Una preocupación fundamental en Plenitud de España, el último libro de Pedro Henríquez Ureña: el enaltecimiento de la significación de lo español. Esta tarea apasiona desde hace años a cierto género de especialistas, para quienes la cultura española representa un valor peculiar de la cultura occidental. La imagen de España que divulgaron, entre otros, Merimée y Borrow pasó a ser definición popular de España, y sólo lentamente comienza a diluirse. Pero si la imagen vulgar tarda en desaparecer, fuerza es convenir en que ha sido corregida ya –y contrarrestada con exceso– en el ámbito de la investigación; España misma ha contribuido a ello con una seria labor científica en los últimos cuarenta años, esclareciendo el valor y la significación europeas de su cultura; en el extranjero, crecido número de estudiosos, agrupados bajo el significativo nombre de hispanistas, han realizado semejante labor; así Foulché Delbosq, con su Revue hispanique, y, más reciente, Farinelli, Vossler o Bataillon, han realizado serias aportaciones al conocimiento y a la justipreciación de lo hispánico. Vinculado a la tradición del Centro de Estudios Históricos de Madrid, Henríquez Ureña trabaja desde hace años en el sentido impuesto a este género de investigaciones por Menéndez Pidal, y en este nuevo volumen recoge una nueva serie de ensayos definidos por el subtítulo del libro: “Estudios de Historia de la cultura española”.
Henríquez Ureña llega a esta tarea desde un ámbito muy circunscripto; como la mayoría de los hispanistas, viene de la Literatura; pero Henríquez Ureña no se abandona a la mera contemplación; ante el fenómeno de la expresión literaria se orienta hacia los estudios lingüísticos y filológicos, y fruto de esa preocupación son sus trabajos sobre el idioma español en América. Pero la preocupación por el instrumento lingüístico no apaga en él la preocupación por lo expresado. El fenómeno literario le interesa profundamente y lo estudia con profundidad en su estudio sobre la versificación irregular, en su trabajo sobre el verso puro y en los que reúne con el título de Seis ensayos en busca de nuestra expresión; su preocupación es rigurosa y su disciplina obtiene resultados seguros y agudísimos, pero junto a ellas pone Henríquez Ureña una capacidad extraordinariamente fina para captar lo literario y, en especial, lo poético: el breve ensayo sobre Rioja sirve de testimonio en este nuevo volumen.
En lo literario persigue Henríquez Ureña el elemento de creación; para eso su juicio es categórico y seguro, como de hombre en quien el estudio sistemático no ha sepultado las intuiciones inmediatas de quien busca el puro goce estético; por eso su ingente conocimiento de la literatura no es nunca fría erudición sino más bien búsqueda celosa de las realizaciones del valor literario. El haber construido su vasto conocimiento sistemático del medio lingüístico y de la producción literaria sobre esta primera actitud de esteta, da a Henríquez Ureña particular personalidad entre los historiadores y críticos de la literatura: no es, sin embargo, su única faceta singular.
De la literatura como fenómeno de creación artística trasciende hacia su significado como expresión de cultura. Si lo literario tiene, como tal, una dimensión irreductible, posee, en otros sentidos, una significación susceptible de ser interpretada. El ensayo sobre Lope de Vega que recoge en este volumen nos muestra ya esa preocupación. El poeta posee una concepción de la vida y de las cosas, y Henríquez Ureña la confronta con la de sus contemporáneos de mayor importancia y con la de su tiempo; haciéndolo, dilucida lo que hay de personal y nuevo en el poeta y lo que en él es expresión de lo eterno hispánico; si esas páginas caracterizan agudamente a Lope, hay allí notas precisas para caracterizar también la vida de su tiempo, y aun la vida española de todos los tiempos, reflejada en la sucesión de los gustos y las preferencias, que arrastra, junto con otras cosas, la gloria del poeta. Notas semejantes se hallan en las Apuntaciones marginales, y, sobre todo, en el hermoso ensayo sobre Hernán Pérez de Oliva, que ofrece una viva y profunda visión del llamado Renacimiento español.
Pero junto a estas observaciones, no por fragmentarias, de menor valor, Henríquez Ureña se ha propuesto, alguna vez, un análisis de la trascendencia cultural de España. Ya su trabajo sobre La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo entraña una visión compacta y profunda de la cultura española de la época del descubrimiento. Esta visión se da explícitamente en el breve, pero nutridísimo ensayo sobre España en la cultura moderna y, sobre todo, en el más largo de los que contiene este nuevo volumen, titulado Cultura española de la Edad Media. Si el análisis es minucioso y la enumeración prolija, su mayor interés está, sin embargo, en la visión de conjunto que se perfila en ellos. En todos los órdenes de la cultura, la España de fines de la Edad Media, la que desemboca en los albores de la Edad Moderna, adquiere singular personalidad, y Henríquez Ureña la dibuja, precisamente; si para cada una de las actividades del espíritu se señalan allí los nombres de quienes sobresalieron en su ejercicio, algo hay en el conjunto que advierte la formación de una conciencia española, cuyos elementos están preparando una estructura cultural que ha de configurar, al declinar el siglo XV, una España moderna, germen primero, acaso, de la modernidad europea. La preocupación de Henríquez Ureña por destacar la significación de lo español se advierte en su evocación –de firme envergadura histórica– de los dos siglos que corren entre Alfonso el Sabio y Fernando el Católico. El siglo XV se advierte ya preñado de ideas y preferencias renovadas: con los reyes católicos, España vive un momento culminante de su cultura y de su existencia histórica; Europa la descubre y la admira, y advierte que es el tono que corresponde a los tiempos nuevos. El corolario de este proceso de gestación lo describe Henríquez Ureña en el ensayo antes citado sobre el aporte español en la formación de la cultura moderna.
Valdría la pena recordar que Plenitud de España está escrito como cumple a la categoría intelectual de Henríquez Ureña; la observación es superflua para quienes le conocen; pero sirva de incentivo para que aquellos a quienes no ha llegado a obra –poco conocida– del autor tomen contacto por intermedio de ésta con una de las primeras figuras de Hispanoamérica.