Vitalismo e historia. El joven José Luis Romero y el movimiento de la Reforma Universitaria (1929-1942)

Natalia Bustelo
(Conicet/CeDinCi)

Nacido en 1909, José Luis Romero se introduce en la sociabilidad de la Reforma Universitaria a fines de la década del veinte, cuando comienza a estudiar historia en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Esa vinculación la realiza sobre todo a través de su hermano mayor, Francisco Romero, quien era profesor en esa facultad y se reconocía en el magisterio del médico y filósofo Alejandro Korn. Mientras que Francisco había realizado una carrera militar –que abandonaría en 1931 para dedicarse a la filosofía–, José Luis acababa de terminar sus estudios secundarios en la Escuela Normal Mariano Acosta. Allí obtuvo el título de maestro y poco después el de profesor, profesión que ejercería en el nivel secundario para financiar su formación universitaria y que prolongaría hasta 1946.

            José Luis ingresa a la universidad en 1929. El año anterior había aparecido el último de los doce números de Valoraciones. Revista de crítica y polémica (1923-1928), la revista estudiantil que, bajo el magisterio de Korn, buscó que la Reforma Universitaria combinara el reclamo de democratización de las universidades con una definición filosófica antipositivista afín al socialismo. La falta de una publicación no impidió que esa apuesta reuniera durante décadas a varios graduados en Humanidades ni que marcara las primeras producciones de José Luis Romero. Si la defensa de un antipositivismo socialista es reconocible en gran parte de la obra de Francisco, en el caso de José Luis ello parece funcionar como una primera guía en la búsqueda de argumentos rivales a la positivista Nueva Escuela Histórica. En las décadas siguientes, cuando se convierta en un destacado defensor de la historia de la cultura, persistirán en sus discursos y ensayos tanto un peculiar antipositivismo como un socialismo.

            Las páginas que siguen buscan iluminar el vínculo del joven José Luis Romero con el movimiento político-cultural de la Reforma Universitaria. Para ello suman al recorrido por su archivo personal la reconstrucción y el análisis de la sociabilidad intelectual y debates de ideas de la fracción estudiantil que en torno del magisterio de Alejandro Korn enlazó la Reforma al antipositivismo socialista.[1]

Socialismo ético en La Plata

Cuando José Luis ingresa a la facultad platense, el movimiento estudiantil que se identificaba con la revuelta cordobesa de junio de 1918 ya había recorrido más de una década de manifiestos, asambleas, mitines, huelgas, elecciones estudiantiles, agrupaciones y publicaciones. En La Plata la Reforma había estallado a fines de 1919 con la “huelga grande” contra los nuevos estatutos que impulsó el presidente de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Rodolfo Rivarola. Los estudiantes reformistas repudiaban esa reforma, sobre todo, porque les otorgaba voz pero no voto en el gobierno universitario. Entre los profesores que componían el Consejo Superior, primó el apoyo al proyecto de Rivarola siendo el reconocido literato y profesor Ricardo Rojas quien asumió la defensa pública a través de notas en el diario La Nación. En cambio, Alejandro Korn –a pesar de haber confluido con Rivarola en el Partido Conservador– se convirtió en el único miembro de ese consejo que defendió firmemente el reclamo de la Federación Universitaria de La Plata.[2]

            Rojas había intentado reunir a los jóvenes reformistas en una Alianza de la Nueva Generación. Ésta fue anunciada el 2 de enero de 1919 –en medio de la represión obrera conocida como la Semana Trágica– en el céntrico Teatro San Martín de Buenos Aires. Allí se convocaba a la “nueva generación” a retomar el krausismo y el panamericanismo. La Nueva Generación debía colocarse a igual distancia del socialismo, el conservadurismo y el radicalismo, y erigirse en la consejera del poder político. José Hiram Pozzo –estudiante de derecho que en 1918 había sido el secretario de la Federación Universitaria Argentina (FUA) y uno de los ochenta reformistas que asistió al Primer Congreso Nacional de Estudiantes– asumió la coordinación de las “Juntas Universitarias” de la Alianza.[3] Pero ni la FUA ni el Ateneo de Estudiantes Universitario –el grupo estudiantil de Buenos Aires entonces más numeroso y activo– se interesaron por la Alianza impulsada por Rojas. Es más, los ateneístas declararon en su revista que si bien habían llamado maestro a Rojas, su “Profesión de fe” les provocaba abundantes reparos. Como explicación elaboraban un manifiesto que, en lugar de llamar a los estudiantes a vincularse al gobierno, les proponían posicionarse contra los ataques antisemitas y a favor de los reclamos de los trabajadores en huelga y de una inminente legislación obrera.[4]

            Mientras que la Alianza de la Nueva Generación no pasaba de su presentación y enfrentaba a Rojas con las fracciones estudiantiles que, como el Ateneo, apostaban por la convergencia entre Reforma Universitaria y Revolución Social, Alfredo Palacios y José Ingenieros eran señalados por los jóvenes radicalizados como “maestros de la juventud”.[5] Por su parte, Korn coincidía con Rojas en la distancia ante procesos revolucionarios como el bolchevique, pero se acercaba al Partido Socialista y le proponía a los reformistas un socialismo antipositivista. El debate filosófico sobre el positivismo –defendido por Palacios e Ingenieros, entre otros– se cruzaba entonces con la polémica en torno a la definición política de la juventud que había abierto la posibilidad de prolongar el estallido estudiantil de junio de 1918 en Córdoba como un movimiento político-cultural de escala nacional, y poco después continental. En la “definición extrainstitucional” de la Reforma Universitaria se registraban diversos cruces entre tesis filosóficas y posiciones políticas, al punto que, como veremos, se pueden identificar positivistas vinculados a distintas fracciones de las izquierdas o con posiciones conservadoras y algo similar ocurre entre los antipositivistas. Como adelantamos, los hermanos Romero inscribirían sus primeras intervenciones intelectuales en ese socialismo antipositivista –y, sin duda, no serían los únicos entre los estudiantes de La Plata–.

            Korn era profesor en la carrera de filosofía de la Universidad Nacional de La Plata y en la de la Universidad de Buenos Aires. Durante la década de 1910 su itinerario político-intelectual registraría dos significativos pasajes: uno desde posiciones conservadoras –que lo llevaron a ocupar cargos públicos– hasta el acercamiento al Partido Socialista; y el otro desde una matriz positivista hasta una antipositivista vinculada al neokantismo de la reconocida Escuela de Marburgo. En 1918 Korn le ofreció a la juventud dos manifiestos que –desde una clara “libertad tolerante”– le señalaban el rumbo al incipiente movimiento estudiantil, “Socialismo ético” e “Incipit vita nova”.[6]

            Ambos manifiestos aparecieron en los Cuadernos del Colegio Novecentista. Ésto fueron editados entre 1917 y 1919 por una docena de estudiantes de filosofía de Buenos Aires que se reunían para impugnar el positivismo, sobre todo, de Ingenieros y reenlazar la verdad con la belleza y el bien. “Incipit vita nova” se publicó, además, a continuación del editorial inaugural de Atenea (1918-1919), revista editada por la Asociación de ex alumnos del Colegio Nacional de La Plata bajo la dirección del profesor y poeta Rafael Alberto Arrieta.[7] De un modo más detenido que en los manifiestos, en sus cursos y en elensayo Libertad Creadora (1920) Korn corrigió el cientificismo del socialismo con una receta eticista. Frente al determinismo positivista que inscribía al hombre en la evolución natural y necesaria dejando escaso margen a la decisión humana, retomaba críticamente la argumentación de Henri Bergson en La evolución creadora –libro aparecido en francés en 1907– para postular que la condición libre abría un ámbito cualitativamente distinto de los hombres frente a los hechos positivos. La filosofía debería reemplazar el corset cientificista por un vitalismo asociado a un sujeto trascendental para pensar no sólo la metafísica, como sostenía Bergson, sino sobre todo una moral que impugnara la Gran Guerra y se anclara en la libertad, la responsabilidad y la justicia. Korn esbozaba un socialismo antipositivista que pretendía superar el materialismo economicista y determinista al que, según insistía el neokantismo de la II Internacional, se circunscribía el marxismo.[8]

            El neokantismo despertaba un creciente interés entre los estudiantes rioplatenses de humanidades. Sus tesis no sólo llegaban a través de lecciones de Korn y libros alemanes, sino también mediante la visita en 1916 del filósofo madrileño José Ortega y Gasset y la llegada a fines de 1920 del catalán Eugenio d’Ors. Desde 1923 esta recepción contó con una sólida plataforma en español, la Revista de Occidente que fundó Ortega y Gasset en Madrid. Ante el interés en el neokantismo, Ingenieros y su Revista de Filosofía (1914-1930) matizaban el determinismo positivista sin dejar de cuestionar la pérdida de rigor científico de la filosofía y de subrayar el peligro político del irracionalismo y el antiliberalismo. Posición similar a la que asumían quienes renovarían y profesionalizarían la historia argentina desde la llamada Nueva Escuela Histórica.

