Introducción
El tema concreto de esta monografía forma parte de un tema general más vasto y de más lúcidas posibilidades: “El proceso cartográfico de la América del Sur, desde el descubrimiento hasta fines del Siglo XVI”. En sí mismo, el problema de la toponimia resulta casi insoluble si se atiende exclusivamente a su aspecto filológico, y vertebrando tal investigación con otra de carácter cartográfico general, las probabilidades aumentan, aunque nunca excesivamente. La toponimia es un producto, a veces muy complejo, de influencias demasiado diversas para poder determinarlas con precisión. Pero en el área histórica y atendiendo sólo a la medida en que a la historia le interesa, el problema de la toponimia puede tener interés y aportar a veces conclusiones; pero de ellas cabe decir, y con esto se adelanta parte de los resultados de este trabajo, que difícilmente pueden pasar de meras presunciones, de evidencia a veces extremada, pero de demostración generalmente imposible.
Es evidente que el problema de la toponimia apenas interesa en sí mismo. De no ser intereses lugareños, la preocupación por el origen de las designaciones de lugares solo responde a preocupaciones históricas. Tal es el caso de este estudio. La toponimia costanera de la Patagonia, concebida como problema, está indisolublemente unida a un problema de máxima proyección en la historia americana: el problema de la prioridad de los portugueses en el descubrimiento de las tierras australes. Dentro de la vastedad de la investigación sobre tal tema, la determinación del origen probable de la toponimia adquiere importancia y significación. Puede suministrar indicios tales que encaucen una investigación, o presentar evidencias irrebatibles. De estas dos posibilidades, nacen dos criterios opuestos en la valoración de la cartografía como prueba histórica.
La investigación sobre la prioridad de los descubrimientos portugueses pertenece en su gran mayoría a los historiadores lusitanos y brasileños. Había para ello razones abundantes. Portugal cuya riqueza documental debe ser enorme, ha permanecido cerrado en cierto modo a la investigación prolija. No basta la figura de Oliveira Martin para llenar el enorme vacío de la historiografía portuguesa, más lamentable si se piensa en la riqueza acumulada en archivos y bibliotecas que sólo desde hace poco comienza a ver la luz. Pero desde que los trabajos de investigación comenzaron, las sorpresas fueron abundantes. Un enorme material cartográfico, perteneciente a archivos secretos durante la época de la colonización, comenzó a demostrar que había que explicar de muy diferente manera ciertos hechos. Fue así como el Barón de Río Branco, entre otros muchos, exhumó de viejos archivos piezas importantísimas, siendo miembro brasileño de dos comisiones de límites.[i]

Y así también salieron del olvido viejas cartas que llevaban guardado el recuerdo de cosas que la historia no sospechaba aún.
Fue después cuando la historiografía portuguesa y brasileña aprovechó todo ese material para trabajar sobre la verdadera historia colonial del S.XVI. Aparecieron entonces trabajos más o menos importantes desde la obra de Fonseca, publicada en 1890 [ii] hasta la exhaustiva Historia de la colonización portuguesa que dirigió Malheiro Dias, acaso la más completa y documentada exposición de la debatida prioridad portuguesa.[iii] Entonces se afirmó rotundamente la existencia de viajes portugueses a tierras australes con anterioridad al viaje de Solís, primero de España en este sentido; adquirieron relieve las figuras de Don Nuno Manuel y de sus compañeros, y se probaron documentalmente afirmaciones que desde mucho antes de la obra de Fonseca repetían algunos historiadores lusitanos.
Pero la prueba cartográfica se esgrimió con excesiva seguridad. El descubrimiento del Cantino llenó de alborozo a los historiadores de habla portuguesa. Su testimonio se consideró la prueba cartográfica irrebatible y a toda la cartografía se le dio un valor parejo de elemento incontrovertible de comprobación.
Pero es evidente que la prueba cartográfica, como prueba, es discutible. Dado el régimen de producción de las cartas, ninguna apreciación puede hacerse reposar sobre ellas que no sea mera presunción, o en todo caso, evidencia de carácter muy general e indefinido. Es indudable que si – bien probada la fecha – una carta muestra regiones que oficialmente se desconocían, la existencia de viajes secretos o clandestinos queda probada también, como ocurre en el caso del Globo de Schöner de 1515 con respecto al estrecho de Magallanes. Pero, ¿cómo continuar la determinación? Toda ella tiene que ser desde ese momento puramente documental, extra cartográfica, diríamos. A quién correspondió el descubrimiento, su ubicación precisa, su determinación sobre la carta, son cosas que en modo alguno puede dar la sola cartografía, por muy evidentes que las comprobaciones toponímicas nos parezcan.
Es, pues, justo, dar a la cartografía su exacto lugar como elemento de comprobación, que es algo menor del que se ha querido ver en ella.

La cartografía del siglo XVI
Ya expondré más adelante cómo la disputa por la prioridad entre España y Portugal se plantea al día siguiente de la llegada de Colón con sus sorprendentes noticias. Pero sólo interesa aquí comprender con exactitud cómo se plantea desde ese momento el problema cartográfico. La línea de Tordesillas era un
meridiano dado, cuya ubicación era fundamentalmente un problema de longitud geográfica. Es sabido que la determinación de esta ofrecía obstáculos dificilísimos y cómo los Almirantazgos se esforzaban en encontrar la técnica apropiada.[iv] Quedó pues el trazado de la línea harto confuso y dio lugar a complicadas cuestiones diplomáticas. Pero mientras tanto, había que ir ubicando en los portulanos – “roteiros” en portugués – los descubrimientos efectuados para darle cierta continuidad a la aventura colonizadora.
Se recurre pues a los técnicos en materia cartográfica. España que nunca había tenido veleidades marítimas, no contaba con ellos. Los tenían en cambio, y famosos, Portugal y las ciudades italianas, que de antiguo daban al mar sus más esforzados aventureros y sus comerciantes más audaces.
Así comenzó la cartografía del nuevo mundo con un saldo en contra de España y a favor de su gran rival en la navegación.
