José Luis Romero: imágenes y perspectivas sobre algunas corrientes nacionalistas de los años ’30

DARÍO PULFER
(UNSAM/UNIPE)

Introducción

Este ensayo busca reconstruir las interpretaciones realizadas por José Luis Romero en torno al nacionalismo argentino en la serie que corre desde la primera edición de Las ideas políticas en Argentina del año 1946 a la publicación de Breve historia de la Argentina y El Desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX en 1965.

Se trata de un recorte temático inserto en uno de los “problemas”, de carácter interpretativo como político, que asediaron a Romero y otros intelectuales en el arco temporal elegido: el significado del primer peronismo y las pervivencias de ese movimiento político tras el golpe de 1955.

Este trabajo reposa en el análisis de ciertos fenómenos políticos de superficie que configuran las líneas internas de esa corriente de pensamiento, sin ahondar en la “trama profunda” de los mismos.

Se detiene en el proceso genético de las lecturas realizadas por Romero y en los factores que operaron en las variaciones de esa comprensión, buscando identificar continuidades y rupturas en las mismas.

Desde su más difundida obra, Las ideas políticas en Argentina del año 1946, Romero comenzó a abordar el desarrollo del nacionalismo en la Argentina, diferenciando sus vertientes internas, la conservadora-fascista y la radical-forjista con incrustaciones fascistas en una de sus franjas, aunque su análisis se detenía en 1930 y solo adelantaba algunas notas de un ciclo que consideraba inconcluso.

Esa caracterización fue ampliada en la reedición de la obra del año 1956 y utilizada en declaraciones periodísticas hacia 1958. Ello provocó una áspera nota de Juan J. Hernández Arregui en la revista Qué, defendiendo la pureza ideológica de la agrupación de origen radical así como la figura de quien había sido sindicado como causante de la desviación ideológica hacia el fascismo: Raúl Scalabrini Ortiz.

El desarrollo de los ensayos militantes que incluían consideraciones sobre el nacionalismo y el forjismo, la reproducción de documentos realizada por uno de los protagonistas principales de esta última experiencia así como estudios realizados en sede académica provocaron una mutación en la caracterización del nacionalismo por parte de Romero, expresados en las dos obras de mediados de la década del sesenta con las que cerramos este análisis.

La perdurabilidad del peronismo, la reevaluación de esa experiencia a partir de 1955, la mayor disponibilidad de materiales -primarios y secundarios- y la honestidad intelectual practicada por el autor dieron lugar a otras formas de comprensión de las corrientes nacionalistas que actuaron en los años ‘30.

Acercarse a ese fenómeno multiforme y polémico como es el nacionalismo, por su trabazón intrínseca, constituye el primer paso para abordar las interpretaciones y lecturas realizadas por el autor en torno al primer peronismo y sus derivas posteriores.

Escribir en un año crucial

Como sabemos, en el año 1946 salió a la luz por Fondo de Cultura Económica Las ideas políticas en Argentina.[1] José Luis Romero, su autor “apenas había escrito sobre historia argentina” aunque portaba en su haber “un vasto entusiasmo por la lectura de las obras clásicas, fundamentales [de las que] había leído las dos terceras partes de la literatura argentina, especialmente de la relacionada con los ensayos y las ideas”[2] y algunas aproximaciones a las figuras y las obras de Vicente F. López[3] , Bartolomé Mitre[4] y Domingo F. Sarmiento.[5]

Tres cuestiones cambiaron el rumbo de sus estudios y preocupaciones. Por un lado, los imperativos de la política que obligaron al estudioso a salir del “limpio y aséptico campo de la erudición”[6] para convertirse en “hombre de partido”.[7] En segundo lugar, la convicción que lo acompañaba desde hacía muchos años en el sentido de que la historia como disciplina debía buscar respuesta a interrogantes de actualidad y se vinculaba estrechamente a lo vivo llegando hasta el presente.[8] El tercer factor, que podemos tomar como desencadenante, fue la llegada a Buenos Aires de Daniel Cosío Villegas, fundador del Fondo de Cultura Económica, buscando títulos para la colección Tierra Firme, quien tras una encuesta y compulsa de nombres con Pedro Henriquez Ureña y, conjeturamos, la recomendación de Arnaldo Orfila Reynal, responsable local del sello editorial, convocó a Romero para componer lo que sería Las ideas políticas…

El material comenzó a elaborarse a fines del año 1944, fue redactado en el año 1945 y publicado, finalmente, en diciembre de 1946 en México.

La dedicatoria fue para el dominicano, recientemente fallecido, quien había abogado por él ante Cosío y con quien había compartido fructuosas conversaciones en las horas de viaje en tren para ir a dar clases a la Universidad Nacional de La Plata.

Para realizar el trabajo recurrió “a numerosas fuentes y, además, a la copiosa bibliografía que se ha acumulado con el incesante trabajo monográfico de los historiadores argentinos” que anunciaba en la Advertencia pero que no fue incluida en el volumen, lo que nos impide conocer el detalle de los materiales que el autor consideraba significativos para ese momento.[9] Romero no consideraba, como los revisionistas, que los aportes documentales realizados por la denominada Nueva Escuela Histórica necesitaban una hermenéutica alternativa. Por el contrario, su punto de vista estaba matrizado sobre una “línea interpretativa previa, cuya dirección general lo satisface plenamente”.[10]

Utilizando el marco interpretativo y las categorizaciones de la obra de Bartolomé Mitre[11] , la interpretación de la Nueva Escuela Histórica y su pretensión de generar una “nueva versión sintética de la historia nacional”[12] así como esquemas y conceptos de Juan A. García, José Ingenieros[13] y Alejandro Korn[14] el libro recorría el pasado argentino en 236 páginas, configurándola en una tensión viva entre dos tradiciones, mentalidades o estilos -el principio liberal y el autoritario; democracia doctrinaria e inorgánica; progreso y reacción- y dividiéndola en tres eras: colonial, criolla y aluvial. En esa última etapa, “en la que aún estamos” concluía el análisis social, fuertemente asociado al impacto inmigratorio, con el uso del ensayismo de los años treinta y sus finas observaciones.[15] En el ámbito político centraba el análisis en “la línea de la democracia popular” y el cierre de la experiencia del radicalismo histórico con el golpe de 1930, con lo que este tenía “de oligárquico, de reaccionario, de fascista”.[16] Ello abrió las puertas a la “oligarquía que desalojó al radicalismo del poder [y que] se instaló con la fiera prepotencia de quien rescata un bien perdido; y sabiéndose y declarándose ‘minoría selecta’, se enorgulleció del fraude electoral que le permitió legitimar, poco después, su asalto al poder”.[17]

Cerraba el trabajo un epílogo, titulado “Sobre los interrogantes del ciclo inconcluso”. El primero de ellos refería a la fisonomía social, en proceso de elaboración y con final abierto, que el autor retomaría en otros trabajos por esos años.[18] El segundo, se vinculaba al punto que nos interesa reconstruir: en la realidad política identificaba la presencia de un factor novedoso: el pensamiento totalitario nacido con posterioridad a la primera guerra mundial, que constituía la reacción o rechazo a la “conciencia revolucionaria”.[19] Esa ideología había penetrado no solo a los “sectores conservadores, antaño liberales, [que] evolucionaron hacia un ‘nacionalismo’ aristocrático y fascista” sino también a “ciertos núcleos populares, antaño democráticos, [que] no ocultaron su simpatía hacia algunos de los principios de la demagogia totalitaria, en la que parecía retoñar el viejo autoritarismo criollo”.[20]

En esas breves líneas quedó esbozado un principio interpretativo que Romero retomaría y desarrollaría con mayor amplitud la actualización de la obra realizada en 1956.