            Para los estudiantes de medicina y de abogacía que se proponían inscribir el naciente movimiento de la Reforma en las izquierdas, una flexibilización del positivismo que persistiera en la defensa del saber científico era suficiente. Pero para muchos estudiantes de humanidades la reacción antipositivista obligaba a desplegar una gnoseología y una ética independientes de la ciencia y las leyes deterministas. Si en Korn ello se enlazaba con el liberalismo y el socialismo, esa no fue la única posibilidad. Ante la persistencia de las huelgas y los mitines estudiantiles, el Colegio Novecentista continuó apostando por una reacción antipositivista, pero a fines de 1918 perdió a José Gabriel y otros miembros que simpatizaban con el socialismo. Desde entonces quedó liderado por Adolfo Korn Villafañe –hijo mayor de Alejandro Korn– y Tomás Casares, quienes asociaban el antipositivismo al cuestionamiento del liberalismo igualador y a la reafirmación del nacionalismo católico como fuente de valores sociales. Durante la década del veinte, esta apuesta primó en la Facultad de Derecho de Buenos Aires a través de Korn Villafañe y luego de Carlos Cossio. En la Facultad de Filosofía y Letras este tipo de antipositivismo encontró un decidido defensor en Coriolano Alberini y sus decanatos (1925-1928, 1931-1932, 1936-1940). En cambio, el socialismo ético de Alejandro Korn era retomado por Renovación, un grupo de estudiantes platenses de humanidades que en las décadas siguientes seguirían impulsado proyectos en vinculación con la universidad y el socialismo liberal.[9]

            Compuesto por estudiantes de humanidades, Renovación surgió al calor de los festivales estudiantiles de la “huelga grande”, impugnó el antireformismo de los rectorados de Benito Nazar Anchorena en la UNLP (1921-1924; 1924-1927) y terminó de consolidarse hacia 1922, cuando perdió presencia en la Federación Universitaria de La Plata y emprendió la publicación de una revista cultural. Recuerda Guillermo Korn, hijo menor de Alejandro Korn y uno de sus integrantes:

La palabra ‘Renovación’ sintetizó una modalidad propia dentro del vasto movimiento de la Reforma Universitaria […] El programa fue genuinamente reformista en el sentido político del vocablo: más que arrasar y reconstruir por la revolución, reformar por el método de la renovación. […] Al resolverse el triunfo estudiantil en la defraudación –lo que se denominó el nazarismo– los núcleos descontentos que se consideraban portadores del verdadero espíritu de la Reforma intentaron seguir luchando, primero en torno al rector Saúl Taborda […] luego en la supervivencia militante del Grupo Renovación. La Compañía Teatral Estudiantil Renovación y la revista Valoraciones fueron dos de las más representativas empresas de este grupo juvenil.[10]

Según el mismo relato, desde 1918 los jóvenes universitarios buscaron reemplazar la tutela “pasatista” de las representaciones estudiantiles por la “poderosa sugestión teatral” de la tradición registrada en los gremios obreros, una suerte de antecedente del Teatro del Pueblo.[11] En el espacio institucional, la apuesta más audaz del grupo fue el apoyo en 1920 al “anarquizante” rectorado de Saúl Taborda en el Colegio Nacional dependiente de la UNLP, apoyo del que también participaron las revistas estudiantiles anarquistas Alborada y Germinal y el Centro de Estudiantes del Colegio, entonces presidido por Luis Aznar, quien sería un prolongado compañero de iniciativas político-intelectuales de los hermanos Romero.

            Taborda había nacido en 1885 en Córdoba y se graduó de abogado en 1913 en La Plata. En 1918 se manifestaba partidario de un antipositivismo libertario desde el que saludó la Revolución Rusa y su reforma pedagógica. A fines de 1920 dejó la cátedra de Sociología que, por invitación de la federación estudiantil, dictaba en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, de sede santafesina, de la nueva Universidad Nacional del Litoral para emprender en La Plata una reforma educativa que encontró la rotunda oposición del presidente de la UNLP, Carlos Melo. A pesar del apoyo de Korn desde el Consejo Superior, Taborda debió renunciar a comienzos de 1921. Poco después se iniciaba la “defraudación nazarista” recordada por Guillermo Korn.

            Cuando José Luis Romero ingresa a la carrera de historia, Taborda se había alejado de La Plata. Entre 1923 y 1927 se asentó en Europa para formarse en filosofía, sobre todo, asistió a cursos en Marburgo y Zurich. A su regreso se reincorporó a la Universidad Nacional de Córdoba y se instaló en su casa de retiro en Unquillo. A comienzos de la década del treinta volvió a intentar renovar los estudios humanísticos, en este caso en Rosario. Como veremos, para esa renovación convocó a los hermanos Romero junto con otros graduados platenses. Más precisamente, la conferencia que José Luis pronunció en 1932 en Rosario fue la base del folleto “La formación histórica”, su primer ensayo extenso.

            Otro acontecimiento que reunió a Renovación fue la llegada a fines de 1923 de la numerosa delegación de la Revolución Mexicana, que encabezó José Vasconcelos. Allí se encontraba el dominicano Pedro Henríquez Ureña, quien al año siguiente se mudaría a la Argentina y compartiría con Korn la condición de maestro de la juventud para los hermanos Romero y otros jóvenes interesados en los estudios humanísticos. Ante su fallecimiento en 1946, José Luis Romero lo definía como un historiador de la cultura “para quien todo desemboca en la dura experiencia vital del presente”. Unos párrafos antes se explayaba sobre esa experiencia vital desde la que también Romero participaba del antipositivismo:

La gran crisis del mundo, que él sentía en carne propia con unamunesco dolor, se presentaba ante sus ojos con dramática intensidad a través de los más sutiles pormenores. Vigilaba el imprevisto desenvolvimiento de los procesos económicos, sociales, políticos y espirituales con atención suma, y no ocultaba su esperanza de que se recorrieran prontamente las etapas en el proceso de socialización del mundo.[12]

Si en el programa de su revista Imago mundi (1953-1956) Romero coloca en el centro la consagración de la historia de la cultura como perspectiva integral frente a la historia política, esa definición se advierte mucho antes y es parte de su primera formación.[13] Volviendo a la dinámica de la Reforma, los rectorados de Nazar Anchorena lograron estabilizar las instituciones universitarias. El proyecto renovador platense más radical estuvo encabezado por Alfredo Palacios, quien asumió como decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP en las elecciones de 1922 que sucedieron al decanato de Nazar Anchorena. Cuestionando la vigencia del derecho romano desde el cientificismo, Palacios impulsó un Laboratorio de Psicofisiología que investigara las consecuencias del trabajo obrero y otras cuestiones sociales para, a partir de esos resultados, elaborar una legislación acorde a los problemas sociales modernos. La apertura estudiantil y la renovación teórica de su decanato ayudaron en su reconocimiento como maestro de la juventud y en su elección como presidente de la Unión Latino-Americana en 1925. Pero ello no logró suficiente fuerza institucional para perpetuar las reformas más allá de 1925, año en que Palacios concluyó su decanato y fue elegido Ángel Casares.