Pero España necesitaba los servicios profesionales de cartógrafos experimentados. Tenía dinero y porvenir brillante que ofrecer, y los encontró, no sólo en Italia, neutral en cierto modo en la justa náutica, sino también en Portugal, en donde a buen precio consiguió manos expertas de dibujantes y de marinos. Fue así como ingresaron Vespucio y Solís como Pilotos mayores, Diego Rivero como cartógrafo, Magallanes después como experimentado capitán. Todos ellos venían de Portugal. Sus servicios habían sido grandes y muchos de ellos debían a España secretos portugueses que la Corona portuguesa bien hubiera querido reservar. Pero quizá no fueran tanto los propios portugueses desertores de su patria los que divulgaron tales secretos, sino más bien un tipo de cartógrafo profesional, internacional en cierto modo, típico producto de la vida del siglo XVI, del que Juan Bautista Gessio es el más acabado modelo.[v] Gessio, cartógrafo consumado, nacido en Italia, había sido contratado por Portugal como cartógrafo. Disgustos posteriores lo hicieron salir de Portugal, dirigiéndose entonces a España, donde sus servicios debían tener señaladísimo éxito. Allí dio a conocer Gessio muchos detalles interesantes. Habló de roteiros secretos que usaba la armada portuguesa, y estimuló el celo colonizador de España, quien debía apresurar la ocupación sistemática y sólida de dichos territorios. Gessio infringía así una norma singularísima que Portugal había establecido para sus empresas: el carácter de secretas. Desde cierto tiempo, Portugal había establecido el más riguroso hermetismo en sus descubrimientos y en 1504 D. Manuel había prohibido que en los mapas oficiales corrientes se dibujaran ciertas regiones, que no debían salir de los roteiros secretos de su armada. Tenía la pequeña nación lusitana razones para hacerlo. Desde la primera época de sus descubrimientos asiáticos miles de dificultades habían surgido para malograr las consecuencias que para su vida económica podían tener. Venecia ejercía una propaganda mal intencionada sobre la opinión europea y procuró a Portugal la cuestión de Egipto; España naturalmente se esforzaba por aventajarla en las empresas náuticas; se consideraba pues rodeada de enemigos, con los cuales solo le esperaba una lucha titánica y desesperada. El secreto fue así su defensa y su arma mejor. Naturalmente ni aun así pudo evitar Portugal que trascendieran sus descubrimientos. Un espionaje metódico y pertinaz rodeaba el almirantazgo portugués, en beneficio de las potencias marítimas.
En 1502 se conocía en Lisboa la medida y el alcance del espionaje ejercido por los delegados de Venecia y de la casa ducal de Ferrara para quien Cantino dibujara su tan famosa carta. Eran pues los pilotos portugueses en desgracia los mejor pagados en las potencias enemigas o rivales. Por ellos trascendían muchos detalles, que luego se dibujaron en forma imprecisa, y por ellos también se conocieron después cartas o simples portulanos que servían para construir mapas de amplia circulación. Un ejemplo de esta difusión subrepticia de las anotaciones cartográficas, lo da el famoso Globo de Schöner, mapa famoso en el cual aparecía en el año 1515 dibujado un estrecho que se colocaba entre los grados 40 y 50, es decir, con unos 8 o 10 grados de error. Este mapa, uno de cuyos ejemplares o de la misma familia llevaba Magallanes en su viaje de 1520, responde seguramente a datos obtenidos en esa forma. Magallanes, que por su actuación al servicio de la corona portuguesa tenía motivos para saber la importancia de tales descubrimientos, pone al servicio de España su experiencia y su saber. España usufructúa así, quizá como en el caso de Solís, una larga investigación náutica mantenida en secreto un poco por miopía política de la Corona lusitana.
Mientras tanto, la cartografía oficial española, inferior en cantidad y ajustada siempre a la declaración de sus descubrimientos en América, tenía toda la publicidad que era natural en la época. Sus cartógrafos más conocidos trabajaban en combinación con geógrafos y navegantes; sus datos no eran escatimados y así su labor fue robusteciéndose más. Contrastaba pues visiblemente con el secreto oficial de Portugal. Era, naturalmente, que a España no le asustaban sus conquistas ni las veía desproporcionadas a sus fuerzas. De esa cartografía poco nos queda. De la Puente y Olea ha realizado un trabajo minucioso sobre los primeros trabajos cartográficos de la Casa de Contratación y hace un cálculo de lo que se hizo en materia de cartas, de lo cual hoy nada o casi nada se conserva.[vi] Fueron así Juan de la Cosa, Vespucio, Morales, Solís, Nuño García Torreño, Diego Ribero, los que proveyeron de material cartográfico a los catastros y padrones reales, así como a los navegantes.
Parecen pertenecer a esta escuela española las cartas llamadas de Castellón y Salviati. La primera habría sido entregada por Carlos V a Castiglione, que en calidad de embajador lo visitó hacia 1525; la segunda al Cardenal Salviati, Nuncio del Papa ante su corte hacia la misma época. Estas cartas podrían atribuirse sin mucho riesgo a Ribero la primera y a Nuñez Torreño la segunda. Podrían citarse además la carta de Turín, atribuida a Torreño, y la carta de Alonso de Chaves que Oviedo describe minuciosamente en su Historia General de las Indias, carta ésta perdida, pero que tiene semejanzas con las posteriores de Caboto y Diego Gutiérrez, y los trabajos cartográficos de Alonso de Santa Cruz que parecen haber tenido mucha importancia y que Oviedo también tenía a la vista cuando escribía su Historia.[vii] Posteriormente, aparece la citada carta de Caboto, si no española hecha al menos bajo esa influencia, la de Diego Gutiérrez, y la de Diego Zamorano, de 1585.

La línea de Tordesillas y la cartografía
Es sabido que la noticia de los descubrimientos de Colón planteó de inmediato una disputa entre las coronas de España y Portugal, que terminó – en teoría – con la aceptación de la línea demarcadora trazada por el Papa, con el natural desconocimiento en la época de las longitudes y de las dimensiones de la tierra. Una vez aceptada la llamada línea de Tordesillas, quedaba ubicar las tierras a descubrirse a uno u otro lado de ella. Los españoles consideraron desde un principio que la línea pasaba aproximadamente por el Cabo Frío. Los portugueses no se preocuparon por entonces por la demarcación y preferían dejar la línea con su trazado vago e impreciso para consolidar sus posiciones. Pero desde un principio también, conscientes o no de su error, exploraron las costas del río de la Plata con la intención de anexarlas a sus posesiones en el Brasil.
