejada un hondo pensamiento purificado en el tamiz de una vigilante sensibilidad. No tema equivocarse quien crea descubrir en él, al leerlo, uno de los mejores estilistas contemporáneos de nuestra lengua.”[95]

Se detenía luego en su estilo, en el que se combinaban profundidad y precisión con la actitud del parresiasta:

“A veces cincela con agudo buril, y a veces forja a martillazos; y una y otra vez se revela profundo y preciso, armonioso y vibrante. Parece en ocasiones que su apasionada verdad quisiera trascender de las formas, pero el artista domina la materia y la constriñe con elegancia y maestría suma. Y en equilibrio desusado, trascienden de su prosa las ideas y las formas en un acorde pleno, como si no pudieran fundirse de otro modo  que como él las funde.”[96]

Luego, destacaba su proyección nacional y global, y recuperaba su trabajo de esclarecedor de los “secretos” argentinos.

“Su mensaje es universal y es argentino. Su vasto esfuerzo inquisitivo se dirige hacia la esencia misma del alma nacional, y ha triunfado ya en la ardua lucha por el esclarecimiento de muchos de nuestros        secretos. Logró su mente clara fijar la Radiografía de la pampa, y en ella reconocen hoy los argentinos de buena fe su propio esqueleto, sus órganos vitales, y las escondidas raíces del mal que podría carcomerlos. Nada les ha ocultado; la sinceridad es su ley interna, y su amor está hecho de insobornable y fidelísima sinceridad.”[97]

Para Romero, estos escritos de Martínez Estrada estaban destinados a la eternidad y se enlazaban irremisiblemente con la figura de Sarmiento, colocándose en la saga de su Radiografía de la Pampa, de la que sería coronación.

Por eso pasarán los tiempos, y sus palabras quedarán –como quedaron las de Sarmiento- firmes como la verdad dura y perenne. Ahora los rayos de su lámpara iluminan la figura robliza de Sarmiento. Amargo y revelador, el libro que ha nacido de su desvelo complementa y corona su Radiografía. Libro también éste para argentinos de buena fe a quienes duela el sino de su tierra, repercutirá en todo el ámbito de nuestra lengua por su belleza, por su profundidad y por esa trascendente virtud de Martínez Estrada, para quien la verdad constituye la única esperanza. [98]

La publicación de la obra, trazando una genealogía que conectaba a Martínez Estrada con Sarmiento, tenía como propósito alimentar la reflexión de los “argentinos de buena fe”, de los sectores que habían sufrido una momentánea derrota, pero que estaban llamados a recuperarse y dirigir la nueva configuración social surgida del proceso dinámico de la Argentina aluvial.

Para Romero-autor, la obra de Martínez Estrada constituía una referencia en el género ensayístico y fuente de consulta regular. Con el libro Las ideas políticas en Argentina, se sumaba a la “tradición comúnmente englobada bajo el rótulo de ‘ensayo de reflexión nacional’”.[99] En ella Romero recurrió a Martínez Estrada para dar cuenta del crecimiento desmesurado de Buenos Aires, de su improductividad y del conflicto generado por la falta de distribución de tierras y la concentración inmigratoria en la ciudad. Ello llevaba, en palabras de Martínez Estrada citadas por Romero, a que  “la ciudad fue[ra] creciendo en rivalidad con la república”.[100] De esa configuración nacía, según Romero, la “lucha con las fuerzas del criollismo, hoscas y tensas en las zonas alejadas de la influencia inmigratoria. Y este duelo oculta –y en gran parte explica- la indefinición de nuestra existencia social y el azar de nuestra vida política”.[101]

El Sarmiento de Martínez Estrada recibió una intempestiva crítica de un espacio impensado. El escritor Carlos Alberto Erro, en una revista de la que el mismo Martínez Estrada formaba parte del consejo de dirección junto al comentarista, hizo uso de un lenguaje destemplado. En la extensa nota, Erro cuestionó las ideas de Martínez Estrada sobre el destierro “como una de las notas más universales de la “idiosincracia” argentina del siglo XIX y de Sarmiento como “desterrado”, bien aclimatado al exilio en el que produjo las obras más meritorias en cuanto a “conocimiento y sanidad del país”. También criticó la afirmación de Martínez Estrada que ponía en duda la “eficacia” de la obra de Sarmiento, al tener que transar con las herencias de la “colonia”, absteniéndose de atacar “los males en sus fuentes: el ejército, la iglesia, la burocracia, aunque conocía lo que significaban para la política y el erario”. Atacar a Sarmiento por su accionar frente a estos factores (ignorando su accionar laicista en lo educativo o que en ese momento se estaba librando la guerra en Paraguay y en franco levantamiento los caudillos del interior) significa, para Erro juzgar ahistóricamente a un ser histórico. La atribución de pertenencia al sistema de la “colonia” y que actuaba conservadoramente frente a las reformas sociales es refutado por Erro señalando que en la acción de gobierno siguió fielmente las ideas de la “Asociación de Mayo” y las “reformas sociales” propuestas por Ezequiel Martínez Estrada no existían en el horizonte de esa época. Para el autor, Sarmiento tendría que haberse concentrado en el pensamiento y la escritura. El hecho de tener una compulsión por la acción, lo perdió. A ello, Erro respondía que sin esa conjunción la obra de Sarmiento no hubiese alcanzado su hondura. Martínez Estrada señalaba que Sarmiento despreciaba al pueblo, cuestión contradicha por Erro quien sostenía que “creía” en el pueblo y lo “conocía” muy bien, por lo que abogaba por la “educación del soberano”. A modo de compensación, como conclusión, el crítico cerraba su recensión recuperando favorablemente los capítulos referidos a Sarmiento “escritor”, al Facundo “como historia y literatura veraces” y las páginas en las que describía el “mecanismo intelectual” del sanjuanino.[102] Erro, partía de otra base y tenía un interés inmediato y actual más directo. Recostándose más en el legado echeverriano, propiciaba el compromiso de los “intelectuales para dilucidar los problemas de la nación” ante “la llegada de las modernas masas argentinas al poder y el desplazamiento de los viejos partidos políticos”. Consideraba que el tema resultaba “tabú”, y que “nadie las comenta ni analiza con espíritu y método científicos”.[103]

Martínez Estrada acusó el impacto del comentario de Erro y así se lo hizo saber a Arnaldo Orfila Reynal:

“Mi ánimo mal. Una nueva disidencia, de Erro, me ha fastidiado. No porque no esté de acuerdo y disienta ‘hondamente’, sino porque comprendo que estamos mistificados hasta el tuétano. Me toleran cualquier herejía, menos el que sea yo un hereje.” [104]

En otra misiva al editor, consignaba:

“Le escribí a Ayala sobre el artículo de Erro. No pienso replicar. No he tocado siquiera el Sarmiento. Posiblemente no sea yo quien tenga más que agregar. Ni tendría eficacia.”[105]

Francisco Ayala, exiliado republicano español, fungía como uno de los directores en las sombras de la revista Realidad.[106] De manera simultánea a la nota de Erro publicó un texto entusiasta en favor del texto de Martínez Estrada en la Revista Sur.[107]  Luego de trazar un cuadro lúgubre del estado del país,  señalaba que el autor ofrecía

“un Sarmiento polémico, problemático, con su grandeza y también con sus fallas, con esas incongruencias de lo real y viviente que, en vez de aniquilarlo, confirman su entidad vital. Es decir: un Sarmiento discutible, más aún: discutido, pero muy distinto del pedante gruñón de escayola que ha        solido dársenos como imagen entronizada de la infalibilidad sabihonda. Un Sarmiento, además, visto y comprendido en función de la realidad del país, de la que su singular personalidad fue producto y contra la que duramente hubo de debatirse su individuo. En consecuencia, el admirable libro es tanto un estudio de la figura de Sarmiento como un escrutinio en profundidad del cuero social argentino destinado a retratar la fisonomía del país según sus rasgos más persistentes y característicos, -característicos, por más persistentes. Realiza, pues, aquella obra de revisión integradora en que las        comunidades políticas se hacen y rehacen cada día cuando su desenvolvimiento es sano y normal.”[108]

Ayala consideraba que el libro era un “verdadero acontecimiento espiritual” y resultaba un material oportuno para un gran debate público sobre los destinos de la comunidad nacional argentina. A lo largo del comentario insistía en su relación con la coyuntura que vivía el país a la vez que expresaba su “adhesión plena” y un “interés apasionado” a la mayor parte de sus afirmaciones.[109]

Por su parte, Romero hizo también lo suyo en favor del texto. Quizá por sugestión y mediación de Orfila Reynal le tocó salir a la palestra en defensa de Martínez Estrada y, en cierto modo, de su tarea de editor. Lo hizo a través de una recensión sobre la obra publicada en la revista Cuadernos Americanos[110]y un texto publicado en la misma revista que utilizó Erro para desarrollar su crítica.[111] Gracias a ese “desagravio” contamos con la interpretación y recuperación de manera inmediata realizada por Romero del trabajo de Martínez Estrada.

Desde el mismo título, declarando a Martínez Estrada “renovador” de la “exégesis sarmientina” organizaba una genealogía en la que el escritor no resultaba contrapuesto o distante con Sarmiento, como buscaba subrayar Erro, sino que formaba parte indiscutiblemente de su tradición intelectual. Señalaba el texto como un “acontecimiento de importancia de nuestras letras”, ubicaba a EME como una de las “figuras” más importantes de la literatura argentina y consignaba que el tema no podía despertar más que vivo interés. Saludaba la recepción en el público y en la crítica de la obra y particularizaba que “se descubre en alguna crítica airada contra él que verdaderamente toca el fondo del problema argentino”.