            Poco después del inicio de decanato de Palacios, se elegían autoridades en el decanato en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de La Plata. El grupo Renovación impulsó la edición de una revista y la candidatura de Korn, quien perdió ante un discípulo de Ingenieros, el socialista cientificista Enrique Mouchet. El primero de los doce números de Valoraciones aparecióen septiembre de 1923. Korn fue su orientador y financiador mientras que el joven Carlos Américo Amaya ejerció la dirección entre el primero y el sexto número. Entre el séptimo y el decimo segundo –y último–  número, Korn fue el director; es entonces que las colaboraciones de Francisco Romero se volvieron asiduas.[14]

            Junto a la revista aparecía el sello Renovación con una biblioteca socialista y antipositivista compuesta por La vida de Gandhi de Romain Rolland, Fatalidad de Henri Babusse y Relato de un desconocido de Anton Chejov. En el campo de las revistas de la Reforma Universitaria, Valoraciones fue contemporánea del boletín mensual Renovación, fundado en enero de 1923 en Buenos Aires por los discípulos socialistas y positivistas de Ingenieros. Además, entonces se editaba Inicial. Revista de la nueva generación (1923-1927), también porteña. Ésta practicó un vanguardismo antiliberal desde el que saludó tanto al bolchevismo como al fascismo y acusó a Valoraciones de ofrecer una aproximación filosófica demasiado academicista. Por otra parte, el alejamiento de Carlos Amaya, Carlos Sánchez Viamonte y Julio González de Valoraciones en 1925 coincidió con la fundación en La Plata de Sagitario (1925-1927), una revista cultural que dirigieron los tres graduados platenses como órgano de la Unión Latino-Americana a la que dieron impulso Ingenieros, Palacios y Renovación.[15]

            Ingenieros fallecía inesperadamente en octubre de 1925, Korn viviría once años más. Inscritos ambos en una amplia cultura de izquierdas, Korn e Ingenieros prolongarían durante décadas su condición de maestros de la juventud. Pero fueron maestros de fracciones política y filosóficamente rivales de la Reforma. Ante el primer aniversario de la muerte de Korn, un José Luis Romero ya convertido en profesor especializado en historia de la antigüedad romana y próximo a doctorarse preparaba una breve nota con la que se inscribía como un discípulo del particular antipositivismo de Korn:

Había en él un maestro, puesto que había un filósofo. Su posición ética aseguraba el primado de la libertad y enaltecía al hombre con sólo suponerlo capaz de desearla. La libertad no nos es dada: es menester ganarla en lucha titánica con la naturaleza, y su conquista, lenta y difícil, desliga poco a poco de la necesidad a que está apegado el hombre en tanto que ser biológico.[16]

Mientras que Ingenieros se convertía en el referente de la cultura científica del comunismo, Korn era erigido en el maestro de los socialistas que optaban por el eticismo antipositivista. De todos modos, no faltaron líderes de la Reforma que, como los mencionados abogados socialistas Julio González y Sánchez Viamonte, defendieran un cientificismo atento a los problemas sociales en el plano legislativo y se declararan discípulos no sólo de Ingenieros sino también de Korn. Taborda, por su parte, alentó una tercera apuesta reformistas que compartió el antipositivismo de Korn, pero se distanció del liberalismo de éste e Ingenieros. Ensayó un vitalismo nacional y americano, que retomó la exaltación de la libertad y el antiestatismo anarquistas y atrajo por algún tiempo al joven Romero, pero que no consiguió discípulos duraderos. Alberini, por su parte, logró reunir a aquellos que cuestionaban la inscripción de la Reforma Universitaria en la izquierda y proponían circunscribirla a una renovación de la formación humanística, una reacción antipositivista que no debía tener más repercusiones sociales que las simpatías por un nacionalismo antiliberal.[17]

            En definitiva, el antipositivismo de Korn y Henríquez Ureña que el joven José Luis Romero conoció en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de La Plata –y seguramente algo antes a través de su hermano mayor– lo guió para iniciar la apuesta por la historia de la cultura o, según su contemporáneo Roberto Giusti, por un “historiador sociólogo”. En cuanto a la historiografía argentina, ese historiador irrumpía en 1946 para ofrecer, en rivalidad con el academicismo ceñido a los documentos de la Nueva Escuela Histórica, Las ideas políticas en Argentina. Estelibro se inscribió explícitamente en los análisis iniciados en la década de 1910 por Ingenieros –sistematizados en La evolución de las ideas argentinas (1918)– y por Korn –compilados en Influencia filosóficas de la evolución nacional (1936)–.[18] En cuanto al ámbito filosófico, Francisco Romero fue uno de los que más insistió en erigir a Korn en la contracara del antipositivismo nacionalista defendido por Alberini, sobre todo luego de que durante el peronismo los “liberales” fueran expulsados de las universidades.[19]

Un nuevo orden espiritual

Si bien José Luis Romero cursó la carrera platense de historia, vivía en el barrio porteño de Palermo, frente a la casa de Palacios, con quien mantenía asiduas charlas discipulares que seguramente también pesaron en la decisión de cursar en La Plata. A fines de la década del veinte, el joven Romero se incorporaba a las tertulias literarias y estéticas de Buenos Aires –incluso participaba de la fundación del primer cine club de la ciudad– y publicaba sus artículos iniciales en revistas culturales. Poco después se sumó la creación de Clave de Sol (1931), una revista de arte y literatura que dirigió junto con sus amigos Jorge Romero Brest, Horacio Coppola e Isidro Maiztegui y que se cerró después del segundo número. Con ello podría reconocerse cierta participación de Romero entre los “neosensibles” en un ambiente literario porteño que tenía una complejidad y dimensiones mayores al ambiente estrictamente filosófico y universitario del que nos venimos ocupando. Sea en el ambiente literario o en el filosófico, Romero acordaba con quienes señalaban una crisis cultural que alcanzaba al cientificismo y demandaba una superación cultural atenta a una vitalidad nacional.[20]

            La búsqueda de una inscripción institucional del antipositivismo excedía, sin duda, al mencionado grupo Renovación de La Plata. Uno de los intentos de avanzar en la superación de la formación positivista lo encabezó el joven Luis Juan Guerrero e involucró a Francisco Romero. Entre 1929 y 1930, Guerrero –quien acababa de volver de estudiar filosofía en Marburgo bajo la orientación inicial de Taborda– es nombrado Delegado Interventor de la la Facultad de Ciencias Económicas y Educacionales de la Universidad Nacional del Litoral, ubicada en Paraná. Su gestión se propone conformar la planta de profesores de la sección de Filosofía y de la de Pedagogía con impulsores del neokantismo y de la corriente pedagógica conocida como la Escuela Nueva. Para el jurado de los concursos de las cátedras convoca a Francisco Romero y Juan Mantovani, quienes deciden el ingreso de una serie de jóvenes firmemente identificados con la superación del positivismo filosófico: Homero Guglielmini queda a cargo de Introducción a los Estudios Filosóficos y de Ética y Estética; Vicente Fatone, de Lógica y de Gnoseología y metafísica; y Ángel Vassallo, de Historia de la Filosofía y de Psicología. Además, se incorporan Hugo Calzetti como director de la Escuela de Aplicación docente, José Babini como director del Instituto Bibliográfico y Luis Falcini como asesor de los Estudios de Plástica. Por una carta que Francisco Romero le dirige al filósofo tucumano Alberto Rougés sabemos que también ingresó Jordán Bruno Genta, uno de los “discípulos de más larga data” de Romero. Esta gestión estuvo lejos de la desjerarquización pedagógica emprendida en 1920 en La Plata por Taborda.[21] De todos modos, al igual que a éste, a Guerrero se lo acusó de anarquizador de la enseñanza.