Así las cosas, el problema de la línea de demarcación obtiene un día una jerarquía inesperada. Entre los años 1526 y 1530 Caboto realiza su viaje de exploración por el Plata y sus afluentes. Circula entonces la versión de que la vía Paraná-Paraguay es la ruta de la plata, de los reinos del Rey Blanco, es decir de Potosí. Simultáneamente, las primeras noticias del fabuloso reino del Perú llegan a España, y la leyenda crece en la medida que la realidad sugería. Es entonces cuando el Río de la Plata adquiere importancia fundamental. Asegurarse su dominio significaba poseer la más segura y rápida ruta a las tierras de la riqueza. Había pues que legitimar su posesión por parte de Portugal.
La corona lusitana utiliza diversos medios. Por una parte recurre a la vía diplomática, a la justificación directa ante la corona de España. Alvar Méndez de Vasconcelos, embajador portugués en España recibe el encargo de plantear la cuestión de la prioridad, refiriéndose a la armada de Don Nuno Manuel, la cual debía haber recorrido la costa con amplitud, y, acaso, llegado hasta el estrecho de Magallanes hacia el año 1513.[viii]
Simultáneamente, y para plantear una cuestión de hecho, diversas armadas reciben órdenes de partir con destino a la región del Río de la Plata. España tiene noticia de esos preparativos y de sus verdaderas intenciones y comisiona a su embajador en Lisboa, Lope Hurtado de Mendoza, para que vigile la actividad de la marina portuguesa; poco después le imparte instrucciones precisas para que se apersone al Rey y le pida que desista del envío de armadas al Río de la Plata “ni a otra parte alguna que caya en nuestra demarcación pues es notorio que la dicha tierra entra y cae dentro de los límites de nuestra demarcación y estar poseída tanto tiempo ha en nuestro, nombre, y sy algunas ha enviado a aquellas partes les mande que no entren ni toquen al dicho rrio de solis ni pasen a cosa que toque a nuestra demarcación diziendole el cuydado que el emperador mi señor tiene syenpre de mandar a sus capitanes y armadas que no entren ni toquen en cosa que caya en la demarcación de su alteza”.[ix]
Mientras tanto, Portugal procura hacer suya la opinión internacional. Las cartas, poco abundantes hasta ese momento, comienzan a aparecer con extraordinaria y desusada fecundidad. Cartas italianas, alemanas y holandesas, hacen su aparición en Europa trayendo infinidad de detalles que superaban en mucho el conocimiento oficial acerca de las regiones dibujadas. Estos informes y datos se debían a Portugal. Los nombres de lugares responden a su influencia, como tratará de evidenciarse más adelante, y cartógrafos como Lopo Homen dibujaban en 1554 la línea de demarcación por las bocas del Amazonas y del Plata.
Pero toda esta actividad de Portugal debía estrellarse contra el mayor aliento colonizador de España. Poco a poco la ocupación del territorio fue tomando carácter de definitiva y Portugal comprendiendo la infructuosidad práctica de sus esfuerzos. Ya en la época de la segunda fundación de Buenos Aires la cuestión carecía de importancia, coincidiendo con la unificación de España y Portugal bajo el cetro de Felipe II, que aunque efímera bastó para diluir las últimas proyecciones de la campaña justificativa de Portugal.

La toponimia costanera
1) Esas son – aunque expuestas en forma harto sumaria – las circunstancias en que aparecen las cartas del Siglo XVI. ¿Qué valor puede tener entonces la investigación sobre el origen probable de la toponimia?
A mi juicio, muy importante. Salvando la indiscutible imposibilidad de probar en forma categórica, la toponimia puede arrojar luz definitiva, como lo ha hecho, sobre muchos problemas. Cotejos completos pueden demostrar la insuficiencia de la crónica oficial. Estudios filológicos, pueden demostrar el origen posible de una designación. En fin, un minucioso estudio de las grafías puede dar a conocer un origen, y éste, a su vez, echar luz sobre una prioridad histórica discutida. Pero vale la pena insistir: siempre que se afirme simultáneamente la urgencia de corroborar por vía documental los hallazgos hechos, para no estar sometidos a inseguridades reprobables desde un punto de vista estrictamente científico. El objeto de este trabajo es, pues, afirmar el valor de presunción que puede haber en la investigación toponímica y restringir su valor de seguridad.
2) Inventario cartográfico
A los efectos del examen tomaré las cartas más significativas del siglo XVI, pero sólo aquellas que no sean españolas ni portuguesas. La razón es obvia. La toponimia española se la supone oficial y solo interesa por vía de comparación. La portuguesa oficial, por su parte, es relativamente pobre. La cartografía general europea es, por el contrario, el espejo en el que se reflejan las maniobras ocultas, subrepticias, a que los negocios de América dan lugar. Comparando esta cartografía con la oficial española, se advierte enseguida que hay una fuente de información distinta. La explicación la dará el análisis de ese excedente de nombres.
Para los comienzos del siglo he tomado como primera carta, la de Nicolás Canerio, fechada, en forma indirecta, entre los años 1503 y 1506.[x] Su hallazgo es más bien moderno, y está actualmente en el Archivo del Servicio Hidrográfico francés. Reproduce en cierto modo el perfil de la carta anterior de Cantino, pero su nomenclatura es mucho mayor, sobre todo en la parte que nos ocupa. Duarte afirma que se trata de una carta de valor muy secundario en su época.[xi] Me atrevo a disentir con él, basándome en el uso que de ella se hace en época inmediatamente posterior; basta cotejarla con las cartas de Waldseemüller para comprenderlo.
Tomo luego las dos cartas de Waldseemüller ya citadas, y de 1513 la segunda; pertenecía esta última a la edición de la Geografía de Tolomeo, de Strasburgo.
A continuación se usa el famoso mapa de Ruysch publicado en 1508 en la edición romana de la Geografía de Tolomeo.
Le siguen en orden cronológico las siguientes cartas usadas:
Los globos de Schoener de 1515 y 1520, de poca importancia por la toponimia, pero de mucha por el trazado precoz del estrecho de Magallanes.
La carta de Vesconte de Maggiolo, de 1527, la última de una serie cartográfica notable por la fidelidad con respecto a los últimos viajes efectuados en la época.
