El historiador y los usos del tiempo: pasado presente y futuro en José Luis Romero

ALEJANDRO SIMONOFF
Universidad Nacional de La Plata

… nadie entiende verdaderamente el pasado
si no le apasiona el presente y el futuro…

(José Luis Romero en Conversaciones…)

El sentido común ubica la labor del historiador como la de un investigador ocupado en el pasado; sin embargo, en el desarrollo de su tarea debe lidiar con otras dos dimensiones del tiempo: su presente y el futuro. Para analizar esta cuestión hemos elegido al gran intelectual argentino José Luis Romero, quien no solo fue un eximio profesional sino que además se interrogó sobre la naturaleza de su trabajo, y a través de su concepto de Vida histórica realizó una contribución insoslayable para esta temática que hemos propuesto.

Si bien la materia prima del historiador parece ser el pasado, el oficio de develarlo plantea desafíos que involucran más planos temporales.[1] En este trabajo nos concentraremos en los aportes de José Luis Romero, por considerarlo un precursor en este tipo de análisis, ya que -como señaló Juan Carlos Grosso- es de los pocos historiadores “que se han preocupado por reflexionar sobre la realidad y el conocimiento histórico.” (Grosso, 1987: 10)

José Luis Romero planteó inicialmente que el tema de historiador es el pasado, pero que las vinculaciones de éste con el presente son insoslayables. tanto porque “no hay presente sin pasado” como también por observar “con qué rapidez el presente se hace pasado…” (1975) La vinculación entre estas dos secuencias temporales resulta inevitable a la hora de entender lo pretérito y además la característica efímera del ahora, cuestión que lo convierte en materia de análisis del historiador.[2]

Pero no se limita a involucrar el presente, sino que también implica el porvenir, ya que ambos son: “la verdadera y última razón de ser del saber histórico. Sólo acude legítimamente al pasado aquel a quien obsede el presente y el futuro.” (Romero, 1975)

Según su explicación, la interrogación al pasado la obtenemos cercando el presente y el futuro, dejándolos en suspenso pero sin ignorarlos. Pero antes de seguir con la clave romeriana de estos aspectos creemos necesario presentar brevemente qué entiende como tarea del historiador.

El historiador como forjador del tiempo

Creemos que para desentrañar la cuestión del oficio del historiador en José Luis Romero primero debemos considerar el material sobre el que trabaja:

“… la historia de los hechos, y no sólo políticos, sino también económicos y sociales, y además la historia de las corrientes de pensamiento que inciden sobre aquellos o incidirán más tarde, y de cuanto el hombre proyecta fuera de sí en relación con el mundo y la vida.” (Romero, 1997: 23-24)

La multiplicidad de planos del acontecimiento, no restringido a la política como en la historia tradicional, y al peso de las ideas son uno de los rasgos más característicos de su propuesta. Por ello no nos resulta extraña la influencia que le atribuye tanto a Nicolás Maquiavelo como a Carlos Marx[3]:

“… Yo diría que los únicos dos historiadores que, en distintas situaciones, sin duda, han puesto el dedo en la realidad, en la realidad real con toda su crudeza, son Maquiavelo y Marx. Son los que han puesto sobre la mesa la trama gruesa, insoslayable de lo que es el comportamiento humano, individual y social…”. (Luna, 1978: 100-101)

La imbricación de lo individual y lo colectivo le da las bases materiales para develar el acontecimiento, pero a su vez introducen un sesgo de indeterminación:

“… es imprevisible, reacio a toda determinación de necesidad, porque  nace de la decisión inalienable, que es propia del hombre, de decidirse entre posibilidades diversas, y aun antitética, que emanan del mismo hecho que vale como antecedente; es refractario a todo encadenamiento de hechos concebido sobre la base de una determinación rigurosa de unos por otros.”. (Romero, 1988: 57)

La restitución de la indeterminación a los sucesos pasados le otorga cierta vivacidad a lo restituido por el analista, aspecto que no le impide sumarlo a un encadenamiento de acontecimientos que es posible gracias a:

… descubrir nuevas ideas, nuevos criterios interpretativos, nuevas pistas con lo cual ocurre una cosas que es sensacional (y que lo ha sido muchos veces); y que a partir de esas pistas, a partir de esas hipótesis de trabajo se puede releer todo lo que se ha leído y describir cosas que no ha sido observadas antes…”. (Luna, 1978: 73-74)