            Interrumpida la gestión por la intervención que sucedió al golpe de Estado de 1930, varios de los convocados fundaron una breve Sociedad Kantiana Argentina. Al año siguiente, Taborda discutía públicamente con Korn sobre pedagogía, desde un compartida matriz antipositivista.[22] Muchos de los líderes de la Reforma intentaban frenar el acceso a la presidencia nacional de la derecha nacionalista. Para ello, poco antes de las elecciones de 1931 Korn y una decena de discípulos platenses se afiliaron al Partido Socialista; José Luis Romero lo haría en 1945, pero ello no le impidió seguir participando de ese círculo intelectual. En Córdoba dos radicalizados líderes reformistas encabezaron la lista provincial de la Alianza Civil, en la que se reunían socialistas y demócrata-progresistas: Deodoro Roca fue candidato a intendente mientras que Gregorio Bermann fue presentado como gobernador. Taborda participó junto con otros entusiastas reformistas del Comité Ejecutivo Provisorio que impulsó, sin éxito, esas candidaturas.[23]

            Disuelta la Alianza Civil, Taborda redactó en 1932 un Proyecto de Ley Universitaria que se discutió en el Segundo Congreso Nacional de Estudiantes y planificó la fundación en la ciudad de Córdoba de un Instituto Libre de Educación Superior, organizado según sus Investigaciones pedagógicas. Por entonces firmó el polémico “Llamado del Frente de Afirmación del Nuevo Orden Espiritual (FANOE)”. El joven José Luis Romero estuvo entre los firmantes del llamado junto con su hermano, algunos amigos de juventud y varios intelectuales que habían sido convocados por la breve gestión de Guerrero. Componen la lista completa de firmantes: Luis Juan Guerrero, Juan Mantovani, Francisco Romero, Luis Falcini, José Luis Romero, Jorge Romero Brest, Antonio Ardissone, Luis Baudizzone Horacio Coppola, Carlos Ruiz, Saúl Taborda, Carlos Astrada, Luis Aznar, Aníbal Sánchez Reulet, Juan M. Villarreal, Carlos Bianchi, Alberto Baldrich, Hugo Calzetti, José Babini, Marta Samatán y Jordán Bruno Genta.

            Así, el Frente reunió a jóvenes intelectuales –distantes cronológicamente de Taborda, en su mayoría, en más de una década– de Córdoba, Buenos Aires, Rosario, Santa Fe y La Plata que interpretaban la crisis civilizatoria (el “formidable desequilibrio del viejo mundo contemporáneo”) como una convocatoria a “trabajar en la afirmación de una nueva conciencia social y de un nuevo orden espiritual”.[24] Las pocas precisiones de ese trabajo lo inscriben en una izquierda espiritual preocupada por la híbrida realidad americana y las circunstancias nacionales y orientada a corregir el positivismo económico y social, o bien “la ideología burguesa del siglo XIX: biología darwinista, sociología naturalista, metafísica materialista, ética y pedagogía utilitaristas, literatura y arte realistas, etc.”.

            Las biografías de Taborda le atribuyen la autoría del Llamado y se reproduce el texto en sus compilaciones mientras que no es recuperado en ediciones de ninguno de los otros firmantes. De todos modos, algunos documentos permiten suponer que el Llamado no tuvo su origen en Córdoba, sino en una pequeña cofradía filosófica reunida entre Buenos Aires y La Plata. Sus integrantes compartían el antipositivismo y una admiración por la Rebelión de las masas de Ortega y Gasset que los distanciaba del liberalismo. En efecto, Francisco Romero no sólo contaba con Genta como discípulo y aliado filosófico. En abril de 1931, le envió al filósofo madrileño una carta en la que explicitaba la apuesta filosófica que entonces emprendía y señalaba como su discípulo y principal aliado a otro miembro del FANOE, Alberto Baldrich, entonces un joven profesor de sociología en la rosarina Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional del Litoral. Romero acababa de retirarse del ejército para dedicarse por entero a los estudios y la edición de filosofía, y apostaba a que Baldrich hiciera lo mismo con su cargo de juez. La lectura de Rebelión de las masas habría despertado en ambos tanta “admiración desaforada” que “hemos convenido también que lo trate a Ud. en su curso de Sociología, y ahora estamos conviniendo el cómo”.[25]

            La citada correspondencia édita entre Rougés y Francisco Romero permite advertir el compartido interés en desarrollar los estudios filosóficos antipositivistas en la Argentina y la labor señera de Korn en ello. Asimismo, da cuenta del particular entusiasmo de Romero –no compartido por Korn– hacia Dilthey y su discípulo Spranger y de los diversos proyectos filosóficos impulsados por Romero, entre ellos las reuniones de la Sociedad Kantiana. La ausencia de cualquier referencia al FANOE en esas cartas cruzadas hace sospechar que no es Francisco el animador más entusiasta. Donde sí encontramos referencias es en una carta que Taborda envió a José Luis Romero en octubre de 1932. El cordobés le hace saber que recibió las copias del manifiesto de FANOE y las repartió. A continuación le formula una irónica interrogación con la que plantea su desconfianza ante el Frente: “Qué hacen ahora? La paz?”. Y se sincera con una interpelación a los jóvenes que aparentemente armaron el Frente:

Yo no quiero perder el hilo con Uds. Ese hilo ha de consistir, sobre todo, en la labor que realizan no basta un manifiesto. Obras son amores:

cuénteme algo.

Un cordial saludo para todos (incluso el Tutankamon de Falcini).[26]

La confluencia del espiritualismo con el “plan múltiple y complejo de las nuevas construcciones” incluía tácitamente un antiparlamentarismo antiliberal distante del socialismo y el comunismo. Ello puede explicar la ausencia de la firma de Korn y la adhesión de Astrada y Taborda.[27] La desconfianza de éste no es al diagnóstico filosófico sino a la labor organizativa de un manifiesto. La advertencia sobre el peligroso rechazo al liberalismo provino, como era esperable, de la cultura comunista y socialista. El asentado positivismo y liberalismo de ambas tradiciones políticas fue desplegado para criticar el manifiesto del FANOE desde las páginas de la revista porteña Claridad (1926-1941). Alarmado por los estrechos vínculos que Taborda y Astrada mantenían con la Federación Universitaria de Córdoba, el entonces presidente de la FUA, el joven Alberto May Zubiría, preparó un artículo en el que acusaba al Frente y especialmente a los dos filósofos cordobeses de proyectar una organización fascista llamada Joven Argentina. Más críticas no fueron necesarias: como sospechaba Taborda, el Frente no prosperó.

            El vínculo discipular que José Luis Romero mantenía con Taborda, sin duda, se continuó en la casa de Unquillo, donde por invitación de Taborda pasó en 1933 una temporada junto con su reciente esposa, la profesora de filosofía Teresa Basso. Ese año la Sección de Extensión Universitaria, que dirigía Esteban Isern en la sede rosarina del Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral, organizó un ciclo de 42 conferencias, varias de ellas sugeridas por Taborda.[28] Allí se vincularon ocho de los 21 firmantes de FANOE. Baldrich y Babini fueron parte de los profesores que asumieron tareas directivas para reactivar el Instituto Social mientras que entre los disertantes estuvieron Taborda, Astrada, Guerrero, Babini, Genta y los hermanos Romero.