La esfera de Gerardo Mercator, publicada en 1541.
La carta de Caboto de 1544.
La carta de Jan Van Doet, de fecha imprecisa, aunque presumiblemente de esta época.
La carta de Lopo Homem, mapa mundial publicado en Venecia en 1554, interesante por el trazado de la línea de Tordesillas según los intereses portugueses.
La carta española de Diego Gutiérrez, de 1563, complementada y corroborada por la carta de Alonso de Chaves, perdida, pero minuciosamente seguida por Oviedo en su descripción de las Indias.
La carta de Bellero de 1554.
La carta conocida con el nombre de “Venetiis”, y atribuida a Ioan Camotti, de 1562.
La carta de Forlani, de 1570. Y por fin, la carta de Ortelius, de 1570 también, perteneciente al famoso atlas llamado “Theatrum orbis terrarum”, publicado en Amberes.[xii]
Estas responden – como es fácil advertirlo – a dos períodos fácilmente separables. El primero comprende la época anterior al viaje de Solís de 1515, período en el cual toda la toponimia aparece, prima facie, como debida a expediciones clandestinas. El segundo comprende el período de proliferación cartográfica que sigue a la noticia de los hallazgos de Pizarro y las suposiciones de Caboto. Son sin duda los momentos más interesantes del pleito, y aquellos que se ve más claro en el complejo asunto de la toponimia.
3) Breve análisis de la cartografía
Estas cartas, naturalmente, no pueden estudiarse sino comparándolas. La comparación crea inmediatamente un determinado orden, según el cual pasaré revista al material cartográfico, para establecer semejanzas y diferencias que hagan factible el análisis filológico. El mapa de Canerio – cuya importancia, a mi juicio, anoté más arriba – constituye el primer elemento de trabajo. Junto a él, se agrupan las dos cartas de Waldseemüller y la carta de Ruysch. La carta de Canerio resulta – como trataré de demostrarlo más adelante – de indudable origen portugués; las de Waldseemüller responden, en cuanto a su forma y toponimia, íntegramente a ella; la carta de 1507 latiniza lo mejor posible los nombres, en tanto que la de 1513 vuelve a la forma lusitano-italiana del Canerio. Podría suceder que las tres no fueran sino tres versiones de un modelo perdido, pero la similitud y la posterioridad, me hacen pensar que se trate más bien de una imitación directa de la carta italiana por las alemanas. En cuanto a la de Ruysch, su trazado es mucho más pobre en forma y nomenclatura, a pesar de tratarse de una carta de 1508, posterior en mucho tiempo a la de Canerio y a las muchas cartas que del tipo de ésta deben haber existido en la época. Hugues[xiii] afirma que es evidente que se trata de una copia de una carta italiana, copia a su vez de una portuguesa, y todo parece corroborar esa opinión. Estas tres cartas, constituyen bloque con los globos de Schoener, de 1515 y de 1520. En ellos se ve, como es sabido, el trazado de un estrecho que separa la América de un supuesto continente austral, “Brasilie regio”. La toponimia de los globos es escasa, si se la compara con otras cartas de la época y aún anteriores; pero la forma del trazado sorprende por lo aproximada, y es, en general, seguida por los cartógrafos posteriores, notándose muy notable semejanza con la carta de Vesconte de Maggiolo.

A este primer ciclo le sigue el que aparece contemporánea o posteriormente a las noticias de tierras riquísimas y la versión de que el Río de la Plata era el camino más apropiado para llegar a ellas. Lo compone ante todo la carta de Vesconte de Maggiolo, de 1527, de una serie caracterizada por seguir con rapidez de información los descubrimientos realizados por expediciones de la época. Esta carta tiene una gran abundancia de nombres, y dibuja con gran meticulosidad la costa austral. Parece debida también a una información de fuente portuguesa. Forma parte del mismo grupo la carta de Jan Van Doet, de época que deduzco contemporánea, ya que aparece sin fecha siempre, y de evidente fuente lusitana. La toponimia es terminante al respecto y vincula esta carta a la de Gerardo Mercator, publicada en 1541, la más manifiestamente influenciada por la cartografía portuguesa. Al mismo grupo pertenece también la carta de Lopo Homen, de 1554, caracterizada como dije, por trazar la línea de demarcación según la ubicación portuguesa.
Las cartas de este segundo grupo – para mí de filiación clarísima – tienen como término de comparación las cartas españolas. En general estas escasean, pero para este período se cuenta con algunas muestras de ella. Ante todo la carta de Caboto, que yo considero española por la toponimia, la fidelidad de su autor a su último empresario en cuanto a la continuidad histórica, y por su trazado.[xiv] Le sigue cronológicamente la carta de Diego Gutiérrez, de 1563, según unos, y de 1550 según otros. Es muy completa y rica toponímicamente. Y por último contamos con la minuciosa descripción que Oviedo realiza en su Historia de la carta perdida de Alonso de Chaves.
En un cuarto grupo, podríamos reunir algunas cartas más tardías, y más liberadas, a mi juicio, de la influencia portuguesa. Sería primero la carta de Bellero, bastante española en su toponimia, fechada en 1554. Luego la carta llamada “Venetiis” y dibujada por Joan Francisco Camotti, de 1562, de la cual puede hacerse la misma consideración. Y por fin dos cartas de 1570; la de Forlani muy italianizada en sus designaciones, y la de Ortelius, más castellanizada. Estas dos últimas dan el grado de estabilización que la toponimia adquiere al finalizar el siglo.
Análisis de la toponimia
Hecha la preparación del material cartográfico se puede entrar de lleno a su análisis filológico. Trataré separadamente el primer grupo, del resto de la cartografía, por plantearse problemas distintos en ambos sectores.
1) La cartografía de la primera década del siglo XVI
La carta de Canerio presenta 11 nombres. Estos nombres – los sabemos históricamente – no han podido ser puestos por los españoles, que en época anterior a 1515 no habían tocado estas tierras. Para discernir si son de origen portugués basta observarlos atentamente. Los clasifico en dos columnas, una para las designaciones dudosas y otra para las designaciones indiscutiblemente portuguesas.