La reedición ampliada de Las ideas políticas…

Tras el derrocamiento de Perón, Romero se transformó en una figura pública de más vasto conocimiento: renovó su militancia en el PS siendo encumbrado a su dirección y nombrado Secretario de Prensa[21]; estuvo al frente de la Sociedad Argentina de Escritores tras el fallecimiento de Vicente Barbieri y, por sobre todo, se destacó por sus labores como rector–interventor de la UBA durante unos meses, complementados, más tarde, con trabajos de organización institucional y docencia en la misma universidad.

Bajo el gobierno provisional del general de orientación nacionalista y católica Eduardo Lonardi, Romero fue designado rector-interventor de la UBA, en la gestión de Atilio Dell’Oro Maini.[22]Su militancia opositora, su exclusión de la cátedra universitaria, sus clases en el Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES), la dirección de la revista Imago Mundi (1953-1956) y sus contactos con la juventud de militancia universitaria lo hacían acreedor a esa posición.

Como hemos podido ver en el texto de 1946, el autor planteaba la bifurcación de las corrientes que habían sido penetradas por la ideología totalitaria que asimilaba al nacionalismo. En la reedición ampliada y corregida del año 1956, esa afirmación se ampliaría.[23]

Romero incluyó un nuevo capítulo en la llamada “era aluvial” bajo el título “La línea del fascismo”. Allí comenzaba a desarrollar las características de dos grupos diferenciados dentro de la corriente nacionalista.

Por un lado aparecía el primer nacionalismo asociado al conservadurismo: tras caracterizar al uriburismo como combinación de maurrasismo y fascismo con el tinte autoritario y germanófilo de su jefe, describió el aumento de las organizaciones nacionalistas, enumerando a la Legión de Mayo, Legión Cívica, Acción Nacionalista Argentina, Legión Colegio Militar, Milicia Cívica Nacionalista, Legión Cívica Argentina luego transformada en Alianza de la Juventud Nacionalista. Según Romero, los grupos fascistas que intervinieron en el derrocamiento de Yrigoyen encontraron su fuente de inspiración en Maurràs, Mussolini y, más tarde, en la doctrina hitleriana, cuyos métodos de acción y principios comenzaron a predominar con la llegada del embajador alemán von Thermann en 1933.[24]

Por otro lado vislumbraba al grupo FORJA asociando radicalismo con nuevos sentidos del nacionalismo: “Simultáneamente se ordenaba un pensamiento nacionalista de tendencia radical en el seno del grupo Forja”.[25]

Al realizar esta caracterización más específica y directa con la agrupación que encarnaba esa nueva línea, advertía sobre la presencia de “grupos filofascistas que seguían a Raúl Scalabrini Ortiz” que no responderían estrictamente al patrón de asociación del radicalismo con un nacionalismo genuino.[26]

Con los conocimientos disponibles en ese momento, derivados de la propia experiencia política y de la consulta de algunos materiales recientes, Romero delineaba dos grupos claramente diferenciados en su caracterización del nacionalismo: el de origen conservador con proclividad fascista en el que distinguía, a su vez, distintos grupos y registros y el radical con tendencias nacionalistas encarnado en el grupo FORJA, aún con el matiz de la penetración filofascista encabezada por Scalabrini Ortiz. Para la primera caracterización se apoyaba fundamentalmente en extensas citas de las memorias de Carlos Ibarguren[27] y en la obra de Ernesto Palacio que no referenciaba pero que incluyó en la ahora publicada bibliografía.[28] Para la comprensión de FORJA y la reinterpretación más favorable del radicalismo histórico que presentaba se apoyó en la obra de Gabriel del Mazo que no incluyó en la bibliografía, quizá por considerarla una fuente primaria por su alto carácter autobiográfico.[29]

Ante la caída del peronismo, Romero expresaba la opinión de quienes habían vivido ese fenómeno como un ahogo en la dimensión personal y como un movimiento estrechamente asociado con la prédica nacionalista, encarnación local de un fenómeno más vasto como fue el fascismo, en lo colectivo. En su texto, la línea fascista, postergada en la década del treinta por el predominio de la alternativa fraudulenta de la alianza conservadora, logró imponerse con el golpe del año 1943 para desplegarse triunfante con el peronismo. Esa fue la imbricación y vinculación establecida por el autor entre ambos fenómenos en ese momento, que merecería otro tratamiento, junto a las notas determinantes y las variaciones en la caracterización del primer peronismo, que no podemos completar aquí.[30]

La actualización realizada por Romero sobre este tema fue retomada, ampliada y difundida el año siguiente en un libro sobre el nacionalismo, elaborado por el publicista Oscar Troncoso perteneciente a la misma familia ideológica.[31] Se trataba de un trabajo específicamente orientado a la reconstrucción de esa corriente de pensamiento con abundante información sobre sus figuras, organizaciones y publicaciones. Interesa detenernos en su análisis porque amplía aún más la afirmación de Romero sobre la escisión del grupo FORJA y la influencia “fascista” de Scalabrini. Decía Troncoso: “Uno de los fundadores y de los primeros dirigentes fue Luis Dellepiane, y mientras él la condujo nadie puede negar que ‘Forja’ era democrática y con nobles intenciones, aunque se discrepe con algunos de sus planteos y teorizaciones. Pero después tuvo problemas internos que se fueron agudizando e hicieron crisis en 1940. Cayó entonces en la senda de los diversos nacionalismos que hemos venido enumerando, y en consecuencia, se hizo filofascista bajo la dirección del grupo encabezado por Raúl Scalabrini Ortiz, el autor de ‘El hombre que está solo y espera’…”[32]

Todo parecía calmo en relación a esas apreciaciones hasta que Romero realizó unas declaraciones periodísticas que volvían referencias sobre FORJA y el rol “fascistizante” de Scalabrini Ortiz en esa agrupación.[33]

