Rostovtzeff en español. 1940

La traducción del ingente trabajo del historiador ruso Rostovtzeff sobre el desarrollo económico y social del Imperio 1 , agrega a la bibliografía en lengua española sobre la materia un elemento de enorme importancia. Es conocida la pobreza de traducciones a nuestro idioma de obras vinculadas a los problemas de la historia clásica; lo que se ha incorporado últimamente al acervo de la bibliografía general española son, salvo contadas excepciones, aquellas obras que, aunque importantes, podían tener acceso a un público relativamente numeroso, por su generalidad y por su aspecto enciclopédico; a tal tipo corresponden, sobre todo, las colecciones de Henri Berr y de Walter Goetz. Lo que no ha abundado —y casi podría decirse que apenas ha existido— es la traducción del trabajo monográfico, de profundización circunscripta, destinado a los especialistas o a los lectores de cierta cultura histórica en trance de profundizar —mediante una reconstrucción de la labor de investigación— ciertos ámbitos del conocimiento historiográfico. Quien haya tenido siquiera efímero contacto con la bibliografía especializada sabe que, para cumplir esa misión, la monografía histórica debe mantener su aparato erudito, aun a riesgo de limitar su público, y, sin perjuicio de su interés dramático, debe detenerse tanto como sea necesario en la fundamentación erudita de las afirmaciones y en la controversia crítica. Claro es que esta literatura monográfica exige un público especializado que apenas existe en los países de habla española, donde la Historia ha sufrido la influencia persistente de un acentuado diletantismo; pero acaso cabría afirmar que la bibliografía especializada es ya inferior a las exigencias del público culto. Así parecería probarlo, por otra parte, la excelente acogida que ha recibido la edición española de la obra del sabio profesor de la Universidad de Yale.

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La propio de la Historia social y económica del Imperio Romano es que organiza, en una obra de conjunto sobre los problemas que enuncia su título, una vasta investigación monográfica, cuya densidad se trasunta constantemente a través de su exposición, deliberadamente simple. El tema es restringido; el autor sólo quiere sistematizar las observaciones suyas y ajenas sobre los problemas sociales y económicos del imperio; deja, pues, de lado la exposición de los aspectos políticos o espirituales y, aun cuando no puede prescindir de las alusiones, se atiene a la dilucidación de su tema preciso. De aquí, pues, que para el lector común resulten sus capítulos un poco sucintos y cargados de sobreentendidos que los tornan compactos y de lectura difícil, porque, a pesar de su innegable interés, aun para el lector no muy enterado, el libro de Rostovtzeff es un libro no para ser leído sino para ser meditadamente estudiado: puede llegarse a cumplir este propósito siguiendo atentamente sus notas y sus referencias críticas y bibliográficas y analizando detenidamente su exposición, cuya segunda lectura reserva al lector atento no pocas sorpresas.

Rostovtzeff publicó originariamente este trabajo, en inglés, en 1926; las ediciones posteriores, en alemán e italiano, significaron verdaderas reediciones enriquecidas por la infatigable investigación del autor, especialmente la italiana, cuya aparición fue saludada por De Sanctis como una adquisición para la bibliografía histórica italiana. También lo es para la española, no sólo menos rica sino también menos enriquecida por aportes originales.

En su estado actual, el libro de Rostovtzeff ofrece una ingente masa de material, sabiamente trabajado e interpretado. Sus afirmaciones —particularmente problemáticas en materia tan poco elaborada— no exceden los límites de lo que puede probar y sólo en la interpretación de las grandes líneas del desenvolvimiento del Imperio se advierte una preocupación por arquitecturar sus materiales con vistas a lograr una concepción de conjunto. Para esta tarea posee Rostovtzeff un singular talento. Quien conozca sus dos magníficos volúmenes de A History of the Ancient World habrá podido alcanzar con qué profundidad y con qué medida realiza el historiador ruso las breves síntesis que componen cada capítulo. Fuera superfluo recordar la vastedad de la información que está sumida en cada uno de ellos; lo que sí debe señalarse es la precisión con que se circunscriben los períodos y la justeza con que se caracterizan; esta aptitud no es fácil de hallar en quienes acostumbran su espíritu y su pluma al trabajo monográfico, cuyas exigencias de precisión obligan a una constante interrupción del desarrollo expositivo para dar lugar a la dilucidación crítica del problema. La doble aptitud —de síntesis y de análisis— se halla sin embargo en el profesor de Yale y es dable observarla en el trabajo ahora traducido. Quizá la acogida que el público de habla española le ha dispensado corresponda no tanto a la calidad de la investigación como a la hermosa y arquitecturada interpretación de la vida social de la Roma Imperial.