            El ciclo se abrió el 5 de abril de 1933 en la Facultad de Ciencias Económicas con una conferencia de Habib Estéfano titulada “La juventud hispano-americana: su psicología y sus problemas”. La cuarta y quinta conferencia estuvieron a cargo de Genta y se titularon “Direcciones fundamentales de la Sociología” y “La sociología de Vierkandt”, respectivamente. En agosto José Luis Romero disertó en la misma facultad sobre “Concepción política y concepción sociológica del Estado”, “Las teorías políticas medievales y la realidad medieval” y “El mundo contemporáneo y las ideas medievales”, tres conferencias que correspondieron al sexto, séptimo y octavo encuentro y que se realizaron en días sucesivos. Quince días después, el ciclo continuó con “Concepción del mundo y su filosofía” por Astrada. La décima conferencia se tituló “El problema de las ciencias naturales en Meyerson” y fue pronunciada por Francisco Romero, quien además se trasladó a Santa Fe para ocuparse, el 5 de julio, de “Nicolai Hartmann, filósofo de la problematicidad”. Poco después Taborda disertó sobre “La crisis espiritual del presente y el ideario argentino”. El 16 de octubre regresó José Luis Romero, en este caso para ocuparse del “El sentido de universalidad”. Francisco Romero volvió a Santa Fe en 1934 para disertar, el 18 de noviembre, sobre “Los problemas de la filosofía de la cultura” y, al día siguiente, dictó en Rosario la misma conferencia, publicada como folleto en 1935.

            En carta de septiembre de 1933 Francisco le precisaba a Rougés que a la sombra del mencionado Instituto Social venían organizando

todo un ciclo filosófico orgánico, que se va desenvolviendo sin mayores erogaciones y en términos muy satisfactorios. Abunda ya el hombre capaz de prestarse desinteresadamente a una obra de éstas, con capacidad y fervor. Y de la masa de oyentes, se acerca a uno inesperadamente uno o varios mozos que han ido laborando por su cuenta y en los que la incitación amistosa, la oportuna indicación., puede dar frutos magníficos.[29]

            Por mediación de Taborda, Astrada –que acababa de regresar de estudiar con Heidegger en un viaje a Alemania que inició meses después de la vuelta de Taborda– era nombrado en 1933 Director de Publicaciones de la sede rosarina del Instituto Social e inauguraba una colección que difundía las conferencias. Entre la decena de folletos que Astrada editó ese año se encuentra el primer ensayo extenso de José Luis Romero, “La formación histórica”.[30] Como observa Fernando Devoto, en el ensayo de 1933 Romero expone su adhesión a la biblioteca vitalista que venía difundiendo Ortega y Gasset desde la Revista de Occidente mientras que desde su investigación doctoral construye una biblioteca compuesta de fuentes documentales sobre la historia social y económica –y en menor medida cultural– de la Antigüedad, que tiende a alejarse de las tesis historiográficas de 1933.[31] Pero, según venimos reconstruyendo, Romero no sólo pudo recoger las tesis de su ensayo de la revista de Ortega ni fue el único de los conferencistas que las sostuvo. Para 1933 la reducción de Marx a un denostado economicismo determinista y positivista, el diagnóstico de una crisis cultural puesta de manifiesto por la guerra europea y el intento de construir un saber erudito desde una conceptualidad atenta a la experiencia histórica “vital”tenían una amplia y prolongada circulación local. En 1918, ante las primeras revueltas y discusiones de la Reforma Universitaria, Deodoro Roca, Astrada, Taborda y Korn, sobre todo, insistieron en que en aquellas cuestiones se tramaba el problema epocal y que una nueva generación intelectual debía consagrarse a su resolución. Si ya repasamos los proyectos de Korn en los que ellos se expresó, en el caso de los cordobeses editaron libros como Reflexiones sobre el ideal político de América, de Taborda, fundaron el grupo Justicia y la revista Mente, organizaron tertulias y viajes e impartieron numerosas conferencias. Quince años después del estallido de la Reforma, el ciclo de conferencias rosarinas muestra que la circulación de ensayos filosóficos que legitimaban una apuesta vitalista ante la crisis civilizatoria era mayor y que todavía no se había producido la ruptura entre un vitalismo antiliberal de izquierda y otro de derecha.

Reforma universitaria y elites intelectuales

El “nuevo orden espiritual” que anunciaban varios de los participantes del ciclo de conferencias de 1933 no continuaría inscribiéndose exclusivamente en posiciones de izquierda. Baldrich y Genta interrumpirían el magisterio de Francisco Romero para vincular su antiliberalismo con un nacionalismo católico mientras que  Astrada, Guerrero y Taborda insistirían en versiones laicas del antiliberalismo –en el caso de Astrada, defendería durante un breve periodo al nazismo mientras que Taborda construía un facundismo comunalista que se proclamaba de izquierda–. En cuanto a los hermanos Romero, en las siguientes décadas, coincidirían con los platenses Aznar, Sánchez Reulet, Villarreal y Bianchi y los porteños Romero Brest y Coppola, entre otros, en retomar el magisterio de Korn para insistir en un socialismo antipositivista y liberal que denunciaba al nacionalismo y se opondría a las reformas institucionales del peronismo.

            Así, no sería el antiliberalismo que se descubre en el ensayo de 1933 de José Luis Romero el que permanecería sino la crítica al positivismo, sobre todo en la investigación histórica. La formación histórica puede ser identificado como el punto de inicio de una ascendente carrera académica, que sufriría los vaivenes de la politización de las instituciones universitarias, y que estaría acompañada de proyectos institucionales y políticos en los que la Reforma aparecía asimilada a la democratización universitaria y social.

            En 1934 Romero se recibió de profesor de historia y participó de la institución más sólida que nucleaba a los intelectuales de la izquierda antifascista, el Colegio Libre de Estudios Superiores (CLES). En 1936 dictó allí el curso “La crisis de la república romana”.[32] Dos años después se doctoró, bajo la dirección de Clemente Ricci, con una tesis sobre el tema de ese curso, Los Gracos y la formación de la idea imperial. Entonces fue incorporado al Centro de Estudios Históricos de la UNLP, una institución de extensión creada en 1932 por uno de los fundadores de la Nueva Escuela Histórica, Ricardo Levene.[33] En 1943 Romero gana por concurso el cargo de profesor titular de la cátedra de Historia de la historiografía.[34] Un año antes había ingresado a esa cátedra como profesor interino suplente y, bajo el título La crisis de la República romana. Los Gracos y la recepción de la política imperial helenística,había publicado la versión en libro de su investigación doctoral, su primera obra importante. El libro aparecía por Losada, editorial en la que entonces Francisco dirigía la Biblioteca filosófica.

            Como mencionamos, a fines de 1936 fallecía Korn. Sus discípulos socialistas creaban, bajo la dirección de Arnaldo Orfila Reynal, la Universidad Popular Alejandro Korn (UPAK) en la Casa del Pueblo del Partido Socialista de La Plata. Los hermanos Romero se encontraron entre los fundadores e impartieron diversos cursos a lo largo de las décadas en que, de manera interrumpida, logró funcionar.[35] Lamentablemente, no se han conservado las publicaciones institucionales ni las memorias, y ello impide precisar aquella participación.

            En estrecho vínculo con la UPAK, en 1943 Guillermo Korn, el hijo menor de Alejandro, fundó la Libertad creadora, revista platense que retomó la apuesta por un socialismo ético. Francisco Romero integró el Comité de colaboración y publicó un poema sobre Heráclito en el primer número y un ensayo sobre Alejandro Korn en el segundo. En ambos números se anunció una próxima colaboración de José Luis. Pero el golpe de Estado interrumpió abruptamente la edición y debieron pasar más de veinte años para que Guillermo Korn –en este caso junto a Luis Aznar y desde Caracas– emprendiera un proyecto similar. Ante el cincuentenario de la Reforma apareció el primero de los Cuadernos de La Plata (1968-1970), preparados con el apoyo de los reformistas socialistas y antipositivistas de Buenos Aires y La Plata. La ausencia de José Luis Romero en éstos no impide reconocer la persistencia de la guía político-cultural de Korn.           