Hernández Arregui publicó una nota a dos carillas en la revista de amplia difusión Qué sucedió en siete días, dirigida en ese momento por el aludido Scalabrini. Aunque motivada por las declaraciones realizadas por Romero en su condición de dirigente socialista, la misma trascendía ese contenido centrándose en su figura y sus ideas. Así, en su crítica se embarcaba en un análisis del recientemente reeditado y ampliado Las ideas políticas[34] Comenzaba citando a Ramos, señalando que tuvo el mérito de recuperar la experiencia de FORJA en un artículo de la revista Izquierda, publicado en la coyuntura que media entre los bombardeos del mes de junio de 1955 y el derrumbe del peronismo en septiembre. En la primera entrega de esa publicación, Ramos había mencionado a FORJA en la nota titulada “Revolución y contrarrevolución en la Argentina”[35], aunque el mayor desarrollo fue realizado en un editorial del segundo número de la publicación que llevaba por título “Golpe de timón hacia la izquierda”. [36] Como sabemos, el mismo autor, en la obra que mayor difusión le otorgó, volvió con mayor detalle sobre el asunto.[37] Luego de esa introducción y de filiar a Romero con Mitre, Hernández Arregui fue al nudo del problema: “el profesor Romero ha sostenido que FORJA fue un movimiento político posterior a 1930, que en una de sus ramas terminó por escindirse en el radicalismo del cual provenía, y por la otra, en el fascismo”. Luego señalaba que Romero “ignora la historia y el pensamiento de FORJA” y “que su juicio es la deformación interesada de una opinión circunstancial de Gabriel del Mazo”.[38] A partir de allí enlazaba “esta falsificación de la verdad” con los párrafos correspondientes del libro Las ideas políticas en Argentina, en los que hacía referencia a los grupos forjistas filofascistas seguidores de Scalabrini. Arregui remataba: “no es el fascismo de F.O.R.J.A. lo que inquieta al profesor Romero. Como no era la barbarie lo que preocupaba a Mitre. Son las masas populares humilladas ayer y con conciencia histórica, hoy, del destino nacional, lo que les quita el sueño. Porque el país verdadero y anónimo late en ellas. Y no en profesores que llaman fascistas a las inteligencias políticas más preclaras del país. A esa generación argentina sacrificada cuyo pensamiento mañana la juventud argentina estudiará en las cátedras. Pues es un triste hecho que la conciencia nacional se ha formado en la calle y no en la universidad”.[39]

La nota podía obedecer a motivos políticos, ideológicos o personales o bien a un pedido expreso del ahora director de la difundida revista para responder a lo que consideraba una calumnia sobre su persona y su actuación.

Como frente a otros ataques, no hubo respuesta pública de parte de Romero.[40]

Ensayos y estudios

Los tratamientos sobre el significado de FORJA iban en aumento a través de trabajos reivindicatorios de cuño militante, producidos en el seno de la corriente denominada de “izquierda nacional”.

En un trabajo que actualizaba su visión sobre el radicalismo, enfocado ahora a una crítica directa a Arturo Frondizi, Jorge E. Spilimbergo decía: “La tradición yrigoyenista, en esta década que examinamos, se concentra en FORJA, minoría radical que mantiene firmemente el credo de la neutralidad. El nacionalismo pequeñoburgués de FORJA no adivinaba la cuestión obrera, no había comprendido que la clase trabajadora es el motor histórico de toda lucha antiimperialista consecuente. Esto explica, en último análisis, que fracasara en crear un gran partido nacional-popular. FORJA, no obstante, defendió con honor el terreno, cuando era muy difícil hacerlo. Por eso en FORJA alentaba la tradición yrigoyenista y por eso Arturo Frondizi no militó nunca en FORJA”.[41] Páginas después, señalaba que lo “que del radicalismo histórico había de heredable lo hereda el peronismo, al que no por casualidad ingresan casi todos los hombres de FORJA”.[42]

Poco después, el mismo Hernández Arregui en La formación de la conciencia nacional, otorgó una importancia sustantiva a FORJA, dedicándole un extenso capítulo de más de 100 páginas. Para el autor se trataba de una reivindicación histórica, “fundada en documentos de primera mano”.[43] Bajo el título “FORJA y la lucha popular por la liberación nacional” y enmarcado en las condiciones de la denominada “década infame”, analizaba el nacimiento de la agrupación, su contenido, la crítica de la abstención, su posición ante América, la crítica del Pacto Roca-Runciman, sus consignas y orientaciones en materia petrolera, eléctrica y ferrocarrilera. Luego se detenía en las que consideraba las figuras señeras de la organización: Jauretche y Scalabrini Ortiz, sin dejar de incluir un detallado análisis del pensamiento de Luis Dellepiane orientado a continuar la polémica con Romero.[44] Consideró las posiciones de F.O.R.J.A. frente al nacionalismo, el socialismo, el comunismo y el judaísmo. En particular se detuvo en el estudio de las relaciones de la agrupación con la Universidad y su mirada sobre la Reforma del 18. Para concluir consideró la relación con el naciente peronismo lo que derivó en su disolución al verse realizados sus propósitos. Para finalizar incluyó un “juicio histórico sobre FORJA”.[45] Para el autor ese movimiento constituía el despliegue de la conciencia nacional, después de sus tibios inicios en el nacionalismo oligárquico. De este grupo destacaba la crítica al imperialismo británico emprendida por Raúl Scalabrini Ortiz y el papel de “puente histórico que une a las masas yrigoyenistas con las masas peronistas”[46] sin haber completado el proceso de configuración de la conciencia nacional por sus límites de clase, una visión nacional y latinoamericana defectuosa y un programa anclado en la explotación de las riquezas naturales.

A raíz de este trabajo, uno de los protagonistas de FORJA, Arturo Jauretche, a impulso de Jorge Abelardo Ramos, publicó un libro sobre el movimiento.[47] Comenzaba citando a Hernández Arregui para caracterizar al grupo y refería a Ramos para ubicar la época. Más tarde aclaraba posiciones en relación a comentarios de H. Arregui sobre la ubicación clasista de FORJA[48], la Reforma Universitaria[49] y a la influencia del APRA sobre FORJA reduciéndola a los “análisis generales del fenómeno imperialista”[50]. Por otra parte, distinguía a FORJA del nacionalismo a secas, caracterizando a este último como un doctrinarismo de importación, que expresaba fobias anti-populares y anti- democráticas y que reclutaba sus cuadros en “los primos pobres de la oligarquía”. Reconocía sus aportes al revisionismo histórico y a la revalorización de la herencia hispano – criolla.[51] En la ocasión anexó documentación, incluyendo desde la Declaración aprobada en la Asamblea Constituyente del 29 de junio de 1935 a los manifiestos frente al 17 de Octubre y el comunicado de Disolución de la organización. Ese trabajo colocaba las bases de un deslinde de posiciones en relación al nacionalismo de ribetes fascistas de la década del treinta y sentaba una distinción que fue penetrando la producción posterior, sea en sus versiones militantes o académicas.

