Prólogo a “La experiencia argentina”

LUIS ALBERTO ROMERO

Este volumen incluye prácticamente todos los trabajos, artículos y ensayos de mi padre referidos a la Argentina, con excepción de sus tres libros: Las ideas políticas en Argentina (1946), Breve historia de la Argentina (1965) y El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX (1965). Algunos de ellos se publican aquí por primera vez, pero la mayoría apareció originalmente en diarios, revistas o volúmenes colectivos. Un pequeño grupo de ellos fue reunido en Argentina, imáge­nes y perspectivas, editado en 1956. En cada caso se indica, al pie del texto, la referencia a la publicación original.

Los trabajos se presentan agrupados por temas afines, en cuatro grandes partes, aun cuando la clasificación tiene mucho de arbitraria. Estas son La historia, Los hombres, La universidad y De historia y política. La primera, la más extensa, incluye los de índole específicamente histórica y se subdivide en tres secciones: una referida a los temas histórico-sociales generales; otra relativa a los problemas de la cultura, y la tercera reúne los trabajos relativos a la historia de las ideas. La segunda parte incluye todos los dedicados a personas. La tercera reúne artículos y trabajos referidos a la problemática universitaria y algunos documentos de la época de su actuación en la Universidad de Buenos Aires, como rector (1955-56) y como decano de la Facultad de Filosofía y Letras (1962-65). En la cuarta y última parte se incluyen los artículos más específicamente referidos a la situación contemporánea y también aquellos que corresponden a los períodos de actuación en el Partido Socialista. El título de esa parte —De historia y política— corresponde al de una serie de artículos que escribió en 1941 para el periódico Argentina Libre.

Dentro de cada parte —y cada sección, en la primera— los trabajos aparecen ordenados cronológicamente, atendiendo sobre todo al desarrollo del pensamiento de mi padre en cada tema. Como excepción, en la segunda parte —Los hombres— se prefirió modificar el criterio, ateniéndose a las fechas de su muerte, de modo que quedaran agrupad­os los diversos trabajos que, en ciertos casos, han sido dedicados a una misma persona.

Se incluyen a modo de presentación dos textos —el prólogo a Argentina, imágenes y perspectivas y una exposición informal en ocasión de la presentación de la quinta edición de Las ideas políticas en Argentina— en los que, con una distancia de veinte años, mi padre explica por qué, no siendo especialista en historia argentina, se sentía no sólo con derecho sino obligado a ocuparse de ella. Aunque los textos son claros, quizá valga la pena agregar algún comentario a lo allí dicho. Salvo algunas excepciones poco significativas, los escritos sobre la Argentina comienzan hacia 1943; por entonces se ocupaba de la historia del mundo clásico y estaba comenzando a trabajar en lo que sería su campo principal: la historia medieval. La fecha explica y justifica adecuadamente la “intención mili­tante” que, más o menos explícitamente, se advierte en todos los trabajos. Pocos de ellos son la obra del historiador académico, en sentido convencional; carecen, por ejemplo, de aparato erudito, notas y demás. Hay ensayos de interpretación general, junto con textos ocasionales, preparados para periódicos o revistas. Hay trabajos de índole específicamente histórica y otros de combate; hay inclusive algunos discursos. Ideas y acción se confunden en los textos referidos a la universidad y a la política, pero en ningún caso, aun en los escritos más polémicos, el tratamiento de una cuestión específica hacía perder al historiador su perspectiva.

Al leer cada uno de los trabajos conviene tener presente la fecha en que fue escrito. Se advertirá, sin duda, en el tono y el modo de plantear los problemas, la influencia que las diferentes situaciones de nuestro último y agitado pasado tuvieron sobre su autor. En los primeros, entre 1943 y 1946, abundan los de tono militante, mientras que en los que escribió entre 1946 y 1955 predomina la reflexión preocupada por el destino del país y la voluntad de encontrar, tras la apariencia, la explicación profunda de lo que estaba pasando, al modo como lo hicieron los hombres de 1837, tantas veces evocados en estos trabajos. El optimismo, la confianza y el afán constructivo se trasuntan en los textos posteriores a 1955, y particularmente en los referidos a temas universitarios y políticos, y otra vez la preocupación y la indagación en los posteriores a 1966. Pero más allá de estas fluctuaciones, se adivina en estos trabajos un optimismo fundamental en el destino final de la sociedad argentina. Era el optimismo propio de quien acostumbraba a inscribir los problemas dentro de amplios ciclos de desarrollo, en donde los contrastes ocasionales eran sólo accidentes, incapaces de alterar un sentido general cuya inevitabilidad se le presentaba con claridad meridiana.

La lectura ordenada de estos trabajos revela el desenvolvimiento y la elaboración de un pensamiento que aparece sistemáticamente desarrollado en sus libros fundamentales. Hay tesis que aparecen una y otra vez y que forman la estructura básica de su pensamiento. En primer lugar, la de la vigencia de dos tradiciones ideológicas, una señorial y autoritaria y otra burguesa y liberal, nacidas ambas en España y arraigadas y desarrolladas en nuestra sociedad. Luego, la de la oposición entre ciudad y campo, vinculada en parte con aquélla y en parte con diferentes situaciones socioeconómicas, formas de vida, actitudes y valores. En tercer lugar, la del cambio sustancial que, en todos los órdenes, provocó en las últimas décadas del siglo pasado la inmigración masiva, punto de partida de una sociedad aluvial que alcanzó su estabilización hacia 1930. En esa sociedad, y en sus conflictos no resueltos, suele rastrear los orígenes de la crisis moral que percibía por detrás de las sucesivas crisis políticas de nuestro tiempo.

También se reconocerá en estos trabajos una peculiar concepción de la vida histórica. Sociedad, cultura e ideas aparecen siempre íntimamente entrelazadas y sólo a través de aquélla se llega a la comprensión de éstas. Fruto de una sociedad aluvial, la cultura nacional no es ni enteramente original ni enteramente imitativa: representa un matiz peculiar dentro de la cultura occidental. Por otra parte el presente, una coyuntura peculiar, angustiosa y llena de interrogantes para quien lo vive, se clarifica al ser puesto en relación con el proceso histórico que le da sentido y que condiciona la acción de los protagonistas. Pero ese condicionamiento deja un amplio campo para la acción de individuos y grupos: muchos de los trabajos de mi padre referidos a la política y a la universidad —a la que veía como el ámbito donde la sociedad discute y elabora sus fines últimos— demuestran que, para él, reflexión y acción, pasado y presente, estaban íntima y vitalmente ligados.

Quizá sean los estudios que dedicó a diversos hombres los que mejor revelan algunas face tas menos visibles de su pensamiento. No sólo hay en ellos un prolijo intento de comprensión. Hay, en cada caso, atracción por ciertos rasgos de sus sujetos con los que él se identificaba: el disconformismo de Ingenieros, el saber humanista de Henríquez Ureña, la solidez moral de Palacios. Quizá con quien más se identificó fue con Sarmiento, a quien no pudo dedicar el estudio que hubiera querido pero cuyo influjo se advierte en buena parte de su obra.

Este libro constituye un sólido punto de partida para la reunión de la parte dispersa de la obra de mi padre, tarea ésta que —creemos— es de importancia para la cultura argentina. Quiero agradecer a Enrique Pugliese, que concibió e impulsó la idea de reunir en un volumen estos trabajos, y a Hugo W. Cowes y Gregorio Weinberg, por sus consejos y observaciones acerca de cómo ordenarlos y presentarlos.