Reaparece Indice en circunstancias difíciles para la democracia. Cuando todo hacía suponer que la marcha de las instituciones liberales llevaría hacia su progreso o su transformación en el sentido de su perfeccionamiento, el enemigo, surgido de minorías insignificantes, sin ningún peso en el ámbito nacional, ha organizado una sorda ofensiva para limitar y aniquilar las más altas conquistas populares. La Provincia de Buenos Aires, especialmente, entregándose desembozadamente a una organización tendiente a constituir un Estado dentro de otro Estado, está señalando la ruta a seguir a las minorías indecisas del país, y ha conseguido polarizar a su alrededor a figuras, que, si bien un poco alteradas en su lozanía por el contacto de las masas populares, gozan en sectores influyentes de notorio prestigio. Esta ola reaccionaria crece diariamente, gracias al temor que cohíbe a ciertos grupos de opinión independiente, espantados ante la posibilidad de que las policías bravas, tan prestigiosas en los tiempos del ugartismo – le coloque el tan mentado rótulo de “comunismo”, con la consiguiente secuela de allanamientos, detenciones y prontuarios. Esta opinión independiente, normalmente indiferente en cuestiones religiosas, comienza ahora –como hace 200 años– a temer a los ateos y a los descreídos, favoreciendo en esta forma la desvergonzada ofensiva clerical, que aspira a culminar con la implantación del catecismo obligatorio, para satisfacer el lema de Dios, Patria y Hogar que tan de moda se ha puesto gracias a la propaganda de Monseñor Serafini y a la prédica constante en las plazas públicas, en misas de campaña, tan reconfortantes para los desheredados y los humildes. Es así como se sustrae a las filas de la democracia un aporte numéricamente valioso, con lo cual se favorece la ilusión de las derechas de crecer o por lo menos de saber que no crecen los adversarios.
Y así hemos llegado a la atonía política característico de este momento. Viviendo como vivimos una hora decisiva para los destinos de la democracia, en el país no pasa nada. El Congreso no existe, el fraude no recibe sanción porque a la Concordancia no le da la gana, los gobiernos de provincia se levantan –a ejemplo del P.E. de la Nación– contra la rama legislativa, y en el país no pasa nada. Ha llegado el momento de preguntarse si no será que vamos perdiendo sensibilidad política o sentido de la dignidad. En el seno del llamado Frente Popular, hay grupos que olvidan la trágica urgencia de la hora, adormecidos por el dulce sueño de las ilusiones mesiánicas, prometido a través de una sonrisa más o menos mundana, y se recuestan en intentos de acercamiento cuyo resultado debían suponer, sin haber llegado a la prueba –de dudosa seriedad– de la llamada mediación amistosa del Vicepresidente de la Nación y el Rector de la Universidad. Después de este episodio, la oposición parlamentaria ha decidido descansar.
No nos parece mal que descanse. Pero a condición de que el pueblo vele: por su seguridad, por su dignidad y por las conquistas realizadas. Y que sirviéndole de ejemplo la ley Saenz Peña, aprenda que sólo con una voluntad decidida se pueden guardar las concesiones que, por la fuerza y la presión popular, no lo olvidemos, las masas populares, en tiempos en que era más compacta la sensibilidad de nuestro pueblo, supieron arrancar a las minorías vacunas, hoy resurgidas.