DUDOSAS PORTUGUESAS
Rio de Stn. Lucía Serra de Sam Tome
Río de Sto. Antonio Alapego de Sam Paullo
Río de Cananor Rio da Refens
Rio Iordam Baxo de reis
Pinachullo de tencio
Porto de Sam Sebastiam
Porto de sam uisenso
Es característica de toda la nomenclatura la terminación en “m”, típicamente portuguesa. Por lo demás, sabido es que “Sam” es una forma portuguesa, en diminutivo, de “Sao”.
ALAPEGO DE SAM PAULLO. Con respecto a la palabra ALAPEGO, dice Duarte[xv] que se trata de una desviación de “archipiélago”; pero es interesante anotar que en Waldseemüller de 1507, aparece en una forma latina, “PAGUS” que significa aldea; de cualquier manera, su estructura es portuguesa. En español la forma “PAULLO” es desconocida.
RIO DA REFENS. la preposición italiana une dos palabras, a mi juicio de origen portugués. “REFENS” debe ser una desviación de “REFEM”, palabra portuguesa equivalente a la española “REHEN”, de origen árabe las dos, “RAHN”.[xvi]
BAXO DE REIS. Si bien “BAXO” es igual en español y portugués, el plural “REIS” es netamente portugués, así como también la forma “DE” que en español hace “DE LOS” como se ve en Caboto y Bellero.
PINACHULLO DE TENCIO. Es aceptable la explicación de Duarte, para quien sería una desviación de “PINACULO DE TENTACAO”.
RIO IORDAM. Es sumamente confusa su forma. Si bien es cierto que la terminación en “m” es habitualmente portuguesa, podría ser una forma latinizada ya que el portugués de la época no evita la “j”.
Es interesante comprobar qué derivaciones tiene en la cartografía del mismo grupo esta toponimia.
Así, Baxo de Reis, aparece en las dos Waldseemüller, como “BAIC DE REIS” y en Ruysch como “BAIA DE REIS”. “IORDAM”, de Canerio, se hacen en Ruysch “JORDAN”. ANTONIO, de Canerio, hace “ANTHOMO” en Waldseemüller de 1507, y “ANTHONIO” en Waldseemüller de 1513. Es interesante que Maggiolo haga de este nombre “ANTONY”, forma indiscutiblemente portuguesa. Por último “PORTO DE SAM UISENSO”, de Canerio se transforma en “PORTUS S. VINCENTI” en Waldseemüller de 1507 y “PORTO DE VINCECIO” en Waldseemüller de 1513. El “RIO CANANOR”, cuyo significado no puedo alcanzar, apenas varía de escritura en todo el período.
Con caracteres particulares, en las otras cartas, apenas se presentan algunas designaciones. R.DE OREFERIS, en la carta de Ruysch. Su etimología es muy dudosa. Acaso pueda ser una forma portuguesa o un barbarismo construido sobre la raíz latina “OSSIFRAGA” que da en francés “ORFRAIE”, y que significa “QUEBRANTAHUESOS”, especie de águila. El Nombre está unido a cierta idea de animal fabuloso que hace posible la derivación.[xvii]
El primer grupo, da, pues, un saldo a favor de designaciones de origen portugués, que, si en algunos casos no han conservado su forma prístina, han viciado las versiones italianas lo suficiente como para conocer su huella.
2) La cartografía posterior al viaje de Caboto
Para analizar esta cartografía, es imprescindible tener en cuenta los viajes realizados por exploradores españoles o bajo la bandera de España, para fijar los nombres debidos a esas expediciones oficiales. Para esto es menester recurrir al viaje de Solís, cuya actividad en materia de bautizos costaneros es muy reducida; luego a la expedición de Magallanes, cuya obra en este sentido registran Pigafetta y el diario de Francisco Albo; y por último a la de Loayza, a quien se deben algunas interesantes designaciones que subsisten en la cartografía inmediata.
Esta nomenclatura es la siguiente:
Solís
Cabo de Sta. María
Isla de lobos
Magallanes. (1519-20) Loayza. (1525-26)
Candelaria Cabo Arenas gordas
Río de los Patos Bajos anegados
Monte Vidi Cabo Blanco
Cabo de Santa Polonia Tres puntas
Punta de Arenas gordas San Ildefonso
Baia sin fondo
San Julian
Santa Cruz
Con esta nomenclatura y las cartas españolas de que disponemos, la de Caboto, la de Gutiérrez y la de Chaves en la versión de Oviedo, se puede comenzar el análisis toponímico de la cartografía europea contemporánea.

a) La carta de VESCONTE DE MAGGIOLO presenta infinidad de nombres, su forma me parece influenciada visiblemente por el globo de Schoener, en donde aparece visible el sentido NE-SO del litoral sudamericano, en tanto que no aparece tanto en Caboto ni en Gutiérrez. En todo caso podrían responder las dos formas a un mapa común.
En cuanto a la toponimia es abundante y contradictoria. Un gran número de nombres no tienen, para mí, explicación satisfactoria. En el extremo sur se lee la siguiente leyenda: “STREITO DE TODOS LOS SANTOS O DE LA VITORIA DONDE PASO MAGALLANES CHI DESCOBRIO LE ISOLE DE MALUCHI DONDE NASSE LE ESPESIE”. No puede darse más carnavalesca composición. “STREITO” es una forma italianizada del portugués “ESTREITO”; le siguen palabras en buen español, para intercalarse expresiones italianas como “CHI”, “LE”, etc. Además de la forma híbrida del nombre del descubridor que es MAGELLANO en italiano y MAGALHAES en portugués. Se trata pues de una versión italiana de dos lenguas poco conocidas para el autor: español y portugués.
En la misma forma dudosa se presentan los siguientes nombres: PONTA DE LAGARTOS´ “PONTA” podría ser una versión italiana; pero como en italiano “lagarto” no tiene forma semejante, pues es “lucerta” o “lucertola”, la designación podría ser portuguesa, lengua a la cual pertenecen los dos sustantivos. No puede afirmarse por ser “lagarto” palabra española también.
SERRA FERMOSA´. Caso semejante. “SERRA” no es española, pero a su vez, “FERMOSA” no es portuguesa (en portugués: “FORMOSA”)
… DE LOS TERRA TRANAGIOS. Sin explicación para mí.
TERRA DE MARCHO. Id.
TERRA DESERTA. Parece tratarse de una versión íntegramente portuguesa. Pero podría ser igualmente italiana. Coinciden absolutamente.
