Redescubrimiento de Cournot. 1946

Quiere un extraño azar –la observación sería grata a Cournot– que todo pensador de vuelo participe en alguna medida del sistema de ideas propio de su tiempo y, a la vez, introduzca elementos nuevos, susceptibles o no de ser prontamente descubiertos. Este azar –y otros aún más imponderables– suele decidir sobre su notoriedad, sobre su influencia, sobre su gloria. No ha sido raro, en la historia del pensamiento, el caso del precursor ignorado o menospreciado por sus contemporáneos; pero no es raro tampoco que sobrevenga un día su redescubrimiento, bajo la forma de una concentración apasionada de la atención sobre su obra.

Este es el caso de Agustín Cournot (1801-1877), cuya vasta labor de hombre de ciencia, de filósofo y de historiador no mereció, en su tiempo, la atención del público culto, y sobre la cual comienza ahora a realizarse una búsqueda apasionada y fructífera.

En el prefacio de sus “Considérations sur la marche des idées et des evénements dans le temps modernes” –publicado en 1872 y reeditado ahora en versión española por “El Ateneo”, con el título de “Historia de los movimientos intelectuales y de las instituciones en los tiempos modernos”– Cournot se lamentaba de la escasa difusión alcanzada por sus obras anteriores. Ya habían visto la luz su “Exposition de la théorie des chances et des posibilités” y, el “Éssai sur les fondements de la conaissance et sur les caractéres de la critique philosophique”. “Por la misma razón –decía– no debe el autor esperar una mayor boga para este trabajo que para los anteriores. En la ‘Revue de Deux Mondes’ y en el ‘Journal des Débats’ ya dos filósofos de gran renombre, Vacherot y Taine, han tenido la gentileza de decir ‘que no se nos ha leído suficientemente’. Esto es lo que todo autor piensa de sus obras y lo que no siempre se le dice. Convenimos, pues, gustosamente, en que, a la dicha de obtener algunos votos selectos, unimos la desdicha de haber sido poco leídos”. La compensación de esta amargura ha sido obra de la posteridad. Los trabajos de Mentre, Darbon, Bottinelli y más recientemente Milhaud, Ruyer y Aron han iluminado el vasto territorio del pensamiento cournotiano y han puesto en circulación el rico caudal de sus ideas. Consuelo no escaso para quienes ahondan con inconmovible fe en la búsqueda de la veracidad, y advierten cada día la firme resistencia de las ideas constituídas.

El pensamiento de Cournot abarca campos muy diversos. El sagaz traductor español de la edición que comentamos, el profesor Weismann, en el meduloso estudio con que prolonga la obra, clasifica sus trabajos en filosóficos, históricos, matemáticos y científicos en general, económicos, pedagógicos y biográficos. No es, aparentemente, poca diversidad; pero Weismann intenta –con éxito, a nuestro juicio– dar una idea clara de la unidad de pensamiento que se esconde tras esa diversidad. El hombre de ciencia y el filósofo están encarrillados en la doctrina del probabilismo de tipo crítico –no escéptico-, y esta actitud informa su concepción de la historia y su filosofía de la historia.

Su obra histórica fundamental es ésta que acaba de traducirse al español. Afirma el traductor que bien podría titularse “Filosofía de la historia moderna”, porque Cournot aplica en ella los principios fundamentales en que asienta su concepción de la filosofía de la historia. Pero no puede dejarse de anotar que, además de la sólida estructura doctrinaria que posee, la caracterizan la riqueza de la información, la agudeza de sus observaciones, y, sobre todo, la rara acuidad para descubrir y destacar los caracteres distintivos de la modernidad. Cournot dedica un primer libro a considerar la cultura medieval, analizada a través de las ciencias, de la escolástica, de la iglesia, de las instituciones, de la lengua y la literatura. Luego entra de lleno al análisis del mundo moderno, cuyo transcurso divide, en principio, según los siglos, criterio que explica y justifica. Si su análisis del siglo XV está lleno de observaciones jugosas, es en el libro que dedica al siglo XVII donde Cournot alcanza el ápice de la clarividencia. Por su afinidad con el pensamiento de ese siglo –con el de Leibniz, particularmente–, Cournot domina los múltiples matices de su diversidad y alcanza las profundidades en que se entretejen. Se ha dicho que no son muchos los ensayos sobre la ciencia de este período que superan a éste. El siglo XVIII, el XIX y la época de la Revolución Francesa, ocupan los últimos libros.

El pensamiento director de Cournot es la idea de azar. “Sin la distinción entre lo necesario y lo fortuito –escribe–, entre lo esencial y lo accidental, ni siquiera poseeríamos la idea de la verdadera naturaleza de la historia. Esta idea de azar proviene de una idea de orden y condiciones la de la probabilidad. El juego entre orden y azar explica la historia. Pero el azar explica por sí mismo lo propio de lo histórico: su individualidad, su referencia al dato anterior, su resistencia a toda teoría. Fertilísimo pensamiento, el de Cournot ha comenzado ya a obrar activamente en el desarrollo de la reflexión contemporánea.