Europa vista desde Europa. Sensación dramática de una víspera. 1936

Bruselas, abril (Por correo aéreo) – Evidentemente nos encontramos en vísperas de acontecimientos europeos de enorme importancia; desde hace bastante tiempo –y por bastante tiempo aun quizá– el panorama de la vida es menos la vida presente que la expectativa de lo porvenir. Es esta sensación de víspera lo que interesa comparar con el ambiente de los años inmediatamente anteriores a la gran guerra.

¿Quién no recuerda todavía el conflicto balcánico, las ambiciones austríacas, la teoría alemana de su encerramiento por las naciones enemigas, y la visita –simbólica y paradojal– de Jorge V a Alemania? Desde que Alemania expresó sus pretensiones marítimas –al mismo tiempo que Austria miraba hacia el Mediterráneo– la sensación fue de estar en vísperas de algo importante; la confirmación de esta sospecha llegó bien pronto.

Un ambiente semejante se nota en la comparación de estas dos vísperas. Un juego de alianzas complicado y no más claro ni seguro que el anterior a 1914 se dibuja en el horizonte, y ese globo cautivo de exploración que se llama pretensiones italianas en Abisinia diseña ya la posibilidad de que antes de poco tiempo los frentes se encuentren constituidos. Además, se han pronunciado ya palabras graves y se han tomado medidas sospechosas por ambos bandos; como antes de 1914, pues, los países protagonistas de esta nueva jornada desarrollan un juego que permite notar un paralelismo con aquél en su desarrollo.

Pero bajo esta aparente semejanza, una enorme, inconmensurable diferencia se oculta y en ella está el germen del destino próximo de Europa.

Quien recorra los campos de batalla y en Reims o en Ypres contemple los múltiples recuerdos de la guerra y sobre todo los cementerios militares, no se sorprenderá de la lección que estos muertos han dejado a los vivos. Esta lección se refiere al heroísmo. Los muertos le dicen al oído a cada belga y a cada francés que es necesario fijarse qué resultó de la guerra pasada, qué intereses sirvió y en cuáles balances se inscribieron pérdidas y en cuáles ganancias. Esta interrogación ha encontrado respuesta y la respuesta es un escepticismo radical con respecto a las ideas y sentimientos que corrientemente se invocaban para justificar la guerra. Y en consecuencia el heroísmo, capacidad de soportar un sacrificio en homenaje a un fin valioso, ha entrado en crisis en cuanto se refiere a la guerra exterior.

En este sentido las dos vísperas se diferencian en forma tal como para no poder nadie predecir qué ocurrirá en Europa. Antes de 1914 la prédica de “L’Action Française” pudo detener –tanto como el asesinato de Jaurés– la fuerza del sentimiento antiguerrero. El espectáculo de Europa hoy –el de las calles, no el de los gabinetes donde realizan alianzas– indica a las claras que las dos vísperas se separan por todo un profundo cambio histórico.