Siguiendo algunas líneas de pensamiento propias de Martínez Estrada, que consideraba que producto de la reflexión acumulada en las últimas décadas el “problema” argentino había encontrado un repertorio de ideas que parecían conformar al hombre común, señalaba que existían quienes no se resignaban a esas explicaciones y a partir del inconformismo querían ir más allá. Entre ellos se encontraban ciertos escritores, ejercitantes de una “militancia”, que los compelía a decir su verdad y en particular en lo que refería los destinos colectivos:

“Este ha sido el caso de más de uno de nuestros mejores escritores, poetas o novelistas de definida vocación, en quienes, sin embargo, se ha insinuado una acentuada tendencia hacia el análisis sociológico que los desvía hacia el ensayo. Y si el propio Sarmiento fue antaño prueba de esto, Martínez Estrada lo es también, y hoy adquiere su caso el valor de un ejemplo significativo.”[112]

Romero reivindicaba en Martínez Estrada la raíz poética de sus esfuerzos por ser un “hombre de la verdad”, que sin razones circunstanciales ni convencionalismos exponía los resultados de sus trabajos. Ello llevó a considerarlo un pesimista, cargo que descartaba señalando que lo era en muy escasa medida porque su búsqueda de la verdad era la base y fortaleza de la esperanza. Después de Radiografía de la pampa y La Cabeza de Goliath, la “obsesión de indagar y confesar verazmente” se presentó en su obra sobre Sarmiento:

“Libro intenso y dramático, a veces su verdad se precipita como un torrente y el lector apresurado puede creer que, más que ideas, predominan en él sentimientos irreprimibles. Pero quien lea atentamente —y sobre todo quien acepte el consejo de leer dos veces— descubrirá muy pronto la sólida estructura de pensamiento que se esconde tras el soliloquio apasionado y aun tras la digresión solo aparentemente ocasional. Como para Sarmiento mismo, un hombre es, para Martínez Estrada, el más fiel reflejo de la colectividad argentina; y este hombre, frente a la Argentina de hoy, es Sarmiento mismo. Por eso el libro sobrepasa el alcance que promete su título y divaga por el problema de la Argentina y de su figura ejemplar, enriqueciendo sus aguas con las observaciones desgajadas de la realidad por donde cruza, sin que su curso se torne caprichoso ni se enturbie su linfa.”[113]

Martínez Estrada buscaba ofrecer una “interpretación de la Argentina” a través del “espectro” de la figura contradictoria y multiforme de Sarmiento, buscando “interpretar la interpretación que Sarmiento hizo de la realidad argentina”, proyectándola a la acción realizada como hombre de Estado. Su objetivo era mostrar esa “contradicción”, tarea no sencilla pero lograda por el autor: 

“Del libro se desprende un Sarmiento más recio aún y más rico en humanidad que el que nos ofrece su imagen algo convencional, ya gigantesco en su palpitante verdad tanto como en su honrado error, y padre de la verdad y del error que se funden en el alma de nuestra Argentina de hoy, obra suya en gran parte y contradictoria como él.”[114] 

Luego se detenía para señalar los límites del análisis realizado por Erro:

“Ciertamente, nadie de buena fe podrá increpar a Martínez Estrada por haber señalado en el maestro los errores a que el amor lo indujo, porque nunca brilla más alto en él su amor y hasta su genio gigantesco que cuando quiere, aun errando, sacudir el edificio de la realidad que lo circunda, para elevar de nuevo sus muros con más adecuada arquitectura. Su error pareció a Sarmiento su profunda verdad, y la ulterior comprobación del error —de ser cierta la tesis de Martínez Estrada— en nada disminuye la grandeza de su pensamiento y de su acción.”[115] 

Y tras señalar que Martínez Estrada identificaba a Sarmiento con el país mismo, brindaba su interpretación sobre la obra, tomando distancia de la lectura que estaba comentando sin mencionarla expresamente:

“Es este hombre, por sus valores intrínsecos y por su significación paradigmática, el que Martínez Estrada quiere traspasar con su análisis para desentrañar de él la revelación de nuestro sino. De él mismo le interesa su carácter, el curioso mecanismo de su adecuación —y su inadecuación— con respecto a la realidad circundante, su método interpretativo de esa misma realidad y su peculiar perfil de escritor. Y de él mismo en cuanto espectro para analizar y discernir la naturaleza de la vida argentina, le interesa su interpretación de la sociedad, la discriminación de sus aciertos y sus errores, el examen de lo que legó al país como hombre de Estado y como publicista, y la reacción que en el propio Sarmiento, ya anciano, produjeron los primeros resultados de la política que postuló.”[116]

Para dar sólidos fundamentos a su lectura, Romero comenzaba a desgranar los ejes de la exposición de Martínez Estrada que habían sido soslayados en el análisis de Erro: la extraversión de Sarmiento a la acción; el uso de las figuras representativas para dar cuenta de la realidad social; el valor del análisis sobre el Facundo subrayando el “problema central y capital de la ambivalencia y la dicotomía en la historia argentina” con los polos de civilización y barbarie, que Martínez Estrada retoma para comenzar una “revaloración de la figura misma de Sarmiento, sino también de su política y de sus consecuencias, visibles en la Argentina de hoy”.

En lugar de detenerse en las críticas a la crítica a Sarmiento que había realizado Erro, Romero desenvolvía el argumento de fondo de Martínez Estrada: la existencia de dos tradiciones, la colonial y la revolucionaria, que rememoraban a la barbarie y la civilización sarmientina, pero que guardaban matices y complejidades mayores. El cargo que Martínez Estrada hacía a Sarmiento estribaba en haber dado por anulada una tradición mediante el agregado de “formas civilizadas”. La mera superposición de esas “formas” no anuló los modos previos. La puesta en duda de la eficacia de su obra residía en el continuo reflorecimiento de la que llamaba tradición colonial y contrarrevolucionaria.[117] Otro cargo se vinculaba al uso de los modelos anglosajones por parte de Sarmiento, con sus consecuencias en el orden social. La recuperación de la mirada sobre los “frutos” de su generación, entre escéptica y pesimista por la pervivencia de los resabios del orden antiguo, hizo de Sarmiento un desterrado solitario, incomprendido en su obra intelectual y política. Este resultado final, según Martínez Estrada, estaba imbricado en la misión autoimpuesta por Sarmiento a su vida mediante la acción pública. Si se hubiera restringido a ser escritor, señalaba, no hubiese sufrido las contrariedades de la extranjería y la marginalidad.

Sobre el final Romero señalaba que aunque el planteo era lógico y coherente y su interpretación convincente, podía objetarse a Martínez Estrada la subestimación de las acciones positivas de la obra de Sarmiento; que sobrevaloraba la pervivencia de la que llamaba tradición colonial en el presente y que no incluía en su análisis de manera suficiente las transformaciones operadas en el país en las últimas décadas.

Como remate volvía a la idea de Martínez Estrada como “discípulo” de Sarmiento, “sincero como él en el acierto y en error” y rebatía con citas del autor la crítica de pesimismo amargo que conducía a la inacción.[118]

En un contexto político adverso para ambos, la exaltación de la figura de Sarmiento como estandarte los unificaba. Más allá de ello, en la interpretación misma de su legado y su uso había afinidades y discrepancias. Estas últimas no estaban centradas en el uso de las dos tradiciones, aunque con diferentes denominaciones y categorizaciones, sino en la dimensión temporal del análisis. Romero, a partir de su obra de 1946, cruzó a la existencia de dos tradiciones la duración, estableciendo las eras por las que la sociedad argentina había atravesado, llegando a la aluvial. Esta aproximación le permitía llegar a lo actual, percibiendo los cambios del tiempo más inmediato,

“faltan en aquella etapa algunos elementos que sólo se han incorporado después, que se han originado más tarde, pero que hoy dan la tónica alterando y reduciendo fundamentalmente la significación de los que eran antes sustanciales y básicos. Para decirlo mediante una fórmula sintética, está en             el Facundo, que reflejaba a mediados del siglo XIX toda nuestra realidad espiritual, solamente una parte de la realidad espiritual de nuestra Argentina, y no la decisiva. Es, pues, necesario un nuevo planteo y un nuevo examen de esa realidad, que no podrá aprovechar sino parcialmente de la elaboración sufrida ya por ese problema puesto que la materia misma ha sido sustituida.”[119]

Esa objeción ya la había esbozado en el comentario al texto sobre Sarmiento, aunque en este artículo lo recuperaba diciendo que “solamente la Radiografía de la Pampa de Martínez Estrada puede considerarse como un esfuerzo fructífero para ahondar” en esa realidad.  La afirmación quedaba suspendida en el texto, ya que no era desarrollada ni ejemplificada.  Al comenzar la caracterización Romero señalaba que la realidad espiritual argentina resultaba “inasible y proteica” y a renglón seguido aplicaba una idea tomada del legado de Martínez Estrada, la superposición incoherente oculta a la simple observación:

“Y precisamente por mostrarse así, proteica, por la coexistencia inestable de elementos diversos, se presenta al observador como inasible en su verdadera esencia, oculta tras su constante variabilidad. Estamos, pues, en posesión de un dato que puede servirnos de punto de partida: nuestra realidad espiritual se caracteriza, en primer lugar, por su bajo índice de coherencia interior, consecuencia, en términos generales, de la mera yuxtaposición de mentalidades diversas y recíprocamente reacias a su fusión.”[120]

Romero volvía a subrayar una “línea de fractura”, entre una “fisonomía juvenil” con potencias y virtualidades y la “ausencia de una dirección definida en el camino hacia el delineamiento de su personalidad espiritual”.  Conclusivo, afirmaba: “No es esto sino el resultado de su falta de coherencia interior, que mantiene en constante inestabilidad aquellas potencias contenidas”.[121] El intento de reemplazo de la “mentalidad universalista” por la “mentalidad criolla”, abrió lo que llamó la “grieta”, gestando la tercera mentalidad en gestación: “la aluvial”. Cambio en la estructura económica, inmigración, alteración de la realidad espiritual, ascenso vertical como potencia económica provocó un “largo período de inestabilidad interior”.  Sin citarlo, volvía a Sarmiento, rememorado por Martínez Estrada al final de su ensayo sobre el sanjuanino: “quienes habían defendido la necesidad de transformar radicalmente el país apenas lo reconocían, y miraban atónitos su propia obra, sin que faltara en alguno el gesto de horror o de arrepentimiento”. [122]

La Argentina aluvial se encontraba, para Romero, a “mitad de camino”, “en una lenta búsqueda de nuestro propio equilibrio” y llamaba a “acostumbrarse” a vivir dentro de un “complejo incoherente” discriminando los elementos que lo integran, para ordenar la acción a la “afirmación de lo que consideremos digno de predominar en última instancia”.[123]

En ese momento “predomina la mentalidad de la masa aluvial, que corresponde a un conjunto indiscriminado y resulta de la mera yuxtaposición de elementos que provienen de distintos orígenes, sin excluir los tradicionales criollos”.[124]

Esa masa aluvial debía ser “el tema primero de todo análisis de nuestra realidad espiritual”. Quien se embarcaba en esa tarea tenía algunos antecedentes, entre los que volvía a subrayar a Martínez Estrada:

“Los primeros resultados del predominio de la mentalidad aluvial en la vida argentina fueron los que motivaron las sagaces observaciones de Agustín Álvarez, de Joaquín V. González, de José Ingenieros y, sobre todo, de Ezequiel Martínez Estrada, que tan agudamente ha señalado muchos de sus rasgos             decisivos. Con esos materiales y otros que puedan agregarse es posible intentar una caracterización de esa mentalidad aluvial.”[125]

Sus elementos, como el sainete y el tango, el suburbio y el hampa, los rasgos sentimentales, su faz urbana y cosmopolita, materialista etc. iban configurando un carácter híbrido, “resultante de los elementos extranjeros y criollos que la constituyen y que coexisten en ella sin que se resuelva predominio alguno en uno u otro sentido”.[126] Con estos y otros rasgos, la mentalidad aluvial constituye en la realidad espiritual argentina de nuestro tiempo el dato más significativo”.[127]

A ellas se contraponen “otras formas mentales que se le oponen y resisten, pero que, siendo propias de minorías, se mantienen desconectadas de ella”. Se trata de la mentalidad criolla y de la mentalidad universalista.  Tras caracterizar, también a las dos últimas, volvía sobre la idea de la inarticulación, la incoherencia, la superposición:

“Así deslindadas las tres mentalidades que obran en nuestra realidad espiritual, puede advertirse que hay entre ellas una relación de yuxtaposición, que puede tornarse, empero, relación de efectiva beligerancia. Cada acto de nuestra conducta individual y colectiva, además de expresar este conflicto latente, suele incidir en su desarrollo de una u otra forma. Será útil, pues, intentar un balance del potencial que esconden las fuerzas en presencia.”[128]

En agosto de 1947 Martínez Estrada disertó en la Librería Viau, en torno a “Los invariantes históricos en el Facundo”, continuando con la revisión de la arquitectura del pensamiento de Sarmiento, intentando desarmar un mecanismo de interpretación que de todos modos le resultaba afín. Lo que para Sarmiento resultaba coyuntural (Rosas) para Martínez Estrada pasaba a constituirse en un invariante histórico, lo informe, el destino de las pampas que se había enquistado en las instituciones.[129]

A partir de allí, internado en su campo de Goyena en la Provincia de Buenos Aires y pendiente de la producción del mismo, se empeñaba en cerrar su obra sobre el Martín Fierro, de la que había dado a conocer un anticipo en la Revista Realidad a principios de año.[130] Publicada el mismo año que el optimista texto de El Mito Gaucho del entonces oficialista Carlos Astrada, el libro Muerte y transfiguración del Martín Fierro planteaba unas “perspectivas prácticamente nulas para revertir los invariantes históricos” que constituían los males estructurales del país.[131] Como fue dicho, Romero leyó el texto, aunque no lo utilizó en sus propias obras.

En el año 1948, Martínez Estrada recibió la Faja de Honor de la SADE, correspondiente al año 1947. Fue, como ya señalamos, en el momento en que Leónidas Barletta era presidente y José L. Romero secretario de la institución. Luego se retiró a Bahía Blanca, donde permaneció enfermo durante la primera mitad de la década del cincuenta.

No había sido olvidado. Los jóvenes de Contorno le dedicaron un número de su revista en el año 1954, señalándolo como “ala izquierda de Sur”[132] y la Revista Ciudad, le dedicó un número a principios del año 1955, en el que se destacaban los artículos de Rodolfo Borello e Ismael Viñas.[133] Tiempo antes Jorge Abelardo Ramos, lo anatemizaba por su visión sobre Martín Fierro.[134]

Tras el golpe militar de la Revolución Libertadora volvió al ruedo. Declaraciones, conferencias y una serie de libros de todo orden: ensayos literarios, políticos, obras de teatro y cuentos. En ese contexto quienes sostenían los restos de la Editorial Argos decidieron proceder a la reedición de su Sarmiento.[135] La edición no llevó presentación alguna, suprimiéndose las notas que llevaba la solapa de la primera edición.[136]

No conocemos textos de Romero que hagan referencia a la serie de “Catilinarias” publicadas entre 1956 y 1957. Pero sí contamos con un testimonio de la pervivencia de los registros de Martínez Estrada en la prosa de Romero. En el prólogo a la edición de una serie de trabajos parciales reunidos en la obra Argentina: imágenes y perspectivas, decía:

“que uno de los secretos de nuestra realidad es esta falta de correspondencia entre los contenidos íntimos y las formas externas, cuya expresión más clara aparece en cierta relación falseada entre la sociedad y el Estado.”[137]

La SADE. estaba a cargo de Vicente Barbieri como presidente y José Luis Romero, como vicepresidente. Martínez Estrada quiso anticipar en su sede fragmentos de su “catilinaria” y le negaron el espacio. Tiempo después, en septiembre de 1956, la muerte de Barbieri llevó a la presidencia de la institución a Romero. Desaveniencias internas lo llevaron a renunciar en mayo de 1957 y a convocar a elecciones. En las mismas se configuraron dos listas: una encabezada por Martínez Estrada y otra liderada por Erro. La primera era promovida por Barletta y representaba a las “izquierdas”, mientras que la segunda aparecía como “oficialista”, “liberal” y “pro Revolución Libertadora” y gozaba del apoyo de Borges. Romero no se integró a ninguna de las listas. En julio resultó electa la lista encabezada por Erro.[138]

A fines de la década del ’50 fue publicado un ensayo crítico de la trayectoria y obra de Martínez Estrada, a cargo de Juan J. Sebreli. Si bien el texto había sido redactado en 1958 para una editorial oficial, la publicación no se produjo y en su lugar fue acogido en la Editorial Palestra, cercana a los jóvenes del Partido Socialista Argentino.[139]  Sebreli ubicaba a Martínez Estrada en la “clase media intelectual” y tachaba al autor y a su obra Radiografía de la Pampa de “fatalismo telúrico”, “irracionalismo” y “splenglerianismo”.