En 1963, aparecía en Montevideo un libro de Tulio Halperin Donghi que recogía aportaciones previas[52] y el desarrollo de un nuevo trabajo interpretativo.[53] En el mismo introducía en su análisis a los nacionalistas al hablar del gobierno de Uriburu, señalando la influencia en él de “grupos todavía pequeños que en el país recogían la enseñanza del nacionalismo francés y el fascismo italiano”[54]. Mencionaba el intento corporativista de Uriburu y los apoyos que recibía del interventor en Córdoba Carlos Ibarguren y los movimientos para – militares que “contribuían a alarmar a otros sectores de opinión oficialista por su literal inspiración en el ejemplo fascista”[55]. Páginas más tarde filiaba el nacionalismo argentino al conservadurismo, diciendo que era “…nacionalista en la medida que fundaba el derecho al monopolio del poder por las minorías no ya en su superioridad cultural…sino en la participación hereditaria en una suerte de esencia nacional intransferible”[56], revelando “…en cada una de sus actitudes su condición de fruto de la evolución interna de la tradición liberal de nuestros grupos dirigentes más arraigados”.[57] De esa posición derivaba el trabajo de los hermanos Irazusta en los que la “oligarquía” aparece como un “grupo ideológico” con “preferencias culturales exóticas” y del que se espera una regeneración para volver a su papel director “que sus críticos internos no se proponen discutirle”.[58] De manera simultánea colocaba a FORJA con “una prédica inspirada en puntos de vista análogos…que iba a encontrar mayor eco en la opinión pública independiente que dentro del partido” radical. [59] En la revolución del 43 incluía a “nacionalistas moralistas” vinculados al ámbito educativo aunque de otro origen social que configuraron un “tinglado clerical-fascista” que Perón en su intento de salir del atolladero del gobierno militar rápida y fácilmente desmontó.[60] En su narración los nacionalistas reaparecieron con Lonardi en las figuras de Amadeo y Goyeneche, para más tarde plasmar la creación del partido Unión Federal[61].

En el año 1964 Alberto Ciria publicó un aporte significativo en cuanto a ordenamiento, sistematización y presentación de las características fundamentales de la década del treinta.[62] El trabajo fue realizado, entre 1961 y 1963, bajo la dirección de Romero, a quien fue dedicado el libro una vez publicado por la Editorial Jorge Alvarez. Fue presentado en dos partes. Una primera vinculada a una periodización estrictamente político – institucional que seguía los gobiernos desde el golpe militar que entronizó a Uriburu hasta el ascenso de Perón al gobierno en 1946. Otra parte estaba referida a distintos actores: partidos políticos, fuerzas armadas, Iglesia, grupos económicos y movimiento obrero. Fue en el acápite referido a partidos políticos en el que el autor se refirió a FORJA por un lado y al nacionalismo por otro. Al abordar el segundo tema habló de la “historia de los nacionalistas” ya que le parecía “preferible esta denominación a la de ‘nacionalismo’ tan llevada y traída, para indicar la carencia de una estructura efectiva que unifique a personalidades diferentes en las sucesivas etapas que recorre el movimiento”. Para Ciria esa historia “está todavía por escribirse”[63]. En su breve presentación vinculaba a los nacionalistas (“que algunos autores llamarán nacionalismo ‘de derecha’, ‘clerical’, ‘aristocrático’, ‘oligárquico’”) con el golpe del treinta. Nombró a Lugones e Ibarguren. Mencionó el viraje del segundo hacia el fascismo a mediados de la década del treinta y sus simpatías posteriores con el franquismo. De la generación siguiente consideró a Marcelo Sánchez Sorondo con la cita referida al desplazamiento de las convicciones religiosas a las convicciones políticas fascistas y trató a Mario Amadeo citando sus afirmaciones vinculadas al carácter endógeno del nacionalismo, las fuentes en las que abrevaba y su adhesión al catolicismo como prueba de distancia del fascismo.[64] Para caracterizarlos citaba a Ismael Viñas: “…habían servido como ruidoso y audaz grupo de choque de una oligarquía que en su conjunto no quería cambiar nada, que sólo venía a restaurar” y a Ramos: “Poseídos de un fervor ulramontano, los nacionalistas condenaban al liberalismo agonizante en nombre del feudalismo sepultado”. Señalaba que las figuras que consiguieron “superar esas trabas retardatarias, se incorporarán al peronismo donde de alguna manera se diluirá su ‘nacionalismo’”, citando el ejemplo del historiador Ernesto Palacio que llegará a ser diputado nacional.[65] A continuación Ciria sintetizaba la trayectoria del grupo, mencionaba publicaciones periódicas y daba cuenta de la inserción de algunos cuadros en el gobierno militar del 43. Prefería dejar de lado “su rosismo (y los intentos desiguales de revisionismo histórico), su nostalgia por los viejos tiempos de la conquista y la colonización hispánica, su respeto por valores tradicionales”. [66] Luego detallaba los “grupos de choque” de la corriente desde la Legión Cívica a la ALN y agrupaciones de distinto calado. Por último atisbaba la existencia de “figuras aisladas –algunos autores las engloban en un hipotético nacionalismo ‘democrático’ que tendría lejanos antecedentes en los caudillos federales, en José Hernández y ya en este siglo en Hipólito Yrigoyen –que enfocaron los problemas políticos y económicos con vigoroso traza: Jorge del Río, José Luis Torres, Raúl Scalabrini Ortiz, no siempre –especialmente en el caso de Torres, combativo publicista- con absoluta coherencia”. Agregaba: “En ciertos casos se vinculan mentalmente con los nacionalistas, aunque su acción fue individual. Pero, en último análisis, son más bien las excepciones que la regla. Y la regla fue el nacionalismo aristocratizante, confesional, hispanista, regresivo”[67]. En el caso de FORJA retomaba la interpretación e información dada por Hernández Arregui tanto para la caracterización como para la periodización de las etapas del movimiento forjista. Presentaba a FORJA como una agrupación radical con orientaciones nacionalistas en la tradición yrigoyenista. Destacaba la inserción de cuadros intelectuales en sus filas, entre quienes subrayaba la presencia de “un escritor político de la talla de Raúl Scalabrini Ortiz –que por sí solo llena el capítulo de denuncias al imperialismo inglés-“[68] y el mérito de su prédica retaceada, para él, por autores de signo radical como Félix Luna y Gabriel del Mazo. Cerraba su análisis señalando que FORJA sigue “fértil terreno de debate“ y que “el tema no está agotado, pese a lo que pudiera parecer”.[69] De ese modo se daba un giro significativo en la interpretación en el ámbito académico del forjismo.

José Luis Romero volvió a incursionar en la historia argentina a mediados de la década del sesenta, en dos obras realizadas por encargo. Llevaba en su alforja tres procesos simultáneos. Por un lado la experiencia política de esos años en el Partido Socialista Argentino con su cercanía con Alfredo Palacios y su contacto estrecho con la juventud partidaria impactada por el doble proceso de la revolución cubana y la remozada vitalidad que demostraba el peronismo acusando su perfil obrerista. En segundo lugar, los avances en el campo del ensayo y los estudios académicos sobre la historia argentina contemporánea, que incluía la temática nacionalista y la problemática peronista en sus análisis. En tercer lugar, la experiencia argentina misma, sumida en una situación de crisis e inestabilidad cada vez más pronunciada, que obligaba a fuertes ejercicios de introspección.