TERRA PONTA. Aquí también coinciden las versiones italiana y portuguesa.
TERA BASSA. Versión italiana
C. DE STA´. MARIA DEBONDESTO. Sin explicación, para mí.
De estas designaciones, históricamente sabemos que no son españolas: “TERRA PONTA”, que podría fácilmente asimilarse a “TRES PUNTAS” de Loaysa, y “C. DE STA. MARIA”, debida a Solís. Las demás hay que suponer que son nombres no españoles, preferentemente portugueses, pero en todo caso, de formas harto impuras para ser definidas con certeza.
Las designaciones toponímicas evidentemente españolas son las siguientes:
Rio de Sta. Cruz
P. de San Johan
Ponta de lobos marinos
Rio de Santiago
Ponta de Sta. lena
C. de Sta. Polonia
C. de Sta. María
De estas sabemos históricamente que son españolas: “SANTA CRUZ” y el “C. DE STA. POLONIA”, ambos puestos por Magallanes. Y luego el “C. DE STA. MARIA” que corresponde a Solís. Las demás podrían, como en el caso anterior, ser transcripciones españolas de nombres no españoles.
Las designaciones toponímicas evidentemente portuguesas son las siguientes:
Barreios Blanchas
Teras dos fumos
de Sto. Antony
Rio Jordan
Rios dos neigros
C. des rozarios
Rio dos dragos
De estas, “RIO DOS DRAGOS” aparece vertido al español (de los negros) en la carta de Gutiérrez, pero no aparece ni en Oviedo ni en la carta de Caboto. En resumen, los nombres netamente españoles apenas coinciden en tres casos con las designaciones oficiales de los exploradores. De las dudosas, casi todas tienen algún elemento como para suponer la influencia portuguesa. Y de esta última puede decirse que su sola presencia afirma una riqueza toponímica muy superior a la de origen español.

b) La carta de Gerardo Mercator, publicada en 1541, ofrece mayor número de pruebas convincentes a favor de la prioridad portuguesa y sobre todo de la riqueza toponímica de ese origen.
Aparecen aquí también algunas designaciones equívocas, o por lo menos indeterminables para mí. Así, “D. S. VICETE” no tiene a mi alcance ubicación segura; igualmente la “CANANEA”, que, como el “RIO CANANOR”, guarda una fidelidad en escritura, digna de ser tenida en cuenta: “KUNTA DE S. HELENA”, “TERRA BAXA”, “TRES PONTAS” resultan igualmente para mí de insegura determinación.
Son designaciones evidentemente españolas:
C. de S. María
Arrecifes de lobos
P. de S. iulian
R. de S. Cruce.
Excepto en la escritura de esta última, no hay en los nombres españoles particularidad alguna. Responden a las nomenclaturas históricas.
Las designaciones indiscutiblemente portuguesas son las siguientes:
B. das voltas
R. dus patus
Costa dareas
Os rius da Plata
B. das corretes
B. da fondura
Barretas blacas
B. das cabalhius
De estas designaciones, la forma portuguesa se impone. Conviene observar que de ellas solo figuran en las cartas españolas contemporáneas, las siguientes:
“R. DUS PATUS” figura como “PUERTO DE LOS PATOS” en Oviedo, y como “P. DE PATOS” en Caboto.
“OS RIUS DA PLATA”, no aparece en tal forma en ninguna carta de las que tengo a la vista. Es siempre “RIO DE LA PLATA” o “RIO DA PRATA” o “RIO DELLA PLATA”. En los mapas españoles contemporáneos, se usan diversas designaciones: “PARANA RIO” comprende a veces al Paraná y al Plata; Rio de Solís es en España la designación oficial, para fundamentar la prioridad del descubrimiento español.
“B. DA FONDURA” corresponde a “BAIA SIN FONDO” en Gutiérrez y “Ba. SIN FONDA” en Caboto.
“BARRETAS BLACAS” es “BARRERAS BLANCAS” en Oviedo. “B. DAS CABALHIUS” corresponde a “TERA DE LOBOS MARINOS” de Maggiolo y seguramente sean traducciones libres.
Esta carta deja, pues, un saldo plenamente favorable a la toponimia portuguesa. Pero aquí se plantea claramente el aspecto escabroso del problema. Gran parte de los nombres típicamente portugueses tiene equivalente traducido en las cartas españolas que conocemos. Sin la existencia de otros elementos documentales de comprobación, no podría resolverse el problema de la prioridad por la difusión de los nombres portugueses, que podría tener explicaciones accidentales.
c) CARTA DE VAN DOET
La carta de Van Doet, anotada sin fecha siempre, puede clasificarse sin aventurarse excesivamente en este período. De dibujo preciso, se la considera una carta importante, resultando extraño el silencio de Hugues a ese respecto. Su toponimia es netamente portuguesa, acaso más aún que la de Mercator, ya que no he podido fijar más que dos nombres indiscutiblemente españoles. Los demás – salvo unos cuantos dudosos o equívocos – son de aspecto marcadamente portugués, tanto en su grafía, como en su significación. Es sumamente interesante que esta carta no coincida con las demás del mismo período sino en muy escasos nombres. Casi todos son desusados y originales.
Los nombres de clasificación dudosa son abundantes. Son casos en que la escritura y el sentido son equívocos; así encontramos:
“F. DE S. VINCENTE”, “PELOPONESO”, “TERRA DE S. ANNA”, “P. DE S. CATHARINA”, “CANANEA”, “TERRA ALTA”, “R. DE S. PETRO”, “COSTA DE ARCA”, “Z. DE LOS CASTILLOS”, “R. DE BUENA SARSES”, “PONTA DE S. ANTONIO”. De estas designaciones algunas podrían ser clasificadas como portuguesas, aunque con pocos elementos de juicio. Así, podrían serlo “TERRA DE S. ANNA”, “P. DE S. CATHARINA”, “TERRA ALTA”, “PONTA DE S. ANTONIO”, sobre todo porque tratándose de una carta holandesa queda suprimida la posibilidad de confundir términos italianos con portugueses (en el caso de “PONTA” y de “TERRA”). Las demás no son pasibles de determinación ni siquiera aproximadamente.
Indudablemente españolas, encontramos en esta carta sólo dos nombres, los dos correspondientes – caso interesante – a la zona cuya posesión motivaba la disputa y la polémica. Son, justamente, “C. DE SANTA MARIA” y “RIO DE LA PLATA”.