Estos juicios no hicieron mella en Romero. En el año 1965, en su obra El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX incluyó referencias sobre las primeras producciones ensayísticas de Martínez Estrada.[140]

En primer término lo filió en la saga de la preocupación literaria de Lugones, “esto es, con vigorosos arranques de preocupación social y política, a través de las inquietudes telúricas que él mismo acusaba”. [141] Páginas después, retomando ese linaje, anotaba:

“…la revisión de los contenidos espirituales de la sociedad argentina era abordada desde otro sector, que quería trascender el minucioso análisis histórico y prefería las intuiciones profundas para llegar al         descubrimiento de las constantes de la personalidad colectiva. Fueron ensayistas, escritores de             vocación eminentemente literaria, quienes emprendieron este análisis. Justo es decir que algunos de ellos no desdeñaron anteponer a sus generalizaciones una investigación cuidadosa…Ezequiel Martínez Estrada acumuló cuantiosa información sobre nuestro pasado para documentar ciertas intuiciones    fundamentales sobre la vida argentina… Pero el género de la interpretación intuitiva del ser argentino prosperó en los ensayistas a despecho de la erudición, y a veces con una militante posición contra ella. Parecía que la urgencia de llegar al fondo de una ontología nacional podía ser obstaculizada por el afán    de extremar el análisis de la realidad económica, social, política y espiritual del país. Y la respuesta fue un intento de síntesis global apoyada en ciertos elementos que pareció que podían considerarse típicos.”[142]

Tras señalar la incidencia de los textos de Ortega y Keyserling sobre los inicios de esa ensayística y sintetizar los argumentos de Guglielmini, Scalabrini y Mallea, volvía sobre Martínez Estrada. Para Romero, siguiendo a Spengler, Martinez Estrada había realizado un “estudio minucioso de los hechos” que buscaba superar el mero empirismo mediante un “examen fisiognómico que le permitiera captar sus íntimos y perdurables secretos”.[143] Desde allí construyó una “visión fatalista de la colectividad argentina”, en la que “influía mucho cierta misteriosa gravitación telúrica y acaso aún más la perpetuación de algunos estigmas psicológicos”.[144] La raíz de ese fatalismo se encontraba en la relación con la tierra y las “circunstancias históricas” no han querido que “el argentino desentrañe el espíritu de la tierra”. De allí deducía que “esta inconexión explica fundamentalmente el sentido de la vida”. En el principio estuvo el conquistador, ejerciendo un dominio brutal sobre la tierra. Luego el colonizador, buscando maximizar resultados sin aquerenciarse. Se quedaron criollos y mestizos, estigmatizados por su origen “engendrado en la infamia, con la repugnancia del que satisface apetitos en carne vil”.[145] Para ellos “el pasado no significa sino vergüenza y odio”, de allí su rechazo a los legados de origen paterno vinculados a la idea de civilización, forjando el resentimiento del “hijo humillado”, explicativo del comportamietno de los caudillos, de las multitudes, del gauchaje.[146] Esa realidad fue cubierta por las minorías europeizantes por una “máscara”, por la “civilización”, por “seudoestructuras” que no alcanzar a fijar las relaciones entre el hombre real y las circunstancias reales. “De aquí la angustia y la inquietud, el narcisismo, la actitud defensiva, la irrupción de la sensualidad”. Para Romero, “un escepticismo radical acerca de las posibilidades del encuentro del argentino consigo mismo parece caracterizar la actitud profunda de Martínez Estrada”.[147]

Sobre el final del texto, Romero diferencia a Martínez Estrada del grupo Sur, en lo que podemos ver también un deslinde, un desmarque que bien podía caberle a él mismo:

“El innegable esteticismo, cierto sentimiento de élite y una predominante tendencia a prescindir contorno inmediato, fueron los caracteres que otros sectores descubrieron en el grupo de escritores de Sur. Aun vinculado a ellos, Ezequiel Martínez Estrada siguió otro camino y se volvió hacia el análisis de sus circunstancias. Poeta y estilista, poseía el secreto de las fórmulas profundas y expresivas para destacar la significación de los rasgos típicos de la vida argentina, descubiertos en parte por la vía del análisis sociológico y en parte por el camino de una intuición desusadamente sagaz. Poco a poco fue elaborando un sistema de pensamiento para comprender los fenómenos sociales y culturales, en el que se advirtió una fuerte tendencia a las interpretaciones telúricas.”[148]

A principios de los años setenta, en una entrevista realizada por Leandro Gutiérrez, Romero volvía sobre las condiciones sociales de producción del ensayismo. Decía:

“Sobre esto hay un hiato fundamental en la década del 30. Aquí de pronto aparece una literatura tipo testimonial en parte, de tipo polémico, de tipo sociológico, que constituye una gran novedad. Me estoy refiriendo a la aparición de El hombre que está solo y espera, de Scalabrini Ortiz, a  Historia de una pasión argentina de Mallea, a  Radiografía de la pampa [E. Martínez Estrada], a todos los libros que revelan que de pronto y después de la crisis del 30, las clases intelectuales argentinas empezaron a volverse sobre sí mismas, en un intento menos esteticista que antes…”[149]

En 1973, cuando el país recuperaba la democracia y el peronismo entusiasmaba a amplios sectores, Romero presentaba una síntesis ensayística de la realidad nacional del siglo XX. En la parte final, apostaba a “que la cultura argentina encontrará en breve plazo una fisonomía más definida, por la simple razón de que cada vez es más definido el carácter de la sociedad argentina”.  Reconocía que “mucho se ha andado en el proceso de su integración, y parece que el tiempo ha hecho su obra”. Como nota del momento descubría “cierta tendencia a la autenticidad”, un “afán auténtico de ser auténticos”. Como eco lejano del ensayismo de los años treinta citaba a Ortega (“los argentinos dejaremos de estar a la defensiva”) y renovaba su esperanza en que “nos decidamos definitivamente a escribir como hablamos, como sentimos y como pensamos”. Y advertía, consciente de ese “invariante histórico” esbozado por Martínez Estrada, “parece cosa fácil, pero no lo es”. Remataba: una cultura que quiere ser nacional es ser espontánea y auténtica”.[150]. Esa autenticidad que parecía estar próxima a concretarse, no constituía uno de los reclamos ético-políticos más recurrentes de Martínez Estrada?

En 1975, envuelto el país, una vez más, en una situación crítica y compleja, Romero volvía a la figura de Martínez Estrada. Lo hacía en una nota escrita para un diario de circulación masiva. Lo asociaba con la idea de crisis, que para él seguía siendo la “gran crisis”, la de 1929.

Comenzaba con una definición precisa del autor, evocándolo como “lúcido, penetrante, genial a veces en el descubrimiento de un secreto escondido o en la manera de revelarlo, Martínez Estrada fue —símbolo argentino— un espíritu contradictorio, un hombre de la crisis”.[151]

En su escritura, decía, Martínez Estrada quería expresar su conciencia como testigo y la de otros que no alcanzaban a hacerlo:

“Martínez Estrada fue sobre todo una voz: la voz de la conciencia argentina culpable y reprimida por el prejuicio y el convencionalismo, por el temor y la vergüenza, por la falsa humildad de los soberbios y la falsa soberbia de los humildes. Reprimida, sobre todo, por el peso de una retórica malsana y por un tremendo sentimiento de inautenticidad…. Acaso fue la suya la más honda y dramática voz que hayamos escuchado los argentinos de la crisis.”[152]

Para Romero, a Martínez Estrada no le preocupó la coherencia. Buscó ser el “profeta de la autenticidad”. En esa búsqueda daba cuenta de una realidad contradictoria, siendo contradictorio él mismo. La tarea de testigo y juez de la vida de los argentinos lo sumió en una angustia particular: “No es exagerado decir que su vida estuvo signada por una angustia que no era sólo la de su propio destino sino la del destino de los otros, la del destino de la patria inhallable más allá de su sombra”.[153]

¿Por qué Martinez Estrada fue un hombre de la crisis? Ya antes de 1930 Martínez Estrada se dedicaba a la poesía bajo la guía de Lugones. “Quizá su primera ambivalencia fue sentirse instalado a un tiempo mismo en la realidad poética y en la realidad real”.[154] Quizá, sus sentimientos ambivalentes en relación a Sarmiento “provinieran de que algo parecido sospechaba en el sanjuanino vidente, utópico y realista”.[155]  En clara competencia con Sarmiento,

“descubrió la crisis en que se sumergía inexorablemente su mundo y comenzó a tomar conciencia de ella, quiso, como Sarmiento, aplicar a su examen la misma conjunción de intuición y saber que hallaba en su maestro y rival.”[156]

Frente a ese desafío, cambió de identidad: de poeta a indagador. Aceptó las condiciones de la “sombra” que había evocado y “entendió que quería ser desentrañada no sólo en lo que tenía de telúrica sino también en lo que tenía de humana, de histórica”.[157] 

La sombra evocada cambió de forma. Expresó voces hasta ese momento no escuchadas. La realidad resultaba impenetrable

“¿Qué hacer? ¿Resignarse a estar instalado en un mundo ininteligible? Presa de esa contradicción y esa duda, se sumió en sus fuentes y el viejo vidente sanjuanino, utópico y realista, fue consultado una y otra vez para imaginar una estrategia frente a la realidad.”[158]

Volvía a los esquemas de Sarmiento, para cuestionarlos

“Quizá la realidad estuviera escondida en el dilema sarmientino: civilización o barbarie, aun cuando rechazara lo que podía haber de maniqueo en el planteo antitético. “Lo que Sarmiento no vio es que civilización y barbarie eran una misma cosa, como fuerzas centrifugas y centrípetas de un sistema de equilibrio”, escribiría en Radiografía de la pampa, también en las últimas líneas.”[159]

En su trayectoria, Martínez Estrada vivió una nueva mutación argentina, antes de la enfermedad y del voluntario exilio, encarnada en el peronismo. Sabemos que el escritor le dedicó varios volúmenes a esa cuestión; nada señala Romero de esos materiales. En la parte final del texto Romero trazaba un perfil definitivo de Martínez Estrada, del escritor con el que había intentado sostener un diálogo productivo

“Martínez Estrada fue, como escritor y como hombre, de la robliza estirpe de Sarmiento, un extremado avatar de una de las caras de su multiforme personalidad. Mucho de lo que sabemos de nuestra Argentina lo dijo él, con ternura o con ira, con profundidad siempre; porque en la crisis —la larga crisis argentina en la que transcurrió su vida— encontró encubiertos los males de la patria que amaba fervorosamente y los descubrió con un insobornable sentido misional.”[160]

Todavía en 1976, poco antes de morir, en un panel compartido con Bernardo Canal Feijóo, recuperaba a Martínez Estrada (“es bien sabida la admiración que tengo por Martínez Estrada”) aunque señalaba sus límites y un “desnivel tremendo con Sarmiento en cuanto a esa capacidad gigantesca para descubrir la totalidad de la realidad nacional” no dejaba de afirmar que “nos ha dado el formidable balance de la crisis y ha puesto todos los datos sobre la mesa para entender por qué nos estamos disociando”.[161]

Consideraciones finales

Romero compartió con Martínez Estrada significativas experiencias en el ámbito de la enseñanza, en revistas y en instituciones representativas de los escritores.