La primera obra fue un pedido realizado por la Editorial Universitaria Eudeba para la Serie del Siglo y medio. Se trataba de organizar un material didáctico, de carácter divulgativo, orientado a la difusión masiva.[70] La segunda estaba relacionada a un trabajo realizado para la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Historia y Geografía para su serie sobre historia de las ideas en América y más tarde publicada por Fondo de Cultura Económica.[71]

En el texto de la editorial universitaria, la referencia al nacionalismo de cuño conservador se restringió a presentarlos como “teóricos del corporativismo, del revisionismo rosista y de otras tendencias análogas”.[72] En cuanto a FORJA, aunque seguía sosteniendo la misma idea, no hacía referencia directa a Scalabrini Ortiz y caracterizaba de manera más amplia esa experiencia subrayando su cariz progresista y antiimperialista: “Frente a las soluciones de fondo que proponía el socialismo, comenzaron a delinearse las que proponía el grupo Forja, constituido por jóvenes radicales de ideología progresista y nacionalista a un tiempo. Antibritánico por sobre todo, el grupo Forja analizó las influencias del capital inglés en la formación y el desarrollo de la economía argentina, recogiendo los sentimientos antiimperialistas que se ocultaban en el vago pensamiento de Yrigoyen. Pero, a medida que fue desenvolviéndose, se advirtió que se diferenciaban en su seno los que querían mantener los principios democráticos del radicalismo tradicional y los que empezaban a preferir soluciones antiliberales vinculadas de alguna manera con las ideologías nazifascistas que por entonces alcanzaban su apogeo en algunos países de Europa. Si aquellos se mantuvieron fieles al radicalismo, estos últimos se manifestaron dispuestos a secundar cualquier aventura política de tipo autoritario”.[73]

El segundo caso, el que más nos interesa para seguir los derroteros de su visión sobre el nacionalismo, incorporaba las novedades de la historiografía militante y académica y revisaba su caracterización anterior. En relación al nacionalismo de origen conservador, en el plano de las influencias doctrinarias remarcaba la presencia de la derecha francesa y el corporativismo de Mussolini y sumaba el “viejo autoritarismo alemán, infiltrado en el ejército a través de la formación prusiana que primaba entre los oficiales” y la “tradición aristocratizante española”. A partir de los reclamos de orden, jerarquía y disciplina proclamados por esa fuerza política, caracterizaba al nacionalismo como un movimiento fundado en una tradición “autoritaria” y conservadora, la cual frente al “sacudimiento del orden social tradicional” sólo pudo “inspirar una política destinada a inmovilizar el proceso de cambio que se acentuaba en el país”.[74] Si el rechazo al cambio social y al creciente peso político de las fuerzas populares constituía, en esta nueva visión, la nota singular del nacionalismo, Romero le agregaba otras características ausentes en análisis anteriores: el lugar atribuido al Estado, el anticomunismo y el rechazo al capitalismo británico. En este último punto, en la denuncia del imperialismo británico y el común interés en alcanzar la independencia económica, identificaba la convergencia entre el nacionalismo y FORJA. De esta forma, la caracterización del nacionalismo se nutría de diferentes afluentes externos enancados en elementos locales. A la vez, diferenciaba a los nacionalistas del forjismo en función de sus propuestas políticas: a los segundos les atribuía un carácter democrático, mientras que a los primeros los presentaba como defensores de un sistema jerárquico y elitista.

El tratamiento de la figura de Raúl Scalabrini Ortiz en este libro, también, tuvo un giro sustancial. A lo largo del texto fue mencionado en distintas facetas. Al tratar el rechazo del nacionalismo de los años treinta a la influencia británica consignaba que era lo que sostenía en “términos explícitos y categóricos” Scalabrini en La historia de los ferrocarriles.[75] Luego lo mencionaba entre los cultores de la historia económica con el citado trabajo sobre los ferrocarriles y con Política inglesa (sic) en el Río de la Plata.[76] Por último, lo ubicaba entre los ensayistas, “escritores de vocación eminentemente literaria”, con su obra El hombre que está solo y espera. Tras citar la definición de Scalabrini sobre Macedonio Fernández como “primer metafísico de Buenos Aires”, basado en que su pensamiento “es un alegato pro pasión, un ataque al intelectualismo extenuante”, señalaba que la obra comentada desarrollaba “la teoría del carácter argentino siguiendo el hilo de esa reflexión”.  Romero glosaba al autor diciendo que su personaje era “el símbolo porteño…el hombre de ‘Corrientes y Esmeralda’ no es un hombre que se deje guiar por ideas abstractas ni, en general, por reflexiones o cálculos. Es hombre de impulsos, presentimientos, de intuiciones…”. No es amante de “la cultura intelectual de tipo europeo, sino que prefiere la improvisación”. Subrayaba la primacía del sentimiento a “la más severa sujeción a rígidos principios racionales”. Ese tono vital “parece provenir de la actitud vital del gaucho o acaso del ‘espíritu de la tierra’”.[77] Decía que para su autor, ese espíritu era suficientemente poderoso para “amalgamar las múltiples influencias que penetran un país de inmigración”. Y adhiriendo anotaba: “Y en una definición plena de sentido, agregaba que la sociedad está formada sólo por individuos yuxtapuestos congregados solamente por la esperanza de llegar a ser en lo futuro una raza de definida a inconfundible fisonomía”.[78] En síntesis, para Romero, los dos aspectos fundamentales destacados por Scalabrini sobre el carácter nacional eran “el predominio del sentimiento sobre la razón y la entrega a la imagen futura de sí mismo más que a la propia realidad”, notas positivas ya que Scalabrini “reaccionaba ante el carácter nacional con una íntima satisfacción”.[79] Ubicaba a Scalabrini junto a ilustres pares, ya que su registro era contrastado, a continuación, con el pensamiento de Mallea (moderado optimismo confiado a la emergencia de la “Argentina invisible”), de Martínez Estrada (fatalismo pesimista, desesperado y negativo) y de Saúl Taborda (anacronismo entre la estructura formal y la vida social del país propugnando vías para ajustar el sistema representativo a una más exacta funcionalidad). Esos análisis señalaban los “signos de una crisis profunda”. El análisis de Scalabrini era ubicado en el plano de la cultura, los de Mallea y Martínez Estrada en lo social y el de Taborda en el ámbito institucional. “Así fue múltiple y diversa la reacción frente al cambio…”.[80] Esta “honrada cortesía hacia los adversarios”[81] si bien puede enmarcarse en un “dibujo de figuras y posiciones poco incisivo” en lugar del “cuadro rico en claroscuros [que] arriesga a ratos reducirse a desvaída fotografía de un grupo endomingado” no deja de constituir un rasgo a destacar en un país poco dado a reconocer la pluralidad de tradiciones y las tensiones inherentes a las mismas.