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Rostovtzeff distingue dos etapas fundamentales en la vida del Imperio Romano; las separa la crisis social del siglo III, en cuya exposición y crítica se extiende para desarrollar una interpretación bastante personal de su sentido y trascendencia. Antes del momento de su aparición parece advertirse una curva de sentido unitario en la que la estructura imperial diseñada por Augusto se mantiene a pesar de los intentos de disolución. La Burguesía y el proletariado de Italia triunfan, mediante una alianza circunstancial, de los órdenes privilegiados cuando la paz augustal y el régimen establecido por los sucesores de Augusto afirman el desarrollo de la Burguesía urbana. El reflejo de su predominio en la vida del Estado se advierte sobre todo en la organización imperial de las Antoninos; pero en ese mismo predominio estaba latente un germen de transformación; la Burguesía urbana, en efecto, abandona poco a poco todo intento de desarrollo económico evolucionado y tiende a limitarse al usufructo de sus bienes mediante la explotación de la clase más humilde. Rostovtzeff señala aquí cómo se forma entre honestiores y humiliores un nuevo antagonismo de clases, destinado a provocar la honda y decisiva crisis del siglo III. En la discriminación del significado de este conflicto es, precisamente, donde el historiador ruso pone un acento peculiar, destinado a subrayar sus profundas y trascendentes consecuencias. De él había de salir, en efecto, la sociedad del bajo Imperio, enmarcada dentro de un régimen autocrático de notoria influencia oriental, y organizada sobre la exaltación de la clase campesina y del ejército que era su reflejo. Desde los tiempos de la monarquía militar hasta la época de las invasiones, el Imperio pasa por un largo período de transformación de las estructuras sociales, que plantea al historiador el problema permanente de cuál es la relación exacta entre el desarrollo de la cultura y el desarrollo de la vida social.

Es, pues, el viejo problema de la decadencia del mundo antiguo el delta donde vierte sus aguas el magnífico trabajo del profesor de Yale. La cuestión ha admitido —desde Gibbon— una variada suerte de soluciones que Rostovtzeff clasifica como políticas, económicas, biológicas y religiosas, y es sabido de qué manera preocupa el problema hoy a algunos historiadores que, por un camino semejante al de Rostovtzeff, quieren abandonar algunos preconceptos sobre las determinaciones cronológicas que encuadran habitualmente al mundo antiguo, así como también el preconcepto fundamental de la existencia de una “decadencia”. Vale la pena recordar los trabajos de la Escuela de Fráncfort y en especial la obra de Matías Gelzer y el fundamental libro de Alfonso Dopsch, Wirtschaftliche und Soziale Grundlagen der Europäischen Kulturentwicklung aus der Zeit von Caesar bis auf Karl den Grossen (Viena, 1924), del cual existe una edición inglesa abreviada bajo el título de The Economic and Social Foundations of European Civilization (New York, 1937). Frente a este problema ahora tan elaborado, Rostovtzeff no agrega nada nuevo y, por el contrario, se mueve dentro de un esquema discutible en alguna medida. Pero el autor mismo declara que no es esa la parte más trabajada de su obra; donde el aporte de Rostovtzeff es fundamental, es en el estudio de los siglos II y III —período que él llama “el más desatendido de la Historia del Imperio Romano”— y allí se asiste a una dilucidación seria y a fondo de cuanto alcanza el dramático fenómeno de la crisis de una organización social.

Con todo, pese a su brevedad, no debe dejarse de señalar el singular valor del primer capítulo, en el que la vida romana del final de la República se presenta en estrecha conexión con la vida del mundo helenístico. Sobre este problema la obra de Rostovtzeff muestra signos inequívocos de una labor tan vasta como original, y, sus afirmaciones, aunque sintéticas y apenas esbozadas, son en muchos asuntos de enorme valor. Rostovtzeff anuncia reiteradamente un libro sobre la vida económica y social del mundo helenístico; para juzgar su trascendencia bastaría la lectura del primer capítulo de la obra ahora traducida, tanto como la del capítulo XX del tomo VIII de The Cambridge Ancient History, (1930), en el que anticipaba una visión de este aspecto tan poco explorado de la historia helenística.Por lo demás, de un historiador como Rostovtzeff no puede nunca dejarse de esperar la sugestión o el dato preciosos. Para el dilettante y para el especialista —pero sobre todo para este último— ha de ser la consulta de este libro imprescindible para conocer la historia del período romano imperial.

Notas

1. M. Rostovtzeff, Historia social y económica del Imperio Romano, Espasa-Calpe, 2 vol. Madrid, 1937.