A partir de esa experiencia, además de considerarlo un referente cultural se identificó con él en algunas aproximaciones a la realidad argentina. Reconoció en él al cultor de una forma expresiva que hundía sus raíces en el ensayismo sarmientino.

La marginalización de la forma ensayo por parte de las ciencias sociales de base académica condenó, de algún modo, la producción de Martínez Estrada a un lugar de escaso reconocimiento en ese ámbito.

La crítica de la sociología de la modernización al género ensayístico lo sepultaría como “parasociólogo” durante largas décadas. Distinta suerte corrió en el ámbito de la crítica literaria en la que su obra fue largamente recuperada.

Su lugar central en la pervivencia del ensayo ha sido subrayado[162] y en la actualidad se encuentran en pleno despliegue estudios sobre su obra.[163]

La concepción de la incidencia del medio natural en el curso de la historia, el uso frecuente de metáforas tomadas de la medicina, así como el cultivo del ensayo en la saga sarmientina, fueron las notas salientes de su prosa.          

Romero, omnívoro lector, lo conoció, lo editó y lo estudió con atención. Sabemos que el historiador utilizaba la literatura y otras fuentes no tradicionales como medios de conocimiento de la realidad histórica y cultural. En el caso de Martínez Estrada, además, tomó ciertos elementos para la caracterización de la que denominaba “Argentina aluvial”. Quizá estribe allí el uso principal que hizo de la ensayística de Martínez Estrada. Sobre su producción posterior a 1955 no contamos con registros en la obra de Romero que den cuenta de su recepción y su uso. Aunque podemos conjeturar diferencias en la ubicación política, en la lectura de la experiencia peronista y en las formas de hacer públicas sus posiciones, resulta importante adicionar otras cuestiones de orden práctico. Las ocupaciones políticas y académicas de ese momento y las preocupaciones intelectuales que giraron hacia la profundización de aspectos específicos de la historia medieval, como los vinculados al desarrollo de la burguesía y la crisis del orden feudal, hicieron que Romero no se detuviera en esas obras. Quizá hubiésemos contado con esas perspectivas si la producción de la obra El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX hubiese tenido continuidad.

Sin compartir su estilo estridente ni sus construcciones atrabiliarias, Romero distinguía en el fárrago de sus afirmaciones algunos elementos que podían servirle para la comprensión de mediano y largo plazo de la realidad argentina.

La idea de una configuración de formas yuxtapuestas que no lograban soldarse; la existencia de capas históricas superpuestas que entraban en contradicción; la asincronía de modos culturales, entre otras cuestiones, fueron incorporados a su análisis de la realidad socio-histórica argentina.

Para Romero, Martínez Estrada representaba un intérprete válido y sugestivo de la Argentina en crisis, que para él no era otra que la de 1930. Allí residía el valor que le asignaba a su obra y a sus interpretaciones. Sin hacerlas suyas en su totalidad, seleccionaba algunas que le merecían consideración y las combinaba con su propia construcción narrativa.


[1]PRIETO, Adolfo. Martínez Estrada, el interlocutor posible. en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Emilio Ravignani. Tercera serie. Número 1. Buenos Aires, 1989. p.131: “Los textos de Martínez Estrada ofrecieron, de lejos, una más rica posibilidad de diálogo que Romero buscaba establecer con aquellos de sus contemporáneos capaces de interrogar a la historia desde perspectivas y con recursos habitualmente ajenos a los empleados por los historiadores”. FERRER, Christian. La amargura metódica. Vida y obra de Ezequiel Martínez Estrada. Buenos Aires, Sudamericana,2014.p.119: “Eran…interlocutores, no tanto porque Romero, máximo historiador argentino de su tiempo, dedicara a Martínez Estrada varios sagaces y elogiosos artículos de opinión sino porque también él estaba dotado para la narración literaria de la historia, única forma de imbuirle sentido perdurable y de que el lector no caiga a plomo en el foso de las citas al pie o quede atascado entre las precauciones metodológicas”.

[2]El uso del género en Romero en ACHA, Omar. La trama profunda. Historia y vida en José L. Romero. Buenos aires, El Cielo por Asalto, 2005.p.132: “ensayismo y ciencia histórica no eran sino dos aspectos de una misma búsqueda”.

[3]ACHA, Omar. Ob.cit.p. 132 y ss.

[4]PRIETO, Adolfo.Ob.cit.p.129. Para el autor, tomando distancia de la Nueva Escuela Histórica, Romero sostenía “la desconfianza en la minucia erudita, el modo de interrogación que busca trascender la corteza de los hechos y el gusto, la fascinación por los recursos y las posibilidades abiertas por el juego de la construcción literaria”.

[5]OVIEDO, Gerardo. Un puente entre filosofía académica y ensayismo libre. A propósito de Eugenio Pucciarelli, lector de Ezequiel Martínez Estrada. En Utopía y Praxis Latinoamericana. Volumen 15. Número 48. Maracaibo, marzo 2010. El texto central de Pucciarelli sobre Martínez Estrada es “La imagen de la Argentina en la obra de Ezequiel Martínez Estrada”. En Revista Sur. Número 295. Buenos Aires, 1965.

[6]WEINBERG, Liliana. Gregorio Weinberg: de la naturaleza de las cosas americanas. En Políticas de la Memoria. Número 20. Buenos Aires, 2020.pág.314-315. El texto central de Weinberg sobre E.M.E. es liminar. En MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Radiografía de la pampa. Edición crítica a cargo de Leo Polmann. México, Fondo de Cultura Económica, 1991.

[7]AYALA, Francisco. Recuerdos y olvidos. Madrid, Alianza, 2010.pág.330-331.

[8] “Hice un análisis de toda la obra de Martínez Estrada para ver que había en ella de rescatable. No hay casi nada”. GERMANI, Gino. Revista Confirmado. 16 de julio de 1966.

[9]MARSAL, Juan F. La sociología en la Argentina. Buenos Aires,  Libros del Mirasol, 1963.p.146.

[10]Nos referimos fundamentalmente a BORGES, Jorge. Leopoldo Lugones. Buenos Aires, Troquel, 1955. PALACIO, Ernesto. El magisterio de Leopoldo Lugones. en Revista Sexto Continente. Número 2. La Plata, 1950. El texto dedicado a Lugones por parte de EME, publicado póstumamente, fue Retrato sin retocar. México, Fondo de Cultura Económica, 1967. Había trabajado en ese material desde mediados de la década del cuarenta, a pedido de Cosío Villegas.

[11]TARCUS, Horacio. Cartas de una hermandad. Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Ezequiel Martínez Estrada, Luis Franco y Samuel Glusberg. Buenos Aires, Emecé, 2007. Martínez Estrada y Glusberg, en diálogo con Waldo Frank y Victoria Ocampo propiciaban la salida de una revista de vocación americanista, que finalmente se concretó en Sur, pero bajo la conducción exclusiva de la escritora.

[12]ROMERO, José L. “Recuerdos de la vida literaria y cultural de Buenos Aires en los años 30. Entrevista”. Proyecto de Historia Oral, Instituto Torcuato Di Tella-Columbia University, 1971. Entrevista Realizada por Leandro Gutiérrez. El texto cuestionaba a Ignacio Anzóategui en su caracterización de la obra sarmientina. ROMERO, José L. “Palabras a un escritor católico”. En Vida Literaria. Número 5. Buenos Aires, noviembre de 1931.

[13]MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel. Sarmiento a los 120 años. En  Vida Literaria. Número 28. Febrero 1931. MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Soledad-Pueblos. Revista  Trapalanda. Número 1. Octubre de 1932.  MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Las rutas de Trapalanda. Revista Trapalanda. Número 2. Noviembre de 1932.  MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. La independencia. Revista Trapalanda. Número 4. Agosto de 1933. En Revista Trapalanda. Un colectivo porteño.Edición Facsimilar. Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2012. Presentación de Christian Ferrer.

[14]IRAZUSTA, Julio.  Genio y figura de Leopoldo Lugones. Buenos Aires, Eudeba, 1971.p.8. CONIL PAZ, Alberto. Leopoldo Lugones. Buenos Aires, Huemul, 1985.p.62.

[15]GENTILE, Juan C.  El ensayo argentino. 1930-1970. H.P.Agosti, C. Mastronardi y otros. Antología. Buenos Aires, CEAL, 1981. Serie Capítulo, Número 110. BORELLO, Rodolfo. “El ensayo: del 30 a la actualidad”. En Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1982. T III.p.1273. TERÁN, Oscar. Historia de las ideas argentinas. Diez lecciones iniciales (1810-1980). Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.p.239 y ss. MARTÍNEZ PERSICO, Marisa. El ensayo de interpretación nacional. Radiografía de la pampa de Ezequiel Martínez Estrada. En Interpretextos. Número 14. Otoño, 2015. Según el autor, por la época “Releía, pues, el Facundo, con asombro de lo que hallaba en él de viviente y actual, no advertido antes, cuando acaeció la asonada del 6 de septiembre de 1930. Espinoza y yo anduvimos recorriendo las calles del centro, presenciando lo que yo vi como inundación de aguas turbias y agitadas. Mi impresión fue la de que recibía una revelación, como dicen los místicos, y que se me mostraba iluminado un pasado cubierto de una mortaja pero no muerto ni sepultado. Le dije a Espinoza: ‘Oiga usted: U-ri-buuu-ru; es lo mismo que I-ri-gooo-yen’. ‘Exacto -me respondió-, escriba lo que está viendo’. Por eso escribí Radiografía de la Pampa”. Espinosa, Enrique (Comp). Leer y escribir. México, J.Moritz, 1969.