Las designaciones de incuestionable origen portugués son las siguientes:
B. dos Reis
Curpare
As ilhetas
P. Pequeno
R. do Estremo
B. das Dragos
R. do Trepairo
R. dos Pattos
Costa dos Enscados
R. de Martin de Souza
Baixos dos Castelanos
De estos nombres, la mayoría no aparecen en carta alguna. “AS ILHETAS”, “P. PEQUENO”, “R. DE MARTIN DE SOUZA”, son de claro significado y no aparecen tampoco en otra carta. “R. DO TREPAIRO” y “COSTA DOS ENSCADOS”, que tampoco se vuelven a ver, no tienen para mí sentido. Y “BAIXOS DOS CATELANOS” ofrece la rara paradoja que puede apreciarse a simple vista; figura en un lugar de la costa patagónica, con lo cual se demostraría en cierto modo, una relativa buena fe portuguesa.
En cuanto al resto de la toponimia portuguesa, se la encuentra en otras cartas. Así, “CURPARE”, se ve en Caboto como “RIO DE CULPARE”. La determinación del significado de esta designación es un poco confusa. Me parece aceptable esta explicación: Colubrinus-a-um, ha dado según los diccionarios una sola derivación: Rumano, “CURPEN” que significa “retorcido”, “sinuoso”; viniendo este adjetivo de “serpiente” (Colubra) son posibles dos explicaciones: Rio de las serpientes o sino Rio tortuoso, sinuoso. De todas maneras, la derivación no es española; “B. DOS REIS” aparece en la carta de Caboto haciendo “BAYA DE LOS REYES”, y en Oviedo como “BAHIA DE LOS REYES”; “R. DO ESTREMO” aparece en Caboto como “DELESTREMO” y en Bellero y Ortelius aparece correctamente traducido como “DEL ESTREMO”; “B. DAS DRAGOS” se lee como “RIO DOS DRAGOS” en Maggiolo, no volviendo a aparecer; y por fin “R. DOS PATTOS” figura como “PUERTO DE LOS PATOS” en Oviedo, Caboto, Bellero y la Venetiis, en tanto que se la ve como “R. DUS PATUS” en la carta de Mercator.
Resumiendo, podemos decir que la carta de Van Doet autoriza a pensar en un prolijo modelo lusitano, muy minucioso en la parte que a los intereses portugueses concernía y más descuidada en la región sur. El hecho de no figurar algunas de sus designaciones en ninguna otra carta, me parece explicarse por la ausencia de cartas españolas de control para el autor; la transcripción ha sido más rigurosa que en otros casos, preocupándose solamente de atenerse a la versión oficial de los hechos en cuanto al asunto del Río de la Plata.
Este segundo bloc de cartas que agrupa a Maggiolo, Mercator y Van Doet como más importantes, denuncia un visible desequilibrio entre la nomenclatura oficial y la que aparece en cartas europeas, ajenas a la contienda, y que usaban las abundantes cartas que una minuciosa propaganda portuguesa debía distribuir por Europa. Pero España opone una nomenclatura que sin ser tan vasta, merece ser tenida en cuenta. ¿Quién traduce los nombres de quién? Contestar esta pregunta – que implica, a mi juicio, la mitad del problema – está más allá de las posibilidades de este trabajo, y, también, de las posibilidades de la investigación estrictamente cartográfica. Con lo cual se vuelve a la primera afirmación, de que la prueba cartográfica, por su propia naturaleza, no puede pasar de ser una simple presunción.
3) La cartografía tardía
Reúno en este grupo cuatro cartas tardías, unidas a mi parecer por estrecha vinculación toponímica. Son las de Bellero, Camotti, Forlani y Ortelius. Las cuatro cartas se inspiran en fuentes españolizantes, si no hispánicas. De origen italiano tres de ellas italianizan abundantemente la nomenclatura, pero es fácil descubrir una pura fuente hispánica en ellas. Las revisaré someramente, porque esa circunstancia restringe un poco el interés desde el punto de vista – reducido – de este trabajo.
a) CARTA DE BELLERO
Es del año 1554; sería pues un poco anterior – según unos – o un poco posterior – según otros – a la carta de Diego Gutiérrez. Presenta sorprendentes semejanzas con las cartas españolas, contemporáneas, que revisaremos sucintamente. Como la grafía netamente española no necesita comentarios, pasaremos a demostrar cómo se origina su nomenclatura en las cartas hispánicas.
Bellero Caboto Gutiérrez
R. del Estremo Río delestremo
Golfo de los Reyes Baya de los reyes
Sierras de S. Sebastia R. de San Sebastian
San Vicente S. Uicente
La Cananea Id. Id.
P. de los Patos P. de patos
Río Cerrado Playa cerrada
Tibiguiri Tib Quari
Cabo de S. Ma. Id. Id.
Cabo Blanco Id. Id.
Punta de S. Elena P. de S. Elena
Río de la Plata
Parana Río
Baya de los baxos Ba. de baxos anegados Bajos anegados
Terra baxa Tierra baxa Tierra Baxa
Baya sin fondo Baya sinfonda Ba. sin fondo
C. Blanco Id.
R. de Juan Serrano
Se debe agregar que todos los nombres de la carta de Bellero se encuentran con una escritura parecida en las cartas que escribe Oviedo, sea la de Santa Cruz o la de Chaves. Esto hace innecesaria toda consideración al respecto, excepto la de agregar que todas las cartas españolas con que trabajó traen más nombres que los que trae Bellero; lo cual indica seguramente que usó una carta anterior a todas ellas.
b) CARTA DE CAMOTTI
La carta llamada “Venetiis”, dibujada por Francisci Camotti en 1562 no agrega nada mayormente a las consideraciones hechas a propósito de la carta de Bellero, en el sentido de afirmar una escuela o tendencia cartográfica que utilizaba cartas españolas para los mapas del nuevo mundo. Como en aquella, la ortografía es netamente española y no llega a tener la riqueza toponímica de las fuentes hispánicas.