            Sabemos que en 1941 la UPAK editó un folleto de Romero titulado “Experiencia y saber históricos en Alejandro Korn” y recuperado en compilaciones de Romero. El texto –seguramente presentado originariamente como conferencia– exalta el interés filosófico de Korn por la historia, por la “estructura de la vida histórica” que impulsa a la libertad y la acción. Y sobre la Reforma Universitaria precisa:

En las luchas universitarias y en las luchas políticas, Alejandro Korn fue ejemplo y voz: porque Alejandro Korn era hombre austero y cuando su conciencia lo llamaba a la acción, su cuerpo aparecía en las filas como uno de tantos, y su voz lo volvía a sacar de ellas para otorgarle un lugar de mando y de consejo. Porque Alejandro Korn —cabeza blanca y mirada firme— era, en la acción, por sobre todo, experiencia y sabiduría.[36]

Más allá del gesto encomiástico al que obliga el contexto de intervención, esa caracterización confirma que la admirable formación de historiador que Romero venía realizando en la década anterior no lo llevó a revisar la fracción en la que se había colocado dentro del mapa político y filosófico de la Reforma Universitaria. E incluso si la negativa a interpretar el pasado desde leyes que determinaron la acción humana Romero la había encontrado en las lecciones de Korn, ese aprendizaje continuaba siendo su brújula en sus proyectos historiográficos de las décadas siguientes.

            Romero ofrece otro elogio a Korn en 1956, en un discurso que pronuncia durante su breve paso como rector de la Universidad de Buenos Aires. Ante el aniversario de la Reforma Universitaria sostiene que la renovación a emprender debe guiarse por el  manifiesto “Incipit vita nova” que Korn preparó a comienzos de 1918 como orientación a las juventudes ante la crisis civilizatoria de la Gran Guerra.[37] Sobre la guía renovadora de Korn vuelve en “Alejandro Korn, un filósofo de los que viven su filosofía”, breve nota que apareció en 1977, el mismo año en que Romero fallecía.[38] El único texto extenso en el que Romero realiza un recorrido histórico por el movimiento de la Reforma Universitaria tendría una edición póstuma.[39] Bajo el título de “El ensayo reformista”, propone una historia socio-cultural que inscribe al movimiento en una escala latinoamericana y cita largos fragmentos de líderes reformistas, entre los que se encuentra Korn y se destaca el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre.

La tesis en que insiste Romero es que la Reforma fue protagonizada por elites nacionales que persiguieron no sólo los esperables objetivos universitarios sino sobre todo destacados “objetivos extrauniversitarios”, vinculados a la democracia, los problemas sociales y “las inquietudes y necesidades de las clases populares”. Romero señala que el logro de estos últimos objetivos excedía a las elites reformistas, para destacar que ya el hecho de haber planteado una reforma de las universidades que involucre a la sociedad era un logro de esas elites. Y en ello podemos identificar una reafirmación autobiográfica que excede su itinerario inicial. Es que en 1946, ante el creciente liderazgo de Juan Domingo Perón en la escena política nacional, Romero se incorpora al Partido Socialista para erigirse durante más de una década en un decidido intelectual que llama a defender la ciudadanía y los valores liberales que, a su vez, enuncia como los más destacables de la Reforma Universitaria.

            Para cerrar el recorrido por el itinerario intelectual del joven José Luis Romero  subrayemos algunas cuestiones. El repaso por la apuesta político-intelectual que lideró Alejandro Korn nos introdujo en un tipo de socialismo y antipositivismo del que es fácil encontrar huellas en diversas intervenciones de Romero. Además, iluminó, por un lado, el magisterio de otros dos antipositivistas interesados en el lugar de la cultura en las sociedades contemporáneas, Pedro Henríquez Ureña y Saúl Taborda, y, por otro, el vínculo intelectual que mantenía con su hermano Francisco y el primer encuentro con jóvenes de su generación que, como Luis Aznar, lo acompañarían en diversas empresas posteriores.             En cuanto al arco temporal, si podemos marcar el año 1929 como el inicio de ese itinerario es no sólo porque entonces inició su formación universitaria en historia, sino sobre todo porque pudo establecer una vinculación estrecha con uno de los grupos que venía defendiendo una definición extrauniversitaria de la Reforma. Tres años después, Romero impulsaba la radicalización antiliberal del socialismo ético de Korn con un manifiesto sobre un nuevo orden espiritual que parece ser la primera empresa intelectual en la que tuvo un lugar protagónico. Al año siguiente, su conferencia “La formación histórica” –publicada inmediatamente después como ensayo– ofrecía una justificación más extensa de esa radicalización. Pero poco después Romero evitaría los cuestionamientos antiliberales para avanzar en una investigación sobre la república romana con la que en 1938 se doctoraría. El año 1942, en que publica su tesis doctoral como libro en el prestigioso sello Losada e ingresa como suplente en la cátedra de Historia de la historiografía, parece cerrar el recorrido inicial. Es que 1943 lo encuentra convertido en profesor titular concursado de esa cátedra y con una prolífica producción escrita. Unos pocos años después se suma a ello la coordinación de la Comisión de Cultura del Partido Socialista para difundir valores ciudadanos y la edición de varias obras que terminarán por convertirlo en una figura central de la historiografía producida en la Argentina.    


[1] La totalidad de los textos de Romero citados han sido consultados en https://jlromero.com.ar/, un archivo imprescindible para el estudio crítico de su obra. [N. del ed. También incluye buena parte de lo escrito sobre José Luis Romero]

[2] Biagini, Hugo, La Reforma universitaria y Nuestra América. A cien años de la revuelta estudiantil que sacudió al continente, Buenos Aires, Octubre, 2018, pp. 118-136. Ver también Graciano, Osvaldo, Entre la torre de Marfil y el compromiso político. Intelectuales de la izquierda argentina 1918- 1955, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2008; Bustelo, Natalia, Inventar a la juventud universitaria. Una historia político-cultural del movimiento argentino de la Reforma Universitaria (1900-1930), Buenos Aires, Eudeba, 2021.

[3] Rojas, Ricardo, Alianza de la Nueva Generación. Profesión de fe, Buenos Aires, Imprenta Rinaldi hnos, 1919.

[4] “La ‘Profesión de fe de la Nueva Generación’”, seguida de “La huelga sangrienta”. En Ideas. Órgano del Ateneo Universitario, n° 21, enero de 1919, Buenos Aires, pp. 166-169. Fundado en 1914, el Ateneo tuvo un rol fundamental en la creación de la FUA en abril de 1918. En septiembre de 1919 dejó de editar su voluminosa revista cultural Ideas,  luego de su número 22, para publicar Clarín (1919-1920), quincenario con el que participaban de la fracción filobolchevique de la Reforma. Cf. Bustelo, Natalia y Domínguez Rubio, Lucas, “Radicalizar la Reforma universitaria. La fracción revolucionaria del movimiento estudiantil argentino (1918-1922)”. En Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, núm. 44, Bogotá, 2017. Disponible en línea: http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/achsc; Tarcus, Horacio, “Dí tu palabra y rómpete: el corto verano del Grupo Universitario Insurrexit y su revista”. En Eujanian, Alejandro y Agüero, Ana Clarisa (eds.), Dimensiones del reformismo universitario. Rosario, FHUMYAR ediciones/ UNR Editora, 2018.

[5] Rojas reconstruye su relación con los grupos reformistas a fines de la década del veinte y es electo rector de la Universidad de Buenos Aires (1926-1930) con el apoyo de varias fracciones del reformismo porteño.

[6]  Terán, Oscar, “La libertad tolerante de Alejandro Korn”, En busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Catálogos, 1986.

[7] El cierre de Atenea, luego de su número 11-12, coincide con la radicalización estudiantil de la huelga grande.Aún no contamos con un análisis crítico de la revista; para una breve reseña, ver Arrieta, Rafael Alberto, “La Asociación de ex alumnos del Colegio Nacional y su revista Atenea”, AAVV, Universidad “nueva” y ámbitos culturales platenses, La Plata, FaHCE, UNLP, 1963, pp. 235-245. Sobre el grupo porteño, ver Eujanian, Alejandro (2001), “El novecentismo argentino: reformismo y decadentismo. La revista Cuaderno del Colegio Novecentista, 1917-1919”. En Estudios sociales, núm. 21, Santa Fe, pp. 83-105. Pueden consultarse una versión digitalizada de los Cuadernos en https://americalee.cedinci.org/.