Se trata de la combinación de ambas cuestiones: encontrar nuevos datos -tarea a la que tradicionalmente las versiones más conservadores de la historia reducen su accionar-, y sumarle perspectivas novedosas desde donde abordarlos, aspectos que le permiten al historiador:

“… fijar un período histórico, acotar en la constante secuencia del tiempo un lapso circunscripto con mayor o menor exactitud, del que presuponemos que posee un sentido peculiar, distinto y diferenciador.”. (Romero, 1997ª: 29).

Y a partir de allí, la interrogación desde el presente debe seguir determinada forma:

“… No es que el presente condicione al pasado, pero es el presente el que le pregunta al pasado. Y si no, no hay historia. Es decir, si el presente no le pregunta (y el presente somos cada uno de nosotros que estamos vivos), si uno no le pregunta al pasado y va simplemente al archivo o a la biblioteca para que el pasado le diga lo que quiere, ¿cuál es el mecanismo? ¿Ir a ciegas a la biblioteca y sacar un tomo? … Entonces todavía no soy un historiador. Hasta que yo no sé qué documento voy a buscar y para qué, no tengo autonomía intelectual. O sea, no tengo mi propio problema, no tengo hipótesis de trabajo…”. (Luna, 1976: 22)

Como vemos, los modos en los que José Luis Romero entiende el oficio nos remiten inevitablemente a la cuestión del tiempo, ya que:

“… El pasado, en verdad, es indagado por el historiador desde la instancia subjetiva que es el presente, pero proyectando la indagación hacia el futuro.” (Romero, 1975)

Como sostiene Luis Alberto Romero en la introducción de La vida histórica, quien quiera comprenderla “debe asumir la inevitable dosis de subjetividad y compromiso, implícita en toda conciencia histórica.” (Romero, L.A., 1987)

El tiempo y la Vida histórica

El trabajo sobre el tiempo resulta una cuestión central como historiador, ahora bien, ¿Cómo lo concibe?[4] Para él:

“… pasado, presente y futuro son etapas de una curva, de una línea ininterrumpida que la experiencia enseña que es homogénea. Pero eso no quiere decir que de cada situación se deriva una sola posibilidad de continuidad, caso en el cual la previsión sería muy fácil…”. (Luna, 1978: 109)

Las tres temporalidades están matrizadas por una misma materia homogénea que permite unirlas y proyectar, atravesando múltiples alternativas que aparecen a cada paso pero no nos impiden saber, aunque evidentemente complejizan el análisis.[5] El instrumento que José Luis Romero encuentra para acceder a ello es el concepto de Vida histórica, la cual:

“… tiene una fuerte coherencia, no hay ninguna razón suponer que esa coherencia se interrumpe en un cierto presente y que esa vez el futuro no va a ser coherente con respecto al pasado, precisamente en el caso particular de nuestra experiencia en el momento en que reflexionamos sobre eso…”. (Romero, 1978: 108-109)

El concepto de Vida histórica le permite hacer del tiempo algo inteligible, ya que lasí puede incorporar a los marcos temporales en los cuales el saber academicista tradicional delimita su objeto, un carácter vital o existencial que constituye el núcleo de su interpretación histórica, sin caer en una perspectiva subjetivista.[6] Esta lectura vitalista emerge de sus lecturas de Paul Valéry que aproximan su visión histórica a los discursos más recientes sobre la naturaleza de nuestro saber.[7]

La conexión entre ambas lecturas responde a que nuestro autor navega en un Marx que revela ciertas ambigüedades. De más está decir que ellas le permiten constituir una historia desde la experiencia del historiador, y no tanto en un objeto exterior a él, como lo simula el academicismo.