[16]NOÉ, Julio. Antología de la poesía argentina moderna (1896-1930). Buenos aires, El Ateneo, 1931. p. 375 y ss.

[17]MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel. Oro y piedra. Buenos Aires, Nosotros, 1918.  Nefelibal. Buenos Aires, Tor, 1922.  Motivos del cielo. Buenos Aires, B.A.B.E.L., 1924.  Argentina. Buenos Aires, B.A.B.E.L., 1927. Humoresca . Buenos Aires, B.A.B.E.L.,1929. Títeres de pies ligeros. Buenos Aires, B.A.B.E.L., 1929.

[18]TARCUS, Horacio. Mariátegui en la Argentina o las políticas culturales de Samuel Glusberg. Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2001.p.55. 

[19]MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel. Radiografía de la pampa. Buenos Aires, B.A.B.E.L., 1933.

[20]TERÁN, Oscar. Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano.  Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.p.51 califica a Radiografía…”ensayo emblemático de interpretación nacional”.

[21]Es probable que esa asignación haya generado el destemplado comentario de CANAL FEIJOO, Bernardo. Radiografías fatídicas. En Revista Sur. Número 37. Buenos Aires, 1937. Señalaba que Martínez Estrada toma “por signos constitucionales, de una especie de fatum orgánico lo que solo son, sin lugar a dudas, meros errores de política social y económica. Busca motivos psicológicos originarios a lo que tiene su explicación puramente efectual en el orden de la mecánica normal de ciertos hechos y formas sociales. No existe tal realidad ‘fatídica’; en ninguna parte ha existido jamás…”.

[22]De los autores europeos hay que destacar a Ortega y Gasset, Keyserling y Frank, visitantes de fines de la década del veinte. Entre los latinoamericanos se distinguía la figura del dominicano Henríquez Ureña, exiliado en la Argentina desde 1924. Entre los locales que podían ofrecer otro mirador, se contaban las obras de Scalabrini Ortiz, Guglielmini,Taborda o Mallea.

[23]ROMERO, José L. El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1965.p.183.

[24]GRACIANO, Osvaldo. Entre cultura y política: la Universidad Popular Alejandro Korn. Trabajos y comunicaciones. Número 25. Segunda época. La Plata, 1999.

[25]LAMOSO, Adriana. Políticas de la edición en redes internacionales: el caso de Ezequiel Martínez Estrada y el Fondo de Cultura Económica de México. México, UNAM-UNS, 2017. Resulta frecuentemente mencionado en este ámbito pero no hemos podido determinar la temática de sus intervenciones.

[26]GRACIANO, Osvaldo. Ob.cit.p.114.

[27]ROMERO, José L. “Experiencia y saber históricos en Alejandro Korn”. En Publicaciones de la Universidad Popular Alejandro Korn, La Plata, 1941.

[28]Legajo de José L. Romero obrante en el Departamento de Personal del Colegio Nacional de la UNLP. Citado por AMEZOLA, Gonzalo de; BARLETTA, Ana M. Un historiador piensa en la escuela. Los manuales de José L. Romero en su obra y proyecto histórico. Clío y asociados. Febrero, 2005.

[29]ROMERO, José L. Las ideas políticas en Argentina. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1956 (2° edición actualizada). p. 250 y ss. MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. ¿Qué es esto? Buenos Aires, Lautaro, 1956.p.99 y ss.

[30] VILLARES, Ramón. José Luis Romero y el exilio republicano en la Argentina. En BURUCÚA, José E.; DEVOTO, Fernando;  GORELIK, Adrián (ed). José Luis Romero. Vida histórica, ciudad y cultura. Buenos Aires, Unsam Edita, 2013.p.307. DEVOTO, Fernando. Cultura y política entre dos mundos: el exilio gallego en la Argentina, los debates intelectuales y las tramas de sociabilidad (1936-1963). En DEVOTO, Fernando; VILLARES, Ramón (Ed.). Luis Seoane entre Galicia y la Argentina. Buenos Aires, Biblos, 2012.p.188. Señala la ampliación de la convocatoria de la publicación a escritores de la tradición liberal-democrática como de izquierda –comunista o socialista-.

[31]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Panorama de las literaturas. Buenos Aires, Claridad, 1946.

[32] GERHARDT, Federico. La revista Cabalgata (1946-1948) y el “mundo editorial”. En DELGADO, Verónica; ROGERS, Geraldine(Ed.). Revistas, archivo y exposición: Publicaciones periódicas argentinas del siglo XX. La Plata, FAHCE,s/f. p.121.  VILLARES, Ramón.ob.cit.p.311.

[33]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. La inmortalidad de Facundo. en Cuadernos Americanos.  Número 5. México, Sept-octubre 1945.

[34]ROMERO, José L. Ezequiel Martínez Estrada, renovador de la exégesis sarmientina. En Cuadernos Americanos. Número 3. México, mayo-junio 1947.

[35]ROMERO, José L. Las ideas políticas en Argentina. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1946.

[36]MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel. Poesía. Buenos Aires, Argos, 1947.

[37]GRACIANO, Osvaldo. Ob.cit.p.114 y ss. Es probable que parte del texto de Romero sobre El ciclo de la revolución contemporánea, publicado ese mismo año, se haya originado en esta actividad.

[38]MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel. Muerte y transfiguración del Martín Fierro. México, Fondo de Cultura Económica, 1948.  Sobre la relación con Cosío Villegas y Orfila Reynal puede verse LAMOSO, Adriana. Ob.cit.p.251

[39] Testimonio de Luis Alberto Romero. Enero, 2023.

[40]FIORUCCI, Flavia. El antiperonismo intelectual: de la guerra ideológica a la guerra espiritual. En GARCIA SEBASTIANI, Marcela. Fascismo y antifascismo. Peronismo y antiperonismo. Conflictos políticos e ideológicos en la Argentian (1930-1955).  Madrid-Berlín, Vervuert-Iberoamericana, 2006.p.175.

[41]Carta de Ezequiel Martínez Estrada a Arnaldo Orfila Reynal. 22 de febrero de 1949. En ADAM, Carlos.ob.cit.pág.154-155.

[42] Id.,  El libro se tituló El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson. México, Fondo de Cultura Económica, 1951.

[43]ALFIERI, Teresa. La Argentina de Ezequiel Martínez Estrada. Buenos Aires, Leviatán, 2004.p.105.

[44]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Sarmiento. Buenos Aires, Argos, 1956. Reproducción exacta de la publicada en el año 1946.

[45]ADAM, Carlos. ob.cit.pág.177-180..

[46]ADAM, Carlos. ob.cit.p.63 y ss. ORGAMBIDE, Pedro. Un puritano en el burdel. Ezequiel Martínez Estrada o el sueño de una Argentina moral. Buenos Aires, Ameghino, 1997.p.152 y ss. ALFON, Fernando. Ezequiel Martínez Estrada, el arte de la etiología. Estudio preliminar a  MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel. ¿Qué es esto? Buenos Aires, Biblioteca Nacional, 2005.p.16 y ss. Victoria Ocampo no quiso incluir en la Revista Sur, a fines de 1955, una carta pública de Martínez Estrada sumamente crítica de la Revolución Libertadora, alegando el efecto que causaría en los adherentes de buena fe a ese gobierno. En su lugar le reclamaba un artículo en el que expusiera sus puntos de vista, considerándolo  la persona más autorizada en el país para hacerlo. Carta de Victoria Ocampo a Ezequiel Martínez Estrada. 6 de diciembre de 1955. En MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel; OCAMPO, Victoria. Epistolario. Buenos Aires, Interzona, 2013. Prólogo y edición de Christian Ferrer.p.49 y ss.

[47]MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel. Cuadrantes del Pampero. Buenos Aires, Decaulion, 1956.  ¿Qué es esto? Buenos Aires, Lautaro, 1956. Exhortaciones. Buenos Aires, Burnichon Editor, 1957. Las cuarenta. Buenos Aires, Gure, 1957.

[48]ALTAMIRANO, Carlos. Peronismo y cultura de izquierda. Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.p.51.

[49]Según Martínez Estrada, Roberto Giusti, había declarado en Montevideo que su obra ¿Qué es esto? resultaba “nefasta para la juventud argentina y que el peronismo había sido un fenómeno transitorio en la vida política nacional” y en el Diario La Prensa que “era tiempo perdido” ya que “el peronismo había pasado definitivamente”. MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Antología. México, Fondo de Cultura Económica, 1964. Prólogo inútil.

[50]JANELLO, Karina. El Congreso por la libertad de la cultura en la Argentina: entre el grupo Sur y el Partido Socialista. La Plata, Sedici, 2010. Creado a fines de 1955 agrupó a las corrientes críticas de las vertientes de la cultura comunista, agrupando a sectores del liberalismo de Sur y figuras intelectuales vinculadas al Partido Socialista como Palacios, Giusti y el mismo Romero.