Estas aproximaciones se proyectaron hacia obras posteriores. En una obra de 1970, El pensamiento político de la derecha latinoamericana, Romero presentaba un nuevo cuadro sobre el nacionalismo, relacionándolo con las pervivencia de las corrientes señoriales y, en menor medida, en su relación con la experiencia autoritaria europea; presentaba un nuevo cuadro sobre el surgimiento del peronismo ahora caracterizado fundamentalmente como una subespecie de populismo y sin citarlos con nombre y apellido señalaba que los elementos “más avanzados” de ese movimiento habían impuesto la cláusula constitucional del artículo 40, con lo que volvía la referencia a Scalabrini Ortiz, socio de Sampay en esa empresa.[82]

Se abrían paso así a otras maneras de comprender y analizar la historia argentina reciente. Consideramos que la edición inalterada de los capítulos escritos en 1946 y 1956 en las sucesivas tiradas de Las ideas políticas… obturó el análisis de las transformaciones de las lecturas de Romero sobre estos procesos.

Consideraciones finales

El alejamiento de la militancia partidaria, la incorporación de nuevos materiales así como la discusión con sus discípulos llevó a Romero a modificar su perspectiva con respecto al nacionalismo, a FORJA y al lugar y las ideas de Scalabrini Ortiz en este último conglomerado y en una proyección más amplia y significativa.

El apego metodológico a lo que los nuevos materiales obligaban a creer así como una práctica de honestidad política e intelectual, solo comparable para ese momento con la asumida por su amigo Gregorio Weinberg, mostraban una variación interpretativa que conducía a otra consideración acerca del fenómeno político que persistía en la vida argentina condicionando “la busca de la fórmula supletoria” durante esos años. Señálabamos al comienzo del texto que la temática nacionalista se hallaba inscripta o formaba parte de uno de los “problemas”, como era la cuestión peronista, tal como se presentaba a la visión de muchos intelectuales del espacio de Romero. La supervivencia de ese movimiento político-social, hecho que se presentaba como anomalía o desvío de los modelos reales e interpretativos tomados para la construcción de su caracterización inicial, obligaba a una necesaria relectura.

En esa tarea se embarcaron en sede académica referentes de dos generaciones de cientistas sociales. La búsqueda de explicaciones acerca de la “naturaleza”, las “fuentes del pensamiento”, las “alianzas de clases” y los “orígenes” y, en mucho menor medida, los estudios comparativos con otros fenómenos latinoamericanos orientaron la agenda de investigación. La incorporación al análisis de materiales producidos, en su mayor parte, en el ámbito del ensayismo militante de diverso cuño alimentaban esas búsquedas.

Los contactos, el intercambio, las polémicas y la retroalimentación entre ambos espacios, así como la dimensión militante de los actores que se desempeñaban en el ámbito académico y la dimensión académica de los trabajos de origen militante, no pueden ser subalternizados al momento de reconstruir las imágenes y perspectivas con respecto al pasado nacional que construían estos actores. Partir de esa base llevaría a poner en suspenso muchos de los supuestos con los que se ha movido la historia de la historiografía de este período y del que le siguió, hasta hace poco tiempo.


[1] ROMERO, José L. Las ideas políticas en la Argentina. México, Fondo de Cultura Económica,1946.

[2] ROMERO, José L. A propósito de la quinta edición de Las ideas políticas en Argentina (1975). En La experiencia argentina. Buenos Aires, Taurus, 2004.p.43.

[3] ROMERO, José L. Vicente F. López y la idea de desarrollo universal de la historia. Prólogo a Vicente Fidel López, Memoria sobre los resultados generales con que los pueblos han contribuido a la culturalización de la humanidad. Buenos Aires, Nova,1943. Incluido luego en Argentina, imágenes y perspectivas. Buenos Aires, Raigal, 1956.p.109.

[4] ROMERO, José L. Mitre: un historiador frente al destino nacional. Conferencias dadas en el Colegio Libre de Estudios superiores, luego publicadas como folleto por el Diario La Nación. Incluido en Argentina, imágenes y perspectivas. Ob. cit. p. 117 y ss.

[5] ROMERO, José L. Sarmiento y las vidas individuales. En Boletín de Nova. N° 1, 1945. Incluido en La experiencia argentina. Ob. cit. p. 232 y ss. y Sarmiento. En Cursos y Conferencias. Números 161-162. Agosto-septiembre 1945.

[6] ROMERO, José L. A propósito de la quinta edición de Las ideas políticas en Argentina (1975). Ob. cit. p. 41.

[7] ROMERO, José L. Las ideas políticas en la Argentina. Ob. cit. p. 259. Si bien había votado y colaborado en algunos órganos de prensa partidarios del socialismo, fue en ese año que se afilió orgánicamente. Para un análisis de la obra DEVOTO, Fernando; PAGANO, Nora. Historia de la historiografía argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2009. p.351 y ss.

[8] Por citar algunos hitos en ese recorrido: La formación histórica. Santa Fe, Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral, 1934. De qué trata la historia. En La Vanguardia, 30 de julio de 1939. El consejo histórico. En Saber vivir. N° 1.Octubre de 1941. Crisis y salvación de la ciencia histórica. En De mar a mar. N° 5. Febrero de 1945. Prólogo de La historia y la vida. Buenos Aires-Tucumán, Yerba Buena, 1945 (salido de los talleres gráficos el 15 de octubre). Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/la-historia-y-la-vida-1945/. En torno al primer texto y el desarrollo de esta perspectiva en DEVOTO, Fernando. En torno a la formación historiográfica de José Luis Romero. En BURUCÚA, J.E.; DEVOTO, F.; GORELIK, A. (Comp). José Luis Romero. Vida histórica, ciudad y cultura. Buenos Aires, Unsam Edita, 2013. p. 44. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos_sobre_jlr/en-torno-a-la-formacion-historiografica-de-jose-luis-romero/.

[9] ROMERO, José L. Las ideas políticas en la Argentina. Ob. cit. p. 11. En adelante citamos la primera edición. Según Luís A. Romero esa bibliografía había sido elaborada por uno de los estudiantes del Liceo Militar del autor, David Viñas.

[10] HALPERIN DONGHI, Tulio José L. Romero y su lugar en la historiografía argentina. En Desarrollo económico. N°78. Vol. XX. Julio – Septiembre 1980. Luego incluido en ROMERO, José L. Las ideologías de la cultura nacional y otros ensayos. Buenos Aires, CEAL, 1982. p.217. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos_sobre_jlr/tulio-halperin-donghi-jose-luis-romero-y-su-lugar-en-la-historiografia-argentina-1978/.