[8] La tensión entre libertad y determinación en el socialismo positivista de Juan B. Justo y de José Ingenieros es agudamente analizada en Jorge Dotti, “Las hermanas-enemigas”, Las vetas del texto, Buenos Aires, Las Cuarenta. Galfione, Carla (2014), “Filosofía y ciencia en la Revista de filosofía: condiciones de una reconciliación”. En Latinoamérica, núm. 59, pp. 251-272; Fernández, Cristina B., José Ingenieros y los saberes modernos, Córdoba, Alción Editora, 2012. Sobre Ingenieros, Plotkin, Mariano, José Ingenieros. El hombre que lo quería todo, Buenos Aires, Edhasa, 2022; Tarcus, Horacio, Biografía de Ingenieros. José Ingenieros. Guía y catálogo, Buenos Aires, Fondo de Archivo, CeDInCI, 2011. Además, sobre el itinerario político-intelectual de Ingenieros y de la mayoría de las figuras de las izquierdas latinoamericanas abordadas véase https://diccionario.cedinci.org.

[9] Graciano, Osvaldo, “Los proyectos científicos y las propuestas legislativas de los intelectuales socialistas para la renovación de la universidad argentina, 1918-1945”. En Camarero, Hernán y Herrera, Carlos, El Partido Socialista en Argentina, Buenos Aires, Prometeo, 2005, pp. 273-298.

[10] Guillermo Korn, “El teatro del grupo Renovación, Universidad “nueva” y ámbitos culturales platenses, La Plata, FaHCE, UNLP, pp. 275-276.

[11] La experiencia teatral estuvo en un comienzo guiada por tres figuras que persistirán en esta sociabilidad antipositivista: a los mencionados José Gabriel y Arrieta, ambos profesores del Colegio Nacional, se sumó Luis Juan Guerrero, entonces militante anarquista (Korn, op. cit., p. 280). Entre los estudiantes, uno de los más entusiasta fue Héctor Ripa Alberdi, quien para el acto del día del estudiante de 1922 que preparó Renovación compuso los poemas “La farsa estudiantil” y “Epílogo”.

[12] Romero, José Luis. “En la muerte de un testigo del mundo”. En Cabalgata, núm 1, Buenos Aires, 12 de septiembre de 1946. Si en ese obituario enfatizaba la condición de Henríquez Ureña de espíritu universal, en los otros dos textos que le dedicó subrayó que en el centro de sus preocupaciones se encontraba la identificación de la cultura de América hispánica. Cf. Romero, José Luis. “Pedro Henríquez Ureña”. En Realidad, Buenos Aires, enero-febrero de 1948; Romero, José Luis. “Pedro Henríquez Ureña: una voz, a los diez años de su muerte”. En La Gaceta, México, mayo de 1956. Textos disponibles en https://jlromero.com.ar/. El archivo personal contiene otras huellas de ese magisterio: conserva un intercambio epistolar a través del que Henríquez Ureña corrige y comenta “Sobre el espíritu de facción”, artículo de Romero aparecido en Sur nº 33 (1936). Agradezco el dato a Luis Alberto Romero.

[13] Terán, Oscar. “Imago Mundi: de la universidad de las sombras a la universidad de relevo”. En Punto de Vista, Buenos Aires, nº 33. Buenos Aires, 1988, pp. 3-7.

[14]  En 1923 el joven Héctor Ripa Alberdi acompañaba a Korn en su cátedra de filosofía y dio un importante impulso a la salida de Valoraciones, pero falleció poco después de la aparición del primer número. Desde 1925 Francisco Romero participó en el armado de los números solicitándole colaboraciones, entre otros, al tucumano Alberto Rougés. Romero publicó la reseña de La llama inmortal de H. G. Well en Valoraciones núm. 8 (noviembre de 1925), el ensayo “El primado ético” en Valoraciones núm. 10 (agosto de 1926), “Sobre los problemas” en Valoraciones núm. 12 (enero de 1927) y en el mismo número la reseña de Introducción filosófica a las teorías de la relatividad de Enrique Butty. Para el siguiente y último número preparó la reseña de la primera monografía filosófica importante de Carlos Astrada, El problema epistemológico de la filosofía actual.

[15] Cf. Rodríguez, Fernando y Vásquez, Karina, “Gritos y susurros en el Jardín de Akademos. El movimiento estudiantil reformista en La Plata a través de sus revistas (1923-1927)”. En Intellèctus, núm. 2, Río de Janeiro, 2002, pp. 1-22; Pita González, Alexandra, La Unión Latino Americana y el Boletín Renovación. Redes intelectuales y revistas culturales en la década de 1920, México, Colegio de México, 2009.

[16] Romero, José Luis. “Alejandro Korn”. En Revista de Pediología, núm. 2-3, Buenos Aires, abril de 1938. Disponible en en https://jlromero.com.ar/.

[17] Si bien circulan definiciones programáticas asociadas a la Reforma Universitaria, tempranos análisis subrayaron la constitutiva disputa entre fracciones. Entre esos análisis se destaca Bermann, Gregorio, Juventud de América. Sentido histórico de los movimientos juveniles. México, México, Cuadernos mexicanos 11, UNAM, 1946.

[18] Un agudo intelectual contemporáneo de esas reflexiones, Roberto Giusti, prepara una elogiosa reseña del libro de Romero en la que propone que el peso de lo social lo vincula más estrechamente con Ingenieros que con Korn. Giusti, Roberto. “Historia de las Ideas”. En La Razón, 18 de julio de 1947. Disponible en https://jlromero.com.ar/.

[19] Las genealogías relativas a la profesionalización de la filosofía acuerdan en el impulso dado por el antipositivismo pero toman posiciones encontradas en cuanto al papel jugado por Korn y Alberini. Quienes como Francisco Romero se reconocen discípulos de Korn lo destacan como iniciador de la filosofía profesional. En cambio, Luis Farré, Diego Pro y otros discípulos de Alberini así como la escuela de historia de las ideas de Cuyo tienden a desestimar la obra filosófica de Korn por su condición “amateur” y destacan a Alberini como el auténtico promotor de la filosofía profesional (Bustelo Natalia y Lucas Domínguez Rubio. “El antipositivismo como respuesta a la crisis civilizatoria. El proyecto filosófico-político de Alejandro Korn”. Cuadernos del Sur – Filosofía, núm. 45, pp. 23-40, 2016).

[20] Intentando precisar la circulación de filosofías antipositivistas en la década del treinta, Gerardo Oviedo caracteriza a ese tipo de intervenciones como una “tradición vitalista del ensayismo de interpretación caracterológica” mientras que Lucas Domínguez Rubio propone identificar un “revisionismo filosófico” con diversas variantes. Oviedo, Gerardo. “La idea de americanismo en el joven José Luis Romero”. En Diálogos. Revista do Departamento de História e do Programa de Pós-Graduação em História, Universidade Estadual de Maringá, Brasil vol. 9, núm. 3, 2005; Domínguez Rubio, Lucas. “Sobre los inicios de un revisionismo filosófico en Argentina y sus derivas políticas: Homero Guglielmini, Saúl Taborda y Carlos Astrada”. En Catedral tomada, Vol 8, núm. 14, 2020, pp. 60-87.

[21] Carta de F. Romero a A. Rougés, 22/09/1930. En, Rougés Alberto.  Alberto Rougés – Correspondencia (1905-1945), Tucumán, Fundación Miguel Lillo / Centro Alberto Rougés, 1999, p. 221. Además, vease Ibarlucía, Ricardo. “Luis Juan Guerrero en la Facultad de Paraná: renovación filosófica y pedagogía moderna (1929-1930)”. En Tópicos nº 35, Santa Fe, junio de 2018, pp. 1-6. Disponible en línea: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1666-485X2018000100004&lng=es&nrm=iso.  A diferencia de Taborda, hasta 1924 aproximadamente Guerrero fue un entusiasta militante del comunismo anárquico y  en el marco de su proyecto editorial Argonauta mantuvo una estrecha amistad con uno de los líderes intelectuales locales, Diego Abad de Santillán. Por otra parte, en correspondencia privada Rougés no dudaba en caracterizar a Mantovani como “un hombre que pasa por tan izquierdista” (Carta de A. Rougés a Ernesto Padilla, 20/05/1935. En Rougés, Alberto, op. cit., p. 205).