[51]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Mi experiencia cubana. Buenos Aires, El Siglo Ilustrado, 1965. Romero también había viajado a la isla. Sus impresiones pueden verse en ROMERO, José L. Cuba, una experiencia. En Revista Situación. Número 5. Buenos Aires, 1960. En febrero de 1961 participó en apoyo de la candidatura a senador por la Capital de Alfredo Palacios, campaña centrada en la defensa de la revolución cubana. La crítica a la invasión norteamericana fue realizada en un acto en la Facultad de Filosofía y Letras.

[52]MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel; OCAMPO, Victoria. Ob.cit.p.11 y ss.

[53] FERRER, Christian.ob.cit.p.569. Por entonces Landi junto a Isidoro Cheresky eran los referentes estudiantiles del PCA en la Facultad. GILBERT, Isidoro. La Fede. Buenos Aires, Sudamericana, 2009.p.528.

[54]Id.,p.160.

[55]ROMERO, José L. Recuerdos de la vida literaria y cultural en Buenos Aires en los años 30. Ob.cit. Señalaba: “Otra novedad importante es la influencia de Ortega y Gasset, a partir especialmente de sus viajes a la Argentina y muy especialmente, a partir de su segundo viaje que fue en el año 28, y de las memorables conferencias que dio en Amigos del Arte”.

[56]Fueron publicadas varias décadas después. ORTEGA Y GASSET, José. Meditación de nuestro tiempo. México, Fondo de Cultura Económica, 1996.

[57]ORTEGA Y GASSET, José. El espectador. Madrid, Espasa Calpe, 1929. Vol. VII.

[58]KEYSERLING, Hermann. Meditaciones sudamericanas. Madrid, Espasa-Calpe,1933. Había llegado invitado por Victoria Ocampo, quien había leído sus obras y deseaba conocerlo personalmente. MEYER, Doris. Victoria Ocampo. Contra viento y marea. Buenos Aires, Sudamericana, 1981.p.130 y ss.

[59]FRANK, Waldo. Redescubrimiento de América. Madrid, Revista de Occidente, 1929 y Nuestra América.Buenos Aires, B.A.B.E.L., 1929. Poco después publicó el libro  América Hispana. Un retrato y una perspectiva. Madrid, Espasa Calpe, 1932.  También fue invitado por Victoria Ocampo. MEYER, Doris.ob.cit.p.177 y ss.

[60]GRAMUGLIO, María T. Sur en la década del treinta, una revista política. Revista Punto de Vista. Número 28.  Buenos Aires, 1986. ROMERO, José L. Recuerdos de la vida literaria y cultural en Buenos Aires en los años 30. Ob.cit. Señalaba: “Estas podrían ser las figuras más representativas, que tuvieron influencia directa, porque hablaron en Amigos del Arte, y naturalmente crearon unas corrientes de adhesión snob, bastante típicas. La vida literaria argentina desde tiempo inmemorial ha sido siempre muy snob, y en ese momento el snobismo adquirió caracteres verdaderamente arrolladores”.

[61]BORELLO, Rodolfo.ob.cit. ROMERO, José L. Recuerdos de la vida literaria y cultural en la década del 30. Ob.cit. Comentaba: “la influencia que ejerció Ortega y Gasset con sus caracterizaciones sobre la vida argentina, la influencia que ejerció Keyserling sobre la vida argentina; todo esto hizo que en esos años de pronto la Argentina y muy especialmente Buenos Aires y la vida porteña se transformaran en un tema”.

[62]ROMERO, José L. La formación histórica. Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe, 1933. Número 21. Sobre la misma puede consultarse DEVOTO, Fernando. En torno a la formación historiográfica de José Luis Romero. En BURUCÚA, José E.; DEVOTO, Fernando; GORELIK, Adrián (Ed). José Luis Romero. Vida histórica, ciudad y cultura. Buenos Aires, Unsam, 2013.p.43 y ss.

[63] “La resignación no conviene al hombre sino después de haber cumplido sus posibilidades supremas. Hasta entonces, una ambición tan ilimitada como sea posible, el deseo mismo de lo imposible, es la única actitud que corresponde al Destino humano, porque en él, por oposición al destino de la anguila, es la libre iniciativa quein desempeña el papel principal”.  ROMERO, José L. La formación histórica. ob.cit.p.5.

[64]Id.,p.14 

[65]ACHA, Omar.ob.cit.p.122.

[66]ROMERO, José L. La formación histórica. ob.cit.p.7.

[67]ROMERO, José L.  Introducción a un sudamericanismo esencial.  Revista Sur. Número 8. Buenos Aires, septiembre de

1933.

[68] MEYER, Doris. ob.cit.p.134 y ss.

[69]OVIEDO, Gerardo. La idea del americanismo en el joven José Luis Romero. En Revista Diálogos. Vol. 9, Número 3. Brasil, 2005.

[70]Id.,p.134.

[71]OVIEDO, Gerardo. Ob.cit.p.26. quien asocia esta recepción favorable a la incidencia del pensamiento de Sául  Taborda y Deodoro Roca sobre el joven Romero.

[72]Estas dimensiones parecen dar fundamento a la calificación de “comentario identificatorio” realizada por SARLO, Beatriz. La perspectiva americana en los primeros año de Sur. En ALTAMIRANO, Carlos; SARLO, Beatriz. Ensayos argentinos. ob.cit.p.267.

[73]Id.,p.138.

[74] CIRIA, Alberto; SANGUINETTI, Horacio. Los reformistas. Buenos Aires, Jorge Alvarez, 1968.pág.297-299.

[75]TABORDA, Saúl. La crisis espiritual y el ideario argentino. Santa Fe, Instituto Social de la Universidad del Litoral, 1933. Número 24 de la serie. Tras la experiencia del ciclo de conferencias, Taborda recibió a Romero y a su esposa Teresa Basso en Unquillo tiempo después. Años después recordaba: “Para mí el ejemplo más notable de esa época es un hombre que constituye quizá, y ahora me aparto de Buenos Aires, la figura más brillante y más interesante que ha tenido el pensamiento argentino de esa época, que es Saúl Taborda, que desgraciadamente ha dejado poco escrito, pero a quien yo he conocido mucho, le he oído mucho, y le puedo decir que cotejándolo con otra gente que ha escrito mucho y que ha actuando mucho, me ha dejado la impresión de que era una de las cabezas mas estupendas que ha habido en la Argentina en esa época. Saúl Taborda hizo también su crisis antiliberal…”. ROMERO, José L. Recuerdos de la vida literaria y cultural en la década del 30. Ob.cit.

[76]Acha señaló “la admiración” y “la inspiración profunda”, aunque remarcó las bifurcaciones: “la imposibilidad de seguirlo en su esencialismo nacionalista”; “el peligro estatista que preocupaba a Romero no podía ser conjurado por la comunidad facúndica, precapitalista añorada por Taborda” y “Romero no profesó esa inclinación por lo arcaico-revolucionario, y eligió desplegar el indudable progresismo de Taborda por la vía de Sarmiento”. ACHA, Omar. ob.cit.p. 10 y ss. y 125. Devoto marcó diferencias en cuanto a  fuentes de pensamiento y en relación a la crítica al sistema demoliberal por parte de Taborda, ausente en Romero. DEVOTO, Fernando.ob.cit.pág.43-44. La ausencia de obra escrita de más largo aliento, su estancia en Córdoba, su militancia yrigoyenista mediada por el sabattinismo y su temprana desaparición fueron otros tantos elementos que hicieron a la toma de distancia de esa herencia intelectual.

[77]BORGES, Jorge Luis.  Radiografía de la Pampa por Ezequiel Martínez Estrada. En Diario Crítica. Revista Multicolor de los sábados. Número 6. Septiembre de 1933.p.5.

[78]ACHA, Omar. ob.cit.p.127.

[79] El retorno al texto puede verse en que Romero adquirió la reedición de Losada del año 1952 y volvió sobre ese material. Las marcas están fuertemente concentradas en la parte final, referida al pensamiento y legado sarmientino.

[80]ROMERO, José L. Inquisiciones sobre el continente. El nacionalismo americano y la historia. En AA.VV. Homenaje a Enrique José Varona en el Homenaje a Enrique José Varona en el cincuentenario de su primer curso de filosofía (1880-1930). República de Cuba, Dirección de Cultura, La Habana, 1935.

[81]HENRIQUEZ UREÑA, Pedro. Utopía de América. La Plata,Ed. Estudiantes, 1925. HENRIQUEZ UREÑA, Pedro. Seis ensayos en busca de nuestra expresión. Buenos Aires, B.A.B.E.L., 1928. Años después le rendiría tributo en ROMERO, José L. Pedro Henriquez Ureña. En Revista Realidad. Número 7. Buenos Aires, enero-febrero de 1948.

[82] ALTAMIRANO, Carlos. La invención de Nuestra América. Obsesiones, narrativas y debates sobre la identidad de América Latina. Buenos Aires, Siglo XXI, 2021.p.15.

[83]ROMERO, José L. América o la existencia de un continente. En De Mar a Mar. Número 7. Junio de 1943.

[84]Id.,

[85]Id.,

[86]Id.,

[87]NALLIM, Jorge. Transformación y crisis del liberalismo. Su desarrollo en la Argentina en el período 1930-1955. Barcelona, Gedisa, 2012. p.174.