La Cananea Río de la Plata
R. de la Barca R. inegales
P. de los Patos Sin fondo
tierra zanapta ya (?) S. domingo
#(tachado)# C. bianco
El faraiolo P. de S. Julian
C. de S. Ma.
Excepto “TIERRA ZANAPTA YA” que me resulta una grafía inexplicable (acaso error mío de copia) y “R. INEGALES” en donde me sucede lo mismo, todos los nombres de esta carta aparecen en las descriptas por Oviedo. Igualmente parecen en Gutiérrez, excepto “R. DE LA BARCA”, “P. DE LOS PATOS”, “EL FARAIOLO” y “P. DE S. JULIAN”. En Caboto aparecen también todos menos “P. DE S. JULIAN”.
De más está repetir que en todas las cartas españolas aparecen muchos nombres más. Con respecto a la ortografía, sólo hay dos italianizaciones: la que hace “faraiolo” de “farallón”, y la que hace “bianco” de “blanco”.
c) CARTA DE FORLANI
La carta de Forlani es ya de 1570. Contemporánea a la de Ortelius nos servirá para fijar cómo ha subsistido la toponimia española al final de la polémica, quizá paralelamente, a la portuguesa, pero por lo menos demostrando que no era tan absoluto el predominio de ésta sobre aquella. Es de notarse que esta carta italianiza mucho más las designaciones; pero estas guardan caracteres indelebles de su origen.
La Cananea Plaia Arena Gorda
Y. di S. Catarina C. de S. Maria Basi anegadi
Y. del riparo C. Batel C. de tre ponte
R. d. S. Francesco Rio della Plata P. si fondo
P. del Pata C. biancho terra di marzo
Río poblado Y. peraluares C. di s. dominico
P. faraiol Y. de boni marini Rio de Serranni
Río tibiquiri C. de S. Ellena terra di basi
P. di bassi
Se nota en forma inmediata la traducción italiana de los nombres. Pero traducciones directas y perfectas, sin alteraciones gramaticales por influencia de otra lengua.
Las únicas designaciones que no se encuentran en cartas españolas son “P. DEL PATA”, nombre inexplicable, seguramente confusión del traductor; “PLAIA” y “C. BATEL” que sin aparecer es una designación española. A su vez la designación “Y. DE BONI MARINI” debe ser un mal entendido de “ISLA DE LOBOS MARINOS”. Y “TERRA DI MARZO” es una sección de la misma designación que ya se vio al tratar la carta de Maggiolo.

d) CARTA DE ORTELIUS
La carta de Ortelius, de 1570, será el último ejemplo en el sentido de afirmar la influencia de la cartografía hispánica en Europa.
C. Frio R. del ancon C. Batel
Rio del estremo P. de don rodrigo C. Blanco
P. de S. Sebastian Tibiquiri Baia de baxos anegados
P. de S. Vincente R. Igalla Arena garda
Punta de bo abrigo Plaia C. de S. Helena
Morpion C. de S. Maria C. de 3 puntas
R. de folo Pieraluares Baia sin fondo
Baia real Ya. de Aque C. S. Domingo
S. Catelina inf. Rio de la Plata R. de Serrano
Los únicos nombres que no figuran en cartas españolas son: “MORPION”, “R. DE FOLO”, “R. IGALLA”, “PLAIA” y “YA. DE AQUE”. Los demás se corresponden fidelísimamente en cuanto a posición con las cartas españolas y su escritura ha sido respetada en gran medida. También aquí el número de designaciones es bastante inferior al que muestran las cartas españolas.
Conclusiones
El examen de las cartas revisadas permite hacer algunas afirmaciones. Ante todo confirmar la imposibilidad de “probar” con pruebas cartográficas.
a) Porque las cartas de evidente influencia portuguesa (Maggiolo, Van Doet, Mercator) se encuentran contrabalanceadas por una escuela cartográfica de igualmente notoria influencia española.
b) Porque las designaciones aparecen a veces en forma que hace imposible su determinación segura.
c) Porque cuando existen dos versiones de un nombre, no hay modo de afirmar cual de las dos – española o portuguesa – es la auténtica y cual la traducida.
Por todo esto, me parece posible afirmar que si el examen de la toponimia deja la evidencia de la prioridad portuguesa, no hay manera de demostrarla cartográficamente.
Junio de 1934
(firma manuscrita)
Referencias
[i] Barón de Río Branco. – Pleito de Límites con Guayanas y con la Argentina – Atlas. –
[ii] Descobrimento do Brasil. Rio, 1895. –
[iii] Historia da colonizaçao portuguesa do Brasil. Porto 1921-24. –
[iv] En cierta época se ofrecían primas considerables al que diera con un procedimiento para determinar la longitud con un error de medio grado. –
[v] Sobre Gessio, Giménez de la España. Relaciones geográficas, T.III. –
[vi] De la Puente y Olea, los trabajos cartográficos de la Casa de Contratación.
[vii] Oviedo-Historia General de las Indias. T.II XXI, Cap.I y II. –
[viii] Véase el documento publicado por Paul Groussac en “Anales” T. VIII. Pág. 13. –
[ix] Anales, T. VIII. pág. 8 y 9. –
[x] No tomo en consideración las cartas de Juan de la Cosa y de Cantino, anteriores en fecha, por tratarse de cartas que apenas tocan la zona estricta de este trabajo – entre el trópico de Capricornio y el grado 40 L.S.
[xi] A exploraçao do litoral do Brasil na cartografia da primeira Década do seculo XVI. En Historia da colonizaçao portuguesa do Brasil, T. II, CAP. XIII. –
[xii] Para las fechas, sigo, en gran parte, las indicaciones de Hugues, “Cronologia delle scoperte e delle esplorazioni geografiche”. –
[xiii] Hugues- id. –
[xiv] Me parece infundada la explicación de Fregeiro, cuando afirma en su “Historia documental y crítica” que la carta de Caboto “es el término final de una evolución de formas de trazados de las costas orientales de la América del Sur”. Por el contrario, la carta de Caboto dibuja un perfil que será definitivo para su época, ya que coincide en cierto modo con el de Gutiérrez; y no tiene nada que ver con los dibujos anteriores, desde Canerio hasta Maggiolo. –
[xv] Duarte – Obra citada. –
[xvi] Körting – Lateinisch-romanisches Wörterbuch, 7728. –
[xvii] Körting – id. 6748. –












