[11] HALPERIN, Tulio.id.p.217. Id,. BOTANA, Natalio. “José Luis Romero y la historiografía argentina: Mitre y Sarmiento”. En La libertad política y su historia. Buenos Aires, Sudamericana, 1991. 2da ed., amentada, Buenos Aires, Edhasa, 2022. ACHA, Omar. La trama profunda. Historia y vida en José Luis Romero. Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2005.p.32 aunque aceptó el uso de categorizaciones provenientes de Mitre señaló el apartamiento de J. L. Romero de su senda interpretativa en cuanto a la auscultación de la nación en el pasado y no en la perspectiva de futuro que “consistía en transformar a la Argentina inmigratoria en una sociedad progresista”.

[12] HALPERIN DONGHI, Tulio.Id., p.217.

[13] ACHA, Omar. Historia crítica de la historiografía argentina. Buenos Aires, Prometeo, 2009. p.57, colocando a Romero en la saga de la tradición historiadora socialista. DEVOTO, Fernando. Ob. cit. p. 53. GARCIA MORAL, María E. agrega las aportaciones de Sarmiento, Quesada, Korn, J. Alvarez presentes en ese trabajo. En: Tres dimensiones, un itinerario: José Luis Romero según la izquierda nacional. Buenos Aires, 2013. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos_sobre_jlr/tres-dimensiones-un-itinerario-jose-luis-romero-segun-la-izquierda-nacional/ . Podríamos sumar la mirada de La tradición nacional de J. V. González, gozne intelectual entre la tradición liberal conservadora y el socialismo democrático fraguada en el ámbito de la universidad platense.

[14] ACHA, Omar. Historia crítica de la historiografía argentina. Ob. cit. p. 57.

[15]Sobre la era aluvial, puede verse: DEVOTO, Fernando; PAGANO, Nora. Ob. cit. p. 351 y ss. ALTAMIRANO, Carlos. José L. Romero y la idea de la Argentina aluvial. En Prismas. N° 5. 2001.p.313 y ss.

[16]ROMERO, José L. Las ideas políticas en la Argentina. Ob. cit. p. 226

[17] Id.,

[18]Fundamentalmente en el artículo titulado “Indicaciones sobre la situación de las masas en Argentina” del año 1951 que sería incluido en Imágenes y perspectivas. Ob. cit. p. 29 y ss. Cuestión resaltada por ALTAMIRANO, Carlos. El peronismo y la cultura de izquierda. Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.p. 23-24.

[19] ROMERO, José L. El ciclo de la revolución contemporánea. Buenos Aires, Argos, 1948. Sobre las implicancias de ese análisis para la historia socialista de Romero, puede verse ACHA, Omar. La trama profunda.cit.p.73 y ss. MELON PIRRO, Julio. Reflexiones sobre un libro de siempre: El ciclo de la revolución contemporánea de J. L. Romero. En Anuario IEHS. 35(2), 2020. Publicado inicialmente e en: https://jlromero.com.ar/temas_y_conceptos/reflexiones-sobre-un-libro-de-siempre-el-ciclo-de-la-revolucion-contemporanea-de-jose-luis-romero/. El principio o idea nacional como fuerza histórica o el nacionalismo como fuerza política aglutinante no estaba en su horizonte de comprensión para la historia de Occidente, que constituía desde su óptica un referente fundamental para analizar la realidad local.

[20] ROMERO, José L. Las ideas políticas en la Argentina. Ob. cit. p. 229. Para ese momento, debido a su militancia en el frente antifascista, evidenciada en su participación en la publicación Argentina Libre, el término fascismo no era una categoría analítica sino que constituía la calificación del contrincante. BISSO, Andrés. José Luis Romero frente al fascismo y al antifascismo. Disponible en: https://jlromero.com.ar/temas_y_conceptos/jose-luis-romero-frente-al-fascismo-y-al-antifascismo/

[21] ACHA, Omar. La trama profunda. cit. p. 50 y ss. HERRERA, Carlos. “José Luis Romero, socialista”. En Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”. Córdoba, N° 20 (2), 2020.

[22]            La perspectiva de Romero en LUNA, Félix. Conversaciones con J.L.R. Buenos Aires, Timerman, 1976. La vinculada a la participación estudiantil puede verse en ALMARAZ, Roberto; CORCHON, Manuel; ZEMBORAIN, Rómulo. ¡Aquí FUBA! Las luchas estudiantiles en tiempos de Perón (1943-1955). Buenos Aires, Planeta 2001.p.181.

[23] ROMERO, José L. Las ideas políticas en la Argentina. México, FCE, 1956. Edición corregida y ampliada. Salió de los talleres el 14 de septiembre de 1956.

[24] Id., p.227-228 y 238.

[25] Id.p.238.

[26]Id.

[27] IBARGUREN, Carlos. La historia que he vivido. Buenos Aires, Peuser, 1955. En especial los capítulos XXII y XXVI. En el año 1971 Romero declaraba a Leandro Gutiérrez que había leído dos veces las memorias “con cuidado” y que conocía al autor, a quien había tratado y a quien tenía “gran simpatía” y consideraba un “espíritu muy, muy fino”. Entrevista: Recuerdos de la vida literaria y cultural en los años treinta. Disponible en: https://jlromero.com.ar/archivos_jlr/recuerdos-de-la-vida-literaria-y-cultural-en-buenos-aires-en-los-anos-treinta-1971/.

[28] PALACIO, Ernesto. Historia de la Argentina, 1515-1938. Buenos Aires, ALPE, 1954. En varios tramos incluyó la perspectiva del grupo promotor de La Nueva República, sus propuestas y sus posiciones con respecto al uriburismo y la década del treinta, tomadas del Libro VII (1910-1938). Ni bien fue publicada la obra fue desmenuzada prolijamente en una extensa reseña en la revista que dirigía Romero por RODRIGUEZ BUSTAMENTE, Norberto. Historiografía y política, a propósito de Historia de la Argentina de Ernesto Palacio. En Imago Mundi. N°8. Junio 1955. Pág.35-57.

[29] DEL MAZO, Gabriel. El radicalismo. Notas sobre su historia y su doctrina. Buenos Aires, Raigal, 1952. pág.280-281: “Era condición ineludible para pertenecer a Forja como asociado estar inscripto en los registros de la Unión Cívica Radical, garantía de comunidad y corresponsabilidad con el pueblo radical, a cuyas eventuales direcciones en los órganos partidarios combatía por entender se había desviado del cometido histórico. Al llegar al año 1940, una tendencia interna logró derogar aquella condición, con el propósito de proseguir la acción de Forja independientemente de los cuadros del Radicalismo, y la entidad entró en crisis, que fue definitiva”.

[30] A partir de ese momento la categoría “fascismo” cobró otro cariz, en base a una lectura original sustentada en la combinación de elementos reaccionarios y revolucionarios que venía desarrollando sobre la experiencia italiana y que había anticipado en El ciclo de la revolución contemporánea.

[31] TRONCOSO, Oscar. Los nacionalistas argentinos. Antecedentes. Trayectoria. Bs.As., SAGA,1957. El libro salió de los talleres el 16 de septiembre de 1957.

