La indignación del pequeño comerciante frente a los carteles del “Monoprix”
Un pueblo tan cargado de historia como Francia, tiene en sus anales una copiosa colección de aniversarios significativos; la historia contemporánea ha agregado ahora el 6 de febrero, recuerdo de aquel día de 1934, en que se luchó va1ientemente en las calles de París. La
Apasionadamente, el tema de la decadencia de la
“¿Puede reformarse el Estado?”
Hace algunos días M. Louis Madelin –de la Academia Francesa– escribía en “L’Echo de París” un comentario que titulaba de esta prometedora manera: “¿Puede reformarse un Estado?”. Glosaba allí el autor, con la autoridad que le da su reconocido saber, un libro de M. Francois Pietri titulado “La Reforma del Estado en el Siglo XVIII”. Y M. Madelin, simpatizante con las
“Hacia otro 89”
Pero es el caso que las vísperas de la revolución del 89 muestran un idéntico proceso: soluciones más o menos radicales se ofrecen a una monarquía indecisa que no acepta a tiempo la necesidad de un cambio fundamental. Y así tenemos que el pesimismo del ilustre historiador se concreta y se fundamenta: ¿acaso va Francia hacia otro 89 por no saber tocar a fondo los resortes fundamentales del Estado?
La verdad es que Francia –pese a las
Los “monoprix”
Como una respuesta a estos interrogantes, unos grandes carteles han cubierto algunas calles de París, señalando a la indignación pública la institución de los “Monoprix”, grandes almacenes de precios únicos a los que hace poco se les ha concedido ventajas impositivas. Atrás de los “Monoprix”, los pequeños comerciantes e industriales franceses –un hombre serio, metódico y sin hijos– ven la competencia desleal, los manejos de los partidos políticos, el oro extranjero, y, sobre todo –figura en letras mayúsculas– el inmenso, el inesperado peligro de la estatización, de la economía dirigida, de la injerencia del Estado en la actividad individual. Entonces, el pequeño comerciante o industrial, cuya indignación no conoce límites, se siente atacado en lo más profundo de su conciencia republicana, recóndito escondrijo en donde, por azar, reside también su interés. Y esta vez comprende que está indisolublemente unido a un Estado