[22] Ante las Investigaciones pedagógicas de Taborda (Córdoba, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, 1930), Korn publicó en la revista cultural más importante de entonces una suerte de reseña crítica, en formato epistolar: “Epístola antipedagógica”. En Nosotros, Vol. 72, núm. 264, Buenos Aires, mayo de 1931, p. 76-80. Taborda la respondió dos números después con “Chinchigasta y yo. Respuesta al Dr. Alejandro Korn”. En Nosotros, Vol. 72, núm. 266, Buenos Aires, septiembre de 1931.

[23] Además de los mencionados, conformaron el Comité: Carlos Astrada Enrique Barros, Ceferino Garzón Maceda, Vázquez de Novoa, Benito Ochoa, Antonio Navaro, Humberto Castello, Carlos Astrada Ponce, Benjamín Elkín, Luis Aznar, Alfredo Orgaz y Ricardo Blutghen. Cf. “Declaración de principios de la Alianza Civil”, en Deodoro Roca, Obra reunida. III Escritos jurídicos y de militancia, Córdoba, Editorial Universidad Nacional de Córdoba, 2009, pp. 232-233.

[24] Taborda, Saúl, “Frente de Afirmación del Nuevo Orden Espiritual (FANOE)”. Escritos políticos: 1918-1934, Córdoba, Editorial UNC, 2009, p. 195 (original en Revista jurídica y de ciencias sociales, año II, no 1, 1932, p. 106).

[25] Carta de Francisco Romero a José Ortega y Gasset, Buenos Aires, 18/04/1931. Agradezco el acceso y referencias a Luis Alberto Romero. Dos años después, en carta del 14 de agosto de 1933, Francisco Romero reconoce a Eugenio Pucciarelli como amigo o discípulo platense “excelente por inteligencia y voluntad”, anuncia la inminente aparición del boletín La información filosófica y el proyecto de editar una revista filosófica (Rougés, Alberto, op. cit., p. 113).

[26] Archivo personal José Luis Romero. Agradezco el documento a Luis Alberto Romero. Unos pocos meses después, Falcini, quien se destacaba como escultor y difusor de las artes plásticas, conoce a David Alfaro Siqueiro en Montevideo y gestiona su visita a Buenos Aires.

[27] Si bien la carta sugiere una adhesión distante de los cordobeses, Domínguez Rubio propone una aguda interpretación de la intervención. El FANOE “permitía a Taborda y Astrada posicionarse en Córdoba dentro del arco de las izquierdas sin adscribir a las formaciones partidarias del comunismo y el socialismo” y “mostrarse en una nueva estela vanguardista, ahora teórica antes que artística”. A continuación subraya que “las firmas de los hermanos Romero y de Aníbal Sánchez Reulet respondían en cambio a una diferenciación respecto a los discípulos de Korn que se afiliaban al Partido Socialista junto a su maestro; con esto, ponían en manifiesto una doble inscripción, a la vez teóricamente vanguardista, en relación al proyecto de Sur (1931-1966) que ellos tres sostenían y en contra de la filosofía marxista y la línea estética de la revista Claridad (1926-1941) como plataforma cultural y editorial del Partido Socialista” (Domínguez Rubio, Lucas, op. cit., p. 70).

[28] Gollan, Josué, Memoria del Instituto Social, 1933-1936, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1937. El Instituto Social se fundó en 1928 bajo la dirección del líder reformista Gabriel del Mazo. Intervenido en 1930, volvió a funcionar en 1933.

[29]Carta de Francisco Romero a Alberto Rougés, 20/09/1933. En Rougés, Alberto, op. cit., p. 117.

[30] Romero, José Luis. La formación histórica. Instituto Social de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1933. Republicado con modificaciones en Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 1936 e incluido en La historia y la vida, Tucumán-Buenos Aires-La Plata, Yerba Buena, 1945. https://jlromero.com.ar/textos/la-formacion-historica-1933/

[31] Devoto, Fernando, “En torno a la formación historiográfica de José Luis Romero”, José Luis Romero. Vida histórica, ciudad y cultura, San Martín, UNSAM edita, 2013, pp. 37-56.

[32] Cernadas, Mabel y Juliana López Pascual, “Pensar con otros: José Luis Romero en el Colegio Libre de Estudios Superiores”, disponible en  https://jlromero.com.ar. El campo historiográfico argentino de los treinta y cuarenta es agudamente analizado por Myers, Jorge: “‘La vida histórica’: José Luis Romero, la historia cultural y la conquista del centro por los márgenes”. En Mariano Plotkin y Federico Neiburg, comps., Intelectuales y expertos. La constitución del conocimiento social en la Argentina, Buenos Aires, Paidós, 2004. Disponible en  https://jlromero.com.ar.

[33] Al cumplir una década de recorrido, el Centro editaba un folleto en el que se presentaba del siguiente modo: “un organismo dentro de la estructura universitaria dedicado a prolongar más allá del aula la vinculación entre profesor y alumno y continuarla después del egreso, con miras de perfeccionar estudios y estimular el desarrollo vocacional en quienes hayan demostrado condiciones de investigador, sin descuidar el fomento de las facultades expositivas condiciones indispensables para la divulgación de la labor científica” (Carlos Heras, Centro de Estudios Históricos, La Plata, Universidad Nacional de La Plata, 6/5/1942, p. 5).

[34] La materia comenzó a dictarse en 1938 a cargo de una figura central de la Nueva Escuela Histórica, el nacionalista católico Rómulo Carbia. Éste había participado del Colegio Novecentista y dictaba en la misma carrera Introducción a los estudios históricos americano y un Seminario sobre historia argentina del siglo XIX, que modificaba su programa año a año. El viraje historiogŕafico y político que en 1942 implicó el nombramiento como suplente de Romero se advierte en el cuestionamiento que le dedica el periódico nacionalista El federal. Agradezco el dato a Luis Alberto Romero.

[35] En la reseña que prepara en 1963, Alfredo Galletti consigna que José Luis dio el curso “Perspectivas del mundo contemporáneo”; Orfila Reynal menciona que preparó el curso sobre Introducción a la historia junto con Luis Aznar y Julio V. González. Lamentablemente, la falta de archivos sobre las actividades de la UPAK no nos permiten precisar los periodos en los que la participación de Romero disminuyó o cesó. Alfredo Galletti, “Universidad Popular Alejandro Korn”, AAVV, Universidad “nueva”…, p. 325; Arnaldo Orfila Reynal, “A un cuarto de siglo de una experiencia social en La Plata: la Universidad Popular Alejandro Korn”, p. 343.

[36] Romero, José Luis, “Experiencia y saber históricos en Alejandro Korn” [1941], Argentina: imágenes y perspectivas. Buenos Aires: Raigal, 1956. Disponible en https://jlromero.com.ar/.

[37] Romero, José Luis. “La Reforma Universitaria y el futuro de la universidad argentina”. En Federación Universitaria de Buenos Aires, 38º aniversario de la Reforma, Buenos Aires, Ed. de la Federación, 1956. Disponible en https://jlromero.com.ar/.

[38] Romero, José Luis. “Alejandro Korn, un filósofo de los que viven su filosofía” [1976]. En La Capital, Rosario, 4 de marzo de 1977. Disponible en https://jlromero.com.ar/.

[39] Romero, José Luis. “El ensayo reformista” [1971]. En Perspectiva Universitaria, nº 5, Buenos Aires, septiembre de 1978. Disponible en https://jlromero.com.ar/.