[32]   pág.60-61.

[33] No pudimos aún identificar en qué contexto ni en qué diario fueron reproducidas sus palabras.

[34] HERNANDEZ ARREGUI, Juan J. F.O.R.J.A. y la inteligencia colonialista. en Revista Qué sucedió en 7 días. N° 187. 24 de junio de 1958. Sobre la publicación SPINELLI, María E. La “Biblia” de la política. La Revista “Qué sucedió en 7e días” y el frondicismo. En Historia de las revistas argentinas. Buenos Aires, AAER, 1995. T I.

[35] RAMOS, Jorge A. Revolución y contrarrevolución en la Argentina. En Izquierda. N° 1. Agosto de 1955.

[36]Editorial. En Revista Izquierda. N° 2. Septiembre de 1955. Esa recuperación puede contrastarse con la ausencia de referencias a FORJA del libro de Spilimbergo (firmado con el seudónimo Lucía Tristán) dedicado a la trayectoria del radicalismo, publicado contemporáneamente, titulado Yrigoyen y la intransigencia radical. Bs.As., Indoamérica, 1955.

[37] RAMOS, Jorge A. Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Bs.As., Amerindia, 1957. pág.376-377, señalaba: “Había sin embargo una excepción en este cuadro lamentable. Un núcleo de hombres jóvenes, muchos de ellos provenientes de las filas del radicalismo tradicional, hicieron un intento de salvar, modernizándolo, el legado de Yrigoyen y de formular una plataforma de lucha antiimperialista. El grupo se llamó ‘Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina”(FORJA). Sus hombres más representativos eran Arturo M. Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo. Sus conferencias callejeras fueron innumerables; publicaron manifiestos, declaraciones, periódicos, documentos, exponiendo el proceso de colonización asfixiante a que era sometido el país. Por sus métodos de análisis y por sus perspectivas, el forjismo era un movimiento pequeño burgués y se dirigía especialmente a la clase media. La prédica de FORJA se oía, pero no resonaba; las fanfarrías de la propaganda cipaya (expresión feliz que introdujo en el vocabulario político argentino la gente de FORJA) lo aplastaba todo; el radicalismo, bajo la conducción de Alvear, permanecía sordo y mudo: sus héroes eran caciquillos parroquiales, traficantes de libretas de enrolamiento, abogados de compañías extranjeras. El forjismo fue la más vigorosa tentativa de remontar la década infame en la lucha por un partido nacional burgués; debía encontrar su cauce histórico en el movimiento del 45”.

[38]En El radicalismo. El Movimiento de Intransigencia y Renovación (1945-1957). Bs.As., Gure, 1957.p.22 repitió textualmente la misma afirmación del texto de 1952. En la renuncia presentada por Del Mazo a F.O.R.J.A. solo se hace referencia al abandono de la condición de ser afiliado radical para ser miembro de la organización. Reproducida en DEL MAZO, Gabriel. Vida de un político radical. Convocatoria de recuerdos. Buenos Aires, Plus Ultra, 1976. pág.150-151.

[39] HERNANDEZ ARREGUI, Juan J. FORJA y la inteligencia colonialista. ob. cit. pág.26-27.

[40] ACHA, Omar. La trama profunda. cit..p.60.

[41] SPILIMBERGO, Jorge E. De Yrigoyen a Frondizi. Apogeo y bancarrota del radicalismo. Bs.As., Amerindia, 1959.p.51.

[42] Id., p.54.

[43] HERNANDEZ ARREGUI, Juan J. La formación de la conciencia nacional. Buenos Aires, Hachea, 1960.p.19.

[44]Concluía esa parte afirmando taxativamente en p.483: “en FORJA no había nazis. Para sorpresa de los José Luis Romero y tutti frutti, historiador de las ideas y de la E. Media, que no estudia los textos correspondientes aunque rinde pleitesía a Mitre y a Carlomagno”.

[45] Id., p. 291 y ss.

[46] Id., p. 390.

[47]JAURETCHE, Arturo. FORJA y la Década Infame. Buenos Aires, Coyoacán, 1962.

[48]Id., p. 10.

[49] Id., pág. 54-55.

[50] Id., p. 56.

[51] Id., pág. 14-15.

[52] HALPERIN DONGHI, Tulio. Crónica del período. En PAITA, José. Argentina, 1930-1960. Buenos Aires, Sur, 1961.

[53] HALPERIN DONGHI, Tulio. Argentina en el callejón. Montevideo, Arca, 1963.

[54] Id., pág. 23-24.

[55] Id., p. 24.

[56] Id. pág. 34-35.

[57]Id. p. 35. Fundamentaba la afirmación en el libro de memorias de Ibarguren ya citado.

[58] Id., p. 35.

[59] Id., p. 36.

[60] Id.,pág.44-45.

[61] Id., p.76 y ss.

[62] CIRIA, Alberto. Partidos y poder en la Argentina moderna (1930-1946). Buens Aires, Jorge Alvarez, 1964. El autor provenía de la militancia reformista de derecho. El trabajo se realizó en la UBA. Sobre este libro MACOR, Darío. Imágenes de los años treinta. La invención de la década del treinta en el debate político intelectual de la argentina sesentista. Santa Fe, UNL, 1995.

[63]Id., p. 174. Citaba aportes de autores como Hernández Arregui, Ramos, Spilimbergo, I. Viñas. Entre las fuentes citaba los trabajos de Ibarguren, Carulla, Amadeo, Sánchez Sorondo, Estrada.

[64] Id.,p176.

[65] Id.,p177.

[66] Id., p.179.

[67] Id., p.181.

[68] Id., p.171.

[69] Id., p.174.

[70] ROMERO, José L. Breve historia de la Argentina. Buenos Aires, Eudeba, 1965. Publicada en diciembre de ese año.

[71] ROMERO, José L. El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1965.

[72] ROMERO, José L. Breve Historia. Ob. cit. p. 78.

[73] Id., p.81.

[74] ROMERO, José L. El desarrollo de las ideas en la sociedad argentina del siglo XX. ob. cit. pág.135. Comentarios críticos sobre los cambios en la lectura de este nacionalismo pueden seguirse en ZULETA ALVAREZ, Enrique. El nacionalismo argentino. Buenos Aires, La Bastilla, 1975. T. II. p.597 y ss.

[75] Id., p. 137.

[76] Id., p. 164.

[77] Id., pág. 168-169.

[78] Id., p. 169.

[79] Id.,

[80] Id., p. 173.

[81] HALPERIN DONGHI, Tulio. El lugar de José L. Romero en la historiografía argentina. Ob. cit. p. 228.

[82] ROMERO, José L. El pensamiento político de la derecha latinoamericana. Buenos Aires, Paidós, 1970. Disponible en: https://jlromero.com.ar/textos/el-pensamiento-politico-de-la-derecha-latinoamericana-1970-2/