La Vida histórica, según Romero, posee tres aspectos conceptuales: el sujeto histórico, la estructura y el proceso. El sujeto histórico es un “contenido que debe ser precisado conceptualmente primero, y ajustado reiteradamente después”. La estructura es la vida histórica vivida. El proceso histórico es la vida histórica viviente entendida como “el conjunto articulado de actos y accidentes mediante el cual opera el sujeto histórico…” (Romero, 1988: 17-18) Aunque:

“El concepto de vida histórica no se constituye, pues simplemente, con la determinación temporal de pasado. En el pasado se deposita la “vida histórica vivida”; pero el concepto de vida histórica  incluye también la “vida histórica viviente”, que comienza donde acaba el pasado – el pasado de cada presente – y se proyecta en un flujo continuo a lo largo del tiempo aún no transcurrido…”. (Romero, 1988: 17)

Como vemos el concepto romeriano de Vida histórica se encuentra íntimamente relacionado con las tres fases del tiempo y se hace necesario ver que nos dice nuestro autor sobre ellos.

El pasado como realidad espectral

Para José Luis Romero el pasado:

“… es algo inexistente. Es en realidad un fantasma. Pero en cuanto intentamos el análisis y la aproximación –más aún, yo diría casi en una segunda reacción espontánea- se descubre que esa cosa inexistente tiene todos los caracteres de la realidad. El pasado es exactamente lo mismo que el presente: es exactamente lo mismo que el futuro.” (La cursiva es nuestra, Romero, 1975)

La dualidad de ser algo inexistente pero que posee todas las características de la realidad, el de ser una presencia de cierta ausencia al decir de Jacques Derrida (1993), en suma esta ambigüedad le concede, desde la perspectiva del historiador, un aspecto espectral.[8] Y su fuente es obvia: El Dieciocho Brumario de Carlos Marx. En ese libro el filósofo alemán escribió:

“…La tradición de todas las generaciones muertas oprimen como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando estos se disponen precisamente a revolucionar y a revolucionar las cosas, a crear algo nunca visto…, es precisamente  cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado.”. (Marx, 1852)

En esta explicación existe un carácter dialectico entre el pasado, el presente y el futuro que imbrica cada fase del tiempo, a la vez que aparecen diferenciadas. José Luis Romero interpreta que este razonamiento no debe ser visto en un sentido naturalista del pasado/presente como algo vivo/muerto porque es inaplicable en la Vida histórica, ya que esas dualidades “tienen un sentido inequívoco en relación con el individuo biológico, pero […] son equívocas si se refieren al sujeto histórico social…” (Romero, 1975)

Esas ambigüedades provienen de la propia entidad de lo pretérito, el objeto de análisis, ya que “… No es lo muerto: simplemente, es la vida vivida… Es la realidad misma, extinguida sin duda, pero viva y actuante en la conciencia de los vivos…” (Romero, 1988: 21)[9]

Este sentido otorgado por José Luis Romero al pasado como realidad espectral se encuentra también en un texto de Jacques Rancière, quien ha señalado que el historiador es “un liberador de almas”, ya que:

“… tiene el poder de devolverlos a la vida. Pues sabe el secreto de su muerte, ese secreto que él resume en un deslizamiento ínfimo y decisivo del sentido: las almas muertas de los Infiernos son las de individuos que han muerto demasiado temprano para saber lo que habían vivido, que han muerto por no haber sabido lo suficientemente temprano lo que quiere decir vivir…” (Rancière, 1993: 79-80)

Está claro que ni José Luis Romero, ni Marx, ni Derrida, ni Rancière, cuando explicaban esta característica espectral del pasado, estaban buscando un fundamento esotérico al saber, sino que lo hicieron en un sentido metafórico.

La vida histórica y el pasado

Como ya hemos señalado, para Romero el pasado es una realidad “extinguida sin duda, pero viva y actuante en la conciencia de los vivos…” (Romero, 1988, 21) Pero, ¿cómo define su relación con el pasado?:

“… La vida histórica es un continuo, en el que el pasado se inserta como la parte transcurrida de la vida histórica, con respecto al momento en que cada observador se pone frente a ella.”. (Romero, 1987: 14)

Creemos que en José Luis Romero conviven las propias ambigüedades de sus fuentes intelectuales y que no se restringen a percepciones científicas sino que son un fundamento para su vida, como una proyección de su actividad. Y ese proceso vital que encarna el historiador aparece cuando la historia se transforma en vida histórica. Es decir:

“… cuando el presente plantea interrogantes acerados que es necesario resolver con madura responsabilidad, y el hombre reflexivo procura establecer el significado del tránsito que asiste, atento a sus raíces tanto como a sus proyecciones…”. (Romero, 1988: 37)