[88]NAVASCUÉS, Alpargatas contra libros. El escritor y las masas en la literatura del primer peronismo. Madrid-Berlín, Vervuert-Iberoamerica, 2017.  KORN, Guillermo. Hijos del pueblo. Buenos Aires, Las cuarenta, 2018.

[89] KORN, Guillermo (comp). El peronismo clásico (1945-1955). Descamisados, gorilas y contreras. Literatura argentina siglo XX. Dirigida por David Viñas. Buenos Aires, Paradiso, 2007.pág.27-28.

[90]MARTINEZ ESTRADA, Ezequiel. Sarmiento. Ob.cit. El autor había anticipado argumentos del libro en Cuadernos Americanos, durante el año 1945. Se trata del texto La inmortalidad de Facundo. En Cuadernos Americanos. Número V.  México, Septiembre-octubre 1945.

[91]El trío que promovía la Editorial estaba conformado por Jorge Romero Brest, Luis M. Baudizzone y el mismo José L. Romero. El primero seleccionaba los títulos vinculados a arte, el segundo los relacionados con la literatura y el tercero los vinculados a historia y cultura.

[92]GALVEZ, Manuel. Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad. Buenos Aires, Emecé, 1945. ROJAS, Ricardo. El profeta de la pampa. Vida de Sarmiento. Buenos Aires, Losada, 1945.

[93]La atribución de la redacción en ACHA, Omar. ob.cit.p.131.

[94]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Sarmiento. Ob.cit. solapa.

[95]Id.,

[96]Id.,

[97]Id.,

[98]Id.,

[99]MYERS, Jorge. Entre el momento aluvial y la revolución posible: José Luis Romero y Las ideas políticas en Argentina. en ALTAMIRANO, Carlos; GORELIK, Adrián. La Argentina como problema. Temas, visiones y pasiones del siglo XX. Buenos Aires, Siglo XXI, 2018.p.156. ALTAMIRANO, Carlos. José Luis Romero y la idea de la Argentina aluvial. En Revista Prismas. Número 5. Buenos Aires, 2001.p.314: “Romero cultivó, sea a través del ensayo histórico, sea por medio del ensayo-diagnóstico, esa tendencia al rastreo y la interpretación de la personalidad colectiva de los argentinos tan extendida en el país a lo largo de la primera mitad del siglo XX”.

[100]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Radiografía de la pampa. México, Fondo de Cultura Económica, 1991.p.143.

[101]ROMERO, José L. Las ideas políticas en Argentina. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1946.p.179.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          

[102]ERRO, Carlos A. Un Sarmiento ahistórico. En Revista Realidad. Número 2. Buenos Aires, marzo-abril 1947.  

[103]ERRO, Carlos A. Los intelectuales argentinos y la realidad actual del país. La lección de Echeverría. En Revista Realidad. Número 6.  Noviembre-diciembre 1947.

[104]Carta de Ezequiel Martínez Estrada a Arnaldo Orfila Reynal del 8 de mayo de 1947. En ADAM, ob.cit.p.152.

[105]Cartas de Ezequiel Martínez Estrada a Arnaldo Orfila Reynal del 30 de mayo de 1947. En ADAM, ob.cit.p.153.

[106]ROMERO, Luis A. La Argentina de Realidad. en Carolina Castillo Ferrer y Milena Rodríguez (ed). Diez ensayos sobre Realidad. Revista de Ideas (1947-1949). Granada, Cuadernos de la Fundación Francisco Ayala, 2013.p.1.

[107]AYALA, Francisco. Ezequiel Martínez Estrada: Sarmiento (Editorial Argos, Buenos Aires, 1946) . En Revista Sur. Número 150. Abril de 1947.p.72 y ss.

[108]Id.,p.73.

[109]Id.,

[110]ROMERO, José L. Ezequiel Martínez Estrada, renovador de la exégesis sarmientina. En Cuadernos Americanos. Número 3. México, mayo-junio 1947.

[111]ROMERO, José L. Los elementos de la realidad espiritual argentina. en Revista Realidad. Número 4. Julio-agosto de 1947.

[112]ROMERO, José L. Ezequiel Martínez Estrada, renovador de la exégesis sarmientina. Ob.cit.

[113]Id.,

[114]Id.,

[115]Id.,

[116]Id.,

[117]Afirmaba: “Hay dos tradiciones, como hay dos historias: la revolucionaria y la colonial, y si alguna se prolonga en continuidad sostenida, es esta, la que denunciaron los desterrados, hoy otra vez proscriptos en todo documento oficial, en las escuelas y en la conciencia del pueblo”. MARTÍNEZ, ESTRADA, Ezequiel. Sarmiento.ob.cit.p.125.

[118]Id.,

[119]Romero, José Luis. “Los elementos de la realidad espiritual argentina”. En Revista Realidad. Número 4. Buenos Aires, julio-agosto de 1947. Reproducido en Argentina, imágenes y perspectivas. Buenos Aires, Raigal, 1956.

[120]Id.,

[121]Id.,

[122]Id.,

[123]Id.,

[124]Id.,

[125]Id.,

[126]Id.,

[127]Id.,

[128]Id.,

[129]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Los invariantes históricos del Facundo. Buenos Aires, Casa Pardo, 1972.

[130]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Lo gauchesco. En Revista Realidad. Número 1. Buenos Aires, Enero-febrero 1947.

[131]GRAMUGLIO, María T. Otra vuelta de Martín Fierro en los años cuarenta. En ALTAMIRANO, Carlos; GORELIK, Adrián. ob.cit.p.282.

[132]Revista Contorno. Número 4. Diciembre de 1954.

[133]Revista Ciudad. Primer trimestre de 1955.

[134]RAMOS, Jorge A. Crisis y resurrección de la literatura argentina. Buenos Aires, Indoamérica, 1954.

[135]MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Sarmiento. Buenos Aires, Argos, 1956.

[136]Según su editor, Martínez Estrada consideró una venganza el retiro del texto de la solapa. El autor venía anotando comentarios sobre el texto para una nueva edición corregida, que recién dio a luz en 1969, siguiendo sus instrucciones y bajo la supervisión de Samuel Glusberg, albacea y editor del escritor. MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel. Sarmiento. Buenos Aires, Sudamericana, 1969.p.11. Sobre el trabajo de Martínez Estrada sobre el libro propio editado en 1946 puede verse RABASA, Mariel I. La escritura incesante. Sarmiento de Martínez Estrada.  Tesis de Maestría. Sedici-UNLP, s/f.

[137]ROMERO, José L. Argentina: imágenes y perspectivas. Buenos Aires, Raigal, 1956. p.11. ALTAMIRANO, Carlos. ob.cit.p.315 remarcaba que “el tema de la incongruencia entre estructuras y códigos formales, por un lado y disposiciones profundas de los argentinos, por el otro, era uno de los motivos recurrentes del discurso de Martínez Estrada desde Radiografía de la pampa (1933). Romero no lo cita en esta ocasión, pero estimaba hasta el elogio la obra ensayística de Martínez Estrada, como lo prueban numerosos testimonios”.

[138] FERRER, Christian.ob.cit.p.

[139]SEBRELI, Juan J. Martínez Estrada, una rebelión inútil. Buenos Aires, Palestra, 1960. 

[140]ROMERO, José L. El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX.ob.cit.

[141]Id.,p.151.

[142]Id.,pág. 198-199.

[143]Id.,p.204.

[144]Id.,

[145]Id.,

[146]Id.,p.205.

[147]Id.,p.206.

[148]Id.,pág.117-118.

[149]ROMERO, José L. “Recuerdos de la vida literaria y cultural de Buenos Aires en los años 30. Entrevista”. Ob.cit.

[150]ROMERO, José L. Las ideologías de la cultura nacional. En Revista Criterio. Número 1681-1682. 24 de diciembre de 1973.

[151]ROMERO, José L. Martínez Estrada, un hombre de la crisis. en Clarín, agosto de 1975. Para Ferrer, “José Luis Romero lo asoció [a E.M.E].…a la estirpe de los pensadores que aparecen en épocas de crisis”. ob.cit.p.143.

[152]Id.,

[153]Id., Según Ferrer, antes de citar a Romero (“puso al desnudo todos los entresijos de la crisis en que vivió y murió”) señalaba que para Martínez Estrada “la Argentina era una llaga en su garganta”.ob.cit.p.166.

[154]Id.,

[155]Id.,

[156]Id.,

[157]Id.,

[158]Id.,

[159]Id.,

[160]Id.,

[161]ROMERO, José L. El pensamiento argentino. En La Argentina posible. Buenos Aires, Ed.Belgrano, 1976.pág.53-54.

[162]GONZALEZ, Horacio. Restos pampeanos. Buenos Aires, Colihue, 1999. En p.168 afirma  “[si] hay ensayo argentino, en una gran medida es porque existen los escritos de Ezequiel Martínez Estrada”.

[163]WEINBERG, Liliana. Ezequiel Martínez Estrada y la interpretación del Martín Fierro. México, Unam, 1992.  Ezequiel Martínez Estrada: la interpretación y la institución de sentido de la sociedad argentina. En Prismas. Número 5. Buenos Aires, 2001. ALFIERI, Teresa. La Argentina de Ezequiel Martínez Estrada.ob.cit.. FERRER, Cristian. Ob.cit..