La cuestión es cómo el historiador rescata ese pasado, ya que éste es “apenas el espectro de una realidad sumida ya en la nada, de la que sobrevive tan solo su recuerdo”. (Romero, 1988: 30) Pero esa exhumación se debe realizar bajo determinados parámetros:

“… no interrogar al pasado sobre lo que en el futuro es contingente sino sobre lo que es necesario, esto es, sobre lo que puede discernirse a través de una proyección cualitativa de la vida histórica vivida sobre ese vacío enigmático que es la vida histórica por vivir…”. (Romero, 1988: 23)

Es un doble fenómeno: la restitución al pasado de una indeterminación que le es propia, pero a su vez su inserción dentro de la Vida histórica con una trayectoria, la del tiempo, gracias a la cual  “el pasado se hace de pronto absolutamente inteligible.” Además, este concepto permite superar la ambigüedad y objeto de legitimaciones “en la definición de historia como fatum y como conocimiento de él, dándole un nombre propio a este último.”. (Romero, J.L., 1987: 14)

Recuerdos del presente y del futuro

Existe en José Luis Romero una apropiación para la función del historiador tanto del presente como del futuro, ambos terrenos vedados por las visiones más ortodoxas de la disciplina. Son como puntos cardinales en el mapa de la investigación, a pesar de que ambos carecen de “una imagen propia, ni [tienen] signos seguros de existencia real…” (Romero, 1975)

En el caso del presente, José Luis Romero le asigna un carácter “efímero” y “subjetivo”, lo que no le impiden al historiador analizarlo (Romero, J.L., 1987: 14) Sin embargo al pasarlo por el tamiz de la Vida histórica se genera una dialéctica con el pasado, “entre la creación ya creada y la creación que se está creando”, donde no solo se vuelve inteligible sino susceptible del análisis histórico. (Luna, 1978: 145)[10]

Es decir, el registro vital ocupa un lugar en el discurso histórico pero obviamente, éste se desarrolla en un marco temporal. Por ese motivo Romero subraya que la relación entre pasado y futuro genera perplejidades, ya que el primero “resulta ser la única realidad, puesto que el futuro es sólo una realidad virtual.” (Romero, 1988: 21)

Pero esta condición virtual no lo convierte en algo ininteligible, ya que, según José Luis Romero:

“El pasado puede responder por el futuro porque sus caracteres son los mismos y porque constituyen segmentos de una curva continua y homogénea. Al pasado apelaron todos los visionarios: los profetas, los utopistas, los filósofos de la historia. Esta apelación no le está vedada al historiador, sino que, por el contrario, le es exigible.”. (Romero, 1975)

Encontrar los indicios del futuro en el pasado se fundamenta en que existe una línea homogénea de tiempo. Pero:

“… la ciencia histórica puede ayudar a prever el futuro siempre que pensemos en el análisis histórico de largo plazo y la previsión en el largo plazo. Lo que la historia no puede hacer es predecir el futuro inmediato en el corto plazo, y quizás en el difícilmente también en el mediano plazo…”. (El subrayado es nuestro. Luna, 1978: 110)

La clave de esta proposición está en dos cuestiones: las respuestas deben estar referidas al largo plazo, es decir involucran a la estructura, no a la coyuntura, y éstas son indicios, no afirmaciones; la cuestión está en la diferencia entre prever y predecir.[11] Creemos que la interrogación de Romero sobre el futuro funciona como el revés de la trama a la consulta sobre el pasado cuando señaló que a este último habría que preguntarle lo necesario y no lo contingente.

Pero para ganar en precisión en este abordaje, hay que:

“Establecer siempre que es en el largo plazo, entendiendo que esa previsión no se refiere nunca a la manera como se va a operar, sobre lo cual tampoco hay previsión posible, y decantando todo lo que hay de azar en la vida histórica, que es mucho, y todo lo que hay de componentes individuales y psicológicos, que es mucho también y que no está en la esencia de la vida histórica…”. (Subrayado nuestro. Luna, 1978: 110)[12]

La asunción del horizonte de largo plazo como objetivo del análisis, tratando de despejar toda circunstancia azarosa de la Vida histórica y de los componentes personales, hace aparecer la inteligibilidad sobre el futuro como algo posible.

Conclusión

Queda claro que el historiador no se ocupa solo del pasado, sino que también debe lidiar con el presente y el futuro.

El historiador en su oficio accede al pasado a través de la Vida histórica vivida, la cual forja a través de sus vinculaciones con Vida histórica viviente y por venir-, y obtiene un resultado: el análisis histórico.

Con la caracterización del pasado como una realidad espectral no se busca asimilar a la historia con una actividad esotérica; a través de esa metáfora da cuenta de las particularidades del registro de lo pretérito.

Y está claro que la posibilidad del historiador en analizar el futuro no es un ejercicio de cartomancia, o literatura de ciencia ficción, sino que utilizando la Vida histórica y las prevenciones que José Luis Romero da, es posible tener algunos signos no solo de lo que pasó, sino también de lo que vendrá.

Bibliografía

Bloch, Marc. (1949) 2020. Apología para la historia o el oficio de historiador. Edición anotada por Étienne Bloch. México, Fondo de Cultura Económica.

Chartier, Roger. 2007. La historia o la lectura del tiempo. Barcelona, Gedisa.

Derrida, Jacques. 1993. Spectres de Marx. París, Galilée.

Grosso, Juan Carlos. 1987. “Homenaje a José Luis Romero”. Anuario IEHS, 2, pp.9-10.

Hartog, François. 2007. Regímenes de historicidad. México, Universidad Iberoamericana.

Hartog, François. 2023. Cronos. Cómo Occidente ha pensado el Tiempo, Desde el primer Cristianismo hasta hoy. México, Siglo XXI Editores.

Lefort, Claude. 1978. Les Formes de L’Histoire. Paris, Gallimard.

Luna, Félix. 1978. Conversaciones con José Luis Romero sobre una Argentina con Historia, Política y Democracia. Buenos Aires, Editorial de Belgrano.

Marx, Carlos. 1852. Der 18te Brumaire des Louis Napoleon. Die Revolution. Nueva York.

Rancière, Jacques. 1993. Los nombres de la historia. Buenos Aires, Nueva Visión.

Romero, Luis Alberto. (2016). Pasado. Historia de Occidente. Rescatado de: http://vocabularios.caicyt.gov.ar/historiaoccidente/index.php?tema=120&/pasado.

Romero, Luis Alberto. 1987. Prefacio a “La Vida histórica”. José Luis Romero Archivo Digital de obras completas. Rescatado de: https://JoseLuisRomero.com.ar/textos/la-vida-historica-1987/

Romero, José Luis. 1953. “Marc Bloch y el oficio del historiador”. Imago Mundi, 2, Buenos Aires,

Romero, José Luis. (1975) 1987. “El historiador y el pasado”. Anuario IEHS, 2, pp. 11-20.

Romero, José Luis. 1988. La vida histórica. Ensayos compilados por Luis Alberto Romero. Buenos Aires, Sudamericana.

Romero, José Luis. 1997a. La crisis del mundo burgués. Buenos Aires, Fondo de Cultura.

Romero, José Luis. (1948) 1997b. El Ciclo de la Revolución contemporánea. México, Fondo de Cultura Económica.

Simonoff, Alejandro. 2004. “Romero y Hobsbawm”. Trabajos y Comunicaciones 2a. época (30-31), 139-166. https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.313/pr.313.pdf

Vovelle, Michel. 26 de septiembre de 2001. “El duelo en el siglo XXI después de Manhattan”. Clarín. Rescatado de: https://www.clarin.com/opinion/duelo-siglo-xxi-despues-manhattan_0_rkNZzxwe0Ye.html

Textos sobre José Luis Romero relacionados

Sazbon, Daniel Fernando. Vida histórica en José Luis Romero.

Gallego, Julián: José Luis Romero:  Crisis.

Pasolini, Ricardo O. La vida histórica, un concepto clave de José Luis Romero

Barros, Carlos. José Luis Romero y la historia del siglo XXI

Halperin Donghi, Tulio. Unió el pasado con el futuro del país.

Myers, Jorge. La “vida histórica” de José Luis Romero


[1] Recordemos la clásica formula blochiana que define la historia como un campo disciplinar asociado al tiempo y no sólo a lo ya transitado. (Bloch, 2020) La interrogación sobre el tiempo ha sido abordada desde muchas perspectivas: temporal (Hartog, 2007), cultural (Hartog, 2023) e incluso social (Chartier, 2007).

[2] Las vinculaciones entre el métier de este historiador con el tiempo presente las hemos tratado extensamente en otro trabajo (Simonoff, 2004)

[3] Como veremos más adelante el carácter tributario del pensamiento de Marx lo encontramos en su definición del pasado como fantasma, pero existe otro aspecto en el que lo sigue de un modo más heterodoxo en cuanto a entender la historia como un proceso lineal y cíclico al mismo tiempo. Con respecto a lo primero: “Nos proponemos pensar históricamente sobre el mundo que nos rodea, comenzando por situarlo en una línea de desarrollo que, de por sí, puede proveerlo de un sentido…” (Romero, 1997ª: 29) Es decir situar y poner el acontecimiento en una línea de desarrollo que es para José Luis Romero la forma de pensar históricamente el presente y prever el porvenir. Pero con respecto a la segunda cuestión, lo cíclico de la historia -la famosa interpretación que el filosofo alemán de la idea de repetición de la historia universal de su mentor Hegel, a la que le incorpora, irónicamente creemos, primero como tragedia, luego como farsa (Marx, 1975, 15)-, dijo: “… yo soy de los que no creen que la historia se repite. No podría decir tampoco que los elementos sociales son homologables, pero hay una cosa que, si parece semejante, que es la dinámica del proceso…” (Romero, 1978: 71)

[4] Dato que esta cuestión abre múltiples perspectivas, solo nos limitaremos a la relación del tiempo con el historiador, no a la de los actores analizados, por ejemplo.

[5] Como se señala la Nota de alcance de la página Web sobre José Luis Romero, la vida histórica es “un proceso en permanente devenir, construido por los sujetos históricos.” (Romero, 2016)

[6] Creemos que para esclarecer este punto del pensamiento de José Luis Romero es interesante presentar como diferencia la construcción de una trama novelística a la histórica: “Una estructura interna del relato como la tiene la novela. Pero en la novela el novelista la inventa; el caso es que el historiador tiene que encontrar una lógica del relato que sea ajustada a lo que el relato de por sí exige, puesto que el relato está impuesto. El historiador no inventa el tema del relato, el novelista sí… El historiador no inventa el tema de que trata, pero tiene que inventar la lógica del relato para un tema que le es dado. (Luna, 1978: 35)

[7] Es evidente la influencia de La crisis del Espíritu de Paul Valery (1919).

[8] Como se indica en las Notas de Alcance, no es la única dualidad, ya que la vida histórica vivida “perdura en sus creaciones fácticas y potenciales. En ellas se desarrolla la acción creadora de los sujetos, la “vida histórica viviente”, que sin solución de continuidad se proyecta en el futuro…” (Romero, 2016)

[9] La inspiración de este párrafo en Marx es más que evidente.

[10] El desafío para el historiador hacer de “una experiencia subjetiva” una parte de la vida historia vivida donde conviven realizaciones y potencialidades. (Romero, 1975) Como señala Luis Alberto Romero el meollo de la Vida histórica es la “peculiar dialéctica” que se forma “entre lo que llamó el orden factico y el orden potencial, el proceso creador y lo creado, y particularmente entre la realidad, siempre cambiante, y las distintas imágenes que de ella tienen sus actores….” (Romero, L.A., 1987)

[11] Al respecto quiero mencionar una anécdota sobre una entrevista colectiva que me hicieron, junto a otros académicos sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001. En ella comenté un reportaje a Michel Vovelle (26 de septiembre de 2001) donde éste sostenía que ningún lector del Siglo XX de Hobsbawm podía asombrarse de lo sucedido -cosa que me parecía razonable-. Ante esto uno de mis colegas internacionalista me preguntó: “¿Cuándo dijo que eso iba a ocurrir?” Pensé en ese momento: la previsión del futuro no es asertiva, sino simplemente un indicio, ya que podemos reconocer esos rasgos cuando delinean los hechos.

[12] No nos parece aleatoria la referencia al azar por parte de alguien que se considera discípulo de Maquiavelo.